jueves, 7 de agosto de 2014

UN FANTASMA RECORRE LA PANAMERICANA (y no solo).- SOCIALISMO CON CARÁCTER DE URGENCIA.

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Esto ha obligado a Washington a echar mano, cuando no a la amenaza y la agresión directa, a procedimientos algo más sutiles para asegurar así su hegemonía, tales como los tratados de libre comercio con los cuales ha intentado restituir su propuesta anexionista del ALCA. A dichas iniciativas se agrega la propuesta de un nuevo socialismo, extraído éste de la peculiaridad histórica de nuestros pueblos y que -como lo refiere Atilio Borón en su obra “América Latina en la geopolítica del imperialismo”- surge “como alternativa ante un sistema cuyos daños son irreparables dentro de sus propios parámetros y cuyas contradicciones son insolubles”. Pese a los buenos augurios respecto a las condiciones que resultan favorables para la instauración de este socialismo del siglo XXI, lo cierto es que el mismo tiene ante sí un enorme desafío histórico, puesto que de él dependerá si la humanidad podrá evitar la catástrofe a que nos conduce de modo inexorable el sistema capitalista, lo que impondría -forzosamente- la necesidad de revisar bajo qué parámetros podría elevarse este nuevo socialismo como alternativa, parámetros que han de diferenciarse radicalmente de aquellos que caracterizan al capitalismo en general. En consecuencia, tal socialismo no tendría que ser una versión amable del capitalismo sino más bien ser su definitivo sepulturero. Sin embargo, todavía pueblos y gobiernos persisten -de una manera tenazmente absurda- en mantener con vida un modelo civilizatorio que, gracias a su actividad extractiva y consumista exagerada, terminará por condenar a la extinción entera la vida en nuestro planeta.
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UN FANTASMA RECORRE LA PANAMERICANA (y no solo).
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Jorge Altamira (especial para ARGENPRESS.info).

Jueves 7 de agosto del 2014.

Hace unas semanas Artemio López, habitualmente de aspecto jovial, lucía apesadumbrado. En Perfil (29/6) advertía “contra el pragmatismo extremo” (sic), en alusión a la perspectiva de que el peronismo retornara a una experiencia ‘neoliberal’ en el próximo período presidencial. El “pragmatismo extremo” es, obviamente, una definición incoherente, porque esa doctrina pretende abrazar todos los colores del arco iris, no solamente los que se ubican en los bordes. De cualquier modo, luego de este reconocimiento tardío de lo que el vulgo ha llamado el ‘final de ciclo’, López, citando a Cooke, profetizaba que el peronismo se encaminaría, “inexorablemente a la disgregación, a la esterilidad histórica”. El pragmatismo normalizado del director de la Consultora Equis desembocaba en una previsión apocalíptica.

Un mes más tarde, Artemio López recupera su compostura. Ahora, nuevamente en Perfil (27/7), no le preocupa ya la deriva extrema del pragmatismo peronista sino el extremismo lato del “neoliberalismo trotskista”. Para López, “la utilización de conflictos laborales legítimos (sic) con fines (sic) de desestabilización nacional”, convierte a las organizaciones trotskistas en ‘neoliberales’. Se trata, obviamente, de un dislate conceptual y político, y una manipulación de los ‘fines’ de las luchas en curso. Porque si la lucha contra las suspensiones y despidos es ‘neoliberal’, ¿cómo clasificaría López a los capitalistas que suspenden y despiden, y al gobierno que convalida esas suspensiones y despidos? El “neoliberalismo trotskista” es una ocurrencia reaccionaria de López que tiene más de un objetivo. El primero es disimular que se trata de una lucha obrera, protagonizada por obreras y obreros de diferentes ideologías y experiencias.

La ‘trotskización’ de la lucha, por parte de López, sirve al propósito de ocultar que el sujeto social que el peronismo cree tener atado sin remedio, rompe con el libreto capitalista del peronismo para mejor defender sus derechos de clase. Las últimas dos elecciones nacionales demuestran que esa ruptura va, en principio, más lejos, porque el casi millón y medio de votos para el Frente de Izquierda y el Partido Obrero abre una perspectiva histórica antagónica a la del peronismo. De las fuerzas políticas en presencia, solamente los trotskistas luchamos contra las multinacionales neoliberales que son respaldadas por el Ministerio de Trabajo y la Gendarmería de Berni, Randazzo, Milani y CFK. El aval político del gobierno a las patoteadas y coacciones del burócrata del Smata contra los activistas del sindicato, repite el escenario de lo ocurrido con José Pedraza, no hace tanto tiempo.

El argumento más ‘fuerte’ de López es también, conceptualmente, el más inconsistente. Para el analista los “conflictos laborales” no crecen sino que bajan; en este contexto, la acción de los ‘trotskistas’ es artificial. Ocurre que para López, un despido masivo que no deriva en huelga no es un conflicto, no digamos ya los despidos cotidianos que escapan al conocimiento público. Pero el ejercicio del derecho de propiedad privada para privar a los trabajadores del derecho al trabajo es una forma extrema del conflicto y la lucha de clases. Ningún conflicto que no haya desembocado en una huelga o lucha ha contado con la aprobación democrática de los trabajadores involucrados.

López escamotea el papel de gendarme político de la burocracia sindical. Cuando le conviene, el analista se convierte en estadístico. Lo que se puede asegurar es que esos conflictos reprimidos resurgirán con una fuerza más potente como consecuencia de la presión acumulada. Las luchas actuales son un preludio o puente de las que habrá de generar, en forma inevitable, la acentuación de las crisis social y política. Para López hay “menos conflictos laborales y menos involucramiento de trabajadores”, al mismo tiempo que advierte de “la situación crítica (sic) que afecta a la industria automotriz” y “que las paritarias cerraron por debajo de la inflación”: hubiera debido decir que los trabajadores son privados de sus medios de vida y al mismo tiempo del poder adquisitivo de los salarios en beneficio del capital. En nada de esto ve la menor sombra de ‘conflicto’. Lo que no se pregunta es por qué el “neoliberalismo trotskista” ha desarrollado una capacidad de “desestabilización” que no había tenido en el pasado -o, mejor, que siempre ha tenido, con una proyección diferente, en cada etapa aguda de las luchas de los trabajadores.

Artemio López ha operado un cambio de frente en un mes. De la amenaza a la supervivencia del peronismo, que representaría “el pragmatismo extremo”, da una voltereta a la que representaría el trotskismo.

¿Un fantasma recorre el movimiento obrero y de la juventud?.
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SOCIALISMO CON  CARÁCTER DE URGENCIA.
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Homar Garcés (especial para ARGENPRESS.info).

Jueves 7 de agosto del 2014.

A la puesta en marcha de una especie de imperialismo corporativo liderado por Estados Unidos, el cual ha impuesto -prácticamente sin mayores oposiciones- un régimen de soberanía supranacional que, por supuesto, sólo busca favorecer sus intereses en particular, los pueblos del mundo le han opuesto una resistencia expresada en la implementación de iniciativas integracionistas, como las desarrolladas en nuestra América, como ALBA, UNASUR, CELAC, entre otras, que han servido para contrarrestar el inagotable y voraz afán neocolonial gringo de las recientes décadas.

Esto ha obligado a Washington a echar mano, cuando no a la amenaza y la agresión directa, a procedimientos algo más sutiles para asegurar así su hegemonía, tales como los tratados de libre comercio con los cuales ha intentado restituir su propuesta anexionista del ALCA. A dichas iniciativas se agrega la propuesta de un nuevo socialismo, extraído éste de la peculiaridad histórica de nuestros pueblos y que -como lo refiere Atilio Borón en su obra “América Latina en la geopolítica del imperialismo”- surge “como alternativa ante un sistema cuyos daños son irreparables dentro de sus propios parámetros y cuyas contradicciones son insolubles”.

Pese a los buenos augurios respecto a las condiciones que resultan favorables para la instauración de este socialismo del siglo XXI, lo cierto es que el mismo tiene ante sí un enorme desafío histórico, puesto que de él dependerá si la humanidad podrá evitar la catástrofe a que nos conduce de modo inexorable el sistema capitalista, lo que impondría -forzosamente- la necesidad de revisar bajo qué parámetros podría elevarse este nuevo socialismo como alternativa, parámetros que han de diferenciarse radicalmente de aquellos que caracterizan al capitalismo en general. En consecuencia, tal socialismo no tendría que ser una versión amable del capitalismo sino más bien ser su definitivo sepulturero. Sin embargo, todavía pueblos y gobiernos persisten -de una manera tenazmente absurda- en mantener con vida un modelo civilizatorio que, gracias a su actividad extractiva y consumista exagerada, terminará por condenar a la extinción entera la vida en nuestro planeta.

Tal como lo expone Atilio Borón en su libro, “el capitalismo actual conforma un mundo crecientemente violento, militarizado, excluyente, polarizado, inestable, cruel y predatorio: en suma, la barbarie en toda su expresión. No hace falta demasiada imaginación para comprobar en él los rasgos definitorios de un sistema que se encamina, demencial e irresponsablemente, hacia su propia destrucción. La gran pregunta, que sólo la historia resolverá, es si la única alternativa posible, el socialismo, reúne las condiciones objetivas y subjetivas requeridas para, como decía Marx, acabar con la prehistoria de la humanidad y comenzar a escribir la historia de la emancipación humana. Por supuesto, para esta crucial interrogante no hay respuesta posible desde la teoría. La respuesta la dará la praxis histórica de los pueblos en su lucha por la autodeterminación”. Una cuestión que está sobre el tapete y exige del campo revolucionario, con sentido de urgencia y suficiente conciencia histórica, toda la disposición para hacerlo realidad, sin que ello suponga la adopción perniciosa de nuevos dogmas que terminarían por abortar su posibilidad cierta.


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