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"Pensar el desarrollo. Atento a los resultados alcanzados y perspectivas, ¿no será hora de replantear en América Latina el esquema económico-productivo vigente y pensar nuevamente el desarrollo desde nuestra propia especificidad? ¿No es tiempo de abandonar, a su vez, la aversión que parece tener cierta parte de la dirigencia a un Estado que vaya más allá de su índole regulatoria, para reasumir su papel como conductor del proceso económico allí donde otras opciones no ofrezcan mejores resultados? Nadie podría afirmar que se trata de una tarea fácil. Entre otros asuntos, visto y considerando que el giro neoliberal no ocurrió en el vacío, sino que supuso un avance del capital por sobre los trabajadores y sus organizaciones, y además conllevó una redefinición del rol estatal como garante de un marco amigable para los negocios. Este papel se cristalizó en distintos compromisos mediante la firma, por ejemplo, de acuerdos de libre comercio o de tratados bilaterales de inversiones, gran parte de los cuales siguen en vigor y limitan el tipo y alcance de las intervenciones.
"Adicionalmente, quedó
deteriorado el punto de partida para impulsar el desarrollo
manufacturero en el siglo XXI. La desindustrialización
y la transformación regresiva de los entramados
industriales, la especialización
en bienes de menor complejidad
tecnológica, la carencia de una
adecuada infraestructura física y tecnológica, la falta de políticas industriales y tecnológicas que
incrementen las capacidades de innovación y
producción, la baja diversificación de las canastas
exportadoras o el déficit institucional son elementos que en buena medida
caracterizan las realidades de las
principales economías de la región. A todo esto, se suma una disputa permanente con una derecha
impasible y electoralmente competitiva en la mayoría de los países de la región".
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AMÉRICA
LATINA Y LA NECESIDAD DE "PENSAR CON LO NUESTRO"
La pandemia coronó una nueva década
perdida
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En los '70 se abandonó el proyecto sustitutivo de importaciones en
favor de la apertura neoliberal. Las promesas de
los '90 fallaron y la "ola
progresista" no provocó un cambio de rumbo. La región sufrió en las
últimas tres décadas un fuerte retraso económico
relativo en relación a los países desarrollados y
emergentes en ascenso. ¿Hacia dónde va América latina?
Por Juan Manuel
Padin*
Página/12 domingo 8 de mayo del 2022.
En 2020, la región registró el mayor deterioro de
los indicadores sociales de los últimos 20 años.
En los años
'60, el economista estructuralista brasileño Celso
Furtado decía que nada autorizaba a ver en el desarrollo
latinoamericano una etapa de transición hacia las estructuras
capitalistas desarrolladas. Esta
observación sigue teniendo vigencia. Y no solo respecto a esas economías, sino
también en relación a otras experiencias de desarrollo recientes. Sigue
siendo indispensable construir un camino propio, que hoy en día parece repleto
de obstáculos
macroeconómicos y políticos. Aun
así, es posible recoger lecciones de distintos casos nacionales, que
marcan que ningún orden es eterno e inmutable y que ocasionalmente se
presentan "ventanas
de oportunidad".
Pandemia y después
La Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) publicó recientemente su Anuario Estadístico 2021. El documento detalla distintos aspectos
de la realidad
económica, socio-demográfica y ambiental que expresan con
crudeza el presente regional. Como
era de esperar, el impacto de la pandemia
de la Covid-19 desmejoró las ya frágiles
condiciones de vida de millones de latinoamericanos.
En 2020, la pobreza alcanzó al 33%
de la población y la pobreza extrema, al 13,1%. La suba de 2,5 puntos
porcentuales en la pobreza y de 1,7 puntos en la pobreza
extrema respecto a 2019 es el mayor
incremento anual de los últimos 20 años. En el caso de los menores de 14 años, las cifras de 2020 alcanzaron
el 47,1% y 19,1%,
respectivamente.
En lo que respecta
al empleo, la desocupación
aumentó de 8,1% en 2019
a 10,5% en 2020.
Los jóvenes de 15 a 24 años se llevaron la peor parte, ya que en este
segmento la desocupación superó el 20%
y llegó al 25% en las mujeres. Todo
ello, en un mercado de trabajo donde
casi la mitad de los ocupados urbanos
es parte del denominado "sector informal". La profundidad de la contracción de la actividad económica en 2020 (-6,8%) es
uno de los factores explicativos de este complejo
cuadro social. Esa baja golpeó con mayor intensidad a actividades
económicas muy relevantes como la construcción,
el transporte, el comercio y la industria manufacturera.
En este contexto, la expansión económica regional que se produjo en 2021, del 6,3%, resulta una noticia esperanzadora que da cuenta de una importante recuperación y pronostica cierta mejora de los indicadores sociales. A pesar de ello, es preciso ubicar la novedad en su debido contexto.
América Latina y la necesidad de "pensar con lo nuestro"
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Mirando hacia
atrás, desde el pico de 2010 (6,2%) la
tasa de crecimiento regional se
desaceleró hasta alcanzar un piso en 2016 (-1,2%). Luego vendría una tenue suba
en 2017 y 2018 (1,1% anual),
un nulo incremento en 2019 y la caída de
2020.
Este desempeño
consolidó otra "década perdida": en 2020
el producto interno bruto a precios constantes de mercado fue prácticamente el mismo que en el año 2011. De cara al futuro,
las proyecciones de crecimiento regional
no invitan al
optimismo. Según el último informe sobre Perspectivas de la Economía Mundial del Fondo Monetario Internacional,
habrá un alza de 2,5% tanto en 2022 como en 2023, por debajo del promedio
estimado para la economía global, del
3,6 en ambos años.
Estructura
Más allá de los factores
coyunturales, el "problema del crecimiento" tiene otras facetas más tendenciales. Tal como
señalaron desde mediados del siglo pasado los intelectuales nucleados en la CEPAL
y posteriormente aquellos que integraron la escuela de la dependencia, los roles que ocupa cada país/región en la división internacional del trabajo hacen la
diferencia; y éstos se asocian, a su vez, al tipo de estructura productiva predominante.
Por esta razón, la industrialización sustitutiva de América Latina fue el camino
aconsejado por tantos investigadores para salir del atraso. La meta era clara: se debía construir una estructura productiva
diversificada y homogénea que permitiera consolidar el crecimiento recogiendo los frutos
del progreso técnico para mejorar
consistentemente los niveles de vida de
la población. O sea, había que atentar
contra la especialización primaria entonces vigente.
Desde el abandono de esa estrategia de desarrollo en los años '70 y al calor de diversos cambios a nivel mundial, América Latina modificó su abordaje abrazándose a un naciente neoliberalismo cargado de promesas. Entre éstas, se destacaba aquella según la cual, en un mundo más abierto e integrado, la libre circulación de capitales impulsaría fuertemente el ascenso de los países rezagados; permitiendo a la periferia converger hacia los niveles de ingreso de los países centrales.
América Latina y la necesidad de "pensar con lo nuestro".
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No es necesario ser
demasiado perspicaz para advertir
que desde el cenit neoliberal de los años noventa hasta 2020 sucedió otra cosa. Al contrario de lo que planteaba aquel augurio,
se acentuó la trayectoria
divergente en la periferia, que incluyó nada menos que el atraso relativo de América Latina.
Tomando los datos
del producto per cápita en dólares (a
precios constantes de 2015) provistos
por la Unctad, se observa que mientras éste
se incrementó un 54% a
nivel global en las últimas tres décadas, tanto África
como América
Latina quedaron atrás, con alzas del 32,6 y 30,5%, respectivamente. Al tiempo que Estados Unidos y la Unión Europea crecieron
algunos puntos por debajo del promedio
global.
Como
contracara, el Este asiático se
erigió como la región
más favorecida con un incremento del 241%. Detrás de este fenómeno se encuentra el
estelar avance de China: el producto per cápita de la potencia asiática aumentó más del 1.000% en estos años.
La evolución dispar
en términos de crecimiento no puede disociarse
de ciertas continuidades y rupturas
que se produjeron en la etapa. Por caso, en América Latina no medió un
cambio estructural pese a los intentos durante la "ola progresista" de los años 2000 por desandar varios legados críticos del
neoliberalismo y torcer el rumbo. En consecuencia, la modalidad de inserción de la región conservó
sin grandes modificaciones sus rasgos clásicos, y continuó
destacándose como exportadora de productos primarios, manufacturas
basadas en la explotación de recursos naturales y productos industriales con reducido valor agregado a nivel local.
Bajo este
esquema, no logró incrementar
decididamente su participación en el comercio mundial; ni
tampoco alterar la participación
conjunta en el valor agregado manufacturero
global de sus principales economías
(Brasil, México
y Argentina), que osciló alrededor
del 3%.
En el caso de China, la situación fue radicalmente diferente. Hace décadas se
vislumbra su ascenso a partir de un sistema económico mixto bajo un férreo control político, que
logró combinar un proceso de apertura
controlada capaz de atraer inversiones
extranjeras junto a un sinnúmero
de iniciativas estatales destinadas a mejorar
la infraestructura del país, alentar a las empresas nacionales y reducir la brecha tecnológica, entre otras
cuestiones.
Así, el país de Mao no solo se transformó en una potencia económica y comercial a escala planetaria, convirtiéndose en el mayor exportador del planeta; también ingresó al selecto club manufacturero que hoy lidera, explicando la cuarta parte del valor agregado manufacturero mundial.
América Latina y la necesidad de pensar "con lo nuestro".
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Pensar el desarrollo
Atento a los
resultados alcanzados y perspectivas, ¿no será hora de replantear en América Latina el esquema económico-productivo vigente y pensar nuevamente el desarrollo desde
nuestra propia especificidad? ¿No
es tiempo de abandonar, a su vez, la
aversión que parece tener cierta parte de la dirigencia a un Estado que vaya más
allá de su índole regulatoria, para
reasumir su papel como conductor del
proceso económico allí donde otras opciones no ofrezcan mejores resultados?
Nadie podría afirmar
que se trata de una tarea fácil. Entre
otros asuntos, visto y considerando
que el giro neoliberal no ocurrió en el vacío, sino que supuso un avance del
capital por sobre los trabajadores y sus
organizaciones, y además conllevó una redefinición del rol estatal como
garante de un marco amigable para los negocios. Este papel se cristalizó en
distintos compromisos mediante la firma,
por ejemplo, de acuerdos de libre
comercio o de tratados bilaterales
de inversiones, gran parte de los cuales siguen en vigor y limitan el tipo y alcance
de las intervenciones.
Adicionalmente, quedó
deteriorado el punto de partida para impulsar el desarrollo
manufacturero en el siglo XXI. La desindustrialización
y la transformación regresiva de los entramados
industriales, la especialización
en bienes de menor complejidad
tecnológica, la carencia de una
adecuada infraestructura física y tecnológica, la falta de políticas industriales y tecnológicas que
incrementen las capacidades de innovación y
producción, la baja diversificación de las canastas
exportadoras o el déficit institucional son elementos que en buena medida
caracterizan las realidades de las
principales economías de la región. A todo esto, se suma una disputa permanente con una derecha
impasible y electoralmente competitiva en la mayoría de los países de la región.
Volviendo a Furtado, no hay
razón para pensar que las economías de
la región están en un largo tránsito
hacia las estructuras capitalistas desarrolladas, tampoco hacia otras
experiencias de desarrollo recientes. Sigue
siendo indispensable construir un camino propio, recordando que ningún orden es eterno e inmutable y
que ocasionalmente se presentan ventanas
de oportunidad. Pero para lograr aprovecharlas
se requieren múltiples elementos. Entre ellos, aunar voluntades, crear capacidades y planificar
ya que, como sostenía el filósofo Séneca, no hay viento favorable para el que
no sabe adónde va.
*Investigador,
Universidad Nacional de Quilmes
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