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“Esta derrota del neoliberalismo también
ha hecho resurgir un par de vertientes que pueden ser peligrosas. Una, que
parecía relegada a Twitter y Youtube, ahora acaba de ganar las elecciones en
Argentina, el anarcocapitalismo. ¿Cómo ves esta vertiente?
“El
anarcocapitalismo me parece una forma extrema patológica del
neoliberalismo, porque el neoliberalismo real ha sido el ordoliberalismo alemán. Un sistema que dice que el
Estado tiene que retirarse, pero tiene que actuar como regulador, tiene que desarrollar capacidad administrativa y tiene que administrar, controlar y regular el mercado. Lo que
vemos con Miley es
una idea infantil
que cree que puedes crear una especie de acumulación primitiva dejando espacio libre al mercado.
Puede ser que en los primeros años se vean unos
elementos de éxito en esta guerra de todos
contra todos y de violencia económica, pero el resultado neto a medio y largo
plazo va a ser la de reforzar la debilidad de un
país periférico como Argentina. El anarcocapitalismo
es un neoliberalismo que sólo podrá funcionar
bajo autoritarismo total y represión de la libertad. Algunos lo han llamado paleolibertarios, porque realmente lo que desean es
volver a las formas paleolíticas de economía antes de que existieran las sociedades y los Estados. Es una visión totalmente
infantil de los
analfabetos económicos que no entienden que el capitalismo y los mercados han sido creados
por los Estados. El
capitalismo moderno ha sido creado por los Estados modernos. Si crees
que se puede hacer capitalismo sin Estado, no eres un buen capitalista.
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«LA
GLOBALIZACIÓN COMO UN HORIZONTE DE CRECIMIENTO PERMANENTE Y ESTABLE HA
TERMINADO»
Entrevista al Sociólogo italiano Paolo Gerbaudo.
*****
Por Yago Álvarez Barba | 04/01/2024 | Economía.
Fuente Revista
Rebelión jueves 4 de enero del 2023.
Fuentes: El salto [Imagen: Paolo Gerbaudo, sociólogo,
investigador y autor del libro "Controlar y proteger. El retorno del
Estado" ELVIRA MEGÍAS]
El sociólogo italiano ha publicado un libro donde analiza la vuelta del
papel del Estado a la economía, el discurso político y el imaginario social y
cultural.
Estados
Unidos sube sus aranceles, Europa pone coto a las empresas Chinas, Estados europeos entran
en el accionariado de empresas estratégicas, el comercio internacional no
recupera los niveles prepandemia, las
instituciones europeas ponen dinero en la mesa para producir
chips y baterías en el viejo continente aunque salga más caro que
traerlas de Asia… La
crisis de 2008 nos mostró las costuras del neoliberalismo
y el colapso de las cadenas logísticas globales durante
la pandemia mostró la debilidad del mercado globalizado que ha guiado el desarrollo económico de las últimas décadas.
Presenciamos un proceso de desglobalización,
todo cambia y el Estado vuelve a tener un papel
creciente sobre la economía.
Esa vuelta del Estado se puede ver en diferentes capas de la economía y la política (si es que esas dos cosas se pueden separar), pero también en lo cultural y en las nuevas vertientes políticas y sociales que nacen de la derrota del neoliberalismo. Eso es lo que analiza el italiano Paolo Gerbaudo en su libro Controlar y proteger: El retorno del Estado (Verso, 2023). Gerbaudo es sociólogo e investigador senior en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense de Madrid, tras pasar por el King’s College de Londres.
Vuelven las Economías BRICS. ¿Retorna el Estado?
***
Has escrito un libro que se llama Controlar
y proteger. El retorno del Estado. ¿Vuelve el Estado? ¿En qué te basas?
¿Qué indicativos en la actualidad apoyan tu tesis?
La tesis de
mi libro es una provocación. Durante mucho tiempo se ha asumido, en
todos los debates, que el neoliberalismo estaba triunfando, que el mercado iba
creciendo y el Estado adelgazando, disminuyendo. Lo cual claramente era la
representación de un estado de sitio, de una verdad. Es lo ha pasado en las
últimas décadas, un triunfo del principio de mercado y la división del papel del Estado.
El mercado por sí sólo es autodestructivo y la economía privada necesita
un papel activo del Estado como arquitecto
Pero desde la
crisis del 2008 hemos visto una tendencia
inversa a nivel global, un retorno del papel del
Estado en diferentes sectores, como el económico con una mayor participación de las empresas
públicas. Vemos una toma de conciencia,
impulsada por algunos economistas, pero que
siempre parte del sentido común, respecto al hecho que el mercado por sí sólo
es autodestructivo y la economía privada necesita
un papel activo del Estado como arquitecto. También como empresario, como diría Mariana Mazzucato, impulsando proyectos. Porque
el mercado sólo no es capaz de hacer planes de largo plazo, no es capaz de
coordinar su acción.
Eso que tú llamas neoestatismo.
Sí. El
término estatismo tiene un origen bastante controvertido, lo introduce Bakunin en Estado y anarquía. Bakunin acusaba
a Marx de ser estatista. También apareció en el
debate sobre el socialismo de Estado. Pero después sirvió para expresar la
manera en que el socialismo real, y también la
socialdemocracia real, se desarrolló a través de una fuerte intervención del
Estado mediante una utilización de todos los
instrumentos de intervención que tienen: comerciales, educativos,
militares, geopolíticos, diplomáticos, etc.
Es un
fenómeno que hemos vuelto a ver en los últimos años y a diferentes niveles. El fenómeno
más macroscópico es el éxito del sistema económico chino desde Deng Xiaoping, que ha sido denominado socialismo de
mercado. Es fundamentalmente una economía mixta, con un sector privado muy
amplio y bastante autónomo del Estado, pero
también con unas fuertes empresas públicas en el sector financiero, en el
sector de las redes, en el de las utilities [empresas
que ofrecen servicios públicos como energía, transporte o agua]. O, por
ejemplo, ahora mismo con los coches eléctricos,
donde una de las mayores empresas chinas de coches eléctricos es una empresa pública estatal.
En la lista Global 2000 de Forbes, el número de empresas
estatales de propiedad pública ha aumentado. En las 100 primeras hay 30 y entre
las diez principales hay tres públicas. Cuanto más grande es la empresa, más
probabilidad de que sea pública. Esto nos indica que el éxito económico chino, así como fue el éxito económico japonés y el coreano, no ha sido sólo un éxito del
sector privado, sino un éxito de una economía mixta con una fuerte
participación del sector público en los sectores estratégicos.
Por seguir con terminologías que usas en tu libro, hablas de agorafobia, frente a la tendencia de apertura de las últimas décadas. A mí me suena a desglobalización. ¿Estamos viviendo un proceso de desglobalización donde, por ejemplo, aquellas cadenas logísticas globales que marcaron la globalización se están replegando?
Desglobalización.
***
Ahí hay un
debate muy fuerte y muy encendido. Es un fenómeno muy complejo. Lo que
claramente vemos es que desde la crisis económica del 2008, la globalización
iba creciendo y se para, se queda en una fase plana. Indicadores como el
comercio internacional o la inversión directa en el extranjero se paran. Lo
vemos también en 2020 con la pandemia. Hay una caída fuerte del comercio global
que después va retomando, pero muy lentamente. En las últimas crisis siempre ha
habido una caída muy fuerte y después una recuperación. Pero esta recuperación
nunca acaba de alcanzar los niveles anteriores a esa crisis. Un detalle que es
muy importantes porque contrasta con el crecimiento muy rápido de las décadas
anteriores donde todas las empresas invertían en los mercados globales porque
era el sector donde se podía seguir creciendo.
Lo que hay ahora es un mundo que está muy integrado globalmente desde un
punto de vista económico, pero donde la integración también significa conflicto
Ahora, con la
crisis geopolítica que hemos visto con Ucrania, ahora con Gaza y antes con la Covid,
muchas compañías empiezan a pensar no más de manera global, sino de manera más
regional. No lo digo yo, lo dicen capitalistas como Larry
Fink, CEO de BlackRock, que dice que la globalización con la G mayúscula
ha terminado y lo que sigue es la economía global. Es decir, la globalización como un horizonte de crecimiento
permanente y estable ha terminado y lo que hay ahora es un mundo que está muy
integrado globalmente desde un punto de vista
económico, pero donde la integración también significa conflicto. Lo vemos en
los sectores de las baterías, de los microchips y otros sectores donde la integración
fuerte entre países significa conflicto.
Si lo
analizamos desde una forma más teórica, Giovanni
Arrighi, un gran teórico italiano sobre
la economía global, decía que esta no es la primera
globalización. Él sitúa la primera ola capitalista en Génova, en el dominio y
la hegemonía financiera genovesa, Después en
Holanda, le sigue Gran Bretaña y la
última en Estados Unidos. La globalización es la
tendencia a una fuerte integración del sistema mundo alrededor de estos centros
hegemónicos. Pero se da en el momento pico de esa fase hegemónica. En su época
dorada, que dura unas décadas, pero no puede durar para siempre. Después
siempre hay una caída y se vuelve al estado medio de la
economía internacional. Un estado en el que se regresa a esa agorafobia.
No es autarquía ni es mercado abierto. Es algo
entre las dos cosas. Es una apertura selectiva donde las economías nacionales
quieren favorecer los procesos económicos que
consideran que les favorece y quieren limitar los procesos
económicos que consideran que no lo hacen.
Pero oyes a Larry Fink o a las
organizaciones supranacionales occidentales como la Comisión Europea hablar de
estos cambios en la globalización y da la impresión de que la globalización
sólo les parecía buena cuando convenía a Occidente y controlaban las reglas. Es
decir, parece que esta vuelta al Estado, por decirlo de alguna manera, es una
respuesta a que Occidente, sobre todo Estados Unidos, está perdiendo la
hegemonía frente a China.
Completamente.
Ha-Joon Chang dice que el libre mercado es un
cuento que los países capitalistas más avanzados contaron a los late-comers
[aquellos que llegan más tarde]. Incluso si miramos desde una perspectiva
histórica, por ejemplo Inglaterra, que siempre
pensamos que es un país del libre mercado, fue proteccionista para ganar a la
industria textil holandesa. Impulsaron una política industrial, de desarrollo
tecnológico, de barreras aduaneras, para crear un monstruo del textil que luego
arrasó por todo el mundo. Y en ese punto, claro, el libre comercio les
conviene. Y lo mismo hizo Estados Unidos con el
desarrollo industrial al principio de la república estadounidense.
Era un desarrollo que convenía a Occidente porque eran sus empresas las
que obtenían el beneficio. Ahora los occidentales están perdiendo con China
Es lo mismo que ha hecho Occidente en las
últimas cuatro o cinco décadas de la mano del FMI y el Banco Mundial.
Claro.
Los occidentales lo que hacen es obligar a que los países del tercer
mundo abran sus mercados para que entren nuestras empresas. Era un desarrollo
que convenía a Occidente porque eran sus
empresas las que obtenían el beneficio. Ahora los occidentales están perdiendo
con China. El espíritu y la lógica cambian. Y
esto era algo que hasta un niño de tres años debería haber visto. Es una
cuestión de escala. China es un país enorme, con
una administración fuerte y con una integración brutal en las cadenas logística. Por lo que Occidente
es el niño que patalea porque está perdiendo, no le gustan las reglas y las
quieren cambiar. Y ahora, paradójicamente, es China la
que está pidiendo que se reduzcan los aranceles.
Hay otro tema relacionado con ese
proteccionismo por bloques regionales que ha levantado algunos debates dentro
de la izquierda. Parece que esa vuelta al Estado y a la intervención pública se
hace para defender a las élites locales de las élites de otros países o
bloques. Lo vemos, por ejemplo, cuando un fondo árabe entra en empresas
estratégicas europeas y de repente las instituciones europeas se vuelven
proteccionistas defendiendo los intereses de las élites locales frente a las
árabes. ¿Cómo podría la izquierda darle la vuelta a esa situación para que esa
vuelta al Estado sea más enfocada en defender lo público y los intereses de la
mayoría de la población en vez de defender solo a esas élites empresariales?
¿Cómo podemos poner ese debate encima de la mesa?
Aquí podemos
citar algo muy útil de Engels, que decía la propiedad del Estado de la economía
no es socialismo, pero puede abrir una vía socialista. Pero también puede ser una
estrategia impulsada por fascistas,
como pasó en Italia o durante el franquismo.
El hecho de que haya un control público de la economía esclarece que la economía es política. Se rompe la ficción de que la economía es una cosa y la política otra.
Pero si es
democrática, el hecho de que haya un control público de la economía esclarece
que la economía es política. Se rompe la ficción de que la economía es una cosa
y la política otra. El instrumento para democratizar es
poner la política, de manera transparente, al control de las decisiones
estratégicas de esas empresas. Muchas veces estas decisiones son presentadas
como cuestiones de eficiencia puramente económica, cuando en realidad son
políticas. Entonces, la sociedad y los movimientos sociales tiene que estar encima de estas
empresas, presionando para que sus decisiones respondan al interés colectivo. Existen muchas vías y formas para que los ciudadanos y
las organizaciones formen parte de las decisiones de esas empresas, hay varias formas legales, pero en el fondo es una cuestión de
movilización social. Esto último a veces es complicado porque estas cuestiones
son vistas como mucho más aburridas que otras
cuestiones más culturales, pero son cuestiones en las que nos jugamos
nuestro bienestar colectivo, nuestra
prosperidad. Por lo que hay que politizar lo que hacen estas compañías.
En España, por ejemplo, tuvimos más de
60% de Bankia y el banco nunca dejó de desahuciar a familias y nunca fue
utilizado como una herramienta financiera pública. Siguió con las lógicas del
mercado.
Claro. Las
privatizaciones en España, que fueron llevadas a
cabo por el PP pero también por el PSOE, no fue una cuestión solo de propiedad pública o
privada. Fue una cuestión legal, de seguir por el derecho privado o el público.
Las empresas, incluso las que siguen teniendo participación pública, siguen una
lógica empresarial. Esto ocurre incluso en China.
Esta lógica, más cultural y psicológica, lleva a
priorizar el beneficio sobre otros objetivos que han sido típicos de empresas
públicas que, si bien han necesitado tener un beneficio, también se ha
entendido que tienen una serie de externalidades
positivas sobre el funcionamiento del país. El
economista miope, la cuenta lentejas que diríamos en Italia,
ve que la empresa está perdiendo, pero sigue sin ver esas externalidades
positivas. Como en Francia, donde la nacionalización
completa de EDP ha hecho que miles de empresas
abaraten sus facturas y puedan así ser rentables.
Ahora que comentas el caso francés, te
quería preguntar por la reciente entrada en Telefónica del Estado español. Se
presenta como un movimiento dentro un sector estratégico, pero al fin y al cabo
se hace por la entrada del fondo saudí. El Gobierno reconoce que Telefónica
tiene muchos contratos con el Ministerio de Defensa y que es también una
cuestión de seguridad nacional. Luego vemos que en las otras empresas que tiene
participación el SEPI es en Indra, líder en sistemas tecnológicos de defensa, y
Navantia, que construye fragatas de guerra. ¿Es la entrada en Telefónica un
movimiento a un sector estratégico? ¿O el único sector estratégico que le
importa al Gobierno español es el de la defensa, la guerra y el armamento?
A mí me
parece que Telefónica es una decisión reactiva,
más bien que activa. No es un deseo de entrar y tener una posición dominante en
Telefónica, por lo que no me parece que el PSOE
tenga un plan efectivo de recuperar la propiedad pública. Yo lo veo desde un
punto de vista maquiavélico o pragmático. Se puede comprender que un Estado quiera controlar cómo produce sus armas. Pero
el problema es cuando la producción de armas es parte de un comercio internacional de armas que es un poco más
amplio. Se tiene que ver si sólo hay un interés de participación
en la empresa o es un interés de participar públicamente en la economía.
Ahí es donde pueden levantarse las sospechas de que el Estado
sólo quiere proteger al Estado.
Europa está en una lógica de bloques donde se queda en medio de los
otros dos grandes bloques y sin idea de lo que hacer
En otros
países sí que se está llevando otras lógicas, como las que propone Mazzucato con su idea de misiones públicas. En Reino Unido, por ejemplo, se está replanteando la
necesidad de instrumentos públicos como una empresa pública de renovables. Pero Europa está en una lógica de bloques donde se
queda en medio de los otros dos grandes bloques y sin idea de lo que hacer. Porque Europa tiene un gran mercado, pero para estar a
la altura de Estados Unidos o China lo que
necesita son grandes empresas intercontinentales. Como una Airbus, por ejemplo. El problema es que Airbus no es la norma, sino la excepción. Y este problema
nace de que Europa siempre ha sido contraria a
la idea de ayudar de Estado a este tipo de
empresas.
Sí que estamos viendo ahora como Europa
está dispuesta a poner dinero encima de la mesa para construir fábricas de
chips o de baterías eléctricas. Han puesto de moda este término de “soberanía”,
del que tú también hablas en tu libro. Hablan de soberanía cuando a lo que se
refieren es a dejar de depender de China y vemos que lo que proponen es una
clara intervención del mercado. Es una sustitución de importaciones, tal y como
proponían y practicaron los países comunistas y socialistas y que era
impensable hasta hace bien poco.
Completamente.
Eso es muy curioso. Desde el punto de vista económico, de la ventaja comparativa, no tiene sentido producir esos microchips
en Europa, sino importarlos de Taiwán. El tema de los microchips reconoce que lo económico no es solo económico, lo económico también
es político. Lo económico
también tiene que ver con la seguridad. Compras
a un país, sí, pero si hay un conflicto te
quedas fuera y pierdes tu seguridad.
China
lo tiene claro. Hay tres sectores estratégicos que saben que no
se puede dejar en las manos de los mercados: la tecnología, la energía y los
alimentos. El Bideneconomics también razona de una forma similar, aunque ellos
lo han hecho como respuesta al modelo chino. Van
a producir chips también en Estados Unidos. Saben
que es más caro que traerlos de Taiwán, pero les
da igual. Quieren tener su propia producción por seguridad.
O sea, volver a todo lo que se criticaba
hace tan solo 10 años.
Sí. La
producción por sustitución lo que hace es reconocer que no existe un mercado único. Existen muchos
mercados que se conectan uno al otro. Pero el mercado global como
elemento metafísico no existe porque no son los Estados.
El anarcocapitalismo me parece una forma extrema patológica del
neoliberalismo
Esta derrota del neoliberalismo también
ha hecho resurgir un par de vertientes que pueden ser peligrosas. Una, que
parecía relegada a Twitter y Youtube, ahora acaba de ganar las elecciones en
Argentina, el anarcocapitalismo. ¿Cómo ves esta vertiente?
El
anarcocapitalismo me parece una forma extrema patológica del
neoliberalismo, porque el neoliberalismo real ha sido el ordoliberalismo alemán. Un sistema que dice que el
Estado tiene que retirarse, pero tiene que actuar como regulador, tiene que desarrollar capacidad administrativa y tiene que administrar, controlar y regular el mercado. Lo que
vemos con Miley es
una idea infantil
que cree que puedes crear una especie de acumulación primitiva dejando espacio libre al mercado.
Puede ser que en los primeros años se vean unos
elementos de éxito en esta guerra de todos
contra todos y de violencia económica, pero el resultado neto a medio y largo
plazo va a ser la de reforzar la debilidad de un
país periférico como Argentina. El anarcocapitalismo
es un neoliberalismo que sólo podrá funcionar
bajo autoritarismo total y represión de la libertad.
Algunos lo
han llamado paleolibertarios, porque realmente
lo que desean es volver a las formas paleolíticas de economía antes de que
existieran las sociedades y los Estados. Es una
visión totalmente infantil
de los analfabetos económicos que no entienden que el capitalismo y los mercados
han sido creados por los Estados. El capitalismo moderno ha sido creado por los Estados
modernos. Si crees que se puede hacer capitalismo sin
Estado, no eres un
buen capitalista.
Pero es un discurso que vemos que está
ganando adeptos entre la gente joven.
Claro, porque
en ese sistema capitalista contemporáneo, sea China o
Estados Unidos, el Estado interviene mucho. Esa
intervención también genera dolencias, crea un sentido de alineación, de falta de democracia. Se genera algo que en sociología
se llama heteronomía, donde la gente siente que su vida la rigen otros. No tenemos
poder sobre las decisiones de las instituciones supranacionales, los Estados o las grandes empresas que influyen mucho
en nuestra vida. Y ahí aparece esa alergia al Estado. Esa
especie de reacción que intenta protegerse de ese sistema y, en estos casos,
lo hace con un sistema tan infantil como el anarcocapitalismo.
Esas tendencias tienen que alertarnos de que de que hay un riesgo de
ecofascismo
Otra de esas vertientes que podría
aparecer tras el fracaso del neoliberalismo actual, que tú también citas en tu
libro, es el ecofascismo. Nos enfrentamos a la crisis climática y en esta
vuelta al Estado podría derivar que algunos de esos Estados acaben siendo
ecofascitas.
Puede
ocurrir, sí. Es una de las posibles vertientes.
Ahora vemos sistemas autoritarios para mantener su negocio sobre los fósiles,
como Rusia. Pero si la situación empeora mucho
en el tema climático y en los sistemas ecológicos de los que dependemos para nuestra subsistencia, como el agrícola, la cuestión de
la seguridad se va a volver mucho más candente. A lo que se suma la cuestión de
las migraciones climáticas, que lo pondrá más
cantante todavía. En la década pasado vimos una crisis como la de Siria y cómo favoreció al auge de la extrema derecha
en Europa. La pregunta es, ¿qué pasará cuando la inmigración climática vaya
aumentando al doble, triple o cuádruple respecto a lo que vimos en esas crisis?
¿Cómo van a responder los países? Lo mismo en
situaciones donde haya encarecimiento de los productos
alimentarios o de otros bienes por la dificultad
y escasez para producirlos. Esas tendencias tienen que alertarnos de que
de que hay un riesgo de
ecofascismo o, por
lo menos, de un autoritarismo debido al declive
ecológico.
Yago Álvarez Barba. @EconoCabreado. Coordinador de la
sección de economía
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