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Esa es la antesala a una charla con uno
de los pensadores más prolíficos de la historia contemporánea, que a los 83 años mantiene incólume el fanatismo por su trabajo
y su acérrima crítica a las políticas de Estados Unidos. Chomsky -considerado el padre de la lingüística moderna, filósofo y
activista- repasa los eventos que sacudieron el planeta en los últimos
años, reflexiona sobre el futuro y ofrece, sin sutileza, un panorama cuando
menos lúgubre. "Si miro el mundo
objetivamente, por momentos no dar tregua a la realidad o a la humanidad. Crudo y punzante, Chomsky b.
Pero luego, cuando habla de las luchas protagonizadas por cientos de miles
de jóvenes en Medio Oriente, Europa,
Estados Unidos, México o Chile, suelta algo de optimismo, quizás empujado
por su espíritu anarquista. No lo expresa con gestos o cambios en su tono de
voz, y recuerda luchas del pasado, los
cambios que vio como profesor en Cambridge, el movimiento por los derechos
civiles o el feminismo, y repite, varias veces, dos cosas: no se puede vislumbrar el desenlace de las
batallas actuales, y ese desenlace depende de la gente. Del 99%, no del 1% que
el movimiento Occupy Wall Street puso en el banquillo.
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NOAM CHOMSKY: El intelectual que revolucionó la lingüística
moderna en los años 60 ha sido un feroz crítico de Estados Unidos, en
particular, de su política exterior. "La mejor forma de evitar el
terrorismo es dejar de practicarlo".
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ENTREVISTA AL INTELECTUAL NOAM CHOMSKY”:
“La democracia debe sustituir a la
hegemonía de los Estados Unidos”.
*****
Rafael Mathus Ruiz.
La Nación. Rebelión lunes 30 de julio del 2012.
El
intelectual norteamericano, siempre crítico de las políticas de su país, se
entusiasma con los movimientos de protesta popular en varios lugares del mundo,
mientras advierte sobre un planeta en riesgo ecológico: "Podemos estar
yendo a un precipicio", afirma.
Cinco
estantes cargados de libros recorren una pared de punta a punta en las oficinas
de Noam Chomsky en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Cada tanto,
se ven etiquetas escritas a mano con un marcador, pegadas en los estantes con
cinta adhesiva transparente: 1955, 1975, 1993, y así, hasta llegar casi hasta
el presente. Descansan allí más de cien títulos, algunos en inglés, otros en
español, japonés, hebreo o árabe. Todos llevan el nombre del mismo autor: Noam
Chomsky.
Esa es la
antesala a una charla con uno de los pensadores más prolíficos de la historia
contemporánea, que a los 83 años mantiene incólume el fanatismo por su trabajo
y su acérrima crítica a las políticas de Estados Unidos. Chomsky -considerado
el padre de la lingüística moderna, filósofo y activista- repasa los eventos
que sacudieron el planeta en los últimos años, reflexiona sobre el futuro y
ofrece, sin sutileza, un panorama cuando menos lúgubre. "Si miro el mundo
objetivamente, creo que será un milagro si los seres humanos sobreviven en un
mundo decente dentro de cien años", afirma.
Crudo y
punzante, Chomsky parece por momentos no dar tregua a la realidad o a la
humanidad. Pero luego, cuando habla de las luchas protagonizadas por cientos de
miles de jóvenes en Medio Oriente, Europa, Estados Unidos, México o Chile,
suelta algo de optimismo, quizás empujado por su espíritu anarquista. No lo
expresa con gestos o cambios en su tono de voz. Mantiene, siempre, la misma
cordialidad. Sólo identifica progresos sutiles, y recuerda luchas del pasado,
los cambios que vio como profesor en Cambridge, el movimiento por los derechos
civiles o el feminismo, y repite, varias veces, dos cosas: no se puede
vislumbrar el desenlace de las batallas actuales, y ese desenlace depende de la
gente. Del 99%, no del 1% que el movimiento Occupy Wall Street puso en
el banquillo.
La
entrevista con Chomsky comenzó con una recomendación, implícita, a un libro: Falla
de diseño ( Failure by design ), de Josh Bivens, economista
integrante del Instituto de Política Económica, un centro de investigación que
hizo varios análisis sobre la rampante desigualdad de Estados Unidos mucho
antes de que cientos de jóvenes acamparan en el Parque Zuccotti, en Nueva York.
"Recorrieron
las políticas de los últimos 30, 35 años, y las describieron como un fracaso,
pero un fracaso clasista. Hay una falla de diseño, que surge de las clases
sociales, que refleja las preocupaciones y los intereses de quienes diseñaron
esas políticas. Para ellos, ha sido un gran éxito. Si se utiliza el imaginario
del movimiento Occupy... , que por supuesto es sólo imaginario, para el
1% es un gran éxito; para el 99%, es un fracaso. Pero eso es lo que cabría
esperar. Las políticas están determinadas por un estrecho sector de poder y privilegio.
Funcionan para ellos, pero mire lo que sucede para todos los demás."
Esa falla de
diseño, sostiene Chomksy, es la que llevó a cientos de miles a rebelarse en
varios rincones del planeta.
¿Está
despuntando un nuevo modelo? En busca de algunos indicios en ese sentido,
Chomsky menciona, primero, algunas "propuestas de políticas", como
ciertas reformas al corazón de Wall Street, o medidas para atacar la corrupción
corporativa, que comenzaron a surgir tras la gran recesión de 2008. Luego, habla
de un cambio "profundo, mucho más profundo", que él ve como lo más
significativo del movimiento Occupy Wall Street : el desarrollo de
comunidades.
"Eso es
bastante significativo. Este es un país altamente atomizado. Las personas están
básicamente solas. Se puede odiar todo lo que está pasando, pero no se cree que
se pueda hacer nada al respecto. Romper con eso, y construir comunidades de
apoyo mutuo en todo el país, eso en sí mismo es un avance significativo. Si
puede ser sostenido ante la represión previsible, y puede crecer, puede hacer
una gran diferencia."
Sobre esa
idea, agrega que hay nuevos modelos que han ganado atención: el desarrollo de
empresas en manos de trabajadores, de tipo cooperativo. "Eso parece estar aún en una etapa muy temprana, pero podría desarrollarse.
Y no es una utopía. Podría ocurrir", afirma.
En América Latina, los ciudadanos de hoy tenemos una gran responsabilidad política de carácter estratégico, la lucha permanente por transformar la democracia liberal representativa, en una Democracia de Ciudadanos, profundizando las prácticas participativas, ampliando los espacios para la comunicación intercultural, forjando un nuevo Liderazgo y descentralizando la representación, consenso en las decisiones, acuerdos y resoluciones políticas".
*****
-¿Cómo cree que será el desenlace de este conflicto entre la sociedad
civil y el poder tradicional que se ve en las protestas en distintos lugares
del mundo?
-Nunca se
pueden predecir esas cosas. Si alguien hubiera preguntado hace un año qué
pasaría si un par de jóvenes ocupaban el Parque Zuccotti, la predicción
racional, lo que yo hubiera dicho, es que iban a ser expulsados por la policía
al día siguiente y que todo habría terminado. Bueno, eso no sucedió. Se
encendió. Acabo de reunirme con un grupo de activistas de Chile. Si alguien
hubiera preguntado un año y medio atrás qué pasaría si un grupo de estudiantes
marchara en las calles para oponerse al grotesco costo de la educación y su
sistema educativo clasista, hubiera recibido la misma predicción. No pasará
nada. Pero resulta que sí pasó, lleva años, atrajo a otras personas, y está
desafiando las bases del régimen que dejó Pinochet por primera vez. Y lo mismo
en la Plaza Tahir. ¿Quién puede hacer predicciones? El desenlace dependerá de
lo que haga la gente.
-¿Cuál es el cambio más significativo que provocaron las protestas?
-Hay varias
diferencias entre Egipto, España, Chile, Estados Unidos y los demás. Pero hay
algunos elementos comunes. En su mayor parte, es una rebelión contra el
neoliberalismo, que fue un fracaso por su diseño. Es un sistema diseñado para
el beneficio de un pequeño sector de privilegio y poder. Ha sido un desastre en
casi todas partes. Después de un par de décadas de graves, graves desastres,
finalmente, hace unos diez años, América latina ha ido levantándose. La
Argentina fue uno de los primeros, de hecho. Pero Bolivia, Ecuador, Venezuela,
Brasil, han estado saliendo. En Africa del Norte, en la "primavera
árabe", una gran parte de las revueltas fueron en contra del
neoliberalismo. Las medidas neoliberales han sido impuestas por los culpables
de siempre: el FMI, el Banco Mundial, el Departamento del Tesoro, y así
sucesivamente. Los países fueron muy elogiados por las instituciones internacionales,
como la Argentina, que fue alabada por su economía magnífica justo el día antes
de que se derrumbara totalmente. Eso es normal. Y, de hecho, el sistema fue
bueno para algunos. Hubo crecimiento, y el crecimiento fue, como de costumbre,
muy concentrado. Para la mayoría de la población, significó el estancamiento, y
la disminución o eliminación de los sistemas de apoyo, las consecuencias
habituales. También la corrupción, tremenda, que siempre viene aparejada. Y la
población simplemente se levantó contra eso. En Túnez, y lo mismo en España y
Grecia, y los Estados Unidos y Chile. Hay variantes diferentes, pero la misma
falla de diseño.
-En América latina muchos ven dos modelos, uno vinculado a Venezuela y
el otro a Brasil, ¿cuál cree que puede prevalecer?
-Depende de
dónde estén las presiones y de lo que haga la gente. Otro modelo es la
Argentina. Canceló, en efecto, su deuda, ante el rechazo de las instituciones
internacionales y la denuncia de los economistas que advertían que iba a ser un
desastre total. Pero la diferencia más extrema que yo veo es entre Bolivia y
Colombia. En Colombia, por primera vez hay una voluntad seria de condenar las
atrocidades de los paramilitares. Washington está siendo expulsado de todas sus
bases militares en América latina, aunque está tratando de mantenerse en
Colombia. Brasil es un caso interesante. En el discurso contemporáneo de
Estados Unidos, es el buen ejemplo. Pero si uno echa un vistazo a las políticas
de Lula, no son muy diferentes de las del gobierno de [João] Goulart en la
década del 60. Bueno, la reacción de los Estados Unidos en ese momento fue
organizar un golpe que estableció el primer Estado de seguridad nacional al
estilo neonazi en la región, y se extendió como una plaga. Ahora la reacción es
darle una palmada en la cabeza y decir "ustedes son los chicos
buenos". Eso es un signo de los cambios. El poder de Estados Unidos para
intervenir no es cero, pero ha declinado, y la conciencia es cada vez mayor en
América del Sur, y, en cierta medida, en América Central, de que no se tiene
que aceptar esa dominación.
-¿Quién cree que puede sustituir a los Estados Unidos?
-En un
escenario óptimo, lo reemplazarán los propios países. Es como preguntar quién
debe sustituir a una dictadura. Bueno, no otra dictadura. La democracia y la
libertad deben sustituir la hegemonía de Estados Unidos. No hay necesidad de
una hegemonía mundial. Y no hay nadie en el horizonte. El poder de los Estados
Unidos está disminuyendo, pero Estados Unidos es abrumadoramente más poderoso que
cualquier otro país del mundo.
-Pero, ¿cree que es esperable que el multilateralismo tenga éxito? Vemos
estancamiento en Siria, la cumbre de Río fracasó, y en Europa, los líderes no
parecen atinar a dar una respuesta contundente...
-En Europa
hay más fallas de diseño. Las políticas de austeridad en la recesión casi con
garantía dañarán a las economías, aunque el Banco Central Europeo está
empezando a reconocer eso. Es una falla clasista que perjudica a la población y
está desmantelando el contrato social. Los derechos laborales están siendo
destruidos. El poder privado ha aumentado. No tiene que ser así, hay otras
opciones. De hecho, Estados Unidos tuvo una política más progresista que Europa
continental para responder a la crisis. Eso no es muy bueno, pero al menos es
algo. Hubo medidas aquí para evitar la depresión. Y hay un crecimiento muy, muy
lento. Europa es lo contrario, se dirige hacia una depresión. Ahora está
cambiando, y se está hablando de hacer lo que debería haber hecho en primer
lugar. Pero éstas son opciones. No son leyes de la naturaleza.
-¿Es optimista respecto del futuro?
-Si miro el
mundo objetivamente, creo que será un milagro si los seres humanos sobreviven
en un mundo decente dentro de cien años. No por lo que estamos hablando. Estas
son cosas que se pueden solucionar. Creo que con mejores políticas se podrían
mitigar algunos de estos problemas, tal vez cambiarlos radicalmente si hay, por
ejemplo, un movimiento serio que se proponga trabajar en empresas que estén en
manos de comunidades. Pero hay otros problemas que no son fáciles de
solucionar. Podemos estar yendo hacia un precipicio. La cumbre de Río es un
buen ejemplo. No pasó nada. Había aspiraciones muy bajas, y los resultados
fueron irrisorios. Somos como lemmings caminando a un precipicio. Es un
problema muy serio.
-¿Cómo se puede evitar eso?
-Puede ser
demasiado tarde para evitarlo. Pero una cosa es clara: cuanto más esperemos,
más duro será. Y vamos en la dirección equivocada. Hay un montón de entusiasmo
y euforia ahora por las nuevas fuentes de combustibles fósiles, por ejemplo en
Brasil y en Estados Unidos. De hecho, Obama habló con mucho entusiasmo de que
podamos tener un siglo de independencia energética debido a la explotación de
combustibles fósiles. The Financial Times publicó un informe sobre las grandes
perspectivas para el siglo de la independencia energética de los Estados
Unidos. La única cosa que ninguno de ellos preguntó es ¿qué clase de mundo va a ser después de un siglo de explotación de los
combustibles fósiles, que están destruyendo el medio ambiente?
La democracia yanqui, la democracia de los misiles y la guerra tiene que se desterrada para siempre, pero con el trabajo, decisión y mayor participación ciudadana, políticas de consenso y liderazgo comunitario".
***
-Lleva más de medio siglo en el MIT, ¿no cree que las nuevas
generaciones, los jóvenes, sus alumnos actuales, puedan resolverlo?
-No se puede
predecir eso. Cuando llegué aquí, en los 50, era una década muy pasiva. No
pasaba nada. Si usted caminaba por los pasillos del MIT cuando llegué aquí en
1955, veía hombres blancos bien vestidos, obedientes, indiferentes, haciendo su
tarea, sin interés en nada. Dé un paseo por los pasillos ahora. La mitad son
mujeres, un tercio son minorías, y hay una gran cantidad de activismo
estudiantil en todo tipo de temas. Hay un grupo dedicado al cambio climático
aquí, muy bien considerado, que disiente del consenso internacional porque lo
considera demasiado conservador. Piensan que la situación es mucho peor que lo
que se cree. Estos cambios son muy significativos. ¿Podría alguien haberlos
previsto? No.
-Usted dijo que el progreso es lento, pero dramático en períodos largos
de tiempo. Después de la crisis global, ¿qué progresos cree que ha hecho el
mundo?
-Hay
progresos. Por un lado, el discurso general, incluso en los medios
tradicionales, y en los medios económicos, ha cambiado. Ahora hay atención en
temas que estaban ocultos hace un año, temas como la desigualdad, la corrupción
corporativa, el vapuleo del proceso político con la cantidad de elecciones que
se compran. También el tema ambiental se ha acercado al primer lugar de la
atención pública y al centro de las preocupaciones. Eso ya es un cambio. ¿Puede
haber un cambio en la implementación de políticas? No en tres meses. Hay que
ver. Hay ejemplos para pensar. Tome 1960. Cuatro estudiantes negros de un
colegio negro en Carolina del Norte se sentaron en una cafetería y pidieron ser
servidos, algo que era ilegal. Fueron arrestados, por supuesto, y tratados de
manera muy dura. Eso podría haber sido el final, al igual que el Parque
Zuccotti podría haber terminado el primer día. Bueno, no lo fue. Otros los
reemplazaron. Muy pronto el movimiento popular se expandió y se introdujeron cambios
sustanciales. Eso no se podía predecir. Más tarde, en la década de 1960,
pequeños grupos de mujeres, jóvenes sobre todo, comenzaron a formar grupos para
crear conciencia, en los que hablaban acerca de si la represión bajo la cual
vivían era una ley de la naturaleza. Muy pronto, usted tuvo un movimiento
sustancial de mujeres que probablemente cambió la cultura en todo Occidente más
que cualquier otro movimiento. No se pueden predecir estas cosas. Yo estaba en
Argentina en 1999, y no había forma de predecir lo que pasó en la década
siguiente. Fue una sorpresa total.
-Habla sobre todo de fenómenos que pasaron en Estados Unidos. En 2003,
dijo que era el mejor país del mundo. ¿Aún lo cree?
-Dije que en
algunos aspectos, lo es. Hay aspectos en los que es el país más libre del
mundo, con un montón de buenas características. Hay otros aspectos en los que
ha hecho cosas terribles.
MANO A MANO
En su
oficina, Noam Chomsky vive rodeado de libros, plantas y fotos de su mujer, sus
hijos y sus nietos. Una imagen gigantesca del filósofo Bertrand Russell domina
el ambiente. En la entrada, colgada al lado de la puerta, está enmarcada la
portada de la revista The American Prospect de abril de 2005. "Entre
Chomsky y Cheney", reza el título, acompañado de una caricatura en la que
ambos se miran con furia.
El
intelectual que revolucionó la lingüística moderna en los años 60 ha sido un
feroz crítico de Estados Unidos, en particular, de su política exterior.
"La mejor forma de evitar el terrorismo es dejar de practicarlo",
atizó, luego de los atentados del 11-S. Chomsky no ha atenuado sus críticas:
hace poco, dijo que el presidente Barack Obama era peor que George W. Bush, y
que sólo lo votaría si Massachusetts fuera un Estado en disputa, con el fin de
impedir el regreso de los republicanos a la Casa Blanca.
Vestido con
pantalón y camisa de jean y zapatillas blancas, se lo ve un poco más gordo que
hace unos años. Chomsky revela en seguida su cordialidad cuando interrumpe la
primera pregunta para pedirle a este corresponsal que le cuente sobre su vida.
Luego, generoso, deja que la charla se estire unos minutos más allá de los 20
acordados en un intercambio de correos electrónicos con su asistente, Bev Stohl, y se
presta para algunas fotos mientras intenta comunicarse por Skype con una alumna
en Europa para discutir su tesis.
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