EL
ESTADO, ÚNICO ESPEJO DE CIUDADANÍA.- Colega, comparto la idea central – tesis – de que la construcción social y cultural de la
ciudadanía está en relación al carácter del Estado, (pero un Estado, Moderno,
descentralizado, participativo, con visión de futuro). La ciudadanía es un proceso múltiple, complejo nunca terminado, y
siempre renovado. Con relación a la presencia, influencia del mercado, si
tiene que ver mucho – demasiado, es parte constitutiva – de la relación con el
usuario, el cliente, el consumidor, pero no con el proceso de ciudadanización.
Sin embargo, en su artículo encuentro dos puntos centrales, tendencias
sociológicas históricas, que usted duda de su realidad –. Primero, existencia de una asociatividad
histórica, originaria, - presente en
la Historia Social y en la Memoria Social de cada Argentino, peruano, chileno,
boliviano y latinoamericano: La cultura local, la identidad cultural
colectiva, los procesos de resistencia cultural, formas originarias de trabajo,
comercio – trueque, propio de los pueblos originarios, que ustedes tienen –
pero parecen que aún, son
invisibilizados, hasta por el mundo académico -. Colega, la mejor
expresión de esta asociatividad –
formas democráticas originarias – es hoy como valoramos la importancia y
trascendencia de la Redes Sociales
Históricas. (Parentesco, migración, tradiciones, danzas, música,
costumbres, sinergias locales y regionales, personales y colectivas,
potencialidades originarias (endógenas), talentos, aptitudes, liderazgos comunitarios; usos, costumbres, formas de trabajo, cultivo,
regadío, semillas orgánicas, agricultura originaria y sustentable e identidad del mundo agrario y campesino.
Pueblos originarios argentinos, al igual que los
pueblos originarios de toda Nuestra América, son depositarios de todo un modelo
de Democracia histórica, la asociatividad primaria, originaria, como cultura
local, identidad cultural popular, tradiciones, costumbres, danzas, música,
liderazgos comunitarios, formas de trabajo, memoria social, memoria histórica,
resistencia cultural y redes sociales originarias. Poder Local Popular, fortaleza
social y política de la Nueva Sociedad Civil, hoy emergente en toda América
Latina, desde los Movimientos Sociales anti- neoliberales.
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Un
Segundo punto, como realidad
social, contextos multidimensionales – aunque no guste el concepto o el nombre – es relacionado a la Sociedad Civil. El primer punto de esta observación, es un
poderoso argumento de la presencia político-social de la Sociedad Civil en tiempos históricos y políticos, fue durante el
proceso político “nacionalista” del
General Perón y la extraordinaria responsabilidad social y compromiso
político que cumplió Evita Perón. ¿ O
no es posible reconocer, este periodo histórico de construcción de Ciudadanía Histórica y Republicana? En el cierre del siglo XX y la apertura del
nuevo Milenio, tiempos de la crisis de los gobiernos sucesivos – 2001-2002- del corralito, el
comportamiento de la Sociedad Civil argentina – el pueblo – fue extraordinario,
en la “derrota” del golpismo, el neoliberalismo criminal y sobre todo de los
poderes facticos globales. De ese proceso histórico político (in)surgió el movimiento social de Los
Piqueteros. Las ONGs por la
vigencia y defensa de los Derechos Humanos, las condiciones medio-ambientales, las
Centrales Sindicales – oficialistas y opositoras, organizaciones culturales – muy
amplias y de reconocida categoría e importancia – todas las organizaciones de
las Madres de Plaza de Mayo, sus
instituciones – como su Universidad – sólo como ejemplo, surgidas desde los tiempos de la dictadura militar y el "ingreso" violento del neoliberalismo. Toda, esta amplia,
heterogénea y múltiple realidad es, la Sociedad Civil, Real, como escenario
de escenarios de las clases y la lucha de clases, presentes en América Latina y hoy poderosa herramienta social
de los Movimientos Sociales anti-neoliberales, por lo general movimiento sociales anti-sistema.
El movimiento social de los Piqueteros, emerge en la
sociedad Argentina, en el centro de una de las crisis del capital financiero
más destructivo y demoledor de los Derechos Fundamentales de los Ciudadanos.
Asumió la lucha en el epicentro del desmadre como país, la demolición del Estado movilización diaria contra el fracaso absoluto del neoliberalismo
y la violación de los derechos del Pueblo Argentino. Movimiento Piquetero que
enarboló en lo más alto de la lucha de clases, proceso complejo y múltiple, una Nueva
Sociedad Civil, así como la forja y construcción de una Nueva Ciudadanía
Moderna, Participativa, Democrática y Republicana, proceso múltiple que comprende la propia construcción y modernización de un "nuevo" modelo de Estado. (pero el fracaso en América Latina fue evidente y hoy es una de las grandes e históricas reivindicaciones Políticas.
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En
la coyuntura actual, muy compleja, múltiple, turbulenta, polarizada para el
gobierno y el Estado argentino y
la lucha contra los fondos o capitales
buitres. La Sociedad Civil, Real,
emergente, plural, popular – incluso la que festeja al Papa Francisco o el Sub-campeonato Mundial de Fútbol, ahí está
presente la sociedad civil –
democrática, autónoma, presente en las calles y plazas – como lo fue en el
nacimiento de la democracia y la comunicación directa El Ágora griega – este escenario de las clases y la lucha de clases
hoy lo tenemos presente en América
latina, como herramienta de lucha central, principal de los movimientos
sociales anti-neoliberales, inmersos en cada uno de los procesos políticos de
progresistas, nacionalistas y/o de izquierda – “nueva izquierda” – en nuestra América – procesos únicos,
auténticos, sin copia ni calco – sino como creación heroica de cada pueblo. Ese es el Poder Local Popular descentralizado (Federal), en el escenario nacional de un Estado, que se moderniza, una Nueva
Sociedad Civil, donde están presentes: la Ciudadanía Participativa, sus formas de Comunicación Intercultural, Nuevos
Líderes Sociales, Humanistas, Cívicos y Republicanos, hoy como Nuevos Sujetos Sociales (Históricos), en proceso de construcción como Actores Políticos.
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Durante el gobierno del general Perón, el trabajo social y político
realizado por su esposa Evita Perón, básicamente en la clase obrera y los
pobres urbanos y rurales, forjó las bases sobre la cual se construyó Ciudadanía
Histórica, Patrimonial, Cívica y Republicana. El reconocimiento, práctica y
desarrollo de sus derechos sociales, laborales y políticos de los Ciudadanos,
fraguó un proceso de consolidación de
los derechos constitucionales, como fortaleza de un proceso social y cultural
nunca terminado, siempre renovado. Esa es la columna vertebral de la forja y
construcción de la Ciudadanía Moderna en relación a la realidad vigente, de un Estado
de cara a los intereses nacionales.
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SOCIÓLOGO
U.B.A.: EL ESTADO, ÚNICO ESPEJO DE CIUDADANÍA.
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Sociólogo. Gabriel Palumbo.
Universidad de Buenos Aires.
La Nación.com domingo 3 de agosto del 2014.
Hace un tiempo, se ha instalado dentro de ámbitos académicos,
periodísticos y del pensamiento la idea de que los problemas más graves de la
Argentina están directamente relacionados con
la ausencia del Estado. Según esta hipótesis, la incapacidad de encauzar
una vida comunitaria razonablemente hospitalaria se debe fundamentalmente a una retirada, activa o pasiva, de las
funciones estatales.
Sin embargo, vista desde otras perspectivas, tanto materiales como
simbólicas, la fortaleza de la
estatalidad aparece en nuestro país tan potente y omnipresente que parece
desafiar la tesis de la ausencia.
En términos conceptuales, si no se tiene en cuenta la acción estatal es imposible explicar la
existencia de generaciones de ciudadanos argentinos que no pueden unir la
reproducción de su vida con la idea del trabajo, con la consecuente reducción a
clientela que esto supone.
Luego, hay datos objetivos. En un informe recientemente realizado por Ricardo López Göttig, consejero
académico de Cadal, queda expuesto
con claridad que un tercio de la
población económicamente activa trabaja directamente en el sector público.
Si se combina ese dato con la cantidad de planes
sociales existentes, más de 60
programas y más de 18 millones de
beneficiarios, la incidencia estatal es tan determinante que la idea de
ausencia parece desvanecerse. Más allá de la opacidad en los datos, otra acción estatal por cierto, las cifras
son de tal contundencia que impiden no pensar en el Estado como un mal
protagonista del mundo de la economía nacional.
Esos datos muestran sólo
una parte. El peso simbólico del Estado
es tan importante en nuestro país que la ciudadanía se construye a su imagen y
semejanza, incluso en un sentido crítico. Los procesos de ciudadanización
se mueven alrededor de la estatalidad y su materialización está más ligada a su
reconocimiento que a cualquier otro factor.
Culturalmente condicionados contra el asociacionismo, con dificultades
severas para inventar una sociedad civil
lo suficientemente madura y con un desapego casi visceral contra el mercado -
esto no significa que los actores
políticos estén alejados del dinero, sino que se apoyan en la estatalidad
mientras les da fruto-, lo único que nos queda es el Estado.
La Argentina tiene muchas dificultades
para armar espacio de asociatividad y
colaboración civil. Las formas asociativas por lo general están ligadas a
la idea de resistencia y no de pro-actividad. No hay en la Argentina asociaciones de oyentes de radios públicas, o community gardens. En rigor, la cultura argentina carece de
rutinas públicas intensas por fuera del pedido al Estado. Cuando un argentino
siente vulnerados sus derechos, de cualquier tipo, su reflejo inmediato es
reclamar al Estado, sobre todo al "gran Estado", el Estado
nacional. Incluso el importante entramado de ONG existente mantiene algún nivel de dependencia con la instancia
estatal. Los organismos de derechos
humanos son una muestra ostensible de esa relación y de lo perjudicial que
puede ser para el logro de sus propios objetivos.
Mercado con signo negativo.
La idea de sociedad civil es extraña a las formas culturales argentinas. Incluso es una idea que
causa cierto rechazo, al tiempo que se asimila con la persecución de intereses
particulares. La idea moral de las
sociedades, en nuestra versión católica latina, imagina que reunirse con el
objetivo de defender un bien particular es una idea reprochable. El ejemplo más
interesante es el del corralito,
alrededor del cual durante la crisis de 2001 y 2002 amplios sectores
calificaban de mezquina a la clase media por reclamar por sus ahorros.
El mercado, el gran actor de
contrapeso del Estado moderno, no goza en nuestro país de defensores
importantes. Por lo general, sus defensores suelen hacer mucho más hincapié en
la posibilidad de realizar ganancias extraordinarias que en tomarlo como un elemento
de dinamización social y creatividad. Por otro lado, el mercado está descartado por completo en el universo discursivo y
de planificación de casi la totalidad de las fuerzas políticas y tiene, en el
terreno de la construcción simbólica, una fuerte carga negativa.
Desde el punto de vista cultural,
entonces, el Estado es el único espejo que tienen los ciudadanos argentinos
cuando deciden mirarse a sí mismos. Las consecuencias de esta actitud no pueden
ser peores si se lo mira desde un costado liberal. Los límites entre Estado, gobierno y partido se hacen
imperceptibles y con ellos caen también las especificidades de una república.
El Estado integra y resume; no sólo
no está ausente, sino que lo comporta absolutamente todo. Este tópico es una
constante y se impone en casi la totalidad del universo político argentino.
Estos diez años de populismo
han acentuado este carácter omnímodo del Estado
y lo han consagrado como el elemento de salvación y redención de todos los
temas. Los excesos en las nacionalizaciones y estatizaciones operan en nuestra
tesis como una confirmación de la presencia del Estado. Mientras tanto, la
oposición política acompaña este clima de ideas sin hacerse demasiadas
preguntas. El resultado de las votaciones en el Congreso y el juego de
argumentaciones no hacen otra cosa que fijar al tema del Estado en el terreno de lo cultural más que en el plano
objetivo.
Y aquí sí hay un verdadero
problema.
Tanto el tamaño del Estado, que
creció desmesuradamente durante esta década, como su importancia simbólica deberían ser temas centrales para el
próximo gobierno. En la misma dirección, sería muy útil considerar también su capacidad creativa para lograr
ampliar otras esferas de la vida social, menos reguladas y más dinámicas. No
hay manera de construir una sociedad democrática con esta proporción de
personas ligadas de una u otra manera al Estado. Este esquema desmotiva la
creatividad y convierte a la sociedad en un mero juego corporativo.
Esta discusión no sucederá si no se consideran las consecuencias de la
presencia casi absoluta del Estado. Tampoco parecerá útil tenerla si no se
reconoce el alcance de sus acciones y se decreta su inexistencia por el solo hecho
de no parecerse a lo que deseamos o a lo que alguna vez aprendimos que debía
ser.
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El autor es sociólogo y
profesor en la carrera de Ciencia Política de la UBA.
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