“Para que
aumente la productividad hay que lograr que se incremente, por un lado, la
demanda,
para que aumente así la inversión de las
empresas, y por otro la digitalización de la actividad productiva. Y para
ello, señala el informe, es necesario
que aumenten los salarios. Sólo cuando esto sucede es cuando las empresas tienen
incentivos para invertir en la innovación
tecnológica que incrementa la productividad. Los
datos que presenta el informe son contundentes al respecto: la caída de los salarios que ha
debilitado la demanda en los diversos sectores económicos en los últimos
decenios (y en particular en los años posteriores a la última gran
crisis) es una causa fundamental de que apenas se haya producido crecimiento de la productividad o de
que éste haya sido mucho más bajo que en periodos anteriores de salarios más
elevados. Y al revés, cuando han aumentado, ha crecido la
productividad y la actividad en general”.
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Operarios
en la fábrica de Citroën en Madrid. EP
DEMOSTRADO: LA ECONOMÍA IRÁ BIEN SI SUBEN
LOS SALARIOS Y MAL SI SIGUEN BAJANDO.
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Juan Torres López.
El Independiente.
Rebelión lunes 19 de marzo del 2018.
El
McKinsey Global Institute, considerado el think tank de
interés privado más importante del mundo, acaba de publicar
un informe sobre lo que denomina el “puzzle de la productividad” que contradice los presupuestos en que
se basan las políticas económicas que se vienen aplicando en los últimos años.
La
opinión mayoritaria que se suele tomar como fundamento científico de estas
políticas es que, para que las economías vayan bien, es decir, para que crezcan
y generen ingresos y empleo, es necesario aumentar la productividad y que eso
se consigue actuando fundamentalmente sobre el lado de la oferta. En concreto,
se defiende que lo que hay que hacer es bajar impuestos; flexibilizar el
mercado de trabajo (eliminando convenios, facilitando el despido, reduciendo
derechos laborales o limitando el papel de los sindicatos); mejorar la
formación de los trabajadores y hacer más competitivas a las empresas en los
mercados globales por la vía de reducir los costes salariales.
Sin
embargo, el informe del McKinsey
Global Institute demuestra que esa no es la vía por la que aumenta la
productividad y mejora la economía. Sino que, por el contrario, lo que ocurre
cuando se toman esas medidas es que la economía va peor, crece menos y
disminuye la productividad.
Los
autores del informe han estudiado lo ocurrido en seis países (Alemania, España, Estados Unidos, Francia,
Reino Unido y Suecia) y en siete de sus principales sectores económicos en
los últimos 30 años, y su conclusión
es bastante clara: en lugar de esos factores de oferta, es la demanda de bienes y
servicios la que desempeña un papel fundamental como determinante de la
productividad.
Los
autores del informe han comprobado que el 48
% de las empresas estudiadas aumentan su inversión en función de la
situación de su demanda de los bienes y servicios que ofrecen y solo el 38 % en función del menor riesgo. Y,
después de analizar con detalle las diferentes vías por las que una demanda
insuficiente puede hacer que decline el crecimiento de la productividad y
viceversa, aportan una solución bien distinta al puzzle que todos los economistas tratan de resolver desde hace
años.
Para
que aumente la productividad
hay que lograr que se incremente, por un lado, la demanda, para que aumente así la inversión de las empresas, y por otro la digitalización de la
actividad productiva. Y para ello, señala el informe, es necesario que aumenten los salarios. Sólo cuando esto sucede es cuando las empresas tienen
incentivos para invertir en la innovación
tecnológica que incrementa la productividad.
Los
datos que presenta el informe son contundentes al respecto: la caída de los salarios que ha
debilitado la demanda en los diversos sectores económicos en los últimos
decenios (y en particular en los años posteriores a la última gran
crisis) es una causa fundamental de que apenas se haya producido crecimiento de
la productividad o de que éste haya sido mucho más bajo que en periodos
anteriores de salarios más elevados. Y al
revés, cuando han aumentado, ha crecido la productividad y la actividad en
general.
Las conclusiones de
política económica que se derivan de todo esto también son
claras. Cuando se cree que lo importante
para aumentar la productividad y el crecimiento económico es actuar
sobre la oferta, como se ha dicho en los últimos años, no sólo no preocupa
sino que se busca la evolución a la baja de los salarios,
la política fiscal se utiliza sólo para
bajar impuestos y se es indiferente ante la mayor desigualdad. Pero la
consecuencia de aplicar estas políticas, como pone de manifiesto el informe del
McKinsey Global Institute, ha sido
que las economías han ido y van mucho peor, que hayamos entrado en el “estancamiento secular” del que habla
Larry Summers.
Por
el contrario, si lo que se quiere es que la economía mejore al aumentar la productividad, el informe afirma que
lo que hay que hacer es poner el acento principalmente en las dos grandes
estrategias mencionadas: subir los
salarios reales para que aumente la demanda de bienes y servicios
y fomentar la digitalización, recurriendo para ello a los incentivos o
estímulos que pueden proporcionar las políticas económicas y la fiscal en
particular.
La verdad es que estas conclusiones no son nuevas.
Otras investigaciones científicas las habían alcanzado antes para periodos más
largos, como he mostrado en mi libro Economía para no dejarse engañar
por los economistas, pero es significativo que de nuevo se ponga de
manifiesto incluso por un gabinete de
estudios con ánimo de lucro y cuyo fin es hacerle ganar dinero a una gran
empresa.
En España
deberíamos tener particularmente presentes las conclusiones de este estudio
porque lo que estamos haciendo es justamente lo contrario de lo que allí se
dice que hay que hacer para que la economía vaya bien: el peso de nuestros salarios en el PIB está en el nivel más bajo desde
1989; somos el país de la UE donde más han caído desde 2008 y, junto a Grecia,
el único en donde no se han recuperado los de antes de la crisis. Y siendo la quinta economía de la Unión Europea
estamos en el puesto número 17 de 28
de su ranking de innovación. Es
decir, que estamos acumulando papeletas para que nuestra economía no se
recupere satisfactoriamente ni pueda evitar en el futuro nuevos brotes de
empobrecimiento, crisis y recesión.
Ahora
bien, ni la recuperación de los salarios
se puede conseguir por las bravas ni se puede aumentar la digitalización por
decreto. Para lograrlo sin males mayores se necesitan grandes pactos nacionales, compromisos generosos y
sacrificios colectivos que solo pueden venir de la confianza en instituciones sólidas y capaces de acabar con el
fraude y la corrupción, y voluntad política que trascienda el habitual y lamentable
cortoplacismo electoralista de nuestros partidos.
Juan Torres López
es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla.
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