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“A
estas alturas parece evidente que
hace falta algo más; una lectura que entienda qué se juega a nivel político en el régimen farmacológico. Con la crisis del paradigma neoliberal
también ha entrado en crisis el punitivismo. EEUU y Alemania, junto a
muchos otros países, han avanzado
tímidamente en el cambio de paradigma. La regulación del cannabis ha abierto una vía a otras sustancias que sirven de contrapunto a la
tragedia del fentanilo: psilocibina, MDMA, ketamina, LSD y otros psiquedélicos
ofrecen hoy una arena donde se agudizan
las contradicciones en el seno del bloque oligárquico. La cuestión es
si los servicios de salud pública se
harán cargo o se dejará al mercado negro.
“Y así, la cuestión del fentanilo
reclama ser enmarcada bajo otra perspectiva. Aún está por ver hasta dónde alcanza la política reaccionaria del trumpismo en articular
un régimen farmacológico alternativo
al que ha originado y sostenido la crisis del fentanilo. El “trumpismo ácido” (psiquedélicos para las oligarquías, benzodiacepinas para
las clases medias, fentanilo para las
clases bajas) podría ser la opción emergente que habita ya el bloque
reaccionario y disputa el futuro al viejo punitivismo. Pero, entre tanto, ¿qué tiene que ofrecer el progresismo al respecto?
¿Dónde
se encuentra, más allá del “comunismo ácido” del malogrado Mark Fisher, una reflexión que entienda
desde donde se puede enunciar hoy una estrategia ganadora en el terreno
farmacológico que, al fin y al cabo, no deja de ser el de nuestro propio
régimen de consumos y consciencia? Recuperar
la iniciativa no solo requiere hoy entender y explotar las contradicciones del bloque
oligárquico. Se trata, por encima de todo, de ser capaces de ofrecer una
comprensión distinta a la impuesta por
cuatro décadas de punitivismo neoliberal.
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Fuentes: CTXT [Imagen: reunión en agosto de 2022 entre la entonces presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, Nancy Pelosi y Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwán. / Oficina Presidencial de Taiwán]
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ARANCELES, FENTANILO Y GEOPOLÍTICA.
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Por Raimundo Viejo Viñas | 13/05/2025 | Economía.
Fuente.
Revista Rebelión martes 13 de mayo del 2025
El
frente farmacológico en la guerra comercial
En
su rueda de prensa del
pasado 5 de marzo, Lin Jian,
portavoz del ministerio chino de Asuntos Exteriores, afirmaba:
“La presión, la conversión y las amenazas no son la forma correcta de
tratar con China. La parte china ya
ha expresado en múltiples ocasiones su oposición a que la parte estadounidense
utilice de forma persistente la cuestión del fentanilo como excusa para
aumentar aún más los aranceles a las importaciones chinas”. Tal era la
respuesta ante la crisis comercial desatada por la subida arancelaria global de
Trump.
En
su intervención, el
Gobierno chino volvía a poner en primer plano la cuestión del fentanilo. O lo
que es lo mismo: la cuestión del régimen farmacológico que afecta a la política
farmacológica norteamericana y la atraviesa en visiones
irreconciliables. Divide
et impera. Como es evidente, las declaraciones
chinas iban muy medidas y destinadas a devolver el golpe en una línea de
tensión que viene apareciendo de forma recurrente en las relaciones entre
ambas superpotencias.
Hacia agosto de 2022, China había decidido
suspender la colaboración con Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico
Un
claro antecedente de
esto se había hecho patente en la reacción china a la polémica visita a Taiwán de Nancy Pelosi,
presidenta de la Cámara de Representantes, en agosto de 2022. Por aquel entonces, China
había decidido suspender la colaboración con Estados Unidos en la lucha
contra el narcotráfico; lo que implicaba al fentanilo de forma muy directa.
Hasta aquel momento, el Gobierno chino había cooperado con EEUU para limitar el tráfico de los
precursores químicos imprescindibles en la síntesis del fentanilo; pues, aunque
este entra ilegalmente desde México,
introducido sobre todo por el cártel de
Sinaloa, su elaboración no sería
posible sin los precursores de origen chino.
Las
implicaciones de
la advertencia de Lin Jian, por
tanto, iban mucho más allá de la coyuntura actual y buscaban afectar a los dos
paradigmas que tensionan el bloque
presidencial con orientaciones tan divergentes como podrían ser el viejo punitivismo neoliberal y el
emergente “trumpismo ácido”
encabezado por el ministerio de Robert
F. Kennedy y los oligarcas de
Silicon Valley. Si el primero insiste en la vigencia del modelo de la Guerra contra las Drogas, el segundo ha
crecido en sus devastadores efectos y apunta más allá hacia un cambio de
paradigma basado en un marco desregulador que podría comprometer los intereses
farmacéuticos forjados al amparo de décadas de punitivismo. Entre unos y otros debe manejarse la administración Trump.
Las implicaciones de la advertencia de Lin Jian
iban mucho más allá de la coyuntura actual
Por
otra parte, la gravedad de
este asunto tampoco puede ser desligada de otro hecho inesperado: el asesinato de Brian
Thompson, director de United Healthcare, la mayor aseguradora de EEUU,
a manos de Luigi Mangione. No por casualidad, la acción letal del joven tuvo
una acogida muy favorable en amplios sectores de la sociedad; harta de los
abusos que Mangione denunciaba con la triple D de las tres balas que
disparó sobre el CEO y que
sintetizaban las prácticas abusivas de las aseguradoras: “Delay” (retrasar la atención), “Deny” (negar la reclamación) y “Defend” (defender lo decidido ante los tribunales).
Todos
estos hechos, y
muchos otros, se anudan ahora en una
crisis extraordinaria que deja en evidencia hasta qué punto Trump ha regresado como elefante en
cacharrería. La importancia que reviste cuanto sucede, de hecho, se encuentra estrechamente ligada a cómo se
ha articulado durante décadas el régimen farmacológico, dentro y fuera de las
fronteras de EEUU. Toda la arrogancia que Trump puede exhibir
en el terreno militar presionando a la comunidad internacional contrasta con la
fragilidad de su respuesta a la implosión del neoliberalismo cuando se ve obligado a atender la crisis doméstica de un
sistema sanitario del todo ineficiente.
El fentanilo pasa al primer plano.
La
crisis del fentanilo que
asola EEUU desde principios de la
pasada década es la más devastadora de cuantas hayan tenido origen en el consumo de drogas. Atrás quedan las dos olas que precedieron al fentanilo, pero que advertían ya de un
peligro intrínseco al régimen farmacológico norteamericano. Esta siniestra genealogía no es casual, sino política, y tiene origen en el
devastador modelo de sanidad privada que ningún presidente se ha atrevido a
enmendar por miedo a los intereses de aseguradoras, farmacéuticas y demás
beneficiarios del sistema.
Entre 2010 y 2015, las muertes por sobredosis de
heroína se triplicaron
La
primera de las olas que
anunciaban la crisis del fentanilo
fue debida al abuso de opioides recetados y tuvo lugar entre finales de los
noventa y 2010. En aquel contexto, farmacéuticas como Purdue Pharma promovieron agresivamente analgésicos como OxyContin. Sustancias como la
oxicodona, la hidrocodona, la morfina y otros opioides recetados
incrementaron la dependencia de muchos pacientes. El número de muertes se disparó.
Una segunda ola tuvo entonces lugar protagonizada
por la heroína. Al endurecerse la regulación de los opioides recetados, los
usuarios se vieron abocados al consumo de heroína con el consiguiente aumento de sobredosis inherente
al mercado negro. El resultado fue
devastador: entre 2010 y 2015, las muertes por sobredosis de heroína se triplicaron.
A
pesar de estas olas previas que ya advertían del peligro,
la crisis del fentanilo acabó por estallar. Un régimen farmacológico
basado en la comercialización engañosa y
el exceso de prescripción de opioides
legales abrió la puerta a que miles de personas que nunca habían tenido
contacto con drogas ilegales se volvieran
dependientes y no tuvieran otra
alternativa que acudir a la distribución ilícita. Como no podía ser de otro
modo, el mercado respondió a su manera:
a partir de 2020, año de la covid,
la incautación
de pastillas con fentanilo se disparó: de 4.149.037 pasó a 115.562.603.
Como era previsible, el problema de salud
“pública” solo fue a peor.
El fentanilo ha disparado la cifra total de muertes
por sobredosis de opiáceos sintéticos; de 52.404 casos en 2015 a 111.029 en
2022
Llegamos
así al escenario actual.
Por situarnos rápido, estamos hablando ya
de la principal causa de muerte no natural entre los 18 y 45 años. Hasta 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más que la morfina, el fentanilo ha disparado la cifra total de muertes por
sobredosis de opiáceos sintéticos; de los 52.404 casos registrados en 2015 a los 111.029 de 2022. Y aunque
la crisis parecía imparable, en 2023 se ralentizó la tendencia por
primera vez bajando hasta las 108.318
muertes por sobredosis.
Entre las razones por las que se ha producido este descenso en el ritmo se
encuentran algunas que resultan de la gestión
doméstica del problema. Por ejemplo, la mayor disponibilidad de la naxolona, un antídoto contra las sobredosis de fentanilo o, por más
terrible que sea, la menor población de dependientes debida a la mortalidad previa. Con
todo, el problema estructural persiste y
viene a entrecruzarse con la crisis
arancelaria y el devenir político global.
Geopolítica de un problema: la presión indirecta de
China y México
Hasta 2018 el fentanilo se enviaba como un fármaco
acabado y legal a Estados Unidos, Canadá y México.
La
advertencia china sobre el fentanilo era la respuesta a un asunto que antes había sido lanzado por Trump en su campaña presidencial de 2017. Por entonces había advertido:
“Si vendéis fentanilo a EEUU a través
de México, impondremos un arancel del 25%. Será así hasta que paréis”. Hasta
2018 el fentanilo se enviaba como un fármaco acabado y legal a Estados Unidos, Canadá y México. A
finales de aquel mismo año, tras la reunión entre Trump y Xi Jinping, China
modificó el estatus legal del fentanilo
y otras sustancias similares prohibiendo las exportaciones.
Las
empresas chinas,
sin embargo, no renunciaron a exportar los precursores, lo que reforzó las redes del narcotráfico. Entre 2020 y 2024, ante el aumento disparado de las incautaciones, EEUU y China volvieron a negociar, pasando a prohibir la exportación de una
treintena de precursores. Como parte de esta estrategia de cooperación, China forzó el cierre de 332 cuentas empresariales que habían
estado exportando desde suelo chino, así como 1.016 tiendas que vendían sus productos online. Pero el impacto de estas medidas, por más
que estén prohibidas a nivel formal, ha sido y es limitado. La venta de precursores online desde China prosigue hoy a gran escala.
La visita de Pelosi en 2022 fue respondida con un
año de interrupción en la cooperación
La
visita de Pelosi en 2022
fue respondida con un año de interrupción
en la cooperación, lo que se complicó por la cuestión de la minoría
musulmana uigur en la provincia china de
Xinjiang. A fin de ejercer presión sobre China en materia de Derechos
Humanos, los EEUU adoptaron una
serie de sanciones en materia de exportación tecnológica. China volvió a responder con la “diplomacia del fentanilo”
y EEUU tuvo que dar marcha atrás. La cooperación entre ambos
países se relanzó, si bien China
continuó operando de manera encubierta y
violando los Derechos Humanos.
En
este orden de cosas
también es fundamental tener presente el papel de México, toda vez que el fentanilo nunca llegaría a EEUU sin que los cárteles mexicanos –muy en especial el de Sinaloa, pero también
el de Jalisco Nueva Generación (CJNG)– sinteticen e introduzcan ilegalmente el
fentanilo a partir de los precursores
chinos. Para los cárteles las ventajas del fentanilo frente a otras sustancias son evidentes: más barato de producir, más fácil de
esconder y con un margen de beneficio mucho mayor.
Qué régimen farmacológico para qué futuro
El
retorno de Trump a
la Casa Blanca ha provocado un terremoto político a la altura
de la manera en que se fue. La guerra comercial desencadenada por su política
arancelaria ha inaugurado un tiempo del que todavía está por ver cuáles son sus resultados. Si por un lado parece
evidente que el neoliberalismo inaugurado por la era Reagan ha tocado fondo, por el otro parece repetirse una lógica global. La insurrección de las oligarquías avanza a cuenta de una degradación sin precedentes de la democracia y los Derechos Humanos.
La cuestión de fondo es cómo se va a articular una
respuesta tras el fracaso de las antiguas variantes progresistas del
neoliberalismo
Ante
este escenario, la
política estadounidense se encuentra fracturada y desarmada. Por más que las movilizaciones en las calles
que lidera el tándem formado por Sanders
y Ocasio-Cortez ofrece al empoderamiento
ciudadano, la cuestión de fondo es
cómo se va a articular una respuesta tras el fracaso de las antiguas variantes
progresistas del neoliberalismo (Clinton,
Biden, Harris). Ya sea la socialdemocracia
alemana, el Gobierno español
previo al 23J o los demócratas en EEUU, lo cierto es que estos interregnos entre las
declinaciones conservadoras no han sabido actualizar alternativas más o menos reformistas desde dentro del paradigma neoliberal.
A
estas alturas
parece evidente que hace falta algo más;
una lectura que entienda qué se juega a nivel
político en el régimen farmacológico. Con la crisis del paradigma neoliberal
también ha entrado en crisis el punitivismo. EEUU y Alemania, junto a
muchos otros países, han avanzado
tímidamente en el cambio de paradigma. La regulación del cannabis ha abierto una vía a otras sustancias que sirven de contrapunto a la
tragedia del fentanilo: psilocibina, MDMA, ketamina, LSD y otros psiquedélicos
ofrecen hoy una arena donde se agudizan
las contradicciones en el seno del bloque oligárquico. La cuestión es
si los servicios de salud pública se
harán cargo o se dejará al mercado negro.
Y así, la cuestión del fentanilo
reclama ser enmarcada bajo otra perspectiva. Aún está por ver hasta dónde alcanza la política reaccionaria del trumpismo en articular
un régimen farmacológico alternativo
al que ha originado y sostenido la crisis del fentanilo. El “trumpismo ácido” (psiquedélicos para las oligarquías, benzodiacepinas para
las clases medias, fentanilo para las
clases bajas) podría ser la opción emergente que habita ya el bloque
reaccionario y disputa el futuro al viejo punitivismo.
Pero,
entre tanto, ¿Qué tiene que ofrecer el progresismo al
respecto? ¿Dónde se encuentra, más
allá del “comunismo ácido” del
malogrado Mark Fisher, una reflexión
que entienda desde donde se puede enunciar hoy una estrategia ganadora en el
terreno farmacológico que, al fin y al cabo, no deja de ser el de nuestro
propio régimen de consumos y consciencia? Recuperar la iniciativa no solo requiere hoy entender y explotar las contradicciones del bloque oligárquico. Se trata, por encima de todo, de ser capaces de ofrecer una comprensión distinta
a la impuesta por cuatro décadas de
punitivismo neoliberal.
Raimundo Viejo Viñas. Es un activista, profesor universitario y editor.
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