En general, se cree que la deuda pública externa, o deuda soberana,
es un medio necesario para obtener los recursos
–bienes de capital, infraestructura, alimentos etc.– indispensables para el
crecimiento económico. Sin embargo, la realidad es otra. La globalización financiera y las políticas neoliberales aplicadas
mundialmente desde mediados y fines de los 70’
dieron lugar a la apertura de las economías, a la especulación financiera y
al endeudamiento externo. Estos fenómenos no derivaron en un crecimiento
sostenible de las economías en desarrollo. Por
otra parte, las deudas soberanas han precedido a la globalización financiera
y se han asociado a la lógica mundial de
la acumulación del capital. Interesa entonces destacar brevemente los
procesos estructurales que han constituido la “música de fondo” de la globalización financiera. Una música que
emana de las estructuras productivas, las marca a fuego y constituye hoy día el principal obstáculo
al crecimiento en el mundo en desarrollo.
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La condena según la mitología griega de Sísifo el Rey, por su condición del más sabio y astuto de los mortales, por atreverse a desafiar a los Dioses del Olimpo fue castigado con la ceguera y condenado por toda la eternidad: se le impuso una tarea que no le permitiese ni un minuto de descanso e impidiera cualquier evasión: empujar montaña arriba una enorme piedra, que siempre se le escapa de las manos al llegar cerca de la cima. Y así, perpetuamente, el condenado que osara engañar a la Muerte desciende por la ladera para retomar la piedra y recomienza su tarea sin fin y sin objetivo. Es así la Democracia en América Latina o mejor leer nuestros trabajos sobre Democracia. Veamos ahora como “funciona” o no en economía y deuda externa. ¿Que compleja, extensa y extraordinaria en su estructura es la SOCIOLOGÍA?.
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SOCIÓLOGA: EL MITO DE SÍSIFO Y LA DEUDA EXTERNA ARGENTINA.
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Por Mónica Peralta Ramos *
El más terrible de todos los
sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza muerta.
Fedérico García Lorca.
Página /12 miércoles 24 de septiembre del 2014.
Cuenta la mitología griega
que Sísifo, el más sabio y astuto de los mortales, se atrevió a desafiar a los
dioses y a la muerte siendo castigado con la ceguera y condenado por toda la
eternidad a empujar una enorme roca hasta la cima de una montaña. Al llegar a
este punto, la roca rodaba cuesta abajo debiendo entonces Sísifo recomenzar la
tarea. Este enorme esfuerzo sin propósito razonable, repetido una y otra vez a
sabiendas de que todo deberá empezar de nuevo, ha sido desde los griegos
metáfora del esfuerzo inútil de una existencia humana sin esperanza. La
tragedia de este personaje del amanecer de los tiempos condensa el drama que
viven hoy día los países en desarrollo condenados al pago de una deuda externa
que crece exponencialmente y los arroja a un futuro de miseria. Las causas de
esta deuda y las razones de su crecimiento se ocultan tras una espesa telaraña
de desinformación e ignorancia. Esto no es casual. En el mundo actual las
estructuras de poder se reproducen anulando toda esperanza de cambio al ocultar
las relaciones de fuerza y los procesos que les dan origen. De ahí la
relevancia histórica del momento actual: el vuelo rasante de los buitres –tanto
externos como locales– ilumina la dinámica de nuestra deuda externa y su
relación con la estructura de poder local y mundial. Esta dinámica es común a
los países en desarrollo, por eso el significado de los acontecimientos que
vivimos trasciende nuestras fronteras y la esperanza de un mañana distinto se
vuelve posible.
En general, se cree que la
deuda pública externa, o deuda soberana, es un medio necesario para obtener los
recursos –bienes de capital, infraestructura, alimentos etc.– indispensables
para el crecimiento económico. Sin embargo, la realidad es otra. La globalización
financiera y las políticas neoliberales aplicadas mundialmente desde mediados y
fines de los ’70 dieron lugar a la apertura de las economías, a la especulación
financiera y al endeudamiento externo. Estos fenómenos no derivaron en un
crecimiento sostenible de las economías en desarrollo. Por otra parte, las
deudas soberanas han precedido a la globalización financiera y se han asociado
a la lógica mundial de la acumulación del capital. Interesa entonces destacar
brevemente los procesos estructurales que han constituido la “música de fondo”
de la globalización financiera. Una música que emana de las estructuras
productivas, las marca a fuego y constituye hoy día el principal obstáculo al
crecimiento en el mundo en desarrollo.
La expansión global de la
acumulación del capital ha dado lugar a la integración compleja de las grandes
corporaciones multinacionales y a una nueva división internacional del trabajo
basada en la desintegración del proceso productivo a nivel local y en su
integración a nivel global en cadenas de valor, cuyos segmentos estratégicos
son controlados por el capital trasnacional. Un conjunto de empresas
multinacionales concentra hoy las decisiones y el poder tecnológico y controla
los sectores más dinámicos de la industria. Al mismo tiempo, existe una enorme
fragmentación y dispersión del proceso productivo a nivel local y los Estados
nacionales pierden progresivamente su capacidad de planificar políticas en su
territorio. Los países en desarrollo se encuentran hoy integrados en cadenas de
valor global y son totalmente vulnerables a decisiones que surgen de la lógica
de la acumulación global del capital trasnacional. Dentro de esta lógica, la
exportación de tecnología juega un rol crucial. La industrialización liderada
por empresas multinacionales genera en los países en desarrollo una demanda
creciente de importación de tecnología incorporada en bienes intermedios y de
capital.
Esta necesidad de importaciones no puede ser satisfecha de un modo
sostenible con las divisas obtenidas por las exportaciones de estos países,
basadas en su mayor parte en productos primarios y/o en bienes que, en términos
relativos, tienen escaso valor agregado. Esta “restricción externa” ha dado
lugar a un crecimiento de la deuda soberana contribuyendo su servicio a
potenciar la demanda de divisas y el propio endeudamiento externo. En estas
condiciones, la función exponencial del interés compuesto de los préstamos
explica que la deuda crezca mucho mas rápido de lo que la economía puede
producir. El interés compuesto no pertenece al mundo de lo “real” (producción
de bienes y servicios). Es un fenómeno matemático y su crecimiento exponencial
se rige por las leyes de las matemáticas. La economía de un país está sujeta a
restricciones físicas y cambiantes de diversa índole: desde la tecnología, los
recursos naturales y la energía, hasta el clima, las catástrofes naturales,
etcétera. Las tasas de crecimiento del Producto Bruto son lineales y no pueden
convertirse en un crecimiento exponencial sostenido similar al crecimiento de
la deuda. Este crecimiento dispar de las deudas y las economías lleva
inevitablemente a la refinanciación de las deudas. Estas deudas se transforman
en una bola de nieve imparable y al poco tiempo la suma de intereses
capitalizados supera el monto adeudado inicialmente.
La Argentina muestra
vívidamente el impacto político y económico de estos procesos. El gobierno de
Perón puso fin en 1952 a un ciclo de endeudamiento externo que se inició en los
orígenes de la República. Su derrocamiento militar en 1955 abrió un nuevo ciclo
asociado a las condiciones impuestas por una nueva etapa de acumulación del
capital. Esta acumulación tuvo como eje central el reemplazo de mano de obra
por bienes de capital en la industria y dio lugar al aumento de la concentración
del capital y el creciente control de los sectores más dinámicos de la
industria por parte del capital extranjero. En estas circunstancias, los ciclos
de crecimiento industrial desembocaron en la restricción externa, las crisis
económicas y el endeudamiento externo. Al producirse el golpe militar de 1976
la deuda externa ascendía a 8000 millones de dólares. Las políticas económicas
de la dictadura impulsaron la apertura de la economía, la especulación
financiera y el endeudamiento externo, y profundizaron el control monopólico de
sectores estratégicos de la industria. Hacia 1983 el país debía 45 mil millones
de dólares y el nudo gordiano del desarrollo argentino (ver notas en Página/12:
13/11/2011, 20/1/2014 y 14/3/2014) se había consolidado.
Una estructura de
poder basada en el control monopólico de sectores claves de la industria habría
de jaquear a los gobiernos democráticos que se sucedieron tras la dictadura
iniciada en 1976. Mientras los lazos del nudo gordiano: la inflación, la
corrida cambiaria y la restricción externa, reemplazaban a los golpes militares
como mecanismo de desestabilización política, la deuda soberana seguía el
camino de las moratorias y de los refinanciamientos. Desde principios de los
’90, la globalización financiera, las privatizaciones y las políticas
monetarias y financieras de la convertibilidad derivaron en un enorme
crecimiento de la deuda externa. Detrás de la lógica financiera y monetaria de
este endeudamiento, el nudo gordiano continuaba estrechándose. En efecto, lejos
de acabar con la industrialización argentina –como se ha dicho reiteradamente–
estas políticas dieron nuevo impulso al control monopólico sobre sectores clave
de la industria y de la economía aumentando el poder político de las
corporaciones. Dos nuevas reestructuraciones: el “blindaje” y el “megacanje”
derivaron en el default de la deuda externa en el 2001. Por ese entonces, ésta
ascendía a 160.000 millones de dólares.
Finalmente, en 2005 y 2010
la deuda fue reestructurada con una quita cercana al 70 por ciento de su valor
y una aceptación del 92,4 por ciento. Esta reestructuración ha sido
recientemente jaqueada por la sentencia del juez Griesa, avalada por la Corte
Suprema de Justicia norteamericana. En un fallo sin precedentes en la
jurisprudencia internacional, este juez obligó al país a suspender el pago al
92,4 por ciento de los acreedores de la deuda reestructurada hasta tanto no se
pague lo que supuestamente se debe al uno por ciento de los acreedores –los
llamados fondos buitre– que habiendo comprado en el 2008 bonos de la deuda
defolteada por valor de 45 millones de dólares no aceptaron la reestructuración
y litigaron. En la práctica, esta sentencia pone a la Argentina al borde del
abismo. Si la acepta, viola las cláusulas de los contratos de la deuda
reestructurada en 2005/2010. En consecuencia, la deuda soberana se multiplicará
a niveles inverosímiles y el país se expondrá a la apertura inmediata de nuevos
juicios al estilo Griesa.
La demanda de los fondos
buitre ha colocado en el centro de la coyuntura política las turbulencias que
agitan el mercado financiero internacional sacudido por una lucha sin cuartel
entre distintas fracciones del capital financiero por la apropiación de
ingresos, de activos y de recursos naturales. En el contexto de una crisis del
capitalismo mundial sin precedentes, esta descarnada guerra financiera impulsa
la concentración del capital y nuevas formas de acumulación mundial por
desposesión (en Página/12, 15/7/2014). El objetivo de los fondos buitre
trasciende la realización de las ganancias extraordinarias que les reconoce
Griesa y busca destrozar la reestructuración de la deuda del 2005/2010. A fin
de aumentar su poder de fuego en la guerra financiera internacional buscan
permanentemente nuevas y mejores oportunidades de lucro. En este contexto, la
falta de legislación internacional financiera pertinente facilita el ataque a
las deudas soberanas. Como conocen muy bien los lazos del nudo gordiano que nos
oprime, los fondos buitre amenazan ahora con atacar nuestra moneda. Esta
amenaza no cae en el vacío.
Desde diciembre pasado el país está jaqueado por la
restricción externa, la corrida cambiaria y la dolarización. La sentencia de
Griesa y las medidas adoptadas por el Gobierno –Ley del Pago Soberano y reforma
a la Ley de Abastecimiento– han dinamizado a los actores que encarnan los lazos
del nudo gordiano. Así, el baile desenfrenado del dólar blue, del dólar Bolsa y
del “contado con liqui” sigue hoy el ritmo que imponen los grandes productores
agropecuarios y los acopiadores al retener los cereales; los exportadores al no
liquidar las divisas de las exportaciones y los importadores al sobrefacturar
las importaciones. Entretanto, los grandes bancos dirigen la orquesta y usan
sus tenencias en dólares para imponer un ritmo más alocado a la partitura. Por
si esto fuera poco, las empresas multinacionales automotrices crean desempleo y
sabotean el plan oficial de subsidios para la compra de automóviles
desabasteciendo el mercado interno a fin de dolarizar precios.
Estos fenómenos iluminan
la alianza entre los buitres internos y externos, una alianza posible gracias a
la lógica perversa del nudo gordiano. Muestran, además, la capacidad de
desestabilización política de los monopolios y los mecanismos que usan para
ello. De ahí la necesidad imperiosa de debatir y explicar lo que está
ocurriendo y de impulsar la participación activa de toda la población para
impedir la dolarización de los precios y el consiguiente canibalismo social.
Esto significa defender el crecimiento con inclusión social y mantener viva la
esperanza de un mundo mejor.
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*
Socióloga.
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