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La universalización del mercado único neoliberal - la globalización
del capital financiero-especulativo, la era de la
transnacionalización de los monopolios imperialistas, el capitalismo salvaje o la economía de casino -
entre una de sus características que viene de las políticas centrales del Consenso de Washington, como es la
flexibilización laboral, es decir - en buen cristiano – la eliminación de los derechos sociales – laborales – y políticos
de los trabajadores – como: estabilidad laboral, derecho de sindicalización,
derecho de huelga, derecho de Negociación Colectiva – en su lugar se ha
establecido formas muy variadas, dispersas y negativas de cientos de formas de sistemas de contrataciones de la fuerza de
trabajo. En especial, en los países de economías
emergentes, países del sudeste asiático China, India, Tailandia, Pakistán, Singapur,
Indonesia, Taiwán, Hong Kong, etc. donde, en general se han eliminado los derechos sociales y en su lugar hoy existen
más de 500 millones de “nuevos
trabajadores” – trabajadoras, jóvenes, analfabetas, entre los 18 y 23 años –
hoy representan, los “nuevos esclavos asalariados del siglo XXI”. En este
escenario de explotación de la mano de
obra, explotación “oficializada”
por los diferentes gobiernos a cambio de que las transnacionales –que han
trasladado sus capitales y sus grandes inversiones a estos mercados- violentan los derechos de los trabajadores a diario y siempre
con la venia de los gobiernos de turno.
Aquí en estos escenarios globalizados de las economías neoliberales,
se han borrado totalmente los derechos sindicales del trabajador, realidad que
produce ante el mundo el total desconocimiento de derechos elementales de
sobrevivencia: Derechos Humanos
consagrados por las Naciones Unidas,
y protegidos por el Organismo de los Derechos Sociales – Sindicales-, como es la Organización
Internacional del Trabajo –OIT- que por el carácter mundializado de
la economía neoliberal, la vigilancia y
protección, la OIT no alcanza a proteger y defender los derechos de los
trabajadores, en todos los territorios geográficos donde hoy está presente la globalización, con sus mega-corporaciones,
liquidando los derechos y creando los nuevos esclavos asalariados. Pakistán, más de 250 trabajadoras muertas,
cientos de heridas víctimas del incendio, China – República Popular, según informes
oficiales el año 2013, se han producido 180 mil “conflictos
sociales”, culturales, ambientales y laborales - existen pésimas condiciones de trabajo, violación
de la jornada de trabajo, jornadas
laborales de más de 90 horas semanales, sin descanso dominical, etc., al
final las empresas y corporaciones que hoy saquean y explotan, nuestros
recursos naturales, poco o nada les interesa la vida de los trabajadores, para
ellos la fuerza de trabajo es
descartable a los 24 años, porque para reemplazar a los despedidos – víctimas
de contratos de explotación, existen en el mismo día, miles en las colas y con
salarios de miseria absoluta, sólo
vistos en el nacimiento del sistema capitalista, en los siglos XVII y XVIII.
Una alternativa viable, pero sobre la base de la cohesión social y política
de los trabajadores, para defender y proteger sus derechos ante la prepotencia, violencia, salvajismo como
hoy se impone la economía imperialista en tiempos de la globalización
neoliberal.
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Una mujer muestra el
retrato de un familiar víctima del derrumbe del edificio Rana Plaza, en
Bangladesh. Hoy existe el crimen laboral globalizado, por la irresponsabilidad de las Empresas así como la cobardía y sometimiento de los Gobiernos.
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GLOBALIZACIÓN DESDE ABAJO.
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La reacción popular a la globalización capitalista no puede consistir
solamente en una apelación a la moral, sino también, y fundamentalmente, en
conquistar el derecho a tener derechos.
Los juristas deben jugar un papel fundamental en la articulación de las
respuestas críticas a la globalización fraguadas desde abajo.
Wolfgang Kaleck.
Diario.es viernes 19 de
septiembre del 2014.
En
las últimas décadas, la solidaridad internacional fue siempre un tema
importante para parte de la izquierda de Alemania y de otros países:
solidaridad con las luchas de liberación coloniales y postcoloniales en Argelia
y Vietnam o contra las dictaduras militares en América Latina y el apartheid en
Suráfrica. Desde los años noventa, los críticos de la globalización atacaron a
nivel mundial el injusto sistema económico y sus consecuencias mortales: el
libro de Naomi Klein, No
logo, la Cumbre Económica Mundial a partir de Seattle y el Foro
Social Mundial, así como los correspondientes foros sociales regionales, fueron
jalones destacados de esa crítica, cuya alternativa era esta: globalización
desde abajo.
Al
principio se trató de manifestaciones y protestas, debates e intercambio de
experiencias, pero cada vez se crearon más redes, unidas por temas o por
regiones, para trabajar de forma conjunta. En esta línea, hace unas semanas, se
reunieron varios expertos y activistas de todo el mundo en Berlín para
reflexionar sobre cómo lograr la implantación del derecho universal a la salud:
salud para todos.
Surgen
nuevas coaliciones transnacionales: hace muy pocos años era inimaginable que
tres presidentes de sindicatos alemanes, de la Confederación de los Sindicatos
Alemanes (DGB), de Ver.di y de IG Metall, apoyaran, junto a la organización de
cambio social Medico International, a las víctimas del incendio de la fábrica
textil Ali Enterprises de Pakistán.
Allí
murieron hace dos años, el 11 de septiembre de 2012, 254 personas y 55
resultaron heridas. Dado que la cadena de ropa barata KiK era uno de los
clientes principales de la ropa producida en Karachi, las reclamaciones de indemnización
de las familias paquistaníes fueron dirigidas a ella. Al principio, parecía que
la cadena quería prestar apoyo rápido y sin burocracia, pues concedió una ayuda
inmediata de un millón de dólares. Pero desde entonces ha pasado más bien poco;
y los juicios por las indemnizaciones avanzan muy lentamente
Los
afectados ya han esperado bastante. Han fundado, con el apoyo de los sindicatos
pakistaníes, una organización de ayuda mutua. La semana pasada, mis colegas
Miriam Saage-Maaβ y Carolin Terwindt, hablaron con 50 supervivientes y
familiares en Karachi. Una madre que desde la catástrofe ya no cocina en casa
porque eso le recuerda a su hijo fallecido. Un joven bailarín que quería labrar
su carrera artística con el dinero ganado en la fábrica. Muestra sus vídeos con
orgullo, los de antes del accidente, porque desde entonces ya no puede bailar;
salvó la vida a varios colegas, pero él mismo permaneció demasiado tiempo en el
edificio en llamas, lo que le ocasionó una intoxicación por humo y daños
crónicos en los pulmones.
Duramente
afectadas, pero no desamparadas, estas personas expresan su anhelo: no les
interesa únicamente el dinero, sino que se haga justicia, que existan unas
condiciones de trabajo más seguras y mejores, y que las empresas extranjeras
asuman sus responsabilidades jurídicas. Ya no se trata de apelar únicamente a
la moral, sino de conquistar el derecho a tener derechos. Uno tras otro
informan a mis compañeros y firman poderes de representación para los abogados.
Esto
no es un procedimiento habitual. Sin embargo, nosotros los juristas debemos
formar parte también de la globalización desde abajo, a la que concurren los
sindicatos de aquí y de allí, iniciativas como Medico International o la
Campaña Ropa Limpia, pero en la que están igualmente presentes los abogados: el
abogado pakistaní de la upper-middle-class,
los expertos italianos en reclamaciones de indemnización por daños, y nosotros
desde el European Center
for Constitutional and Human Rights (ECCHR). Todos trabajamos
juntos en el proceso penal abierto en Pakistán, en el proceso por daños y
perjuicios incoado en Italia contra la empresa auditora que, poco antes del
accidente de Karachi, expidió una certificación de idoneidad de las
instalaciones, y también en la reclamación de indemnización por daños
presentada contra KiK en Alemania. Unos trabajadores pakistaníes quieren
presentar una demanda ante el Tribunal Regional de Dortmund contra una compañía
alemana. A algún
que otro jurista alemán o español puede que esto le resulte extraño. Tendrán
que acostumbrarse a ello.
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