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“La sección séptima -con la cual cierra el documento- plantea cómo la democracia bajo el capitalismo es un imposible, si por ella se entiende el ejercicio de autogobierno sobre las condiciones mediante las cuales se reproduce la totalidad social. Señala además que la democracia presenta una forma contradictoria, porque antes que la autonomía y libertad de los individuos lo que prima es el irracional automovimiento de acumular por acumular capital, lo que no es más que su dictadura. Sin embargo, la misma forma de la democracia logra ocultar no sólo la ausencia de libertad individual, sino también la misma lucha de clases, en cuanto se presenta como el mecanismo por el cual las personas y sus organizaciones fijan reglas colectivas en las que prima el dialogo, el respeto y las reglas de la competencia que caracterizarían el proceso político. Y precisamente frente a esa forma contradictoria que constituye la democracia bajo el capitalismo es que las posturas proletarias deben ajustar sus formas de lucha. Porque en tanto tiene por función principal el justificar y legitimar la división social y la explotación, se ve forzada a ampliar derechos y formas de participación, condición que posibilita la construcción de espacios vitales para el desarrollo de la organización proletaria y popular.
Esta lucha se destinada a consolidar posiciones orientadas a
forjar nuevas relaciones sociales y
una democracia con contenido real,
esto es dirigida a derrumbar los
estrechos límites formales que impone la dictadura del capital. “Luego
entonces –afirma la revista- se
construye y ganan espacios sabiendo que se trata de victorias siempre parciales
por cuanto deben desenvolverse al interior de las relaciones y del poder que
caracteriza al mundo capitalista y su democracia formal limitada. De allí la
consigna orientadora de esforzarse por llevar hasta sus límites a
la democracia formal que impera bajo el capitalismo, en la intención de que puedan brotar las nuevas formas superadoras”.
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RESEÑA DE «EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE LA DEMOCRACIA BAJO EL CAPITALISMO».
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Por Susana Gómez | 05/05/2025 | Cultura
Fuentes.
Revista Rebelión lunes 5 de mayo del 2025.
El
Centro de Pensamiento Praxis acaba de publicar su Revista Proletaria Nº
16, en la que
explora la transformación de la democracia
desde el surgimiento del capitalismo. La importancia de su contenido es de gran
relevancia porque desde la crisis mundial
de 2008 se ha renovado la discusión sobre la crisis de la democracia y en forma más reciente
crecen los temores ante el ascenso de formas autoritarias de corte
fascista en el mundo. De allí que, si bien se trata de un contenido que
le demandará un poco de esfuerzo, la
misma trascendencia política motiva
su lectura, la que también esperamos animar con esta breve reseña.
El
documento inicia
señalando las raíces de la moderna democracia y su impacto en las revoluciones burguesas del siglo XIX.
Luego reseña sus avances entre los siglos
XIX y XX, considerando los giros y reinterpretaciones desde el pensamiento
posmoderno a fines del siglo XX,
para luego elevar una crítica de sus limitaciones desde la perspectiva marxista. Finalmente se orienta a identificar la
necesidad de una transformación social
fundamental para alcanzar un tipo de democracia que posibilite formas reales de
autogobierno.
En
su primera sección, la
revista plantea los profundos cambios que correspondieron a la crisis del feudalismo y la transición al capitalismo en
Europa Occidental entre los siglos XV al XVIII, que marcaron un
periodo de transformación radical, tanto en la sociedad, como en las
concepciones prevalecientes sobre el mundo. Humanismo, Renacimiento, Siglo de
las Luces y revoluciones científicas hacen parte de los movimientos y
cambios en la mentalidad social, que coincidieron con avances en la manufactura y desembocaron en la
primera revolución industrial y la
transición a la gran industria con la que se consolidó la relación capitalista. Durante ese largo periodo
de crisis/transición se
logra asimilar que la actividad humana transforma tanto el entorno físico como
la organización social y, en consecuencia, se
derrumba la vieja concepción creacionista del mundo y del ser humano,
erigiéndose la concepción aún dominante en que el «hombre» o el individuo son el centro o basamento de la nueva
sociedad burguesa.
Destaca a su vez, que el paso del poder a la clase capitalista sólo fue posible mediante grandes revoluciones políticas -destacándose la inglesa (1642-1651), la americana (1775-1783) y la francesa (1789-1899)- o mediante transformaciones por arriba, tal como sucedió en la unificación de Alemania e Italia. Sin embargo, lo que resultó común a todas ellas es que se fue imponiendo, como un hecho natural, la conformación de la sociedad a partir de individuos, a quienes se les supuso dotados de razón y libertad, cualidades desde las cuales se pasó a justificar la democracia en su sentido liberal. Por tanto, la “aceptación” del individuo como soberano, autónomo y libre es la clave sobre la cual se levantó el discurso de la república (res-publica) y la democracia burguesa, supuestamente sustentada en contratos sociales que establecerían esos individuos.
No
obstante, el largo
periodo de crisis/transición mediante el cual se derrumbó el viejo orden feudal
dio lugar a otra forma principal de explotación y dominación
política, en la cual la nueva clase burguesa amplía su poder mediante la explotación
del proletariado. Luego la vieja división de la sociedad entre clases sociales logró mudar su forma a otras en las
que la explotación y dominación no
se muestran en toda su crudeza. Y tal resultado no puede ser expuesto a la luz del día, en tanto
choca totalmente contra la promesa de libertad, igualdad y
fraternidad, que debía caracterizar,
supuestamente, el resultado de las revoluciones
políticas que dieron forma a la nueva y moderna sociedad.
De
allí que la dificultad a la que se enfrentaron los pensadores de la época,
principalmente filósofos y economistas,
fue como justificar adecuadamente que individuos separados y egoístas daban
lugar al gobierno y al Estado. La
presunta solución descansó en suponer a la razón como
intermediadora en los choques entre los individuos, es decir entre la división
de la sociedad. De esa manera, la democracia comenzó a ser parte del discurso
con el cual la burguesía pasó a
justificar su nuevo poder y sobre todo a naturalizar y ocultar la reproducción
de la división social de clases.
En
su segunda sección se
explica que fue la pertinente crítica de Engels
y Marx la que permitió señalar los vacíos y contradicciones inherentes a la
concepción burguesa. En particular
los escritos del joven Marx dan
cuenta cómo la concepción liberal del derecho sólo protege a los propietarios
mientras niega los derechos de la comunidad pobre. Además, logra plantear que es imposible comprender adecuadamente al Estado y sus instituciones sin
explicar las relaciones sociales correspondientes a las condiciones materiales de producción.
Marx explicó que en el capitalismo la producción se realiza en
forma individual y descentralizada y, por eso mismo, el producto del
trabajo humano toma necesariamente la forma de mercancía. Dada
esa condición, el producto del trabajo sólo se puede relacionar e intercambiar bajo la mediación del dinero. Tal tipo de relaciones son las que
desencadenan que “el individuo” sólo
tenga existencia en tanto propietario de
mercancías, condición que posibilita la apropiación, atesoramiento y
utilización del dinero como medio para comprar medios de producción y fuerza de
trabajo, los que serán dispuestos para generar y succionar un plus-valor, base de la ganancia
capitalista.
Luego
allí se destaca que el capital es una relación social que
permite que unos exploten a otros, caracterizada, además, por la necesidad de acumulación incesante. Por eso, tanto
los capitalistas como los proletarios están sujetos a relaciones y
dinámicas de producción y reproducción social que no gobiernan, porque
la competencia obliga a generar
permanentes procesos de innovación en los que sistemáticamente se utilizan más medios de producción y
menos trabajadores directos,
dando como resultados mayor cantidad
de proletarios en desempleo,
concentración acentuada de capital y recurrentes crisis de acumulación.
Es por esto que la soberanía y
libertad del individuo son mera apariencia, en tanto son las leyes de
acumulación las que realmente los determinan. Es por eso que la sociedad reproduce su división en clases
y el poder del capital resulta legitimado y reforzado por el
derecho burgués. De allí la conclusión de que la democracia bajo el
capitalismo cumple la función de legalizar y legitimar la relación social
de explotación.
En
la siguiente
sección, la revista nos lleva a transitar por los cambios políticos y sociales
que se sucedieron desde la segunda mitad
del siglo XIX hasta fines del siglo
XX. De un lado señala las vicisitudes por medio de las cuales se
consolidaron las repúblicas europeas y cómo en medio de ellas las luchas del
proletariado y de otros segmentos de la sociedad resultaron
vitales para ampliar los derechos
civiles, políticos y sociales.
Destaca cómo la Revolución Rusa de 1917
se convirtió en una fuente de presión
para los países capitalistas y cómo a raíz de ella, estos procuraran integrar al proletariado a través de la extensión
de las políticas del Estado del Bienestar, condiciones que la misma
burguesía se ha encargado de demoler
desde fines del siglo XX, a fin de administrar la crisis de acumulación de
capital.
Así
mismo, en la sección cuarta
se señala que la crisis de la democracia
representativa y burguesa ya tiene presencia
desde inicios del siglo XX. Allí se explora rápidamente varias vertientes que se abocaron a explicarla,
iniciando con los conceptos propuestos por Weber,
y pasando por los aportes de Carl Smith, Adorno y Horkheimer, C. W. Mills, R.
Dalh hasta llegar los análisis de N.
Bobbio y G. Sartori, a final del siglo XX. Un elemento común a las diversas
tendencias fue el identificar la separación
entre las élites y las mayorías populares como fuente de esa crisis, sin
embargo, lo interesante de la sección es
que identifica cómo las posturas liberales reculan frente al contenido
clásico de la democracia, para en su versión de la democracia procedimental reducirla a meros mecanismos de competencia para tomar
decisiones colectivas, limitándose abiertamente a justificar los precarios
resultados históricos.
La
sección quinta
aborda las reformulaciones de la democracia desde las tendencias
postmarxistas y posmodernas, predominantes a fines de siglo XX. El documento expone brevemente el recorrido mediante el cual se cuestiona
el esquema de pensamiento moderno, al hacer énfasis en la imposibilidad de conocer lo real y en
su lugar establecer las bases de lo que serían las interpretaciones, en tanto el “ser humano” estaría siempre atrapado
en la cárcel perpetua del
universo simbólico, condición de la que también se sigue el predominio de la
pura contingencia o accidentalidad en los cambios sociales, y de la cual se
deriva cierta tendencia que promueve la
inacción social. Se destaca entonces que, si bien las tendencias posmodernas han permitido construir novedosos conceptos
de la democracia, como una especie de proceso permanente,
y por ese medio ampliar el reconocimiento
de ciertas diferencias sociales y
ampliar derechos a las “minorías”,
su permanente olvido de las condiciones materiales sobre
las cuales se erige la actual sociedad
condujo a que su perspectiva se desvinculara de la necesidad misma de superar
la relación capitalista.
El
documento hace énfasis en
la crítica
de Marx al pensamiento burgués, que reduce las relaciones sociales a meros conceptos.
En ese sentido, destaca como para Marx
los conceptos “pasan a ser formas mentales aceptadas por la sociedad” tornándose
por ello como objetivas y constitutivas
de las mismas circunstancias materiales. Sin embargo, el análisis de la realidad de Marx discurre sobre el
propio movimiento del capital y
sus contradictorias relaciones constitutivas, de allí que pueda identificarlo
como una fuerza sustantivada (o autonomizada) que impone a
toda la sociedad su irracional principio de acumular para
acumular. Con lo cual el capital
no es un mero concepto, no se limita a un relato, sino que es una relación social objetiva, residiendo allí todo
el debate, puesto que es realmente posible identificar las tendencias o
regularidades con las cuales se desenvuelve, las que pasan por una nueva etapa de crisis/transición –esto es una etapa revolucionaria- en medio de la cual mejoran las
condiciones para que la clase la
proletaria intente que el potencial cambio histórico realmente suceda.
La
sección séptima
-con la cual cierra el documento- plantea
cómo la democracia bajo el capitalismo es un imposible, si por
ella se entiende el ejercicio de
autogobierno sobre las condiciones
mediante las cuales se reproduce la totalidad social. Señala además que la democracia presenta una forma contradictoria, porque antes que la autonomía
y libertad de los individuos lo que prima
es el irracional automovimiento de
acumular por acumular capital, lo que no es más que su dictadura. Sin embargo, la misma forma de la democracia logra ocultar no sólo la ausencia de libertad individual, sino
también la misma lucha de clases,
en cuanto se presenta como el mecanismo por el cual las personas y sus organizaciones fijan reglas colectivas en las que prima el dialogo, el respeto y las reglas de la competencia que
caracterizarían el proceso político.
Y
precisamente
frente a esa forma contradictoria que
constituye la democracia bajo el capitalismo es que las posturas proletarias deben ajustar sus formas de lucha. Porque en tanto
tiene por función principal el justificar y legitimar la
división social y la explotación, se ve forzada
a ampliar derechos y formas de participación, condición que posibilita la construcción de espacios
vitales para el desarrollo de la organización
proletaria y popular. Esta
lucha se destinada a consolidar posiciones orientadas a forjar nuevas relaciones sociales y una democracia con contenido real, esto es
dirigida a derrumbar los estrechos
límites formales que impone la dictadura del capital.
“Luego entonces
–afirma la revista- se construye y ganan espacios sabiendo que se trata de
victorias siempre parciales por cuanto deben desenvolverse al interior de las
relaciones y del poder que caracteriza al mundo capitalista y su democracia
formal limitada. De allí la consigna orientadora de esforzarse por llevar hasta
sus límites a la democracia formal que impera bajo el
capitalismo, en la intención de que puedan brotar las nuevas formas
superadoras”.
En
este marco de lucha -advierte el documento siguiendo a Engels- la burguesía
puede romper su propia legalidad y fijar
formas plenamente autoritarias y
fascistas, tendencia que hay que se está fortaleciendo en algunas áreas del mundo, y frente a la cual hay que recordar que la forma específica que asume
la dominación política mediante la democracia es de gran importancia para
el subsecuente desarrollo de las luchas proletarias.
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