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“Hoy la inflación es una de las distorsiones económicas más
devastadoras, porque siembra la desmoralización inducida, sistemáticamente porque no es un asunto mitológico de “dioses
griegos”. Hay nombres
y apellidos y todo mundo sabe quiénes son
y dónde están los que manipulan los precios, sabemos quiénes son y
dónde están los principales industriales del continente
y se puede “personalizar”
la ofensiva inflacionaria
con gran precisión, sabemos muy bien de qué manera y quiénes financian sus estrategias. Algunos, incluso,
planifican y anuncian los aumentos
inflacionarios. que pegan directamente al poder adquisitivo, a los ingresos y a la calidad
de la vida emocional de las personas.
“Debería
decretarse como “delito de lesa
humanidad” la inflación.
Y es que en los precios
se expresa también la calidad moral y ética de
quienes dirigen una sociedad. A qué caprichos es
sometido el pueblo y cómo se organiza para defender el producto de su trabajo. La solución
es que la economía la maneje la clase
trabajadora, democráticamente, representada
inconfundiblemente por las bases y con un programa superador del neoliberalismo, del FMI, de su inflación y de sus jaurías mediáticas. Nos cuesta enormidades la inflación, principalmente porque nos cuesta
vidas y lágrimas.
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PARA
UNA ECONOMÍA POLÍTICA DEL HUMANISMO.
Semiótica
de la Inflación.
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Por Fernando
Buen Abad Domínguez/13/01/2024/.
Fuente
Revista Rebelión sábado 13 de enero del 2024.
Fuentes: Rebelión
Incluso la inflación opera como un arma de
guerra del conservadurismo, como un
sistema de tortura psicológica contra la clase trabajadora. Millones
de familias ahogadas en angustia por no poder pagar los aumentos desenfrenados de la dictadura del mercado. Sinnúmero
de alteraciones anímicas producidas por la codicia burguesa. Sin ley o con la ley del capricho mercachifle.
“Inflación”
es
un nombre elegante y enredoso para disfrazar un “rompecabezas” multifactorial en el que generalmente no tiene participación
alguna la clase trabajadora. Así es la lógica
ególatra de la mercancía
y la dictadura de
las ganancias.
Mientras el poder adquisitivo de la clase trabajadora siga
encerrado en los calabozos de la “economía” la deshumanización
galopante seguirá de fiesta.
Nos
urge profundizar la revolución de la conciencia con identidad de
clase. Llamemos a las cosas por su nombre. No importa cuántas maromas
den los “expertos” para enredar explicaciones,
nosotros sabemos bien el daño material y emocional que produce la codicia contra el poder adquisitivo y cuántas protecciones tienen los “patrones” por parte de algunos gobiernos cómplices
que no sólo no se deciden a resolver el
problema, a favor de los pueblos, sino que
ayudan a fabricar emboscadas ideológicas con
palabrerío de “especialistas”. Se hacen llamar “técnicos”. Es pasmoso el “silencio”
cómplice de esos “economistas” que ven
cómo se desfigura y ensucia
la profesión que estudiaron para convertirla en charlatanería basura para desvalijar a los pueblos.
Esto es
también un escenario para la disputa por el
sentido. La inflación es un ejemplo contundente y doloroso, es una máquina
de miedo con el cual ejercen un control psicológico-económico
a la velocidad y la ubicuidad del secuestro salarial que a ellos se les antoja. Han
desarrollado la tecnología
de sus armas de guerra psicológica y han puesto mucho énfasis en las metodologías
para atacar a los bolsillos de los trabajadores y
las trabajadoras. Son instrumentos de
transmisión y de imposición de sentido, con muy alta capacidad de extorsión en el mundo, a una velocidad
realmente sorprendente. Roban el producto del trabajo a velocidades escalofriantes con miles de
artilugios y con violencia psicológica de modelos de consumo estandarizados
y modelos de enunciación estandarizados,
estereotipados al calor del culto a la mercancía, de la acumulación de capital. La inflación no es una calamidad metafísica.
Una caracterización general de la inflación es que ataca a la clase trabajadora con una gama de tensiones psicológicas de incertidumbre, de desorientación, de muchas dudas frente a la propia vida diaria. Minuto a minuto. Mientras ellos multiplican estrategias de inflación por los medios digitales, por las redes sociales. Nos planteamos el problema de por dónde resolver esta maraña compleja de la inflación que nos ha impuesto la dominación militar, económica, mediática y cultural en todo el mundo. Este es un campo de trabajo complejo, en el que nosotros debemos trabar disputas diversas, litigio teórico, político, académico, científico, contra la inflación y contra toda la producción de relato chatarra, de discurso “erudito”, o de narrativa servil al modelo de expoliación del salario en el presente.
La Inflación conduce a un desplome mundial de los salarios.
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No estamos liderando una corriente fuerte de combate a la inflación con narrativas emancipadas y a su vez emancipadoras. Y
debemos interpelar nuestra capacidad narrativa contra-hegemónica,
o anti-hegemónica, o emancipadora o humanista, o
como quiera llamársele, frente al modelo económico del discurso único inflacionario y a la noción del capitalismo como verdad única. Y es que,
además, tenemos la incapacidad
histórica de la unidad y se nos hace difícil
conformar un frente único en el que participemos con nuestras diferencias en combates,
como el de la batalla anti-inflacionaria, yendo
al fondo del modelo económico dominante y transparentando sus hilos, nombres, intereses y
soluciones. Y fracasos. No hemos sido
capaces de construir una gran fuerza de acción y de organización, siendo que somos la inmensa mayoría generadora de la riqueza
y despojada de ella
entre otras formas, por la inflación.
Estamos
chocando contra una maquinaria semiótica que ha
logrado convencernos de ignorar las técnicas del
despojo. Esta derrota
ya nos convenció de que, como no les es suficiente tenernos con la bota de los militares en el cuello, encima quieren convencernos de que
nosotros pensemos
que ellos siempre han tenido
la razón de tratarnos así, de reprimirnos,
porque somos peligrosos, porque somos maleducados, ignorantes. Pero, además, hay sectores
convencidos de que eso hay que agradecerlo, y encima eso hay que considerarlo como la mejor herencia para nuestros hijos. Enseñar a
los hijos a ser resignados, dóciles, mansitos:
a avenirse a lo que hay de manera resignada y aceptar la inflación sin combatirla.
La guerra ideológica ha sido muy eficiente,
y nosotros no logramos hegemonizar una economía política del humanismo, revolucionaria y revolucionadora
de las conciencias. No estamos construyendo, a
la velocidad que se necesita, una corriente
continental de semiótica para la emancipación. Una corriente de semiótica emancipada de sus propios lastres
para poder acceder a un instrumental emancipado y,
al mismo tiempo, emancipador.
Hoy la inflación es una de
las distorsiones
económicas más devastadoras, porque
siembra la desmoralización inducida,
sistemáticamente porque no es un asunto
mitológico de “dioses griegos”. Hay nombres y apellidos y
todo mundo sabe quiénes
son y dónde están
los que manipulan los precios,
sabemos quiénes son y dónde están los principales industriales
del continente y se puede “personalizar” la
ofensiva inflacionaria
con gran precisión, sabemos muy bien de qué manera y quiénes financian sus estrategias. Algunos, incluso,
planifican y anuncian los aumentos
inflacionarios. que pegan directamente al poder adquisitivo, a los ingresos y a la calidad
de la vida emocional de las personas.
Debería
decretarse como “delito de lesa humanidad” la inflación. Y es que en
los precios se
expresa también la calidad moral y ética de
quienes dirigen una sociedad. A qué caprichos es
sometido el pueblo y cómo se organiza para defender el producto de su trabajo. La solución
es que la economía la maneje la clase
trabajadora, democráticamente, representada
inconfundiblemente por las bases y con un programa superador del neoliberalismo, del FMI, de su inflación y de sus jaurías mediáticas. Nos cuesta enormidades la inflación, principalmente porque nos cuesta
vidas y lágrimas.
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