BIENVENIDOS AL FUTURO “EN MINNESOTA TRUMP REVELÓ QUE HABLÓ CON DIOS”. DIO
DETALLES DE LA "CONVERSACIÓN" EN UN ACTO DE CAMPAÑA. Definitivamente
este Señor esta “LOCO”, “TRONADO” Y EN DELIRIO TOTAL. Contaminado con el
COVID-19- Lo MEJOR que pueden hacer, es “ENCERRARLO” PORQUE es un PELIGRO para la HUMANIDAD. Su Sobrina MARY TRUMP, Dra. En Psicología Clínica y Docente
Universitaria, en su Libro Publicado, lo considera, como un “narcisista
sin principios”, con “trastorno mental”. “Ahora amenaza la SALUD, la Seguridad
Económica y el Tejido Social del Mundo”-. El Título. traducido del Libro es
(“Demasiado, pero nunca suficiente: Cómo mi familia creó al
hombre más peligroso del mundo”)
Dra Mary Trump - sobrina directa del presidente - con la publicación de su Libro: "Demasiado, pero nunca suficiente: Cómo mi familia creó al
hombre más peligroso del mundo”.
***
EL MANDATARIO NORTEAMERICANO aseguró que “DIOS”
lo ayudará a "RECONSTRUIR DE NUEVO LA ECONOMÍA". DONALD TRUMP reveló que habló con Dios sobre
la situación actual de la economía de Estados Unidos -inmersa en la crisis
del coronavirus- y aseguró que Dios le dijo que
"lo iba a ayudar" para
que "reconstruya de nuevo la economía más grande en la historia
del mundo". Increíble que dicen ustedes si se considera “el LIDER
del Mundo LIBRE” y para él NO existe el CAMBIO CLIMÁTICO
AQUÍ SU INFODEMIA. No sólo son Fake News o pos verdades –
hoy llena su prensa adicta mundial de pura MENTIRA y más falsas Mentiras. “FRENTE a un
grupo de partidarios en MANKATO, MINNESOTA, el excéntrico
mandatario elogió su historial económico pre-pandémico que, según
explicó, reflejaba un fuerte mercado bursátil, un crecimiento
salarial de alrededor de un 3% de promedio y un bajo desempleo. "Lo
que hemos logrado juntos y lo que estamos haciendo juntos es un milagro
económico", señaló Trump a sus partidarios. "Construimos la mayor
economía en la historia del mundo y ahora tengo que hacerlo de nuevo",
añadió.
LUEGO, EL MANDATARIO reveló los detalles de la conversación que tuvo
con Dios. “Me dijo: ‘Ya sabes, lo
hiciste una vez’. Y yo dije: '¿Hice un gran trabajo, Dios? Soy el único
que podría hacerlo’. Me dijo: ‘Ahora
vamos a hacer que lo hagas de nuevo’". Además, durante su
presentación, TRUMP señaló que “la economía estadounidense
recuperó 1,8 millones de puestos de trabajo en julio, uno de los saltos más
altos registrados en un mes, con lo que el empleo total ascendió a 139,6
millones de personas”.
PESE AL OPTIMISMO del jefe de estado, lo
cierto es que con la pandemia de COVID-19 la ECONOMÍA estadounidense
sufrió su mayor golpe desde la Gran Depresión, en 1930. En el segundo
trimestre del año, el gasto de consumo y los negocios se desplomaron,
según informó el FORO ECONÓMICO MUNDIAL. Además, el producto interno
bruto PBI cayó a una tasa anualizada del 32,9
por ciento. "La disminución
más profunda de la producción desde que el gobierno comenzó a mantener
registros en 1947", indicó el organismo. Pablo
Raúl martes 18 de agosto del 2020.
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¿POR QUÉ EL CAPITALISMO ESTÁ EN CONSTANTE
CONFLICTO CON LA DEMOCRACIA?
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Por Richard D.
Wolff. | 18/08/2020 | EE.UU.
Rebelión martes 18 de
agosto del 2020.
Traducido
del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El
sistema económico capitalista ha tenido siempre grandes problemas con la
política en sociedades dotadas de sufragio universal. En previsión de tal
situación, la mayoría de los capitalistas se opusieron y resistieron durante
mucho tiempo a extender el sufragio más allá de los ricos poseedores de capital.
Solo presiones masivas desde abajo forzaron repetidas ampliaciones del derecho
al voto hasta que se logró el sufragio universal, al menos legalmente. Hasta
el día de hoy, los capitalistas desarrollan y aplican todo tipo de mecanismos
legales e ilegales para limitar y restringir el sufragio. Entre
todos aquellos que están comprometidos con la conservación del capitalismo, el
miedo al sufragio universal es profundo. Trump y sus republicanos
ejemplifican y actúan sobre ese miedo al avecinarse las elecciones
presidenciales de noviembre de 2020.
El
problema surge de la propia naturaleza básica del capitalismo. Los capitalistas
que poseen y gestionan empresas comerciales —los empleadores como grupo—
constituyen una pequeña minoría social. En cambio, los empleados
y sus familias son la mayoría social. La minoría de empleadores domina
claramente la microeconomía dentro de cada empresa. En las corporaciones
capitalistas, los principales accionistas y la junta directiva que aquellos
seleccionan toman todas las decisiones clave, incluida la distribución de los
ingresos netos de la empresa.
Sus
decisiones asignan una gran parte de esos ingresos netos a ellos mismos en
forma de dividendos de accionistas y paquetes remunerativos para los ejecutivos de
la alta dirección. Por tanto, sus ingresos y riqueza se acumulan con mucha
mayor velocidad que los promedios sociales. En las empresas capitalistas
privadas, sus propietarios y altos directivos se comportan de manera
similar y disfrutan de un conjunto parecido de privilegios. La renta y la riqueza desigualmente distribuidas en las sociedades
modernas fluyen principalmente de la organización interna de las empresas
capitalistas. Los propietarios y sus altos directivos utilizan así su
desproporcionada riqueza para moldear y controlar la macroeconomía y la
política que va entretejida con ella.
Sin
embargo, el sufragio universal permite a los empleados deshacer por medios
políticos las desigualdades económicas
subyacentes del capitalismo cuando, por ejemplo, las mayorías ganan las
elecciones. Los empleados pueden elegir políticos cuyas decisiones
legislativas, ejecutivas y judiciales reviertan efectivamente los resultados
económicos del capitalismo. Las leyes sobre impuestos, salario mínimo y
gasto público pueden redistribuir el ingreso y la riqueza de muchas formas
diferentes. Si la redistribución no respeta la forma en que las mayorías han
elegido acabar con los inaceptables niveles de desigualdad, pueden adoptarse
otras medidas. Las mayorías podrían, por ejemplo, votar a las organizaciones
internas de empresas en transición de las jerarquías capitalistas a las
cooperativas democráticas. Los ingresos netos de las empresas serían
entonces distribuidos no por las minorías que están en lo alto de las
jerarquías capitalistas sino por decisiones democráticas de todos los
empleados, cada uno con un voto. Así, los múltiples niveles de desigualdad típicos del capitalismo desaparecerían.
El
problema político actual del capitalismo ha sido cómo evitar de la mejor forma
posible que los empleados
formen precisamente esas mayorías políticas. Durante sus épocas
recurrentes de especial dificultad (cracs periódicos, guerras, conflictos
entre industrias monopolizadas y competitivas, pandemias…), el problema
político del capitalismo se intensifica y amplía. Y se convierte en la
mejor manera de evitar que las mayorías políticas de los trabajadores
acaben por completo con el capitalismo e impulsen a la sociedad hacia un
sistema económico alternativo.
Para
resolver el problema político del capitalismo,
los capitalistas, como pequeña minoría social, deben forjar alianzas
con otros grupos sociales. Esas alianzas deben ser lo
suficientemente fuertes como para desactivar, disuadir o destruir todas y
cada una de las mayorías emergentes de trabajadores que puedan amenazar
los intereses de los capitalistas o la supervivencia de sus sistemas.
Cuanto más pequeñas o débiles son las minorías capitalistas, más importante es
la alianza con los militares. En muchas partes del mundo, el capitalismo
está asegurado por una dictadura militar que ataca y destruye los
movimientos emergentes a favor del cambio anticapitalista entre los
trabajadores o entre los sectores no capitalistas. Incluso donde los
capitalistas son una minoría relativamente grande y bien establecida, si su
dominio social se ve amenazado, por ejemplo, por un gran movimiento
anticapitalista desde abajo, la alianza con una dictadura militar
puede ser un mecanismo de supervivencia de último recurso. Cuando tales alianzas
culminan en fusiones de capitalistas y aparato estatal, se produce la
llegada del fascismo.
Durante
momentos no extremos del capitalismo, cuando no se ve amenazado por inminentes
explosiones sociales, su problema político básico permanece. Los
capitalistas deben impedir que las mayorías de trabajadores arruinen el
funcionamiento y los resultados del sistema económico capitalista y
especialmente sus distribuciones características de ingresos, riqueza, poder y cultura. Con ese
fin, los capitalistas buscan segmentos de la clase trabajadora con
quienes aliarse para desconectarlos de otros compañeros de trabajo. Por lo
general, trabajan con partidos políticos y los utilizan para formar y mantener
tales alianzas.
En
palabras del gran teórico marxista Antonio Gramsci,
los capitalistas utilizan a sus partidos políticos
aliados para formar un “bloque político” con porciones de la clase trabajadora y
posiblemente otras de fuera de la economía capitalista. Ese bloque debe ser lo
suficientemente fuerte como para frustrar los objetivos anticapitalistas de
los movimientos de la clase trabajadora. Para los capitalistas, en el mejor
de los casos, su bloque debería gobernar la sociedad —ser el poder hegemónico—,
controlar los medios de comunicación, ganar elecciones, producir mayorías
parlamentarias y propagar una ideología en las escuelas y más allá que
justifique el capitalismo. De esta forma, la hegemonía capitalista
mantendría los impulsos anticapitalistas desorganizados o incapaces de
construir un movimiento social en un bloque contrahegemónico lo
suficientemente fuerte como para desafiar la hegemonía del capitalismo.
Trump
ilustra las condiciones actuales de la hegemonía capitalista. En primer lugar, su gobierno financia generosamente y
homenajea a los militares. En segundo
lugar, concedió un enorme recorte de impuestos en 2017 a las
corporaciones y a los ricos, a pesar de haber disfrutado de varias décadas
anteriores de redistribución ascendente de la riqueza. En tercer lugar,
sigue desregulando empresas y mercados capitalistas. Para mantener la
generosidad de su gobierno hacia sus patrocinadores capitalistas,
cultiva notoriamente alianzas tradicionales con segmentos de la clase de los
empleados. El Partido Republicano que Trump heredó
se había permitido ciertos fallos, se había debilitado y provocado pérdidas
políticas peligrosas. Había que reconstruirse y fortalecerse o, de lo
contrario, el Partido Republicano ya no podría ser el medio para que los
capitalistas construyeran y mantuvieran organizativamente un bloque hegemónico.
El Partido Republicano probablemente se evaporaría, dejando que los
capitalistas se aliaran y utilizaran al Partido Demócrata para lograr
ese bloque tan hegemónico.
Desesperado Biblia en mano dice haber hablado con dios. debe ser su dios del mal o su dios d ela guerra.
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Los
capitalistas han cambiado repetidamente de aliados y agentes hegemónicos entre
los dos partidos principales en la historia de Estados Unidos. Al
igual que el Partido Republicano dejó caer sus alianzas con sectores de
la clase trabajadora abriendo el espacio para Trump, también lo hizo el Partido Demócrata con
sus aliados tradicionales. Eso abrió espacio para
Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez y los progresistas. Para
recuperar y reconstruir el Partido Republicano como aliado hegemónico con los
capitalistas estadounidenses, Trump tuvo que dar bastante más a
los fundamentalistas cristianos, los supremacistas blancos, las fuerzas
antiinmigración, los chovinistas (y antiextranjeros), los entusiastas
de la ley y el orden y los amantes de las armas que el antiguo establishment republicano. Esa fue
la causa de que pudiera derrotar a ese establishment. Por razones históricas, Clinton,
Obama y el antiguo establishment del
Partido Demócrata sobrevivieron una vez más a pesar de dar muy poco a sus
aliados de la clase empleada (trabajadores, sindicatos, afroamericanos,
latinos, mujeres, estudiantes, académicos y desempleados). Mantuvieron el
control del partido, bloquearon a Sanders y el
creciente desafío progresista y ganaron el voto popular en 2016. Pero perdieron
las elecciones.
Los capitalistas
prefieren utilizar a los republicanos como socios hegemónicos porque estos
cumplen de manera más fiable y regular que los demócratas lo que quieren los
capitalistas. Pero si/cuando el bloque republicano de
alianzas se debilita o funciona de manera inadecuada como socio hegemónico,
los capitalistas estadounidenses se inclinarán hacia los demócratas. Aceptarán
políticas menos favorables, al menos por un tiempo, si obtienen a cambio un
socio hegemónico sólido. Si las alianzas de Trump con segmentos de la clase
de los empleados se debilitaran o se disolvieran, los capitalistas
estadounidenses se decantarían por los demócratas Biden-Clinton-Obama en su
lugar. Si fuera necesario, también se unirían a los progresistas, como
hicieron en la década de 1930 con Franklin Delano
Roosevelt.
Trump
intenta repetidamente fortalecer sus alianzas con más de un tercio de los
empleados estadounidenses que parecen aprobar su régimen, sin
importar cuánto ofenda a los demás. Él cree que eso es suficiente para que la mayoría
de los capitalistas se queden con los republicanos. Después de todo, la
mayoría de esos capitalistas prefiere a los republicanos; su régimen ha apoyado con toda firmeza el lucro militar y
empresarial. Solo los fracasos colosales de Trump y los republicanos
para preparar o contener tanto la pandemia como el
colapso económico causado por el capitalismo
podrían cambiar el sentimiento de los votantes y elegir a los demócratas. Así que Trump y los republicanos se
concentran en negar esos fracasos y distraer la atención pública de los mismos.
El establishment del
Partido Demócrata intenta persuadir a los
capitalistas de que un régimen con Biden manejará
mejor la pandemia y el colapso, brindará una base de masas más grande
que apoye al capitalismo y solo marginalmente reformará sus desigualdades.
Para
los progresistas de dentro y fuera del Partido Demócrata se avecina una gran
elección. Muchos están sintiéndolo así. Por un lado, los progresistas pueden
acceder al poder como los aliados hegemónicos más atractivos para los
capitalistas. Al agudizar las críticas sociales en lugar de moderarlas, los
progresistas pueden dar a los empleadores capitalistas alianzas hegemónicas
más fuertes con los empleados que las que el establishment tradicional demócrata
puede o se atreve a ofrecer. Eso es más o menos lo que hizo Trump al
desplazar al establishment tradicional
del Partido Republicano. Por otro lado, los progresistas se verán tentados por
su propio crecimiento a romper con la alternancia bipartidista que mantiene
la hegemonía del capitalismo. Además, los progresistas podrían abrir la
política estadounidense para que el público tuviera una mayor libertad de
elección: un partido anticapitalista y pro socialista compitiendo
contra los dos partidos tradicionales pro capitalistas.
El
problema político del capitalismo surgió de su yuxtaposición intrínsecamente
antidemocrática entre una minoría de empleadores y una
mayoría de empleados. Las contradicciones de esa estructura chocaron con el
sufragio universal. Las interminables maniobras políticas alrededor de
bloques hegemónicos con sectores alternativos de empleados permitieron
sobrevivir al capitalismo. Sin embargo, esas contradicciones excederían
finalmente la capacidad de las maniobras hegemónicas para contenerlas y
controlarlas. Una pandemia combinada con un
colapso económico importante puede provocar y permitir que los
progresistas rompan con todo eso, cambien la
política de los Estados Unidos y hagan realidad cambios
sociales largamente esperados.
(Este articulo contó con el apoyo de Economy
for All, un proyecto del Independent Media Institute.)
RICHARD D. WOLFF es profesor emérito de economía en la Universidad de
Massachusetts, Amherst. Actualmente es profesor invitado en la New School
University de Nueva York. Pueden consultarse sus trabajos en: rdwolff.com y
en democracyatwork.info.
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