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No estamos diciendo que en nuestros Estados capitalistas (hablamos de
Latinoamérica), antes el “asesinato” de la
subjetividad social no existiera, pero, y aquí conviene una muy breve
reflexión: las luchas dadas por los
trabajadores y los estudiantes (sólo para recordar, estamos pensando en
Argentina; anarquistas, sindicalistas de fines del siglo XIX y principios
del XX; - aún con la Semana Trágica a cuestas - y la autonomía universitaria en 1918), lograban reacomodar algunas
fichas del tablero estatal para continuar la pulsión de la partida. El
discurso del Estado se impone de manera “natural” con sus mecanismos y estructuras institucionalizadas; entre las más
importantes: la escuela.
Y Marx (1) dijo al respecto: “Eso de educación popular a cargo del
Estado es absolutamente inadmisible. Una cosa
es determinar, por medio de una ley general, los recursos de las escuelas
públicas, (...) y otra cosa completamente distinta es nombrar al Estado
educador del pueblo. Lo que hay que hacer
es más bien substraer la escuela a toda influencia por parte del gobierno y de
la Iglesia. ... el Estado es el que necesita recibir del pueblo una
educación muy severa”. Incluso el escritor austríaco, Tomas Bernhard (2) dijo: “La escuela es la escuela del Estado, donde se
hace de los jóvenes criaturas del Estado. Cuando entraba a la escuela,
entraba en el Estado (...) y me ha
vuelto dócil a él, y ha hecho de mí un hombre estatizado, un hombre
reglamentado y registrado y dirigido...”, seguramente parece exagerado y mueva a la
sonrisa, pero si pensamos detenidamente tanto el enunciado de Marx como el de
Bernhard...
/////
El acuerdo entre lo estatal y lo privado.
***
VOCES: Lo estatal y lo
privado / Lo público y lo íntimo (una aproximación).
*****
Darío
Balvidares
El Estado es una comunidad
humana que
reivindica con éxito el
monopolio de la
violencia física en un
territorio
determinado.
Max Weber
ARGENPRESS.info
Martes 31 de julio del 2012.
La idea de este artículo es continuar
con la búsqueda que muchos estamos realizando, con aportes no sólo desde el
campo de la educación, sino desde distintas áreas relacionadas con el campo
social y en especial con el campo popular; resignificando, o mejor, buscando
nuevos sentidos que nos permitan continuar abonando el pensamiento y la
práctica crítica frente a la producción simbólica del discurso dominante que
desde sus estructuras y mecanismos específicos institucionaliza tanto la
violencia física como la simbólica: el Estado.
Estamos hablando, en este artículo, del Estado de las democracias modernas y liberales; cuanto más hoy, pensando junto con Noam Chomski, de las democracias empresariales que desde mediados de los años ’80 del siglo pasado se instalaron con el proceso político llamado globalización, hacia su superación absoluta: el Mercado, como máscara de dominación mundial.
Estamos hablando, en este artículo, del Estado de las democracias modernas y liberales; cuanto más hoy, pensando junto con Noam Chomski, de las democracias empresariales que desde mediados de los años ’80 del siglo pasado se instalaron con el proceso político llamado globalización, hacia su superación absoluta: el Mercado, como máscara de dominación mundial.
Y es en ese el contexto en el que se
travisten las “nuevas” formas de esclavitud que operan en el imaginario social:
laboral (físico) y cultural (simbólico), para resumir.
No estamos diciendo que en nuestros
Estados capitalistas (hablamos de Latinoamérica), antes el “asesinato” de la
subjetividad social no existiera, pero, y aquí conviene una muy breve
reflexión: las luchas dadas por los trabajadores y los estudiantes (sólo para
recordar, estamos pensando en Argentina; anarquistas, sindicalistas de fines
del siglo XIX y principios del XX; - aún con la Semana Trágica a cuestas - y la
autonomía universitaria en 1918), lograban reacomodar algunas fichas del
tablero estatal para continuar la pulsión de la partida.
El discurso del Estado se impone de
manera “natural” con sus mecanismos y estructuras institucionalizadas; entre
las más importantes: la escuela.
Y Marx (1) dijo al respecto: “Eso de
educación popular a cargo del Estado es absolutamente inadmisible. Una cosa es
determinar, por medio de una ley general, los recursos de las escuelas
públicas, (...) y otra cosa completamente distinta es nombrar al Estado
educador del pueblo. Lo que hay que hacer es más bien substraer la escuela a
toda influencia por parte del gobierno y de la Iglesia. ... el Estado es el que
necesita recibir del pueblo una educación muy severa”.
Incluso el escritor austríaco, Tomas
Bernhard (2) dijo: “La escuela es la escuela del Estado, donde se hace de los
jóvenes criaturas del Estado. Cuando entraba a la escuela, entraba en el Estado
(...) y me ha vuelto dócil a él, y ha hecho de mí un hombre estatizado, un
hombre reglamentado y registrado y dirigido...”, seguramente parece exagerado y
mueva a la sonrisa, pero si pensamos detenidamente tanto el enunciado de Marx
como el de Bernhard...
Estos dos enunciados nos permiten
ilustrar la hipótesis de la confusión y plantearnos algunas preguntas: ¿por qué
la educación estatal se define como pública? ¿cuál es el rol del Estado en la
Educación? O más: ¿cuál es el rol del Estado en el campo del espacio público?
Y, tal vez la pregunta que permita abrir el espacio de lo que propone poner
este artículo, entre otros conceptos, en crisis:
¿Es la voz del Estado, la voz pública?.
Es probable que se vayan sucediendo
otros interrogantes que enriquezcan la hipótesis de la confusión; pero para lo
que nos ocupa no procederemos “ordenadamente” sino, más bien tratando de buscar
el sentido de lo espontáneo, es decir, de aquello que se puede poner en
palabras porque ya ha sido un hecho; esos hechos que aunque parezcan aislados
construyen significación.
Proyecto de Estado: Breve instantánea finisecular.
Durante los ’90, la década
finisecular, se produjeron las llamadas transformaciones reconocidas como la
era neoliberal que de la mano de la estética posmoderna, estética que impone el
Mercado, con las políticas de Estado mediante, irrumpen en nuestra vida. Aquí
una salvedad, algunos de los argumentos críticos fueron: el Estado está
ausente... y por eso nos pasa lo que nos pasa: desocupación, pobreza,
indigencia...
El Estado, que no estuvo ni está
ausente, y que su presencia es indispensable para los fines políticos,
económicos y sociales, dispuso leyes que legalizaron la entrega de los activos
estatales (¿o deberíamos decir públicos?): cierre de la mayor parte de los
ramales de trenes y transferencia a intereses privados de los ramales
rentables, pero con un fuerte subsidio estatal (¿o debería decir con los fondos
públicos?, es decir nuestros, que se mantienen hoy); Repsol y otras
corporaciones se quedan con YPF, es decir con el petróleo (energía no
renovable) del Estado argentino (que estaba desde antes, el petróleo, claro;
incluso desde antes que nosotros, los humanos, habitáramos el planeta, antes de
la creación de los Estados que auguraban el bienestar general mediante la
administración de la cosa pública). Los servicios públicos se privatizaron y
continúan privatizados.
Las leyes mineras que autorizan el
desastre ambiental y el saqueo metalífero / mineral, no sólo no fueron
derogadas, sino que están en plena vigencia; al igual que las que autorizan la
entrega de las tierras fiscales (¿deberíamos decir públicas?) a los intereses
privados para “emprendimientos” particulares, incluso con la expulsión de los
Pueblos Originarios de esos territorios, violentando el derecho ancestral.
Así como la reforma educativa, que
hoy continúa su profundización puesto que esas políticas globales de
“transformación” implican compromisos del Estado a varios años con organismos
internacionales, como la UNESCO, el BID o el Banco Mundial.
Voz del Estado, voz pública.
Existen varias posiciones sobre la
noción de lo público, entre ellas la de esfera pública (Habermas) (3) que, en
una apretada síntesis, plantea que es por donde circula el discurso público,
pero no olvidemos que remite al orden burgués y en consecuencia es el discurso
de la burguesía (clase) el que circula como discurso público y se oficializa
desde el Estado.
Otra de las posiciones respecto de la
problemática que plantea el tema de la esfera pública, y básicamente desde una
mirada crítica al análisis de Habermas, es la de Nancy Fraser (4) que afirma
“que una concepción adecuada de la esfera pública requiere no simplemente una
puesta entre paréntesis de las desigualdades sociales, sino, su eliminación
(...) una multiplicidad de públicos es preferible a una sola esfera pública
(...) una concepción viable de la esfera pública debe aceptar no la exclusión
sino la inclusión de intereses y temas señalados como “privados” por la
ideología burguesa y masculinista (...) esta teoría debe hacer visible las
maneras en que la desigualdad social vicia la deliberación dentro de los
públicos de las sociedades del capitalismo tardío...”
Es importante destacar que estamos
tratando de destrabar algunas nociones que se han naturalizado desde los
efectos que históricamente ha producido el discurso del poder, que en
definitiva no es más que el discurso del Estado, donde parecen confluir una
cantidad de voces de orden privado.
La noción de privado la relacionamos
con los intereses particulares pero en función de la esfera pública, es decir
en relación con el poder del Estado que alternativamente se identifica con un
gobierno o con sectores pertenecientes a la esfera pública que compiten por el
poder.
Sin embargo, es necesario despejar
algunos otros conceptos como el de espacio público, físico o simbólico que
algunos autores lo piensan en relación con el consumo, es decir que identifican
el espacio público como el espacio del mercado.
Ahora bien, para los fines de este
artículo – muy acotado por cierto – el espacio público lo identificamos como el
lugar de la “no apropiación”, es decir, el lugar donde el sistema se disuelve
para dar lugar a la subjetividad: “Cuando el sistema se transforma en una
estructura autorreferente el ‘actor’ (el obrero asalariado, la colonia ante la
metrópolis, la mujer ante el varón, el educando ante el sistema educativo
bancario, etc.), si quiere ser fiel a su “función sistémica”, debe negar al
sujeto autoconsciente, a su subjetividad como gozo, a su corporalidad viviente.
El sistema con su “disciplina” – diría Foucault -, o con su alienación – Marx -,
o como represión pulsional – Freud -, niega la subjetividad corporal del sujeto
en nombre de la sistematicidad del sistema. Prácticamente es el dolor de la
corporalidad (el hambre del obrero, el castigo sufrido por el esclavo negro, la
violencia u humillación de la mujer, la disciplina escolar agobiante del
educando, etc.) el que significa la injusticia. El ‘cierre’ del sistema (la
institución, que de reproductora de la vida humana se convierte en victimaria)
es negación del sujeto, de la subjetividad, de la corporalidad. (...) La
víctima de la institución o del sistema autorreferente, excluida como sujeto,
subjetividad y corporalidad en el ‘actor’ funcional dominado, se ve desafiada
por su propia lengua, cultura y símbolos...”
Esta cita de Dussel (5) nos permite
ir acercándonos a lo que este trabajo intenta dejar planteado como aproximación
en otra perspectiva del debate sobre la hipótesis de la confusión. Junto con
Dussel podemos comenzar a ampliar la noción de lo íntimo como generación de lo
público y desestabilizante de las estrategias y mecanismos específicos de orden
estatizante que institucionalizan tanto la violencia física como simbólica que
de la mano de la corporación privada se alinean en la construcción y ejercicio
de poder.
Aquí haremos un señalamiento antes de
avanzar en una aproximación a la noción de lo íntimo. Fraser en su trabajo
crítico sobre la esfera pública dice: “Permítanme acordar que es central en la
versión de Habermas que la esfera pública burguesa sería un escenario discursivo
en el cual ‘personas privadas’ deliberan sobre ‘cuestiones públicas’. Hay
muchos sentidos diferentes de lo ‘privado’ y de lo ‘público’ que están en juego
aquí (...) hay otros dos sentidos de lo privado: lo referente a una propiedad
privada (...) lo referente a la vida doméstica íntima o personal...”
Acordamos con Fraser en cuanto a la
crítica que realiza sobre Habermas pero nos parece pertinente dejar planteado
que desde nuestro trabajo la noción de lo privado se relaciona con la alianza
de poder que sostiene el mundo corporativo con el Estado desde sus
instituciones. Incluso reafirmamos el concepto de privado como negación de lo
público, puesto que los intereses privados se apropian del espacio público,
para no abundar.
Dicho esto, proponemos retomar la
noción de lo íntimo, que Fraser desde su posición la reduce casi a la vida
familiar, sin embargo Dussel nos ilustra sobre la amenaza del sistema sobre el
sujeto, la subjetividad y la corporalidad; esa amenaza tiene su origen en los
cuerpos legales, es decir las leyes que surgen del parlamento como institución
del Estado y en términos de Habermas donde se constituye la esfera pública, y
donde en escasas ocasiones (por presión de contrapúblicos, lo veremos después)
esas decisiones “públicas” repercuten en el bien común.
Pero dicho de otra manera, la esfera
se cierra sobre sí misma se hace autorreferencial y paradógicamente amenaza lo
que dice representar: el espacio público y por añadidura el espacio íntimo.
Justamente, y por razones de significación no tomamos la noción de esfera
porque implica cierre; sí la de espacio en el sentido que nos permite
permeabilizar las fronteras de lo íntimo a lo público y viceversa.
La amenaza se materializa como
violencia institucionalizada desde el Estado que controla y vigila desde la
esfera pública, la territorialidad del espacio público.
Se agudiza la polémica universitaria de lo "público" y lo "privado".
Del Estado al asesinato.
Para comenzar a ampliar nuestro
análisis veamos esta reflexión de Walter Benjamin (6): “... con el derecho a
huelga se concede a las asociaciones obreras no un derecho a la violencia sino
más bien el derecho a sustraerse de la violencia (...)
En lo que respecta a las luchas de
clase, la huelga debe ser considerada (...) como un medio puro.”
El asesinato del docente neuquino,
Carlos Fuentealba, nos habilita a reflexionar sobre las nociones que este
trabajo intenta analizar (por lo menos en una primera aproximación): de acuerdo
con el desarrollo que venimos realizando, el atroz acontecimiento de Neuquén
nos permite fundamentar lo expuesto.
La huelga que venían realizando los
docentes neuquinos, en función de condiciones de trabajo y salariales los
enfrentaba al estado provincial que desplegaba de acuerdo con sus
“legitimidades” los mecanismos y estrategias represivas para “sofocar” la “violencia”
ejercida por los maestros.
Ahora bien, repasemos: la huelga es
un derecho legalizado desde la propia jurisprudencia estatal. Junto con
Benjamin sostenemos que el derecho a huelga es un derecho a sustraerse de la
violencia; pero es obvio que no lo es para el estado provincial neuquino (en lo
que concierne a este caso, para no extendernos sobre lo acontecido en la
provincia de Santa Cruz, también con los docentes, al igual que en otras
provincias argentinas; así como a nivel nacional a lo largo de nuestra
historia).
Es decir que el Estado violenta el
derecho a no violentar por parte de los trabajadores, desde la esfera pública
oficial, de donde se sigue que el accionar estatal que se resguarda con el
falso argumento de resguardar el bienestar general, no sólo expone su
connivencia con las corporaciones de intereses privados (algunas cámaras
empresariales de la región que estaban molestas con el ejercicio del derecho de
los trabajadores) sino que decide mostrar que el espacio público, es espacio estatal
y esa confusión es la que le ha permitido a los grupos privados tener el
control sobre el espacio público tanto físico, como simbólico y además decidir
cuando privatizarlo, es decir negarlo como público en función de sus propios
intereses. Al mismo tiempo, se disuelven nuestras subjetividades en la razón
estatal que nos manipula – en términos de Dussel – bajo la categoría de actores
sociales.
Del discurso íntimo al discurso público.
Desde el dolor, desde el discurso
íntimo, Sandra Rodríguez, la compañera de Carlos Fuentealba, construye discurso
público, genera espacios, donde se suman (en términos de Fraser) contrapúblicos
subalternos de la esfera pública oficial que dejan al desnudo la violencia que
legitima el Estado desde sus mecanismos y estrategias.
Ese discurso íntimo se hace público,
cruza el dolor y la denuncia, abre significaciones, desmaquilla las intenciones
de la esfera pública oficial.
Veamos: “No bastó con la muerte de mi
compañero, del padre de mis hijas, no bastó con la muerte de un maestro honesto
y lleno de valores. Se siguió reprimiendo la libertad de expresión de los
compañeros, en relación con este tema, se hizo una cacería de brujas (...)
intenso dolor de gran injusticia; había mucha participación dentro de la
asamblea y esto le molestaba al gobierno.
Hago un llamado a los papás de mis
alumnos, a los papás de los alumnos de Carlos, a las agrupaciones y a los
partidos políticos quiero convocarlos a la no impunidad y el juicio y castigo a
los culpables ideológicos y materiales de este hecho...” (7)
Por supuesto que hay mucho más, pero
creemos que este fragmento ilustra lo que intentamos, con esta primera
aproximación, poner en crisis: la hipótesis de la confusión.
Continuaremos trabajando para
profundizar aun más estos conceptos en función de aportar más elementos para
recuperar la corporalidad, la subjetividad privatizada y travestida en actor
social.
Convencidos de que el discurso íntimo
es generador de colectivos sociales, es decir contrapúblicos, voces que
recuperan las corporalidades que la esfera pública oficial controla, vigila y
disciplina con sus mecanismos y estrategias.
El discurso íntimo como lugar de
producción de discurso público, liberador; frente al discurso estatizado
producido desde los grupos de intereses privados para la dominación.
Seguramente, habrá que pensar la
Educación desde las nociones de lo público y lo íntimo, si pretendemos seguir
hablando de la formación en el pensamiento crítico de un sujeto liberado y no
liberalizado como actor social.
Seguramente tendremos que repensar,
una vez más, la función de los medios masivos de comunicación (privados y
estatales) en el espacio público.
Seguramente, también habrá que
redefinir qué es la producción pública de medicamentos.
Seguramente, las resistencias de las
poblaciones afectadas por la megaminería contaminante construye contrapúblicos
que forman nuevas subjetividades colectivas, al igual que los pueblos fumigados
por los agronegocios de la trangénesis y sus pesticidas.
Seguramente, las fábricas recuperadas
cumplen un rol social distinto porque generan efectos de sentido que producen
subjetividad: desde lo íntimo (la pérdida del trabajo) a la construcción
contrapública (la recuperación): “Zanon es del pueblo”
Seguramente, los Pueblos Originarios
son otro de los ejemplos de recuperación desde lo íntimo de la territorialidad,
su lengua y su cultura, es decir su corporalidad.
Seguramente Las Madres y Las Abuelas de Plaza de Mayo son la mejor
explicación de cómo el discurso íntimo se hace discurso público. Seguramente habremos de seguir explorando para demostrar que lo íntimo,
no es sólo un fragmento del discurso amoroso.
*****
Publicado en la revista Mate amargo Nª 21 noviembre/diciembre 2007.
Notas:
1) Marx Karl: Critica al programa de Gotha,
Biblioteca de Filosofía. Libronauta. Buenos Aires 2002.
2) Thomas Bernhard en “Génesis y estructura del
campo burocrático” de Pierre Bourdieu 1993 (versión electrónica).
3) Habermas J. Historia y crítica de la opinión
pública. Barcelona. G. Gili, 1981.
4) Fraser N. “Habermas y la
esfera pública”. Universidad de Carolina del norte. Conferencia. 1989. En
Cuaderno del FEIA 2 . 2004.
5) Dussel E. “Sobre el sujeto y la intersubjetividad:
el agente histórico como actor en los movimientos sociales” artículo publicado
en revista Pasos 1999. (versión electrónica)
6) Benjamin W. “Para una crítica de la violencia” artículo. (versión electrónica)
7) Reportaje (fragmento) realizado por Omar López
para la revista “Mate amargo” Nº 20. 2007.
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