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"Una revolución en los comportamientos que excluye toda posibilidad de revolución política. Dice Han: "En la prisión digital como zona de bienestar inteligente no hay resistencia al régimen imperante. El like excluye toda revolución". En tiempos de microtargeting electoral se produce, de todos modos, un fenómeno paradojal: la tribalización de la red. Intereses segmentados que se expresan a través de discursos previamente diseñados y que van erosionando lo que Jürgen Habermas había definido teóricamente como "acción comunicativa". "La comunicación digital como comunicación sin comunidad destruye la política basada en escuchar", escribe Han, quien destaca que en el viejo proceso discursivo los argumentos podían "mejorarse", en tanto ahora, guiados por operaciones algorítmicas, apenas se "optimizan" en función del resultado que se busca.
"Es la derecha la que más capitaliza este fenómeno de tribalización de la red, asegura el filósofo, porque en esa franja es mayor la demanda de "identidad del mundo vital". En una sociedad desintegrada en "irreconciliables identidades sin alteridad", la representación, que por definición genera una distancia, se ve sustituida por la participación directa. "La democracia digital en tiempo real es una democracia presencial", que pasa por alto su ámbito natural de representación: el espacio público. Así se llega a una "dictadura tribalista de opinión e identidad".
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BYUNG-CHUL HAN: "HOY
VIVIMOS PRESOS EN UNA CAVERNA DIGITAL"
Planteos del filósofo coreano
en su último libro, "Infocracia"
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El autor de La sociedad del
cansancio expone en su nuevo trabajo el modo en que el "régimen de la información" ha sustituido al
"régimen disciplinario". Han señala
que la gran hazaña de la infocracia es haber
inducido en sus consumidores/productores una falsa percepción de libertad. Y concluye: "El
intento de combatir la infodemia con la verdad está condenado al fracaso. Es
resistente a la verdad".
Por Fernando D’ Addario.
Página /12 domingo 15 de mayo del 2022.
Byung-Chul Han es un portador sano del cuadro social y
comunicacional que expone su obra: sus libros son breves, de consumo rápido,
transparentes. Cada uno de ellos propone apenas un puñado de conceptos, fácilmente reductibles a una frase-slogan que fluye a través de las redes sociales y sirve de "comodín" para reforzar opiniones de diversa índole. Su gran aporte al pensamiento de las
últimas décadas seguramente haya sido su análisis del individuo
autoexplotado, nuevo sujeto histórico del capitalismo. Pero más
allá de esta idea-fuerza, el principal mérito del filósofo coreano
es haber captado la "atmósfera" de
esta época para después traducirla a textos en los que un ciudadano común con cierta
sensibilidad -política, cultural, gremial- se
siente reflejado.
En su último libro, Infocracia, recientemente publicado por el
sello Taurus, Han indaga en el modo en que el "régimen de la
información" ha sustituido al "régimen
disciplinario". De la explotación
de cuerpos y energías tan bien analizada en su momento por Michel Foucault se ha pasado a
la explotación de los datos. Hoy la señal
de detentación de poder no está vinculada con la posesión de los medios de producción sino con el acceso a la información,
que se utiliza para la vigilancia
psicopolítica y el pronóstico del
comportamiento individual.
En su exposición genealógica, Han
describe la declinación de aquel modelo
de sociedad diseccionado por el autor
de Vigilar y castigar,
y encuentra puentes con otros autores
del siglo XX como Hannah Arendt, de quien rescata
ciertos enfoques sobre el totalitarismo.
Han dice que hoy estamos sometidos a
un totalitarismo
de nuevo cuño. El vector no es el relato ideológico sino
la operación algorítmica que lo
sostiene.
El filósofo rodea los temas que ya había expuesto en otros trabajos (la compulsión hacia el "rendimiento" que describió en La sociedad del cansancio; la
aparición de un habitante voluntario del
panóptico
digital, plasmado en La sociedad de la transparencia; el acomodamiento al imperativo del "like" como analgésico
del presente tratado en La
sociedad paliativa ) y pone
el foco en el cambio estructural de la
esfera pública, atravesada por la indignación
digital, que debilita lo que alguna vez entendimos como democracia.
Han sostiene que, en
esta sociedad marcada por el dataísmo,
lo que se produce es una "crisis de la verdad". Escribe:
"este nuevo nihilismo no supone que la mentira se
haga pasar por verdad o que la verdad sea difamada como mentira. Más bien
socava la distinción entre verdad y mentira". Donald Trump, un político que funciona como si fuera él mismo un algoritmo y solo se guía
por las reacciones del público expresadas
en las redes sociales, no es, en ese sentido, el clásico mentiroso que tergiversa deliberadamente las cosas.
"Más bien es indiferente a la
verdad de los hechos", señala el filósofo. Esta indiferenciación, sigue Han, supone un
riesgo mayor para la verdad que el instaurado por el mentiroso.
El pensador coreano diferencia los tiempos actuales de
aquellos no tan lejanos en que
dominaba la televisión.
Define a la TV como un "reino de apariencias", pero no como "fábrica de fake news".
Señala que la telecracia
"degradaba
las campañas electorales hasta convertirlas en guerras de escenificaciones
mediáticas. El discurso era sustituido por un show para el público". En la
infocracia, por el contrario, las disputas
políticas no degeneran en un espectáculo sino en una "guerra de
información".
Porque también las noticias falsas son, ante todo, información. Y se sabe que "la información corre más que la verdad". Por eso, concluye con el pesimismo que le es característico: "El intento de combatir la infodemia con la verdad está, pues, condenado al fracaso. Es resistente a la verdad".
Define la situación actual con una frase-slogan de esas que tanto le
gustan al autor de No-cosas: "La verdad se
desintegra en polvo informativo arrastrado por el viento digital".
Pero, ¿cómo es esta víctima arrastrada por el viento digital?
¿Cómo se comporta? "El sujeto del régimen de la información no es dócil ni
obediente. Más bien se cree libre, auténtico y creativo.
Se produce y se realiza a sí mismo". Este sujeto --que en el actual sistema también se realiza
como objeto- es simultáneamente víctima
y victimario. En ambos casos el arma utilizada es el smart phone.
A través de esta herramienta los medios
digitales han puesto fin a la era
del hombre-masa.
"El habitante del mundo digitalizado ya no es ese 'nadie'. Más bien es alguien con un perfil, mientras que en la era de las masas solo los delincuentes tenían un perfil. El régimen de la información se apodera de los individuos mediante
la elaboración de perfiles de
comportamiento".
La gran hazaña de la infocracia es haber inducido
en sus consumidores/productores una falsa percepción de libertad. La paradoja es que
"las
personas están atrapadas en la información. Ellas
mismas se colocan los grilletes al comunicar y
producir información. La prisión digital es transparente". Es precisamente esa
sensación de libertad la que asegura la
dominación. Actualiza, por último, el mito platónico: "Hoy vivimos presos en una caverna digital, aunque creamos que estamos en libertad".
Una revolución en los comportamientos que excluye toda
posibilidad de revolución política. Dice Han: "En la prisión digital como zona de bienestar inteligente no hay resistencia al
régimen imperante. El like excluye toda revolución".
En tiempos de microtargeting electoral se produce, de todos modos, un fenómeno
paradojal: la
tribalización de la red. Intereses segmentados que se expresan a
través de discursos previamente
diseñados y que van erosionando
lo que Jürgen
Habermas había definido teóricamente como "acción comunicativa".
"La comunicación digital como comunicación sin comunidad destruye la política basada en escuchar", escribe Han, quien destaca que en el viejo proceso discursivo los argumentos podían "mejorarse", en tanto ahora, guiados por operaciones algorítmicas, apenas se "optimizan" en función del resultado que se busca.
Es la derecha la que más capitaliza este fenómeno de tribalización de la red, asegura el filósofo,
porque en esa franja es mayor la demanda de "identidad del
mundo vital". En una sociedad desintegrada en "irreconciliables
identidades sin alteridad", la representación, que por definición genera una distancia, se ve
sustituida por la participación directa.
"La democracia digital en tiempo real es una democracia presencial", que pasa por alto su ámbito
natural de representación: el espacio público. Así se llega a una
"dictadura tribalista de opinión e identidad".
El sujeto autoexplotado de
la sociedad del cansancio, el habitante voluntario de la sociedad
transparente, el individuo que se entrega
a la sociedad paliativa, también se somete, concluye
Han, a la fórmula del
régimen de la información: "nos comunicamos hasta morir".
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