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El Socialismo francés, hace cerca de dos
años, llevó a la Presidencia de la República al Sr. Francois Hollande, militante socialista, triunfo
electoral aplastante ante la debacle histórica de la derecha política del Sr. Sarkozy, como responsable de la crisis
estructural del sistema capitalista, la misma que se manifestó en despidos
de miles de trabajadores, cierre de empresas, aumento considerable de la
pobreza y la extrema pobreza, en especial de los migrantes, sectores sociales
conocidos como Los 3 Sin: sin trabajo,
sin vivienda y sin papeles. Sin embargo, la crisis toco fondo, en relación
a la juventud, la más castigada socialmente en todo la zona-euro, epicentro de la Poli-crisis. El socialismo francés,
- último grito de libertad y humanismo, ante el fracaso definitivo de la
social-democracia europea - ofreció en su campaña a los ciudadanos galos, inversión,
crecimiento con empleo y mayor presencia del Estado. No. No a las fracasadas políticas de austeridad, vigentes en “esos” tiempos en
varios países europeos, impuestas por la Troika – el gobierno del Banco Central Europeo, de
la Comisión Económica Europea y el Fondo Monetario Internacional – gobierno de las elites financieras del
capital corporativo global e increíblemente bandera de “triunfo” de la Sra.
Canciller de Alemania Ángela Merkel. El
Sr. Presidente Hollande “juró” ante el pueblo francés, derrotar la crisis
en su país, derrotar el neoliberalismo y sus políticas salvajes. Los ciudadanos
galos, pusieron fuerza, energía y dignidad de absoluta Confianza Política en el Socialismo francés y su candidato –
después Presidente – el Sr. F. Hollande
– pero una vez gobernante, fue fácil “bocadito” y presa del neoliberalismo y
los “viejos” y desprestigiados gobernantes
de entonces en Europa. Real y
objetivamente fue una decepción política de un hombre que como muchos otros
en el mundo de la política, su palabra es letra muerta y sus ofrecimientos son
más de lo mismo que prometen el conjunto de manipuladores, extorsionadores y
destructores de la Política como
Ciencia, como Pedagogía, como arte de gobernar con eficiencia y eficacia, con capacidad,
responsabilidad, confianza y altos niveles de participación de la Ciudadanía
francesa.
Presidente de Francia. Francois Hollande. De Socialista a neoliberal. Perdió la oportunidad política e histórica de reconstruir el socialismo europeo, después de la debacle política de la social-democracia. Hoy ambas corrientes políticas descansan en el cementerio de los derrotados, de los "asesinados", por sus propias manos y sus propias ideas. Q.D.D. G. víctimas de la crueldad de farsantes, mentirosos, traidores y falsos caudillos.
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Sin embargo, al entrar a gobernar, le faltó
capacidad política, visión de futuro,
confianza social de su pueblo en sus políticas e instituciones, pero lo
que realmente estuvo ausente y sigue y continuará es decidirse a cambiar y transformar las políticas
públicas de Estado. Cuando se elige un Mandatario y su equipo de gobernantes,
no estamos eligiendo a caudillos, farsantes y personas sin responsabilidad
social y compromiso político con su pueblo. Las elecciones municipales de hace unos meses fue el toque de inicio de algo terrible que se venía y fueron
al final las elecciones al
Euro-Parlamento, donde la derecha,
la extrema derecha de la Sra Le Pen ganó la mayoría de representación política
al igual que la totalidad de países donde hoy se ha centrado la crisis
estructural multidimensional. Pero a pesar de los acontecimientos políticos –verdaderos
terremotos que sacudían la estructura del socialismo francés, el Presidente – nuevo militante, discípulo del
neoliberalismo y de la Sra. Canciller de Alemania, no asumía la más mínima
responsabilidad frente a tales acontecimientos políticos que estaban destruyendo
el socialismo, No se oye padre, seguro decía el
Presidente, -un hombre fraguado en la lucha, no fue un improvisado,
menos invitado, fue un militante de su partido - incluso acusado de doble vida amorosa y desestabilización familiar, pero
continúa con más de lo mismo: aumenta a
cifras nunca antes vista el desempleo, la pobreza, la extrema pobreza, una generación de
su juventud está siendo “asesinada”
por sus políticas fracasadas de austeridad. Finalmente el golpe decisivo, vino del centro de su propio
gobierno, el Ministro de Economía,
comenzó a cuestionar las políticas de austeridad y criticó al gobierno de esta
continuidad destructiva de las relaciones sociales con la ciudadanía. El primer Ministro, Sr. Manuel Valls –
no socialista, “centrista”, invitado después del fracaso electoral municipal,
simplemente presentó la renuncia del
Consejo de Ministros. La crisis estructural multidimensional, continuará,
mientras continúe el miedo, la incapacidad, la falta de confianza en su pueblo.
Sr. Presidente Hollande pasará a la historia política por haber sido el
enterrador final del socialismo francés – el último que aún presentaba signos políticos – de hacerle
oposición y lucha política al neoliberalismo destructivo, salvaje e inhumano.
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Según las instrucciones del jefe del Estado, Manuel Valls debe formar un “equipo coherente con las orientaciones. de las políticas neoliberales y fiel al dogmatismo de las políticas de la troika europea y de la Canciller Alemana Sra Ángela Merkel.
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FRANCIA. CRISIS POLÍTICA. HOLLANDE
SACÓ DEL GOBIERNO A LOS ANTIAJUSTE. (Se destruye el Socialismo
francés).
El ministro de Economía francés, Arnaud Montebourg,
era paradójicamente critico de la política de recortes.
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El premier Manuel Valls aceptó la renuncia de su
Ejecutivo luego de un fin de semana durante el cual los representantes
socialistas más progresistas criticaron las políticas de austeridad. Valls
presentará un nuevo gobierno acorde a la línea centrista liberal.
Eduardo Febbro
Desde París martes 26 de agosto del 2014.
La guerra de las
izquierdas francesas y su objeto de discordia central, la austeridad, derribó
al segundo gobierno del presidente francés, François Hollande. El primer
ministro, Manuel Valls, aceptó la renuncia completa de su Ejecutivo luego de un
fin de semana durante el cual los representantes más progresistas del gabinete
criticaron la continuidad de las políticas de ajuste y pidieron un cambio de
rumbo. La paradoja es tan extravagante como despiadada: el encargado de lanzar
el ataque fue quien era hasta el domingo el ministro de Economía, Arnaud
Montebourg, o sea el encargado de esa política económica. El ex ministro es
conocido por sus posiciones contrarias al dogma liberal, por sus ataques contra
la globalización y sus posiciones a favor de un “capitalismo cooperativo”.
Montebourg dio una entrevista al vespertino Le Monde en donde declaró que era
preciso dejar de lado “la reducción del déficit”. Luego agregó que “la
reducción forzada de los déficit públicos es una aberración económica, un
absurdo financiero y un siniestro político”. Ante el socialismo militarizado de
Valls y la línea asumida junto a Hollande, en la cual prevalece ante todo el
rigor presupuestario, sus días estaban contados. El presidente francés ya había
aclarado que no había “escapatoria” a esa política, mientras que Valls ratificó
que los cambios estaban “excluidos”, al tiempo que trató de “irresponsables” a
los actores rebeldes del Partido Socialista que lleva un tiempo exigiendo otro
horizonte.
La tempestad decapitó al
gobierno formado hace cinco meses, justo después de las calamitosas elecciones
municipales que podaron de centenas de municipios al PS francés. La
contradicción entre las promesas electorales –“mi enemigo es la finanza”, había
dicho Hollande– y la realidad del ejercicio del poder tornó insalvable la
convivencia entre los dos grupos. El giro liberal de Hollande dejó primero al
país atónito y ahora lo encierra en una cuenta regresiva que el diario Le Monde
resume en su editorial como “la última posibilidad de salvar la presidencia”.
La situación era insostenible. La protesta se había limitado hasta ahora a los
parlamentarios del PS. Pero cuando atravesó la línea roja y se instaló en el
corazón del gobierno, Hollande y su primer ministro no dudaron en amordazar el
debate y sacrificar a quienes lo alimentaban. Cueste lo que cueste, los dos
responsables mantienen el surco: austeridad (50 mil millones de euros de
recorte en tres años) y reactivación de la economía a partir de la oferta
mediante un costoso programa de respaldo a las empresas, el polémico “pacto de
responsabilidad”. Montebourg no es el único que se baja del obediente barco de
Hollande y Valls. La ministra de Cultura, Aurelie Filippetti, anunció que no
formaría parte del próximo Ejecutivo. Benoît Hamon, el ministro de Educación y
también miembro de los rebeldes, está igualmente en tela de juicio.
Según las instrucciones
del jefe del Estado, Manuel Valls debe formar un “equipo coherente con las
orientaciones”. La socialdemocracia de François Hollande y Manuel Valls es muy
poco contemplativa. Quien no está de acuerdo, tiene que callarse, es un
“irresponsable”, no entiende que sin las reformas la izquierda “puede
desaparecer” (según Valls), o se topa con el portazo retórico según el cual “no
existe otra salida a la crisis”. Montebourg y Hamon representaban la garantía
dada al ala izquierda del PS. Con su salida de escena, el mandatario termina de
aislar a quienes contribuyeron a su victoria en mayo de 2012: lo primero que
hizo fue desairar al Frente de Izquierda de Jean-Luc Mélenchon, después eliminó
a los ecologistas del gobierno, más tarde deslegitimó a los senadores
progresistas del PS y ahora expulsa a los irreductibles. Una de las
representantes más sólidas del ala izquierda del PS, Marie Noëlle Lienemann,
juzgó que Hollande se encontraba “como un rey desnudo”. La mayoría socialista
en la Asamblea Nacional puede tornarse inestable. Al principio, los opositores
socialistas a la línea centrista liberal eran un puñado, luego pasaron a ser
decenas. A ellos se les fueron sumando los diputados ecologistas y comunistas.
El alejamiento de Montebourg traza una frontera cada vez más profunda entre el
mandatario y sus decepcionadas tropas. La amenaza de una disolución de la
Asamblea Nacional entra hoy en todos los cálculos.
El debate en torno a la
austeridad envenena a la izquierda europea desde hace años. El cruce de ideas
se tradujo en Francia por una ruptura insólita en el seno de un mismo partido.
“La izquierda está en peligro de muerte”, decía Valls cada vez que defendía sus
reformas como condición de la supervivencia de la socialdemocracia. Desde
luego, respondía Montebourg, pero es a causa de esas reformas que se muere.
“Las políticas de rigor no funcionan, y además son injustas”, dijo el ex
ministro al despedirse de su cargo.
Rigor
presupuestario, reformas estructurales de corte liberal, compromisos con el
empresariado: el cóctel irreductible de la política europea ha hundido el
crecimiento, el mercado del trabajo y hasta un gobierno de retórico perfil
socialista. Paladín de la eurohostilidad, muy crítico de Alemania y de la
Comisión Europea, Montebourg era un incómodo ministro de cara a la agenda
reformista y estranguladora de Bruselas. La prensa liberal de Europa exulta de
alegría con su renuncia. Su alejamiento, así como el de los otros ministros
contestatarios, es una señal de derrota y resignación de parte de un hombre
(Hollande) que se había presentado como la alternativa socialdemócrata al
pensamiento único del euroliberalismo. Junto con Valls, Hollande terminó
encarnando una socialdemocracia de cuartel, autoritaria, intolerante, vacía de
todo mensaje y épica política, seca como un pozo prehistórico.
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