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“Hoy, esa Victoria vuelve a ser un blanco. En
varios países europeos –incluidos aquellos donde durante la Segunda Guerra Mundial se luchó contra el nazismo– hoy se derriban monumentos a los soldados
libertadores y se erigen memoriales en honor a quienes colaboraron con los nazis.
En algunos de esos estados se glorifica
de manera demostrativa a criminales de guerra, se distorsiona la cronología
y las causas del conflicto, sustituyendo la liberación por la ocupación, y el nazismo
por una supuesta “resistencia”. Esto
ya no es sólo una lucha por la
interpretación, sino una renuncia a los principios morales, una peligrosa inversión del bien y el mal.
Todo esto sucede con el silencio, e
incluso a veces con el aliento, de
las élites occidentales. En estas condiciones, Rusia no puede ser sólo una espectadora. Por eso, el octogésimo aniversario de la
Victoria es no sólo un tiempo de memoria, sino también un momento de
elección política y moral. No es casual
que la política estatal rusa hoy
tenga como eje la preservación de los valores
tradicionales –espirituales, morales, históricos–. Porque sin memoria es imposible
construir el futuro.
“Ochenta años no son pocos, y
con el tiempo la memoria puede
desvanecerse. Pero no entre nosotros. Conservamos archivos, apoyamos museos, transmitimos la verdad
sobre la guerra a través de las escuelas, el cine, la cultura. Y lo más importante: defendemos esa verdad en el ámbito internacional.
No lo hacemos por orgullo ni por nostalgia, sino por responsabilidad: porque olvidar la Victoria es permitir que el pasado se repita. Recordar es resistir
al olvido y al engaño. La Victoria no es sólo una página del pasado. Es la base de nuestra identidad nacional. Es una brújula moral que impide a las nuevas generaciones
perderse en una época de falsificaciones y manipulaciones históricas. Y no permitiremos que borren esta
memoria –ni por conveniencia política, ni por cálculos geopolíticos–.
Porque hace 80 años nuestro pueblo ya eligió –entre el miedo y la libertad,
entre la sumisión y la lucha– y venció. Y hoy,
ochenta años después, decimos: la verdad es más fuerte que el tiempo. Y
seguimos estando del lado de la Victoria. Y la Victoria será nuestra.
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Fuentes: Resumen Latinoamericano.
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DÍA DE LA VICTORIA:
PAPEL DE LAS MUJERES
SOVIÉTICAS EN LA DERROTA DEL NAZIFASCISMO.
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Por Raúl
Antonio Capote | 10/05/2025 | Mundo
Fuentes. Revista Rebelión sábado 10 de mayo del 2025
Aunque
mucho se ha documentado
sobre este trascendental acontecimiento,
en justicia muy poco se ha dicho sobre el papel que desempeñaron las mujeres en la victoria. Ellas no fueron un simple decorado de la
resistencia, ellas combatieron con denuedo, con valor y entrega sin límites.
El
escritor André Malraux
dijo de las mujeres:
«Los
que han querido confinar a la mujer al simple papel de auxiliar de la resistencia,
se equivocan de guerra».
En
la Unión Soviética
casi un millón de mujeres dominaron
todas las especialidades en las filas
del Ejército Rojo durante la guerra, eso sin contar a las partisanas y las de las milicias
civiles. Noventa obtuvieron el
título de Heroínas de la Unión Soviética,
por su contribución a la victoria.
El 21 de mayo de 1943, se creó la
Escuela Central de Entrenamiento de mujeres francotiradoras. En 1945, dicha
institución había entrenado a más de 2 000.
De las 2 000 mujeres entrenadas en
esta escuela, solo 500 sobrevivieron a la guerra.
Liudmila
Pavlichenko,
considerada la mejor francotiradora de
todos los tiempos, dio muerte a más de 300 enemigos. Tosia Tinguinova, Natasha Kovshova, Lídiya Bakieva, Nina Alexetevna
Lobkovskaya y muchas otras soportaron
duras pruebas y se ganaron la admiración del pueblo por su heroísmo.
Mención
especial merece el famoso regimiento 588 de bombardeo nocturno. Los fascistas las llamaban «brujas de la noche», sus compatriotas las llamaban «hermanitas».
Las
escuadrillas
del regimiento femenino imponían un
verdadero terror a los alemanes. Volaban
en pequeños biplanos p-2, aviones
lentos y obsoletos nombrados kukurúznik,
mazorca de maíz. La cabina abierta no las protegía de las balas ni
tampoco del fuerte viento. No había comunicación por radio, la velocidad del avión era de tan solo 120 km/h y volaban a una altura de tres km. Su única arma eran las
pistolas tt.
No tenían bodega de bombas. En
ocasiones llevaban los artefactos explosivos sobre sus rodillas y las soltaban
ellas mismas. Volaban de noche,
haciendo hasta diez vuelos en un mismo
día. Apagaban el motor y las bombas
caían sobre el enemigo en silencio.
Además, volaban a la retaguardia del
enemigo para llevar material para los guerrilleros.
Los alemanes llegaron a recompensar
con una cruz de hierro a aquel que derribara una aeronave de esta unidad.
El regimiento de aviación 586 destinado en Stalingrado, integrado por mujeres, también tuvo un destacado actuar en la guerra. En esta unidad estuvo destacada la famosa piloto Lydia Litvak, la que se ganó el apodo de La Rosa Blanca de Stalingrado. Con 12 victorias aéreas fue considerada un as de la aviación soviética. Lidia murió en combate el 1ro. de agosto de 1943, con tan solo 21 años.
En
Leningrado, las unidades de artillería estaban formadas casi
exclusivamente por mujeres.
María
Oktiábrskaia,
la primera mujer en el mundo en ser
miembro de la tripulación de un tanque, fue herida de muerte en el norte de Bielorrusia, en 1944, cuando tenía 38 años.
Zoya
Kosmodemiánskaia,
heroína de la Unión Soviética durante la Segunda
Guerra Mundial, realizó labores de sabotaje
en la retaguardia alemana. Fue
capturada, torturada y ahorcada el 21
de noviembre. Zoya se convirtió en un símbolo de la resistencia a los nazis.
Alexandra
Samusenko fue comandante de los blindados t-34, murió con 22 años a causa de las
heridas de guerra el 3 de marzo de 1945.
La estonia-soviética Helene Kullman
fue un agente de inteligencia que operó en el territorio de la Estonia ocupada por los nazis.
La capturaron
y ejecutaron el 6 de marzo de 1943, a la edad de 23 años.
Las
fábricas soviéticas de armas,
que se habían trasladado «tornillo a tornillo» hacia el este, contaron con el trabajo abnegado de hermanas, esposas, hijas, madres, quienes tuvieron además sobre
sus espaldas la misión de alimentar a la
gente y producir para vencer.
Trabajaban
hasta caer rendidas
por el agotamiento, movidas por la fe en
la victoria. Sin ellas, sin su
entrega, hubiera sido imposible vencer al
enemigo.
No
solo los adultos y las mujeres
participaron en combates. Miles de
menores de edad, los llamados «hijos
de la guerra», también ayudaron en las hazañas del Ejército soviético.
Alrededor de 300.000 niños y
adolescentes participaron en acciones de movimientos de resistencia o en el
frente luchando contra los nazis.
Raúl
Antonio Capote es escritor, profesor, investigador y periodista cubano. Es
autor de Juego de Iluminaciones, El caballero ilustrado,
El adversario, Enemigo y La guerra que se nos
hace.
*****
OCHENTA AÑOS DE LA
GRAN VICTORIA.
*****
Nikolay Sofinskly, La
Jornada
Fuente. Jaque al Neoliberalismo sábado
10 de mayo del 2025.
El octogésimo aniversario de la Victoria
en la Gran Guerra Patria no es sólo una fecha. Es un punto de apoyo desde el cual nace la
conciencia nacional, se restaura la continuidad histórica y se forma el rumbo
del futuro. Cuanto más lejano se vuelve
1945, más claramente sentimos: estamos nuevamente en la primera línea de
una lucha, esta vez por la memoria, el
sentido y la verdad.
La
victoria sobre el nazismo en 1945 no fue casual –fue el
resultado de un valor sin precedentes, sacrificios colosales y fuerza moral–.
La Unión Soviética desempeñó un
papel decisivo en la derrota del Tercer
Reich, pagando un precio terrible: millones
de vidas, ciudades destruidas, destinos quebrados. Fue una victoria
del pueblo, que no sólo se
defendió a sí mismo, sino que liberó
a pueblos enteros de la aniquilación. En este día también honramos a todos
los pueblos que lucharon contra el nazismo,
recordamos la unidad de la coalición
antihitleriana y el precio común pagado por la libertad.
Hoy, esa Victoria
vuelve a ser un blanco. En varios países
europeos –incluidos aquellos donde durante la Segunda Guerra Mundial se luchó
contra el nazismo– hoy se derriban
monumentos a los soldados libertadores y se erigen memoriales en honor a
quienes colaboraron con los nazis. En algunos de esos estados se glorifica de manera
demostrativa a criminales de guerra, se distorsiona la cronología y las
causas del conflicto, sustituyendo la liberación por la ocupación, y el nazismo
por una supuesta “resistencia”. Esto
ya no es sólo una lucha por la
interpretación, sino una renuncia a los principios morales, una peligrosa inversión del bien y el mal.
Todo esto sucede con el silencio, e
incluso a veces con el aliento, de
las élites occidentales.
En estas condiciones, Rusia no puede ser sólo una espectadora. Por eso, el octogésimo aniversario de la
Victoria es no sólo un tiempo de memoria, sino también un momento de
elección política y moral. No es casual
que la política estatal rusa hoy
tenga como eje la preservación de los valores
tradicionales –espirituales, morales, históricos–. Porque sin memoria es imposible
construir el futuro.
Ochenta años no son pocos, y
con el tiempo la memoria puede
desvanecerse. Pero no entre nosotros. Conservamos archivos, apoyamos museos, transmitimos la verdad
sobre la guerra a través de las escuelas, el cine, la cultura. Y lo más importante: defendemos esa verdad en el ámbito internacional.
No lo hacemos por orgullo ni por nostalgia, sino por responsabilidad: porque olvidar la Victoria es permitir que el pasado se repita. Recordar es resistir
al olvido y al engaño.
La Victoria no es sólo una página del pasado. Es la base de nuestra identidad nacional. Es una brújula
moral que impide a las nuevas
generaciones perderse en una época de falsificaciones y manipulaciones históricas. Y no
permitiremos que borren esta memoria –ni por conveniencia política, ni por cálculos
geopolíticos–. Porque hace 80 años nuestro pueblo ya eligió –entre el
miedo y la libertad, entre la sumisión y la lucha– y venció.
Y hoy, ochenta años después, decimos: la
verdad es más fuerte que el tiempo. Y seguimos estando del lado de la Victoria.
Y la Victoria será nuestra.
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