¿Por qué
considera que las denominadas “luchas por el reconocimiento” son centrales para
explicar el conflicto social? El concepto de “lucha por el reconocimiento” ilustra el tipo de actualización de
Marx al que me refería. Puesto en circulación por Honneth, uno de los
principales representantes de la teoría crítica contemporánea, permite aclarar
desde otra perspectiva lo que Marx ubicó
en el corazón de los procesos sociales y políticos, a saber: el conflicto.
Pero además permite hacerlo sin dejar de apropiarse de los nuevos problemas
políticos planteados por las luchas, en su dimensión identitaria, en contra de las relaciones sociales de
sexo o de raza y las diferentes facetas de la colonización interna. La
función de este concepto es dar cuenta de la manera en que la experiencia de la
injusticia puede conducir a prácticas de
transformación social y a reivindicaciones políticas. En la perspectiva de
una política popular es importante partir de la experiencia social de los
dominados y excluidos. En la perspectiva
de una política de auto-emancipación también es importante dar cuenta de
las dinámicas de politización de la experiencia social. Ahora bien, se observa que la experiencia de la
injusticia se estructura más a menudo por afectos que por
representaciones claras y distintas de la justicia. Y también es un hecho que esta experiencia está por lo general atravesada
por el sentimiento de humillación o desprecio y que puede dar lugar a
diferentes esfuerzos con el objetivo de que cese esta negación de
reconocimiento, desde la huida hasta la reivindicación explícitamente política,
pasando por la violencia. El concepto de
“lucha por el reconocimiento” permite interpretar las diferentes dinámicas
de politización de las experiencias sociales negativas a partir de sus
motivaciones comunes, lo que permite
evitar la estigmatización de las formas indignas de la política de los
grupos subalternos –la violencia, las revueltas, etc.–. A la vez, permite explicitar una lógica común a la lucha contra
diferentes tipos de injusticia. Un salario de miseria se vive por lo general
como una falta de reconocimiento de la dificultad o del valor del trabajo, así como una vivienda degradada
puede ser causa de vergüenza. Las luchas por el salario o los derechos
sociales implican desafíos de reconocimiento, por eso no hay ninguna razón para
considerar que las luchas sociales y las luchas identitarias son inconciliables.
No lo son, y el
objetivo de una política popular es trabajar para reforzar las convergencias.
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“EN LA UNIVERSIDAD, MARX NO SALIÓ
DEL PURGATORIO”.
ENTREVISTA AL
FILOSOFO FRANCES EMMANUEL RENAULT.
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Antes
de dar charlas y seminarios en la UBA y la UNSAM, Renault analiza la actualidad
del marxismo y la teoría crítica tras la crisis del neoliberalismo y reflexiona
sobre el lugar que ocupan en la educación superior europea.
Página /12 martes 19 de
agosto del 2014.
Por Javier Lorca.
Emmanuel
Renault es profesor y director del Departamento de Filosofía en la Universidad
de París X-Nanterre (Francia), y autor de unos cuantos libros, como Marx y la
filosofía y Sufrimientos sociales, entre otros. Invitado al país por el Centro
Franco Argentino de la UBA, dará un seminario y charlas sobre el presente y los
desafíos de renovación que enfrentan el pensamiento de Karl Marx y la teoría
crítica después de la crisis del neoliberalismo (ver aparte). Sobre esos temas,
sobre el lugar que ocupan en el mundo académico y sobre las opciones para
abordar el conflicto social que abre el concepto de “lucha por el
reconocimiento”, mantuvo el siguiente diálogo con Página/12, vía correo
electrónico.
–¿Qué actualidad tiene
la obra de Marx?
–El desarrollo del
altermundialismo a partir de mediados de los ‘90 y la crisis del neoliberalismo
en los años 2000 hizo que se volviera a Marx. La fase neoliberal del desarrollo
del capitalismo le ha conferido una centralidad política a cuestiones
económicas de tipo estructural –como la mundialización, la deslocalización, la
financiarización–. A la vez, dio lugar a la emergencia de una nueva clase
dominante transnacional con ganancias exorbitantes. La crisis del
neoliberalismo propagó la idea de que las estructuras mismas del capitalismo
significaban un peligro permanente para la sociedad. Todo esto pareció darle la
razón a Marx. Sin embargo, no ha sido una vuelta a lo que fue la originalidad
de la política y la teoría que él buscaba elaborar, es decir, una política de
autoemancipación de los dominados y excluidos, una teoría social basada en el
análisis de las tendencias estructurales del modo de producción capitalista. En
este sentido, podemos decir que la vuelta de Marx no fue una vuelta a Marx.
Ahora bien, lo que en Marx es original es también pertinente para el análisis
del mundo actual.
–¿En qué aspectos?
–El capital propone un
análisis de las estructuras generales del capitalismo que no ha sido igualado.
Por otro lado, los escritos filosóficos y políticos esbozan una teoría de la
autoemancipación cuyo mérito es partir de los obstáculos para la
autoemancipación: efectos de legitimación y disimulación ideológicos, procesos
de sujeción a las relaciones sociales de dominación, aislamiento y reducción a
la impotencia debido a los mecanismos de explotación capitalista... Esta teoría
brinda herramientas indispensables a quienes no han renunciado al proyecto de
una política popular –de autoemancipación de los dominados y excluidos– y de
una democracia radical –o de una democratización de la democracia–. Pero esto
no significa que basta con leer El capital para comprender al capitalismo contemporáneo,
o que El manifiesto comunista es la clave de todos los problemas políticos y
sociales a los que nos confrontamos en la actualidad.
–¿Y qué sería lo
inactual del pensamiento de Marx?
–Marx ya había insistido
en vida sobre la necesidad de revisar sus propios análisis a la luz de los
cambios económicos y políticos, y es evidente que estos cambios han sido
considerables desde su muerte. El capital describe unas tendencias
estructurales que jamás existen en estado puro: el capitalismo no es una esencia
eterna, sino un fenómeno histórico. También sería ilusorio pensar que la
autoemancipación de los dominados y excluidos sólo podría pensarse en
referencia a la teoría marxista de la dominación de clase y del partido
revolucionario. Tanto para la teoría social como para el análisis y la
estrategia política, mantenerse fiel al proyecto de Marx significa
reformularlo. Para esto, creo que no hay que dudar en apoyarse en la sociología
de Bourdieu de la dominación, en el análisis foucaultiano del poder, en las
teorías feministas de las relaciones sociales de sexo, en las teorías de la
racialización, en los estudios subalternos y las teorías del sistemamundo.
–¿Qué lugar ocupan el
marxismo y la teoría crítica en el espacio universitario europeo?
–En las universidades
europeas, Marx no ha salido realmente del purgatorio. Las ciencias económicas
no les otorgan ningún lugar a las “heterodoxias”, y en las ciencias sociales no
sólo los marxistas han desaparecido de la escena, sino también las referencias
a los conceptos de Marx, que perdieron toda legitimidad. Asistimos a un
resurgimiento de los conceptos de clase social y de dominación en sociología,
así como a una renovación de la historia social, pero esta evolución, que es
propicia para nuevos usos de Marx, no ha producido aún esos efectos. La
situación es un poco diferente en filosofía. Marx se ha vuelto un clásico que
es legítimo citar y comentar. Pero no podemos decir que haya una verdadera
discusión filosófica sobre él. Francia es una excepción en este sentido, como
lo demuestra una revista como Actuel Marx, que intenta contribuir a esta
discusión.
–¿Cuál es la situación
de la teoría crítica?
–Es un poco diferente.
Esta corriente de pensamiento conserva una forma de institucionalización
bastante importante en Alemania, Italia y Francia, aunque se entienda “teoría
crítica” en el sentido limitado de la tradición de la Escuela de Frankfurt, de
su proyecto de actualizar a Marx apoyándose en el psicoanálisis y la sociología
y dando cuenta, al mismo tiempo, de las especificidades del capitalismo
contemporáneo. En Alemania, la presencia universitaria se debe principalmente a
(Jürgen) Habermas, a (Axel) Honneth y a sus alumnos, y corresponde a programas
filosóficos que generalmente han operado una ruptura con los orígenes marxistas
de la Escuela de Frankfurt. En Francia y en Italia la recepción es también
fundamentalmente filosófica. Pero la referencia a Adorno, más frecuente, sirve
a menudo para mantener un vínculo con el programa inicial de la teoría crítica
y las tentativas de renovación permiten entablar un debate con los neo y los
posmarxismos.
–¿Por qué considera que
las denominadas “luchas por el reconocimiento” son centrales para explicar el
conflicto social?
–El
concepto de “lucha por el reconocimiento” ilustra el tipo de actualización de
Marx al que me refería. Puesto en circulación por Honneth, uno de los
principales representantes de la teoría crítica contemporánea, permite aclarar
desde otra perspectiva lo que Marx ubicó en el corazón de los procesos sociales
y políticos, a saber: el conflicto. Pero además permite hacerlo sin dejar de
apropiarse de los nuevos problemas políticos planteados por las luchas, en su
dimensión identitaria, en contra de las relaciones sociales de sexo o de raza y
las diferentes facetas de la colonización interna. La función de este concepto
es dar cuenta de la manera en que la experiencia de la injusticia puede
conducir a prácticas de transformación social y a reivindicaciones políticas.
En la perspectiva de una política popular es importante partir de la
experiencia social de los dominados y excluidos. En la perspectiva de una
política de autoemancipación también es importante dar cuenta de las dinámicas
de politización de la experiencia social. Ahora bien, se observa que la
experiencia de la injusticia se estructura más a menudo por afectos que por
representaciones claras y distintas de la justicia. Y también es un hecho que
esta experiencia está por lo general atravesada por el sentimiento de
humillación o desprecio y que puede dar lugar a diferentes esfuerzos con el
objetivo de que cese esta negación de reconocimiento, desde la huida hasta la
reivindicación explícitamente política, pasando por la violencia. El concepto
de “lucha por el reconocimiento” permite interpretar las diferentes dinámicas
de politización de las experiencias sociales negativas a partir de sus
motivaciones comunes, lo que permite evitar la estigmatización de las formas
indignas de la política de los grupos subalternos –la violencia, las revueltas,
etc.–. A la vez, permite explicitar una lógica común a la lucha contra
diferentes tipos de injusticia. Un salario de miseria se vive por lo general
como una falta de reconocimiento de la dificultad o del valor del trabajo, así
como una vivienda degradada puede ser causa de vergüenza. Las luchas por el
salario o los derechos sociales implican desafíos de reconocimiento, por eso no
hay ninguna razón para considerar que las luchas sociales y las luchas
identitarias son inconciliables. No lo son, y el objetivo de una política popular es trabajar
para reforzar las convergencias.
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