lunes, 10 de agosto de 2020

¿LAS MUCAMAS CONTAGIAN? DECONSTRUYENDO A LAS PATRONAS.

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LA PENOSA SITUACIÓN DE LAS TRABAJADORAS DOMÉSTICAS EN LA PANDEMIA, SEGÚN ENCUESTA
No la están pasando nada bien los y los trabajadoras domésticas en el país en estos tiempos de pandemia y encierro, según una encuesta realizada por un grupo de organizaciones sociales relacionadas con el tema. La encuesta fue respondida por 678 personas que laboran en este sector, uno de los más golpeados por el confinamiento. Es una muestra muy significativa, que, aunque no es un estudio estadístico riguroso, si nos sugiere las problemáticas.

16 organizaciones de la sociedad civil, empresarias, sindicatos, colectivos y un medio de comunicación aliado, realizaron la encuesta desde el 28 de marzo. El supuesto de partida era que las condiciones de las mujeres trabajadoras domésticas se agravarían a la par con la desaceleración de la economía y con el lastre de la informalidad laboral del 80% que traían antes de la pandemia.

En este ejercicio, 67% de las encuestadas son trabajadoras por días en hogares distintos. El 25% son trabajadoras externas a tiempo completo en un hogar, y 8% son internas. Es decir, en su mayoría, estarían expuestas a gran riesgo de contagio, pues su movilización en las grandes ciudades (donde trabajan la mayoría de estas empleadas) exige el uso de todo tipo de transporte público y en trayectos largos. En el caso de las mujeres que trabajan internas la vulneración está más relacionada con la imposibilidad de ver a sus familias y en las largas jornadas laborales: “.. [a] nosotras, como trabajadoras, deberían permitirnos estar con nuestras familias, no en nuestros trabajos internas sin poder ni salir y trabajando sin descansó”, es el testimonio de una de ellas.
 


En 2011 la OIT, Organización Internacional del Trabajo en su compromiso de promover el trabajo decente para todos reconocía la contribución significativa de las trabajadoras domésticas a la economía mundial, adoptó el Convenio 189 sobre las trabajadoras y los trabajadores domésticos.12 jul. 2020

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Por fortuna, solo al 10% de las trabajadoras domésticas, el empleador(a) les ha exigido seguir laborando en medio de la cuarentena. Lo que llama la atención es que el 50% de éstas no recibieron elementos de protección como guantes, tapabocas o sustancias antibacteriales. Es decir, cerca del 90% de las mujeres se encuentran en sus casas confinadas; sin embargo, alrededor del 50% no reciben salario.
Entre el grupo de quienes siguen trabajando, el 68% no está afiliada a una EPS, y dentro de este grupo el 38% hace parte del llamado Sisben.

Comportamientos laborales de los empleadores

Previo a la encuesta se encontró que los empleadores habían tomado diez tipos de medidas laborales que fueron puestas como opciones de respuesta a las empleadas: darles vacaciones remuneradas, darles vacaciones no remuneradas, enviarlas a sus casas con salario y con prestaciones, enviarlas a sus casas sin salario y con prestaciones, enviarlas a sus casas sin salario y sin prestaciones, suspenderles su contrato, liquidarles su contrato, recortarles la jornada, dejarlas internas con pago de horas extras, dejarlas internas sin pago de horas extras. 

Para el análisis, las actuaciones de los empleadores fueron agrupadas en tres categorías en el marco de los decretos gubernamentales del momento: empleador cumplidor o que cumple la ley, empleador laxo o que cumple a medias con la ley, y empleador/a incumplido: incumple la ley por completo. Así, las respuestas arrojaron que la mayor cantidad de empleadores/as son incumplidores de la ley; luego seguían los empleadores cumplidores de la ley y por último estaba la categoría de empleadores laxos. Ahora bien, sumados los empleadores incumplidores de la ley y los laxos frente a la ley, es clara la desprotección laboral de las trabajadoras domésticas encuestadas.

Confirmando el comportamiento laxo de los empleadores/as de esta encuesta, el 51% de las empleadas domésticas dijo haber recibido algún dinero por parte del empleador estando en su casa, sin prestar el servicio. Cabe interpretar también que, los empleadores/as de trabajadoras domésticas de esta encuesta sean de estratos socioeconómicos bajos, fenómeno en aumento en el país, y para quienes la iliquidez resultó un impedimento para responder con su obligación con la empleada.

Además de haber recibido “algún dinero”, cerca de un 50% de las empleadas de esta encuesta dijeron no tener otros ingresos. Indagando por otros apoyos económicos, se encontró que cuando lo reciben, el apoyo proviene de familiares, luego están los subsidios del Estado, luego los ahorros, después los empleadores/as que las apoyan, y por último están los amigos y los préstamos.
Por tipo de contratación, al 87% de las empleadas del servicio doméstico las contratan como persona natural, y a 13% por intermedio de una empresa de servicios domésticos. Frente a esta variable, se esperaría que la intermediación aumentara la formalidad, por el mayor control sobre el proceso de contratación. Sin embargo, se encontró que al 55% las enviaron a sus casas sin las garantías que otorga la Ley. Fuente. Fecha: 19 mayo, 2020 Categoría: Noticias AFI.

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¿LAS MUCAMAS CONTAGIAN? DECONSTRUYENDO A LAS PATRONAS.
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Por Liliana Viola.

Página /12 lunes 10 de agosto del 2020.


Nicole Neumann, Catherine Fulop y toda patrona famosa que busque clics en redes debería saberlo: cualquier referencia a sus empleadas provocará una reacción inversamente proporcional a la de sus gatos, comidas y bebés. Si la va a responsabilizar de haberla contagiado o si sube un video para mostrar en tono de broma cómo la mandonea y que vive en su casa durante la cuarentena porque es donde vive y trabaja hace años y porque ella lo prefiere así, no va a gustar. La relación patrona/mucama admite pocas variaciones: olvido, eufemismo o drama.

Pero ¿qué es lo que más molestó esta semana del discurso de Nicole Neumann? ¿Que le haya echado la culpa a Daniela de su contagio? ¿Que no la llamó por su nombre? ¿Que le hiciera trabajar en cuarentena en lugar de mantenerle el sueldo como manda la ley? ¿Que no se ocupara de asistirla y aislarla en su casa? ¿O simplemente lo que molestó es que lo haya dicho al aire? Cada vez que alguien habla sobre “mi muchacha”, “la chica” o “la señora que trabaja en casa” deja en evidencia los trapos sucios de una relación en conflicto que no se agota en la dupla mucama/patrona sino que salpica a todas y a todos. Llueven repudios. Las alarmas progres se activan de inmediato. Y luego se apagan. Mientras en redes todo apunta contra la señora Nicole, la voz de las trabajadoras sigue adentro del baúl del auto de un patrón o en un colectivo aparte donde el olor a desinfectante no moleste a las señoras de Nordelta.

Parece un asunto lateral, pero es parte del problema: la falsa discusión sobre si a mi empleada con covid-19 no la mando a un centro de aislamiento porque soy buena, y la fleto porque soy mala, también es “naturalizar la injusticia”. La pregunta sobre quién contagia a quién que se viene instalando en la televisión casi tanto como “¿y cuándo llega el pico?” es asunto de especialistas y no excusa para cazadores de población riesgosa y detectores de caldos de cultivo. Considerar públicamente como castigo o destino vergonzante a un centro como Tecnópolis pensado desde el Estado para aislar el virus en un ambiente humano y de cuidados, también es una de las formas de la injuria-
El lazo invisible
La opacidad del problema del trabajo doméstico que viene siendo denunciado desde el mismo feminismo de los 70 como contradicción interna y clave, es muy resistente. Si no, es impensable que recién avanzado el siglo XXI, mucho después de abolida la esclavitud y de aprobado el voto femenino, en 2013, durante el gobierno de Cristina Fernández se promulgara la ley que crea un régimen laboral para un trabajo que se sigue describiendo de entre casa como “la señora que me ayuda”. La ayuda nos explota, y nos explota en las manos. Curiosamente, esa ley no fue tan festejada como otros avances en términos de derechos humanos y además no se termina de cumplir ni en los discursos ni en los papeles. Aquí un ejemplo que suena a mensaje diabólico pero es real, más de 600 mil contribuyentes recibieron este correo electrónico de AFIP alguna vez: 

“A partir del cruce de tus datos patrimoniales y de consumo, te estamos enviando esta comunicación, porque nos llama la atención que no tengas a nadie registrado que te ayude en tus tareas domésticas". 

Las cifras sobre desocupación en pandemia dejan claro que entre quienes cumplen con la cuarentena no exigiendo que su empleada trabaje así como en los cruzados contra subsidios y planes, hay un porcentaje altísimo que no está pagando el sueldo a su empleada aun cuando su presupuesto les permite hacerlo. No limpia, no cobra.
Se trata de un trabajo considerado no esencial, porque en “su esencia” está que la mayoría usa transporte público, vive en viviendas con mucha gente por metro cuadrado... Los cuerpos (migrantes) y las condiciones (precarias) cotidianas, cuentan. El 93,6% de quienes trabajan en el sector son mujeres y el 76% no percibe descuento jubilatorio. Se produjeron en estos meses alrededor de 20.700 despidos, según el Ministerio de Trabajo de la Nación, y la cifra se multiplica entre una mayoría que trabaja sin papeles.
Esta injusticia social no se puede reducir a una pelea mediática entre dos figuras imaginarias, “patrona mala vs. mucama sin voz ni portavoz” porque archiva el problema bajo el rótulo “riña entre mujeres”. No se nace patrona, se llega a serlo. Una serie de tareas y saberes que últimamente empiezan a jerarquizarse bajo el concepto de “cuidados” nos hermanan en las demandas y las luchas, no nos enfrentan. La figura de “la chica de la limpieza” también es una gran construcción: desde la protagonista víctima del amor romántico en las telenovelas hasta una tradición literaria fascinada con las hermanas Papin, Las criadas de Jean Genet, monstruo doméstico capaz de revancha asesina, trampa y robo. ¡Urge una deconstrucción aquí! Cuando no es un enemigo la mucama, es un enemigo la patrona. Empleada y empleadora, parecen ser roles más justos y más precisos. El trabajo de cuidado, según una de sus tantas definiciones, es una actividad que comprende todo lo que se hace para mantener, perpetuar y reparar “nuestro mundo” de modo que podamos vivir lo mejor posible. Ese mundo comprende los cuerpos, las infancias, los relatos, el ambiente y todo lo que implica un factor vital. Es un combo de trabajos y saberes que no se suele ver porque consiste justamente en adelantarse a que se produzca su falta, la catástrofe. ¿Se puede confundir con mística maternal? Puede ser… pero no, nada que ver.

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