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"Alimentar a la humanidad y conservar y utilizar de forma sostenible los ecosistemas son objetivos complementarios con una estrecha interdependencia entre ellos. Por desgracia, nuestra relación con la biosfera no puede considerarse recíproca o equilibrada cuando miles de hectáreas de bosque son arrasadas cada hora y cientos de especies se extinguen fruto de nuestros excesos. Atrapados en una masa de abstracciones, hipnotizados por cantidad de tecnologías que sólo nos reflejan a nosotros mismos, olvidamos con facilidad nuestra carnalidad en una matriz más allá de lo humano de sensaciones y sensibilidades. Tendemos a identificar la sostenibilidad con una vida de austeridad y privaciones, pero los pueblos originarios que habitan los bosques del mundo se encuentran entre los más ricos, la identidad que defienden las mujeres que aparecen en este artículo, expresa formas de vida vinculadas al movimiento del agua, a la diversidad de la flora y la fauna, a las prácticas ancestrales de almacenamiento, intercambio, cultivo y gestión de las semillas autóctonas de sus culturas alimentarias. Un planteamiento según el cual, todos los recursos esenciales para el bienestar, como la tierra, los bosques y el agua no son una mercancía, sino un bien compartido que ha de cuidarse para beneficio de todos. Seguir condenando con nuestro estilo de vida a estas otras sensibilidades al olvido de la extinción, es despojar a nuestros propios sentidos de su integridad".
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PROTECTORAS DE TERRITORIOS Y SABERES.
DEFENSA DE LA TIERRA.
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Por Isabel Fernández Cruz | 09/05/2022 | Ecología social
Fuente.
Rebelión lunes 9 de mayo del 2022.
Muchas mujeres son activas defensoras del territorio, del medioambiente y de los árboles.
Estas son algunas de sus historias.
En 1730,
un pequeño pueblo del Rajastán fue testigo del
que probablemente sea el primer y más feroz
movimiento de lucha contra la deforestación en la India.
Amrita Devi y sus tres jóvenes hijas dieron su vida para proteger los árboles sagrados Khejri, fuente de calor y alimento
para su aldea, que el Maharajá Abhay Singh había
ordenado talar para construir su nuevo palacio. En total 363 personas, principalmente mujeres,
sacrificaron sus vidas tratando de salvar los árboles, abrazándolos
mientras los enviados del rey cortaban
sus cuerpos con hachas.
En los años 70, el sacrificio de Amrita
inspiró a las mujeres del movimiento
social “Chipko” (del
hindi “abrazar”). Siguiendo el
principio de no violencia promovido por Gandhi,
la iniciativa surgió en las zonas
rurales del Himalaya indio para proteger los árboles y los bosques de la
tala indiscriminada con fines comerciales. Auspiciada por el gobierno, el
avance de la industria maderera
impedía a los habitantes locales
acceder a estos recursos y gestionarlos por sí mismos como habían hecho durante generaciones.
Activistas por el entorno y los derechos de sus pueblos
Mujeres de todo el mundo lideran luchas para
que lo que representan los bosques y otros espacios naturales,
tanto a nivel material como espiritual,
no desaparezca ante la expansión del
agronegocio y la industria extractiva, principales causas de
deforestación y
pérdida de biodiversidad.
Las mujeres del colectivo Paran, en el suroeste de Kenia, combaten una de las consecuencias más graves de la deforestación: la escasez de lluvia y la sequía. Tradicionalmente encargadas de aprovisionar de agua sus hogares, la merma de vegetación en el bosque Mau ha secado las fuentes más cercanas y se ven obligadas a caminar varios kilómetros en busca de agua. Mujeres Maasai y Ogiek de este territorio trabajan en restaurar parte del ecosistema forestal del Mau, mediante la creación de viveros y la plantación de árboles nativos, medicinales y frutales. Por otro lado, esto permitirá garantizar la pervivencia de los conocimientos tradicionales sobre semillas autóctonas y dónde cultivarlas.
Mujeres Quilombolas en da Amazónia.
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En Brasil,
la sabana del Cerrado, la más biodiversa del
mundo, es a su vez el hogar
de numerosos pueblos: las comunidades
indígenas quilombolas; comunidades de agricultura familiar y de las tradicionales vazanteiras, retiriras, veredeiras,
pantaneiras y comunidades de pescadores artesanales que habitan en las islas y riberas de los ríos que allí nacen. También lo pueblan recolectoras de flores en la Sierra de Espinhaço; pastores de ganado en el Pantanal; protectoras y defensoras del uso social de los productos de la “palma madre” babaçu; curanderas que conocen el poder medicinal de las plantas; y comunidades que trabajan con la artesanía del capim dourado (hierba dorada). El pasado mes de marzo se celebró la audiencia del Tribunal Permanente de los Pueblos en defensa de los territorios del Cerrado y sus mujeres denunciaron la devastación de este bioma a manos de la agroindustria, reclamando medidas urgentes para frenarla. De continuar la situación actual, se agravará de modo irreversible el ecocidio en curso, con pérdida del Cerrado en los próximos años y con él, la base material de reproducción social de sus pueblos, su genocidio cultural.
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El papel de las mujeres
indígenas como cuidadoras del entorno y activistas en lucha por los recursos naturales, derechos y medios de vida de sus
pueblos, ha impulsado una visión más armoniosa
de la disputa por la tierra. Este es también el caso de Raquel Caicat, la primera
mujer que preside el Consejo Aguaruna Huambisa (organización
indígena de la Amazonia peruana),
desde donde ha promovido frenar la
ocupación del territorio por la industria
extractiva mediante la plantación de chacras integrales de cacao, maní, choclo
y plátano, así como la cría
de animales y el desarrollo de piscigranjas para recuperar la escasez de peces causada por la contaminación de las aguas fluviales.
El valor de un árbol
Los bosques albergan la mayor parte de la biodiversidad terrestre de nuestro planeta y
proporcionan hábitats para el 80% de las
especies de anfibios, el 75% de las especies de aves y el 68% de las especies de mamíferos. Además de los efectos positivos en la salud física y mental de las personas,
representan el medio de vida de millones
de ellas, se calcula que alrededor de 880 millones de personas de todo el mundo dedican
parte de su tiempo a recolectar leña o
producir carbón, muchas de ellas mujeres. La conservación de la biodiversidad del mundo
depende de la forma en que interactuamos
y utilizamos los bosques. Desde 1990,
se han perdido unos 420 millones de hectáreas de bosque a causa del cambio de usos de la tierra,
la sobreexplotación, pero, sobre
todo, la expansión ganadera y agrícola
de monocultivos como la soja, el aceite de palma, el maíz, el caucho, el cacao o el
café, entre otros. Irónicamente, la resiliencia de los sistemas
alimentarios y su capacidad de adaptarse
a futuros cambios depende de esa biodiversidad, que incluye especies de arbustos y árboles adaptadas a las
tierras secas para detener la desertificación, especies de abejas que habitan en los bosques
y polinizan los cultivos, árboles con sistemas radiculares profundos en entornos montañosos que previenen la erosión de los
suelos o manglares que frenan
las inundaciones en zonas costeras, son
solo algunos ejemplos. Ante el agravamiento de los riesgos para los sistemas alimentarios debido al cambio
climático, la función de los bosques
en la captura y almacenamiento de carbono es
fundamental.
Cultivar cuidando
La sociedad industrial occidental,
con su economía de gran escala y
dependiente de la evolución del gran mercado global, apenas puede
considerarse en relación con un paisaje
o ecosistema particular. Asignamos un precio a la madera, o
permitimos que el cereal se pudra almacenado
si no se puede pagar, pero,
sin embargo, los servicios ecosistémicos
carecen de valor porque los recibimos gratuitamente.
Alimentar a la humanidad y conservar y utilizar de forma sostenible los ecosistemas son objetivos complementarios con una estrecha interdependencia entre ellos. Por desgracia, nuestra relación con la biosfera no puede considerarse recíproca o equilibrada cuando miles de hectáreas de bosque son arrasadas cada hora y cientos de especies se extinguen fruto de nuestros excesos.
Lideresas Indígenas de Madre Dios, participaron en la etapa informativa de Consulta, previa al Reglamento de la Ley Marco de Cambio Climático.
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Atrapados en una masa de abstracciones, hipnotizados por cantidad de
tecnologías que sólo nos reflejan a nosotros mismos, olvidamos con facilidad nuestra carnalidad
en una matriz más allá de lo humano de sensaciones y sensibilidades.
Tendemos a identificar
la sostenibilidad con una vida de austeridad y privaciones, pero los pueblos originarios que habitan
los bosques del mundo se encuentran entre los más ricos, la identidad que defienden las mujeres que
aparecen en este artículo, expresa formas
de vida vinculadas al movimiento del agua, a
la diversidad de la flora y la fauna, a las prácticas ancestrales de almacenamiento,
intercambio, cultivo y gestión de las semillas autóctonas de sus culturas alimentarias.
Un planteamiento según el cual, todos los recursos
esenciales para el bienestar, como la tierra, los bosques y el agua no son una
mercancía, sino
un bien compartido que ha de cuidarse para beneficio de todos. Seguir condenando con nuestro estilo de vida a estas otras sensibilidades al olvido de la extinción, es despojar a
nuestros propios sentidos de su integridad.
Isabel Fernández. Los rostros de la soja, Ecologistas en
Acción
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