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El hecho de reconocer al ser humano como
el único ser racional, ha constituido la legitimización para dominar todo aquello que es considerado como irracional, partiendo precisamente de la naturaleza.
Vale la pena recordar como nosotros, los
humanos, somos en realidad el fruto de alrededor de 4 mil millones de años de
relaciones simbióticas. En la naturaleza la práctica destructiva fracasa a
largo plazo. La evolución se basa en la
cooperación, no en la competencia. Desde la primera célula, la evolución ha
sucedido de acuerdo a procesos de
cooperación y coevolución cada vez más complejos. La
Tierra no solo se sostiene y se reproduce por sí sola, sino que se
redefine y evoluciona continuamente. Es
lo que se llama sistema autopoyético. Nosotros
no somos huéspedes ni forasteros de la Tierra, somos parte de la Tierra. La ética
que podemos recabar se basa en el reconocimiento
de los derechos a la existencia y al desarrollo de la vida de todas las
entidades que comparten la Tierra con nosotros, los humanos. Esto garantiza la
continuidad de la vida y de los sistemas de los dependemos. Una sociedad
fundada sobre principios de la justicia ambiental y ecológica, reduce la herida causada por
la separación entre racional e irracional, entre sujeto y objeto.
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Río + 20 una Cumbre fracasada.
El clima de la democracia se parece cada
vez más al del planeta: pésimo. La Tierra no aguanta más, como
sus hijos, empobrecidos y precarios.
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Viernes 29 de junio del 2012.
Giuseppe De Marzo (IL MANIFESTO)
Impreciso, sin
ambiciones, acciones concretas ni financiación. Esto es el futuro que no
queremos, pero el que sucederá. Río menos 20, mejor que Río mas 20. La
conferencia mundial de la Tierra ha generado un documento final que tan solo
contenta a las grandes corporaciones responsables de la destrucción ambiental.
Una victoria por la gobernanza liberalista y una derrota para toda la
humanidad. La frustración de Ban Ki Moon y los continuos llamamientos caídos al
vacío, certifican la definitiva muerte del multilateralismo sobre los temas
fundamentales para todos. Y ya hay algunos que empiezan a retirar las tesis de
negación, afirmando que el cambio climático es una invención y que la crisis
económica mundial es causada por los movimientos culpables de bloquear la
libertad de los mercados.
El clima de la democracia se parece cada vez más al
del planeta: pésimo. Los límites están
siendo sobrepasados uno tras otro. La
Tierra no aguanta más, como sus hijos, empobrecidos y precarios. El
radicalismo antropocéntrico del modelo capitalista ha llegado a su apogeo. Los
resultados de la cumbre mundial sobre el desarrollo sostenible son la prueba
final. Los documentos oficiales muestran el vacío y el desinterés con el que el
liberalismo afronta la sostenibilidad social y ambiental. Conducir una
transición socio ecológica sin ninguna acción concreta equivale a una burla
intolerable, especialmente hacia las millones de víctimas afectadas por esta
hipocresía. Promesas en vano repetidas en veinte años de reuniones y encuentros
oficiales precisamente fracasados, en los que hay una gran participación de la
burocracia internacional. Así es como fracasan las estrategias de lobbying de
las grandes ONGs que han preferido estar en las conferencias oficiales,
ignorando los movimientos y las realidades sociales que en estos años han
emprendido la marcha para construir una alternativa. También fracasa el
reformismo internacional, demostrando su completa esterilidad de frente a la
crisis más grave que la humanidad haya nunca afrontado. Las formas clásicas de
la política son insuficientes. En muchos casos son además cómplices de los
comités de empresa de bancos y multinacionales. La izquierda, si se excluye la
de Latinoamérica, sale desintegrada de Río, incapaz de comprender los cambios
transcendentales que están teniendo lugar y culpables de haber renunciado a su
misión emancipadora.
La financiación de la
naturaleza es el gran negocio de mañana. El caballo de Troya se llama “green
economy”. El último argumento de la captura cognitiva es justamente este, en
cuyo poder taumatúrgico confían tantos sin sentido crítico, incluso algunas
realidades del ambientalismo, ahora subalternas de la lógica por la cual no
existen alternativas posibles al liberalismo. Aferrarse a la mano invisible del
mercado para consentir el milagro de la perfecta asignación de los recursos.
Estamos ante la prehistoria del pensamiento económico y ante la crisis más
oscura del pensamiento político. Los movimientos por la justicia ambiental y
social, aquellos reunidos en la cumbre de los pueblos, son los que quieren
construir un último margen a la expansión de la frontera capitalista.
Son los que resisten en
todos los territorios del planeta, los que defienden los bienes comunes, apoyan
las agroecología, impiden las privatizaciones, promueven formas de democracia
participativa y comunitaria, crean nuevos instrumentos e indicadoras
ecológicos, luchan por la defensa de los derechos de los trabajadores y por la
reconversión industrial y energética. Los movimientos por la justicia ambiental
nos indican la necesidad urgente de construir no solo otro modelo económico,
sino que también un nuevo paradigma de civilización, una nueva ética. Para
avanzar, más que resistir, necesitamos una relación nueva entre justicia y
sostenibilidad. Esto significa trabajar para alcanzar no solo la justicia
ambiental y social, sino también aquella ecológica.
Debemos preguntarnos
cuál es el problema para hacer justicia con la naturaleza. Solo así encontraremos
las causas que generan la injusticia y que han institucionalizado nuevas formas
de racismo social y ambiental. No haber reconocido a la naturaleza como un
sujeto con derechos, haberla excluido de las teorías de la justicia, no haber
entendido la integridad de la naturaleza humana, sino como algo funcional para
el ser humano, ha conducido a la modernidad a una crisis ligada a la
sostenibilidad. La justicia ecológica y el reconocimiento de los derechos de la
naturaleza deberían dar un golpe mortal al modelo jurídico capitalista, que
considera la Tierra y sus elementos desarmados como meros objetos a introducir
en el mercado.
El hecho de reconocer al
ser humano como el único ser racional, ha constituido la legitimización para
dominar todo aquello que es considerado como irracional, partiendo precisamente
de la naturaleza. Vale la pena recordar como nosotros, los humanos, somos en
realidad el fruto de alrededor de 4 mil millones de años de relaciones
simbióticas. En la naturaleza la práctica destructiva fracasa a largo plazo. La
evolución se basa en la cooperación, no en la competencia. Desde la primera
célula, la evolución ha sucedido de acuerdo a procesos de cooperación y
coevolución cada vez más complejos. La Tierra no solo se sostiene y se
reproduce por sí sola, sino que se redefine y evoluciona continuamente. Es lo que se llama sistema autopoyético.
Nosotros no somos huéspedes ni forasteros de la Tierra, somos parte de la
Tierra.
La ética que podemos
recabar se basa en el reconocimiento de los derechos a la existencia y al
desarrollo de la vida de todas las entidades que comparten la Tierra con
nosotros, los humanos. Esto garantiza la continuidad de la vida y de los
sistemas de los dependemos. Una sociedad fundada sobre principios de la
justicia ambiental y ecológica, reduce la herida causada por la separación
entre racional e irracional, entre sujeto y objeto. Antepone las razones de la
ética y de la política, utilizando la técnica y la ciencia para alcanzar el
equilibrio entre justicia y sostenibilidad. El reconocimiento de los derechos
de la naturaleza seria garantía de respeto para los derechos humanos y la
democratización del desarrollo. Esto es llamado “bio-civilización”. Además,
para ser justa y sostenible, la civilización humana debe rechazar el antropocentrismo
como ética, religión, jurisprudencia y filosofía. La vida tiene el derecho
fundamental de existir, pero no solo porque sea necesaria para garantizar la
vida humana. Este es el mensaje que los pueblos por la justicia ambiental y
social lanzan desde Río. Esperemos que muchos lo escuchen en Italia.
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Giuseppe De Marzo es
vocero de la Asociación A Sud.
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