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“Hay
quienes ven en las ‘tendencias’ de la crianza con apego un giro
neoconservador, quizás involuntario, disfrazado de una idea de retorno a lo
natural. ¿Qué opina de este tema?
--Cuando
defendemos la lactancia materna, cuando
defendemos acompañar a nuestra
criatura y responder a sus necesidades no
podemos caer en un nuevo mandato. Sin duda. Cuando hablamos de la experiencia materna hay que tener muy en cuenta que
viene atravesada por cuestiones de género, sino también otro tipo de
desigualdades, de clase, de etnia, identidad de
género, orientación sexual. A la hora de maternar hay mujeres
que enfrentan mucha más violencia y discriminacion que otras. De aquí que cuando
defendemos un parto
respetado, una lactancia
materna satisfactoria, lo tenemos que hacer desde una perspectiva del
derecho: cualquier mujer tendría que poder parir de
manera respetada y a poder amamantar a su bebé si así
lo desea. Pero es importante que podamos reivindicar estas experiencias
sin idealizarlas. No se trata de esencializar la
experiencia materna,
el parto, el puerperio,
sino reivindicar que todas tendríamos que tener derecho a transitarlo en función de nuestros
deseos.
--¿Es
decir que no son prácticas conservadoras en sí y que el punto es que si
querés llevarlas adelante debería no depender de tu clase social sino de tus
deseos?
--Claro.
Todas las instancias de salud recomiendan como mínimo seis meses de lactancia. Es lo mejor para el bebé. ¿Cómo vas a hacerlo si
la licencia de maternidad
en Argentina es de tres
meses? Si no enmarcamos estos temas en su contexto
social y económico puede incluso generar más culpa y malestar a las mujeres. Creo que no se trata de poner en cuestión la lactancia materna, si es tu deseo, sino de poner en cuestión el contexto que
la hace posible sólo para
algunas. Cada una hace lo que puede en las circunstancias que le han tocado. La maternidad necesita menos juicio y más solidaridad.
/////
ESTHER VIVAS: LAS MADRES EN LA
MIRA DE LOS TECNÓCRATAS. Socióloga catalana, autora de "MAMA DESOBEDIENTE".
*****
La
maternidad abnegada y la neoliberal. La responsabilidad colectiva, los tabúes. "Necesitamos menos juicio, más solidaridad y modos más
gozosos de criar", asegura Esther Vivas.
Por Dolores Curia.
Fuente. Página /12 lunes 4 de diciembre del 2023.
Desde el momento en el que empieza a asomar la
panza, el cuerpo de la embarazada es una superficie sobre la cual discutir,
aconsejar y sentenciar. Del tren a la panadería,
desconocidos se acercan a comentar y tocar.
Apuestan a captar una patada. Piden permiso para
acariciar porque “trae suerte”. El cuerpo, que hasta recién era de su dueña,
en su condición de gestante, se vuelve un poco
más comunitario.
“Ya no sos vos sola”. Es un
problema de soberanía. Fue ese
el sustrato en lo más profundo de los debates por la legalización del aborto. Y,
ahora, vuelve en un clima de
restauración neoconservadora, con menos filtros que nunca a partir
del triunfo de la ultraderecha en Argentina. Es
entonces un buen momento para hacerle preguntas a Esther Vivas, autora de Mamá desobediente (editado
en la Argentina por Ediciones Godot), que recoge muchas de estas
tensiones.
El planteo de esta periodista,
socióloga y escritora catalana en su libro es un llamamiento a formas
más gozosas de llevar adelante la crianza. No en
clave de autoayuda -como si dependieran de las vibras mentales de la madre-. Muy
lejos de eso, Vivas subraya de qué modos el Estado,
por medio de políticas, y los espacios de pertenencia -de
trabajo, de afecto- contribuyen a hacer de los cuidados una tarea
disfrutable, en la medida en que se comprende que no deberían
recaer permanentemente sobre la misma persona.
La maternidad, tal como la describe Vivas
es un cuadrilátero. Espacio de
disputa tironeado entre la figura del ángel del hogar de otras épocas -sin proyecto, deseos, ni
cuarto propio- y el “nuevo
mamismo” implantado desde los 80. Es decir,
aspiraciones, fantasías de mamás máquinas neoliberales,
que no son más que las sacrificadas de siempre, pero con una vida profesional
harta de éxitos, a puro mérito.
En su libro, Vivas va dando
espacio a grandes tabúes, como la muerte gestacional, la infertilidad, la depresión post parta, la
violencia obstétrica como una de las expresiones más crueles de la violencia de
género. Vivencias sobre las que se
habla y se escribe poco porque desbordan el portarretratos feliz.
“Necesitamos un feminismo
que incorpore a la maternidad en sus agendas. Entendida
como el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, a quedar embarazadas
cuando deseamos, pero también a decidir sobre nuestro
embarazo, parto y lactancia, derecho a poder criar y a tener una vida
propia más allá de la crianza”.
Los
feminismos versus las madres
--Le
dedica en tu libro un espacio importante a la relación, y los chispazos, entre
los feminismos y la maternidad. La mirada de sospecha sobre una experiencia que
para muchas mujeres ha sido opresiva y, según las condiciones, puede seguir
siéndolo. ¿Cómo ve esas tensiones hoy?
--Nosotras
somos herederas de un feminismo que
rompió con el mandato de la maternidad y en ese rebelarse parte del feminismo
terminó cayendo en un discurso antimaternal y
anti reproductivo. Algo de eso todavía sigue allí. En estos momentos hay una nueva generación de mujeres
que somos madres feministas nacidas en los 70, los 80 y
los 90 que gracias a la lucha de nuestras antecesoras hemos podido
decidir con otro grado de autonomía si
ser madres o no. Eso nos permite mirar al tema con menos prejuicio que otras
generaciones. El reto está en diferenciar el mandato de
ser madre, y de ser un determinado modelo de madre, de la experiencia
libremente elegida. Darle visibilidad a sus luces y sus
sombras, al valor social y económico que tiene, y señalar que es una responsabilidad colectiva.
En estos momentos la ola que ha emergido en los últimos años empuja en esta
dirección.
--Visita
Argentina en un momento en el que, por lo menos desde lo discursivo, se vuelve
sobre discusiones que parecían cerradas. Si desde el poder ejecutivo se
niega incluso la existencia de los feminicidios,
parece que hubiera que disociarse de la realidad para dedicarle tiempo a pensar
en el derecho de las madres a una vida gozosa...
--Los gobiernos
ultraliberales y ultrareaccionarios son una amenaza para las madres y para la infancia. Refuerzan la
supeditación de la maternidad
al ordenamiento del mercado y nada más que el mercado. Pero eso también tiene
un contexto más general. Más
allá de Argentina. Vivimos en una sociedad que sigue considerando a la
madre la principal responsable del futuro de sus criaturas. Y no se juzga del
mismo modo a una madre que a un padre.
--Todavía
se escucha eso de "el papá que re ayuda".
--Cargamos
con una gran responsabilidad y una
gran culpa, fruto de esta presión. Esto sucede en un contexto de que somos una
sociedad hostil al cuidado en todas sus variantes. La maternidad es una experiencia ambivalente por definición. Pero también
hay que decir que el goce nos ha sido usurpado. Maternamos en un contexto
social, económico y laboral hostil a la vulnerabilidad y
a la dependencia humana. No podemos gozar de la
maternidad porque sistemáticamente nos vulneran nuestros derechos. ¿Cómo voy a gozar de mi parto si la violencia obstétrica es
parte estructural de cómo se atiende y el nacimiento? ¿Cómo voy a gozar
de la lactancia si tenemos unas licencias de maternidad que no permiten amamantar los seis meses
que recomienda la OMS? ¿Cómo vas a gozar del postparto
si estás sola?
--¿Escuchó
hablar de Lilia Lemoine, la diputada electa de La Libertad Avanza, que propone
un proyecto de ley para renunciar a la paternidad?
--Bastante,
sí. Su mirada lo que
pone en evidencia es que un sector de la población sigue reduciendo el cuidado a
una responsabilidad de la mujer.
Y se considera que el padre no tiene nada que ver. Y esto es la esencia del
patriarcado. Maternar
es una tarea no sólo de los progenitores implicados sino de la sociedad. Los
discursos ultraliberales supeditan la vulnerabilidad humana al mercado laboral,
y a aquello que dé algún beneficio económico. Incluso Javier Milei busca promover la gestación subrogada, que,
a mi entender, es considerar que un bebé es una
mercancía. Al final estos sectores
ultraliberales y reaccionarios lo que
hacen es mercantilizar el
cuerpo de las mujeres.
--Incluso
en algunos ámbitos pueden llegar a decir que “defienden a las madres”...
--Lo que defienden es una maternidad en la que estés completamente alienada de tu propio
cuerpo, en la que no tienes derecho al aborto, donde tu identidad se reduce a
ser madre, pero sin poder opinar sobre esa
experiencia. Hay sectores conservadores que “defienden
a las madres” sólo en la medida en que éstas se adecuen a un modelo de
familia muy específico. Una maternidad en la que
no puedo decidir sobre mi cuerpo, en la que me tengo que quedar sola encerrada en
casa, en la que no puedo tener otros intereses más allá de esa tarea.
Seguiremos siempre disputándole
a estos sectores este relato de la maternidad.
--¿Cómo
fue la recepción de su libro en Latinoamérica?
--Este recorrido que viene haciendo el libro me ha permitido seguir ampliando la mirada de lo que significa ser madre. Y el hecho de constatar que a pesar de las diferencias hay una serie de elementos comunes que hoy atraviesan la maternidad en Occidente: la ejercemos en un sistema patriarcal, capitalista y productivista que determina la experiencia de las mujeres. La culpa, la violencia, las discriminaciones naturalizadas. Por supuesto que a esto se suma en cada caso condicionamientos de clase, raza, identidad de género, orientación sexual. A esas violencias y discriminaciones las vemos en forma de violencia obstétrica (que te induzcan el parto y ni siquiera te informen por qué), la discriminación laboral, etc.
Una
experiencia ambivalente
“Escribí el libro Mamá
desobediente cuando mi
hijo tenía entre cero y tres años. Y hecho la semilla del libro se gestó
durante mi embarazo, cuando por un lado como feminista me sentí huérfana de referentes y al mismo
tiempo al empezar a leer sobre maternidad tomé
conciencia sobre la violencia que viven tantas mujeres cada día a la
hora de parir. Y me pregunté cómo podía ser que nunca nadie me hubiese hablado
de esas violencias en los espacios feministas en
los que yo estaba. Esa indignación dio lugar a mi libro. Evidentemente,
hay una serie de contradicciones que te atraviesan como madre al tener un hijo porque la ambivalencia es la esencia de la maternidad, pero sí la maternidad
y el hecho de politizar a lo largo de la escritura del
libro me ayudó a poder transitar. Me sirvió para entender que la forma
en la que vivimos la maternidad está
condicionada por un contexto que no sólo no nos
facilita la crianza, sino que nos violenta”, relata Vivas.
--¿Cuáles
son hoy los tabúes más acallados? Es rarísimo escuchar decir a alguien por
ejemplo que se arrepiente de haber tenido un hijo…
--El gran problema es que a las madres no se nos permite quejarnos de la experiencia materna. Tenemos que encajar en la maternidad color de rosa y si no lo hacemos, somos malas madres. Cuando la realidad de esa experiencia implica fracasar, no llegar a todo, no poder más y quejarse. Tenemos que poder arrepentirnos también, estar hartas de nuestros hijos y decir “no puedo más”. Y eso no es incompatible con quererlos. La ambivalencia de la maternidad es eso: querer a tu hijo más que nada en el mundo, pero también hay momentos en los que no puedes más con él. Hay muchos temas silenciados: la violencia obstétrica, la crisis de pareja tras la maternidad, el arrepentimiento, la depresión postparto. Dos de las más potentes son aquellas que rompen con lo que socialmente se espera de ti: la muerte gestacional y la infertilidad (vivimos en un contexto de precariedad vital que te puede obligar a posponer la maternidad hasta tal punto que cuando quieres, tienes dificultad para lograrlo). Y estos problemas de infertilidad afectan por igual a mujeres y a hombre, sólo que la infertilidad masculina no se nombra porque parece que pone en cuestión su masculinidad. La muerte gestacional es otro gran tabú porque también choca con lo que socialmente se espera de mujer embarazada: que tenga un hijo vivo, pero la realidad es que hasta el 20% de las mujeres pierden su criatura en algún momento del embarazo. Y ese dolor no suele ser socialmente reconocido. Y también es un tema pendiente de abordar ese dolor desde una perspectiva feminista porque parece que pone en cuestión nuestra reivindicación del derecho al aborto.
--También
es poco frecuente escuchar hablar de su experiencia a las mujeres que abortan
por decisión propia pero igualmente experimentan un malestar o incomodidad con
eso. Para esos sentimientos contradictorios tampoco parece haber lugar.
--La muerte
gestacional tiene muchos puntos en común con un aborto libremente elegido. Porque a menudo se culpabiliza a la mujer. Pero hay una gran diferencia: que en un caso esa mujer tenía
como proyecto ser madre y en el otro no. El
elemento que marca la diferencia ahí es el
deseo. Porque en ninguno de los dos casos se permite el dolor. Si lo querías y lo perdés, la respuesta inmediata es “vamos,
si no pasa nada. En dos minutos vas a volver a quedar
embarazada”. Y mucho menos se le permite algún dolor a quien elige abortar. A las mujeres que pierden un embarazo
o incluso un hijo a menudo también se la culpabiliza: ¿qué habrá hecho o dejado de hacer para que suceda algo así? Hay
muchos más puntos en común entre la muerte gestacional y el aborto de los que realmente se nombran. Y son situaciones que deberíamos
empezar a visibilizar. Porque ambos forman parte
de la vida de muchas de nosotras.
--Imagino
que esa costumbre, algo antigua, de no contar que estás embarazada hasta las
doce semanas puede venir un poco de ahí también: de cierta vergüenza por la
pérdida…
--Sí. Eso
forma parte del tabú de la muerte gestacional. Como socialmente no se acompaña, reconoce ni se acoge a la muerte gestacional, las mujeres tenemos que esconder nuestro embarazo esos primeros tres meses hasta que haya
menos posibilidades de perderlo.
Y el silencio y la soledad pueden generar más dolor. Y nada de esto entra en
contradicción ni por un segundo de la defensa del
derecho al aborto. Es
justamente al revés. El derecho al aborto es lo
que te posibilita todo lo demás. Es lo que te posibilita
un punto de partida que sea una maternidad
elegida y no impuesta.
Madres
hiper monitoreadas
Las redes sociales, pero también los libros
de divulgación, la industria del juguete,
voces más y menos
científicas, son hervideros
de información e imágenes de quienes reivindican partos humanizados y
crianzas “naturales”.
Es una concepción del cuidado que se podría sintetizar en lo que se llama
crianza con apego, un boom de los últimos 10 años que
parece dominar el discurso sobre el tema, en muchos países, incluida la Argentina,
por lo menos en el universo
de consumos de las clases medias y altas.
El apego se asocia con prácticas como la
lactancia a demanda, el porteo (cargar al bebé
en un fular en vez de usar el cochecito), el colecho.
Desde la denuncia de los daños de una alimentación basada en productos ultraprocesados, hasta el regreso de los pañales de tela por motivos ambientales.
Este modo de concebir la maternidad, a veces devota, otras veces naturista y otras, simplemente reactiva a las formas autoritarias que la precedieron, se plasma hoy en bienes y servicios: wawitas, cunas para colecho, grupos para que las madres intercambien conocimientos de este tipo. Toda una industria con profesionales, productos, influencers que dan consejería de crianza. La proliferación de discursos que en algunos casos hasta son contradictorios entre sí da como resultado una maternidad ultra monitoreada.
--Hay
quienes ven en las ‘tendencias’ de la crianza con apego un giro
neoconservador, quizás involuntario, disfrazado de una idea de retorno a lo
natural. ¿Qué opina de este tema?
--Cuando
defendemos la lactancia materna, cuando
defendemos acompañar a nuestra
criatura y responder a sus necesidades no
podemos caer en un nuevo mandato. Sin duda. Cuando hablamos de la experiencia materna hay que tener muy en cuenta que
viene atravesada por cuestiones de género, sino también otro tipo de
desigualdades, de clase, de etnia, identidad de
género, orientación sexual. A la hora de maternar hay mujeres
que enfrentan mucha más violencia y discriminacion que otras. De aquí que cuando
defendemos un parto
respetado, una lactancia
materna satisfactoria, lo tenemos que hacer desde una perspectiva del
derecho: cualquier mujer tendría que poder parir de
manera respetada y a poder amamantar a su bebé si así
lo desea. Pero es importante que podamos reivindicar estas experiencias
sin idealizarlas. No se trata de esencializar la
experiencia materna,
el parto, el puerperio,
sino reivindicar que todas tendríamos que tener derecho a transitarlo en función de nuestros
deseos.
--¿Es
decir que no son prácticas conservadoras en sí y que el punto es que si
querés llevarlas adelante debería no depender de tu clase social sino de tus
deseos?
--Claro.
Todas las instancias de salud recomiendan como mínimo seis meses de lactancia. Es lo mejor para el bebé. ¿Cómo vas a hacerlo si
la licencia de maternidad
en Argentina es de tres
meses? Si no enmarcamos estos temas en su contexto
social y económico puede incluso generar más culpa y malestar a las mujeres. Creo que no se trata de poner en cuestión la lactancia materna, si es tu deseo, sino de poner en cuestión el contexto que
la hace posible sólo para
algunas. Cada una hace lo que puede en las circunstancias que le han tocado. La maternidad necesita menos juicio y más solidaridad.
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