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“La crisis
mundial generada por la pandemia, ahondada por el conflicto en Ucrania, genera incertidumbre sobre la
posibilidad de sobrevivencia del modelo de globalización neoliberal liderado en las dos últimas
décadas del Siglo XX por las trasnacionales estadounidenses y
europeas. Esa primera fase se vio desafiada, a principios
del presente siglo, por corporaciones
coreanas y chinas.
El núcleo central del modelo –que convocó al debilitamiento de
las soberanías y a la supremacía del mercado– consistió en la desregulación financiera,
la deslocalización productiva, la concentración global de la riqueza y la
proliferación de guaridas fiscales. Las corporaciones
oligopólicas impulsaron una arquitectura geográfica de las
cadenas de valor condicionada por los niveles de desregulación laboral ofrecidos, los salarios restringidos y las
ventajas impositivas.
“Las
sanciones a Rusia y a China, promovidas por Washington durante
la última década, se convierten en el último capítulo de
una tendencia global al agotamiento del modelo que se inició medio
siglo atrás. La
desintegración global incipiente se inicia con la crisis
financiera de 2008, se prolonga con el regreso (obligado)
del estado keynesiano,
durante la pandemia, y se profundiza con la superposición
de restricciones arancelarias cruzadas, impulsadas inicialmente por el
Departamento de Estado. En este marco, la guerra en Ucrania preanuncia
una desintegración horizontal, que complica la viabilidad de las cadenas de suministro y
funda, al mismo tiempo,
sistemas paralelos de (des)integración.
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Fuentes: El Cohete a la Luna - Foto: Zelensky y Biden.
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GEOPOLÍTICA
DE LA FRAGMENTACIÓN.
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Por Jorge Elbaum | 10/05/2022 | Opinión
Fuente Rebelión martes 10 de mayo del 2022.
Los países de América
Latina y el Caribe son presionados en forma sistemática por los
funcionarios estadounidenses para limitar y/o cortar los lazos comerciales, científico-tecnológicos o de cooperación con Moscú y
Beijing.
El 26 de abril se realizó la primera
reunión de los 40 países comprometidos en apoyar al gobierno de Volodímir Zelensky, remitir
armas a las Fuerzas Armadas ucranianas
y evitar que la Federación
Rusa consolide su victoria militar.
El encuentro se realizó en la base aérea de Ramstein –cuartel general de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos en
Europa–, ubicada en Alemania. Sus anfitriones fueron el secretario de Defensa de Estados Unidos,
Lloyd Austin y la máxima autoridad
de la OTAN, Jens Stoltenberg.
Los acuerdos alcanzados por los
ministros de Defensa se focalizaron en la necesidad de profundizar el aislamiento de Moscú, extender
el conflicto en forma indefinida y desplegar una campaña global de información, confusión y tergiversación,
destinada a invisibilizar la verdadera
situación bélica que se concentra en el este y el sureste ucraniano. Los participantes convinieron la realización de conferencias mensuales para hacer un seguimiento de
los objetivos planteados, y conjeturaron
la posibilidad de institucionalizar en
los próximos meses el cónclave, con el objetivo de ampliar su incumbencia a la situación de China y el Sudeste Asiático.
Mientras diversos analistas
internacionales conjeturaban que la reunión de Ramstein prologaba una nueva Liga de las
Naciones con media docena de país socios –contribuyendo además a debilitar a las Naciones
Unidas y el derecho a veto de
Rusia y China–, Vladimir Putin advertía que “cualquier intervención externa en el
conflicto recibirá una respuesta fulminante”. En esa misma alocución
ante la Duma, agregaba:
“De ser necesario apelaremos
a los misiles hipersónicos (…) No nos jactaremos de tenerlos. Los usaremos, de
ser necesario”. En Ramstein, además, se esbozaron los próximos pasos que dará
la OTAN en la cumbre de Madrid que se
desarrollará entre el 29 y el 30 de
junio. Para esa fecha, se especula, se podrán recibir las peticiones de integración de Suecia y Finlandia,
cuyos parlamentos tratarán durante
las próximas semanas sus postulaciones. La saga de encuentros destinados a aislar a Moscú y
darle continuidad a la rusofobia se completará el domingo 8 de mayo, cuando los líderes del G7 realicen
una videoconferencia con el presidente
ucraniano.
En 1997 la organización atlantista
contaba con 13 miembros. En la actualidad pasaron a ser 30. La
única hipótesis de conflicto existente en sus documentos postuló –hasta la década del ‘90– a la Unión Soviética y luego a la Federación
Rusa. La quimera atlantista, postulada entre otros por Zbigniew Brzezinski, siempre fue el debilitamiento del gigante euroasiático y/o su desmembramiento.
Pero ese postulado se hizo más
perentorio –a los ojos del complejo militar industrial estadounidense– cuando
Vladimir Putin inició un proceso de empoderamiento económico, energético y tecnológico, desde los inicios
del siglo XXI, sustentado en la recuperación de la cultura y la
religiosidad ancestral. Las alertas se hicieron aún más preocupantes para Washington
cuando Moscú y Beijing concertaron líneas de cooperación estratégica a partir de 2018.
Uno de los compromisos asumidos en
Ramstein, que actualiza un ancestral conflicto, fue verbalizado por el representante militar de Berlín, quien
garantizó –luego de insistentes
presiones ejercidas por Washington– el envío de artillería pesada a las Fuerzas Armadas ucranianas. El Bundenstag aprobó durante las últimas semanas el financiamiento de 100.000 millones de euros
extra para renovar sus fuerzas armadas.
Por su parte, un portavoz del Pentágono
confirmó a la revista
Der Spiegel que Washington ya ha
aprobado envíos inmediatos de armamento
por valor de 3.200 millones de dólares, y se difundió el pedido realizado por Biden de un paquete de ayuda por 33.000 millones
–para los próximos cinco años–, que incluirían
20.000 millones en asistencia militar y duraría cinco meses. Todas estas medidas
lograron el incremento de las acciones bursátiles de las corporaciones
dedicadas a la producción bélica
en las pantallas
bursátiles de Wall Street.
Economía de las armas
Origen de las 100 empresas que más
armas exportan.
Estados Unidos dispuso de dos guerras
mundiales para relanzar su economía. Luego de la Primera Guerra Mundial,
suplantó al Reino
Unido como primera potencia global. En 1945 se instituyó como el máximo
responsable de definir las reglas de las
Naciones Unidas, el Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional. Durante el gobierno
de Donald Trump, los funcionarios del Departamento
de Estado insistieron en la necesidad de un mayor gasto en armas por parte
de los países europeos, ante los retos planteados por la entente sino-rusa. La
suma del gasto en armamento de Estados
Unidos y la Unión
Europea expresa el 60% del expendio global. Solo los integrantes europeos de la OTAN
desembolsan, en conjunto, 200.000 millones de euros en armamento, cuatro veces lo que emplea
Rusia. En 2021 el gasto militar global batió todos los récords al superar por primera vez los dos billones de dólares. El incremento en 2021
–respecto a 2020– fue del 6%. Estados Unidos exhibe
un tercio de todo el estipendio global.
La crisis
mundial generada por la pandemia, ahondada por el conflicto en Ucrania, genera incertidumbre sobre la posibilidad de sobrevivencia del modelo de globalización
neoliberal liderado en las dos
últimas décadas del Siglo XX por las trasnacionales
estadounidenses y europeas. Esa primera
fase se vio desafiada, a principios del presente siglo, por corporaciones coreanas y chinas. El núcleo central del modelo –que convocó al
debilitamiento de las soberanías y
a la supremacía del mercado– consistió en la
desregulación financiera, la
deslocalización productiva, la concentración global de la riqueza y la
proliferación de guaridas fiscales. Las corporaciones oligopólicas impulsaron una arquitectura geográfica de las cadenas de valor condicionada
por los niveles
de desregulación laboral ofrecidos, los salarios restringidos y las ventajas
impositivas.
Las sanciones a Rusia
y a China, promovidas por Washington durante la última
década, se convierten en el último
capítulo de una tendencia global al agotamiento del modelo que se inició
medio siglo atrás. La desintegración global incipiente se inicia con la crisis
financiera de 2008, se prolonga con
el regreso (obligado) del estado keynesiano, durante la pandemia, y se profundiza con la superposición de restricciones arancelarias cruzadas,
impulsadas inicialmente por el Departamento de Estado. En este marco, la guerra en Ucrania preanuncia una desintegración
horizontal, que complica la viabilidad de las cadenas
de suministro y funda, al mismo tiempo, sistemas paralelos de
(des)integración.
Entre las consecuencias más actuales se
observa el incremento global de los precios de los
alimentos y la energía: el neoliberalismo era válido hasta que algunos jugadores estatales se
dispusieron a competir en esos productos
y precios. Ahora se busca aislar (y excluir) a estos últimos mediante regulaciones bélicas de comercialización,
consistentes en bloqueos, boicots, sanciones, dumpings enmascarados, confiscaciones y barreras
arancelarias justificadas con pretextos
fitosanitarios, ambientales o relativas a la “violación
de los derechos humanos”, o la transgresión de las normativas impuestas por instituciones internacionales manipuladas
por los mandantes de la OTAN, como la OEA.
Los países de América Latina y
el Caribe son presionados en forma sistemática por los funcionarios estadounidenses para limitar
y/o cortar los lazos comerciales,
científico-tecnológicos o de cooperación con Moscú y Beijing. En Washington tienen claro que una victoria militar de Rusia supondría de
forma automática una derrota relativa
del atlantismo y una evidencia de la impotencia de quien se postula como el
gendarme planetario. El límite puesto por Vladimir Putin a la OTAN supone, per se, la segmentación del poder global y la posibilidad de ampliar
los niveles de autonomía basados en
relaciones multilaterales y no verticales.
El esquema neoliberal
será forzosamente reemplazado por un modelo de mayor legitimidad estatal. En ese resquicio se
instituirán ventajas para lograr mayores
niveles de integración regional y se ampliarán las posibilidades de otorgarle a la política un rol más decisivo
frente al mercado.
“El futuro tiene muchos nombres –escribió Víctor Hugo–: para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad”.
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