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“La Segunda Guerra Mundial no
fue un choque de naciones,
sino un enfrentamiento frontal entre IDEOLOGÍAS. De
un lado: fascismo, racismo, colonialismo y genocidio. Del otro: resistencia antifascista,
solidaridad internacional y justicia social. Por eso, conmemorar no es un ritual opcional, sino un acto
político. Si olvidamos quién venció realmente al fascismo, también olvidamos quiénes
están amenazados hoy. Y quiénes vuelven a beneficiarse del odio,
la opresión y la división. Por eso, en varios países europeos se escucha un clamor cada vez mayor para
declarar nuevamente el 8 de mayo
(Día de la Victoria) como día festivo legal y remunerado; no como un día de folclore, sino como un día
de memoria, reflexión y vigilancia. No solo se conmemora la caída
de Hitler, sino también la fuerza
de la resistencia popular, de la solidaridad entre los pueblos y las
lecciones del experimento socialista
que logró derrotar al fascismo. Lo que nos enseña el 8 de mayo es que la
libertad no es algo obvio, sino el resultado de la lucha. Fue la Unión Soviética la que hizo los mayores sacrificios. Fueron los comunistas y los trabajadores quienes encabezaron la resistencia. Fue la solidaridad internacional la que
derrotó al fascismo.
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MEMORIA SELECTIVA:
EL PAPEL OLVIDADO DE LA UNIÓN
SOVIÉTICA EN LA LIBERACIÓN DE EUROPA.
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Por Marc Vandepitte |
07/05/2025 | Mundo
Fuentes. Revista Rebelión viernes 9 de
mayo del 2025.
Fuentes:
Rebelión [Foto: 2 de mayo de
1945: La bandera roja ondea sobre el Reichstag. Una semana después, la Segunda
Guerra Mundial llegó a su fin. En algunos países, esta foto está prohibida
(TASS / Yevgeny Khaldei)]
Traducido por el autor
Los días 8 y 9 de mayo se cumplen 80
años del final de la Segunda Guerra Mundial en Europa. Sin embargo, el papel
principal de la Unión Soviética en esa victoria —y el terrible precio que pagó
por ella— está siendo cada vez más olvidado o minimizado en Occidente debido a
una memoria selectiva y al oportunismo geopolítico.
El Ejército Rojo: motor de la liberación
de Europa
En mayo de 1945 el Ejército Rojo
marchó hacia la capital alemana. El 2 de
mayo Berlín fue tomada. Sobre el edificio del Reichstag se izó la bandera roja, un símbolo de la destrucción del Tercer Reich de Hitler.
La lucha que precedió fue de una magnitud y una
brutalidad sin precedentes. Desde 1941
la Unión Soviética libró una guerra de aniquilación
contra la Alemania nazi. Más de 26
millones de ciudadanas y ciudadanos soviéticos perdieron la vida, tanto soldados
como civiles. Ningún otro país pagó
un precio tan alto.
Las batallas decisivas de la guerra se libraron en el
Frente Oriental: Moscú, Leningrado, Stalingrado, Kursk, campos de muerte que
cambiaron el rumbo del conflicto. Los
historiadores coinciden en que, sin
los esfuerzos y sacrificios del Ejército Rojo y la heroica resistencia de la población de la Unión Soviética, la maquinaria de guerra nazi nunca habría sido detenida.
El papel de EE. UU.
Sin embargo,
este papel crucial a menudo se subestima
en los países occidentales. ¿La razón? La historia de la guerra no encaja en la imagen simplista de «la buena guerra» en la que EE. UU. fue la luz moral y venció al fascismo por
altruismo.
El papel de EE. UU. fue
muy ambiguo. Como describe el historiador
Jacques Pauwels, las empresas estadounidenses continuaron
comerciando con el régimen nazi hasta bien entrada la década de 1930. Grandes
corporaciones como IBM, Standard Oil y
Ford obtuvieron enormes ganancias del
rearme y la producción alemanes. Hasta diciembre
de 1941 las empresas estadounidenses suministraron productos petroleros a la Alemania nazi.
Dentro del establishment
había una simpatía abierta por la Alemania nazi y otros regímenes fascistas.
Henry Ford, por ejemplo, fue un gran admirador de Adolf Hitler. Un amplio movimiento
dentro de EE. UU., llamado «America
First», se oponía firmemente a la intervención
estadounidense en los conflictos europeos.
Ni siquiera
después de que Alemania invadiera
Polonia en septiembre de 1939
hubo apoyo financiero inmediato de EE. UU. ni se suministraron armas. Todo eso cambió después del ataque a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941.
En otras palabras, EE. UU. esperó dos años antes de unirse a los
aliados.
Nacido del gran capital
A menudo se
olvida o se oculta, pero el fascismo,
tanto en Italia como en Alemania, nació del capitalismo.
Fue una herramienta para reprimir el movimiento obrero y las
fuerzas de izquierda. Sin el apoyo
del gran capital, Hitler nunca
habría podido desarrollar su partido fascista ni habría sido elegido. Lo
mismo ocurre con Mussolini.
Foto: fotomontaje de John Heartfield
para la revista AIZ Berlín, 16 de octubre de 1932, «El significado del saludo
hitleriano. Hay millones detrás de mí».
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Después de la guerra se encubrieron cuidadosamente estas relaciones. Los industriales con vínculos nazis a menudo recibieron penas leves o fueron completamente absueltos en los juicios de Núremberg. La élite alemana de banqueros y propietarios de fábricas que habían ayudado a Hitler a llegar al poder quedó en gran parte impune gracias a la protección de la fuerza de ocupación estadounidense.
El "papel olvidado" de la Unión Soviética. Las Mujeres Heroínas.
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Las heroínas y héroes silenciados
No solo el ejército soviético, sino también millones de personas civiles,
partisanas
y partisanos contribuyeron a la
derrota del fascismo. La resistencia tuvo mucha fuerza en Yugoslavia, Francia, Italia, Grecia y
otros países europeos.
Comunistas, sindicalistas, obreros y
estudiantes arriesgaron sus vidas en actos de sabotaje,
huelgas, redes clandestinas y resistencia armada. Las y los combatientes de la resistencia hacían
contrabando de alimentos, escondían fugitivos y ofrecían resistencia en un momento en que resistir
significaba tortura o muerte.
Esa resistencia
contó con un amplio apoyo popular. La
famosa huelga
de mayo de 1941 en Bélgica
(del 10 al 18 de mayo), en la que
cientos de miles de personas trabajadoras
dejaron de trabajar en protesta
contra los nazis, fue uno de los
mayores actos de resistencia en la Europa ocupada.
Sin embargo,
estos actos a menudo han desaparecido
de la historiografía oficial, al
igual que se silencia sistemáticamente o
se niega el papel de las personas comunistas en la resistencia.
Para
honrar a esos héroes y heroínas de la resistencia
y mantener viva su memoria, en Bélgica
existe la iniciativa Héroes de la Resistencia, fundada por el
historiador Dany Neudt y el escritor
Tim Van Steendam. Desde agosto
de 2022 la organización publica
diariamente breves biografías de combatientes de la resistencia en su sitio web y redes sociales para dar a
conocer así sus historias.
El papel histórico que cumplió la Unión Soviética. URSS. más de 26 millones de Ciudadanos, Ciudadanas, el Ejercito Rojo, entregaron su vida en una Guerra que fue también Ideológica Política, pretenden ser olvidados.
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La importancia de la memoria
Las lecciones de entonces son más actuales que nunca hoy en
día. El avance de la extrema derecha
en Europa, la normalización del discurso del odio y de los líderes autoritarios constituyen una amenaza para las libertades conquistadas por las que
tantos y tantas dieron la vida.
Además, la guerra en Ucrania ha llevado a una peligrosa forma de reescritura
histórica. En nombre de la lucha contra Putin, cualquier referencia
al pasado soviético se vuelve
sospechosa, de modo que conmemorar
la victoria soviética sobre la Alemania
nazi de pronto se considera una «glorificación
de Rusia».
De este modo, el
homenaje a los libertadores de Europa
corre el riesgo de ser reemplazado por
una amnesia selectiva y una distorsión que alimenta el extremismo en lugar
de combatirlo. La verdad histórica no debe ser víctima de enemistades geopolíticas.
La Segunda Guerra Mundial no fue un choque de naciones, sino un enfrentamiento frontal entre ideologías. De un lado: fascismo, racismo, colonialismo y genocidio. Del otro: resistencia antifascista,
solidaridad internacional y justicia social.
Por eso,
conmemorar no es un ritual opcional, sino un acto
político. Si olvidamos quién venció realmente al fascismo, también olvidamos quiénes
están amenazados hoy. Y quiénes vuelven a beneficiarse del odio,
la opresión y la división.
Por eso, en
varios países europeos se escucha un
clamor cada vez mayor para declarar nuevamente el 8 de mayo (Día de la
Victoria) como día festivo legal y
remunerado; no como un día de
folclore, sino como un día de memoria,
reflexión y vigilancia.
No solo se
conmemora la caída de Hitler, sino
también la fuerza de la resistencia
popular, de la solidaridad entre los
pueblos y las lecciones del experimento socialista
que logró derrotar al fascismo.
Lo que nos enseña el 8 de mayo es que la
libertad no es algo obvio, sino el resultado de la lucha. Fue la Unión Soviética la que hizo los mayores sacrificios. Fueron los comunistas y los trabajadores quienes encabezaron la resistencia. Fue la solidaridad internacional la que
derrotó al fascismo.
Esa historia no debemos olvidarla. No
por nostalgia, sino por necesidad.
Marc Vandepitte es miembro de La Red de Intelectuales,
Artistas y Movimientos Sociales En Defensa de la Humanidad (REDH).
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