La globalización neoliberal desde sus propios
orígenes a principios de la década de los 70’
del siglo XX – globalización ha habido a lo largo de toda la
historia de la humanidad – como neoliberal, es producto de las grandes revoluciones
en la estructura del "viejo" capitalismo industrial: la revolución tecnológica, comunicación electrónica y del transporte,
así como las políticas sistémicas a
favor del capital financiero, la apertura de los mercados de los países en vías de desarrollo y del tercer
mundo, las políticas proteccionistas
de las economías de los países globalizadores (G-7): la economía única de libre mercado. El "Cambio de Época, histórica", está presente en el sistema-mundo. Las condenatorias
frases de la Primer Ministra Inglesa sra. Thatcher, del Presidente norteamericano Reagan.
“El Estado no es la solución, el Estado es el problema”. Paralelamente, el
trabajo político de la Comisión
Trilateral del Congreso Americano, dirigida por el Académico Samuel Huntington,
el francés Crozier y el japonés Watanuki
sobre la doctrina de la Gobernabilidad,
como políticas de Estado viables, seguras, oportunas, democráticas en el
objetivo de la estabilidad política de los Estados, la misma que se sintetiza, en
la década de los 80’, conjuntamente
con el trabajo sobre el liberalismo económico
y político del siglo XVIII y XIX, el fin
de La Guerra Fría, con la Caída del
Muro de Berlín, el fin del "socialismo" soviético y las políticas de apertura política o Perestroika y de claridad informativa o Glasnost, sumado a ello los grandes cambios sociales que
experimenta la sociedad en dicha década producto del empuje de los Nuevos Movimientos Sociales y la Nueva Sociedad Civil que
emerge del epicentro del proceso de la llamada “revolución conservadora”. Las Políticas del Consenso de Washington – 1990 -, oficializan, consolidan e imponen
en todo el sistema-mundo la ideología y política del neoliberalismo, como políticas
multidimensionales de la globalización en la última década del siglo XX.
Obviamente, la globalización neoliberal desde
su origen – como concepto polisémico – tiene un carácter multidimensional: económico, financiero, comercial; tecnológico, social,
cultural, político, militar e institucional. Cometemos un grave error al
centralizar que la globalización neoliberal solamente tiene un contenido unidimensional: económico-financiero-comercial;
o político – democracia liberal, representativa
– o militar – guerras, espionaje, militarismo,
economía de la guerra o economía
criminal – lavado de activos,
corrupción, narcotráfico, narcoterrorismo, prostitución de menores, migración
ilegal, Paraísos Fiscales, evasión de impuestos, etc. – No es uno sólo es todo en conjunto, de ahí su carácter de capitalismo
salvaje, de economía de casino, capitalismo del desastre o
simplemente la era de la transnacionalización de los monopolios imperialistas
La globalización neoliberal en sus más de tres décadas de hegemonía, jamás, así
con mayúsculas JAMAS ha creado,
forjado o construido cultura y a desarrollado o cultivado valores o ha fomentado la paz (Miren el mundo hoy como está). Al
contrario, por la violencia,
verticalismo (salvajismo inhumano) como impone sus políticas asimétricas en
todo el sistema-mundo, la globalización
ha destruido y sigue destruyendo la cultura
local, regional y nacional de las naciones, las identidades de los pueblos, pero sus ejecutores, implementadores y colaboradores, no pensaron, menos tenían previsto, que
la defensa más importante, digna y soberana de una nación, de un pueblo o
una comunidad está precisamente en la infinidad de formas de resistencia cultural y ahora en el siglo XXI, está presente, el llamado “Desenclave cultural”, por el cual
millones de culturas locales, pelean, se enfrentan al poderoso y defienden lo
que es nuestro, lo que les pertenece, el patrimonio cultural de su pueblo,
comunidad o Nación. Valores, la
globalización, en sí lo que impone destruyendo todo, son los anti-valores del fundamentalismo
neoliberal, la codicia y el recetario consumista del casero y consumidor, destructor de
Ciudadanía.
/////
José Luis Vega Carballo.
El País. Cr jueves
21 de agosto del 2014.
Columna
“Pensamiento Crítico”
La globalización desregulada = la desregulación a escala global.
Si se proclama que la
globalización es un proceso generador de prosperidad que obedece a fuerzas
naturales, objetivas e ideológicamente neutras, y que por eso se impone como si
se tratara de un proceso apolítico que realiza su tarea a escala mundial de una
manera ordenada, pacífica y benevolente. O sea, sin apelar al uso de la
intimidación o el miedo, y lo más importante: sin necesidad de recurrir a
medios coercitivos de tipo represivo o militar. Pero ¿será cierto que la
globalización es tan pacifista y persuasiva a la hora de afirmar su
contundencia como la pintan sus partidarios?
Lo
primero a reconocer es que el axioma de que la prosperidad
genera seguridad ha sido invertido por el globalismo como ideología al servicio
del poder, principalmente del anglosajón que se ha vuelto hegemónico. Ahora se
vocea desde los altos círculos neoliberales que, en los tiempos actuales, la
seguridad se ha vuelto la fuente de la prosperidad y no al revés, como el gran
eje central de la acumulación del capital
transnacionalizado, o capitalismo ultraliberal sin fronteras.
La
tesis anterior viene de dando aliento a un nuevo y pujante determinismo
militar, donde se confunde la guerra total con la paz universal, el
armamentismo y el militarismo con el poder político y la diplomacia, la
imposición de dictaduras y dictablandas (por tanto, el autoritarismo respaldado
militarmente) con la promoción de la democracia, la paz y la libertad, todo de
la mano con la expansión de los mercados y el libre comercio.
Lo
segundo a tener en cuenta son las causas generadoras de la inseguridad que hacen a la búsqueda
de seguridad el pilar de la nueva prosperidad y bienestar humano-social en
medio de la globalización. Y para sorpresa de unos y disgusto de otros, resulta
ser que las causas de las perturbaciones y nuevas guerras emanan directamente
de la misma globalización, por ser
ésta un proceso desregulado y anárquico dependiente del ciego devenir de las
fuerzas productivas y financieras del capitalismo y los mercados que funcionan
incontrolados. Un escenario plagado, por lo demás, de “efectos colaterales”
sociales, políticos, culturales y ambientales muy difíciles de poner a raya y
provocadores de múltiples contradicciones y desequilibrios sistémicos que son
fuente pertinaz e indomable de grandes
amenazas, riesgos y conflictos internacionales, como lo estamos
presenciando nítidamente en la zona de Eurasia, el Medio Oriente y varios
puntos de África.
Y cuando tales fuerzas desestabilizadoras se salen de ciertos
límites donde pueden manejarse con costos normales y razonables por los
sistemas políticos, sean éstos de los países centrales o periféricos, en ese
momento es cuando aparece otro recurso de poder y control. Nos referimos a los
aparatos militares, policiales y de
inteligencia de última generación, sean los internos o los externos a los
límites del fallido Estado en alguna zona de la periferia donde se pongan en
riesgo los intereses del eje EEUU-Inglaterra-Unión Europea alemana-Japón y
otros aliados de menor rango del Imperio Occidental, resguardados por
organismos como el Pentágono, los diez US Regional Commands y la Organización
del Tratado del Atlántico Norte (OTAN,
mejor conocida por sus siglas en inglés como NATO), que han extendido sus operaciones por todo el orbe. Es
cuando se habla de que ese Estado se ha transformado en una amenaza para
la seguridad global, situación anómala que exige una dura respuesta e
intervención a fin de restablecer el orden (recordar los casos de Ucrania, Siria, Libia, Iraq, Afganistán,
Kosovo, entre otros).
La cara militarizada de la globalización
neoliberal.
Como dicen los
anglosajones - que por cierto saben mucho de esta materia dada su larga
vocación guerrera y colonialista -, “when the going gets tough, the tough gets going” (cuando las cosas se ponen difíciles o
duras, el matón se pone en marcha). Es cuando la otra cara de la moneda (y
de la globalización) se hace más visible y presente, al entrar los aparatos militares y de inteligencia en
acción. Aparatos que se han globalizado siguiendo la ruta de los agentes del
gran capital corporativo y bancario.
Esa
globalización del militarismo y el espionaje, muy acelerada en los
años posteriores a la Guerra Fría y
la caída del imperio soviético en 1992, queda bien ejemplificada por aparatos
como el Pentágono, la Central Intelligence Agency
o CIA, la National Security Agency,
o NSA, los mencionados US Commands (Comandos
Regionales usa-americanos) y la OTAN.
Son estos actores represivos y con gran poder destructor quienes pasan a
hacerse cargo de restablecer el orden y recomponer la marcha de las cosas, o “the going”, en beneficio
de los actores e intereses hegemónicos en la esfera del Sistema-mundo y apoyándose en serviles agentes locales.
El espacio militar nacional vulnerado por el
vasto “Complejo Industrial-Militar” (CIM)
Para explicar el antes
señalado cambio de fórmula imperial a inicios de años de 1990, comencemos por recordar aquella trama que denunciara el presidente Eisenhower en su famoso
discurso de despedida de 1961 como un peligro para los EEUU, porque ciertamente este Complejo Industrial-Militar (así
calificado por él) no se ha quedado en casa. Más bien, ha subordinado unas
veces y absorbido en otras, a los poderes militares otrora nacionales o
locales, tanto en los centros metropolitanos como en las periferias del Sistema-mundo capitalista. Por lo que en la actualidad, la expansión del peligro
no tiene fronteras, al igual que sus destructivas consecuencias materiales y
no-materiales, incluidas las culturales y morales.
Examinemos primeramente lo
dicho premonitoriamente por el general
Eisenhower, jefe de los aliados durante la II guerra Mundial, en su discurso presidencial de despedida el 17
de enero de 1961:
“[La] conjunción de un sistema militar
inmenso y de una gran industria armamentística es algo nuevo en la experiencia
estadounidense… En los consejos de gobierno, debemos guardarnos bien de que el
complejo industrial militar no llegue a tener una influencia injustificable,
sea o no alentada. Hay potencial, y seguirá habiéndolo, para que se produzca
ese desastroso aumento de poder a todas luces inapropiado.” (Dwight D.
Eisenhower [1890-1969], 34º presidente, discurso de despedida, 17 de enero de
1961)
Ya en 1953 había mostrado
sus temores respecto al armamentismo, del cual dijo:
“De
seguir como va, lo menos que podríamos esperar es una vida en perpetuo temor y
tensión…
Y, en una conferencia ante
la “American Society of Newspaper
Editors” el 16 de abril de 1953, anticipó que de seguir las cosas como iban
y no se controlaba la carrera armamentista a escala mundial,
“lo mejor a esperar sería vivir una
vida en perpetuo miedo y tensión, con el peso de las armas drenando la riqueza
y el trabajo de todos los pueblos; un desperdicio de energías que desafía al
sistema Americano tanto como al Soviético impidiéndoles alcanzar la
abundancia y la felicidad para la Humanidad”.
Y agregó:
“Cada arma que se fabrica, cada barco
que se lanza al mar, cada cohete disparado, en su sentido final, es un robo
contra aquellos que tienen hambre y no son alimentados, tienen frío y no son
abrigados. [Y] esta no es manera de vivir en su verdadero sentido. Bajo la nube
de la amenaza de guerra, equivale a una Humanidad colgada de una cruz de
hierro.”
Igual se habían
pronunciado antes otros líderes políticos y militares de EEUU.
Por ejemplo, el par de Eisenhower en la II guerra mundial y la
de Corea, el general Douglas MacArthur,
en su célebre discurso del 15 de mayo de 1951 manifestó: “Que nuestro país vaya
ahora encaminado hacia un modelo de economía basada en las armas, es parte del
modelo general de una política desacertada, alimentada con ayuda de una
psicosis inducida artificialmente de histeria de guerra y nutrida a partir de
una propaganda incesante alrededor del miedo.”
Más aún, muchísimo antes
de los generales, nada menos que George
Washington, el primer presidente usa-americano, se había pronunciado
críticamente respecto del factor militar, también en su discurso de despedida:
“Los
gobiernos…deben evitar el tener necesidad de sistemas militares desmesurados
que, bajo cualquier modalidad de gobierno, mantienen actitudes de rechazo hacia
la libertad y que deben ser considerados como hostiles a la Libertad
Republicana.”
Y otro ilustre firmante de
la “Declaración de Independencia” Samuel
Adams, nos alertaba así:
"Aún
cuando haya necesidad del poder militar dentro del territorio, un pueblo sabio
y prudente estará siempre con un ojo vigilante y celoso abierto sobre
él.”
El complejo-militar
industrial de Eisenhower revisitado y actualizado.
Debemos, en
consecuencia, considerar que, en la actualidad, al complejo hay que
agregarle la superpotente red globalizada de firmas y lobbies financiero-bancarios
controlada desde Wall Street y la City
de Londres, operante en el sempiterno eje imperial surgido después de la II
guerra mundial. De tal modo, que lo rebautizamos aquí como “Complejo
Industrial-Militar y Financiero”.
Finalmente,
no perdamos de vista tampoco a los aspectos culturales y éticos del militarismo
imperial porque forman parte funcional del ultra-poderoso Complejo. Si no
veamos lo que al respecto opina la doctora
en Sociología Laura Finley, de la Universidad de Barry sobre la manera como
los EEUU ha desarrollado una cultura ensalzadora de la fuerza y violencia:
“Estados Unidos
es una cultura violenta, militarista que, en prácticamente todas las
instituciones, muestra la violencia como un medio para solucionar los
problemas... Despliega una ideología que privilegia ciertos valores, incluida
la jerarquía, la competencia, el autoritarismo y la obediencia, entre otros.”
Y termina diciendo:
“Esta ideología militarista ha diseñado la estructura de nuestras escuelas, lo
que enseñamos y cómo nos lo enseñan. Afecta a nuestros medios de
comunicación... degradando al ‘enemigo´ siempre que sea posible. La ‘cultura´ y
los ‘valores´ que la escuela implanta en los niños están basados en el miedo,
en la violencia y en la mentira.”
Verdaderamente, un
problema de suma gravedad con consecuencias alrededor de todo el mundo; y del
que nadie puede escapar actualmente, dejando muy en claro que la globalización
del capitalismo no tiene nada de pacífica ni de humanitaria, mucho menos de
apolítica y espontánea, habiéndose transformado en un peligro para la Humanidad
y la
sobrevivencia de la Tierra al andar tan de la mano del militarismo como nueva
estrategia de conquista imperial.
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(*)
Sociólogo.
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