Elecciones en Brasil, Dilma, -5 de octubre - Bolivia, Evo, - 12 de octubre - y Uruguay, Tabaré Vasquez - 26 de octubre -marcan un acontecimiento histórico en América Latina.
Si ganase la derecha en Brasil juntando todos sus votos en la
segunda vuelta, en caso que la haya, modificaría la relación de fuerzas en el MERCOSUR, en la UNASUR, sería una gran conquista de EE. UU., empujaría aún mucho
más a la derecha al gobierno del Frente Amplio con Tabaré Vásquez que en el pasado ya quería hacer un TLC con EE. UU., pero si Dilma se mantiene, como es posible
incluso ganando en el caso de una segunda vuelta, por poco, pero ganando, más
un triunfo aplastante de Evo que no
tiene oposición y una izquierda que ya está planteando cuestionamientos a
Tabaré aún antes que pueda ser presidente con las acciones sindicales del
PIT-CNT y la creación de una izquierda a su interior, el viraje moderado no se
produciría. Por eso son muy importantes estas tres elecciones porque está en juego hacia
dónde va el eje de los llamados gobiernos “progresistas”,
a la derecha, al centro-derecha o se mantienen más o menos como hasta ahora en
el centro-izquierda.
Exactamente. En Brasil es una ofensiva clara de la derecha para
desestabilizar la economía y tratar de voltearla a Dilma y acabar con el gobierno del PT y en Uruguay lo mismo donde los blancos, por fortuna demasiado
diferenciados de los colorados, quieren acabar con el gobierno del Frente Amplio que ha tomado algunas
medidas mucho más limitadas, pero que de todas maneras aparece mejorando los
salarios reales, aumentando el poder adquisitivo interno, aunque todo eso
mezclado con el desarrollo de las pasteras, la gran minería y la destrucción
del suelo en Uruguay. De todas
maneras, no es un gobierno de la oligarquía tradicional uruguaya que quiere
transformar el país nada más que en una plaza financiera para la especulación y
la fuga de divisas de Argentina. En
Bolivia sería interesante saber cuáles serán los cambios internos porque Evo anteriormente había perdido en
Tarija, Beni y Santa Cruz y ahora ganaría también en esas regiones. Hay un avance y un
retroceso de la extrema derecha.
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La intervención
del ex presidente Lula en la etapa final del proceso político electoral en
Brasil, le dio un profundo contenido político con la finalidad no de
oponerse o combatir a Marina Silva, sino a los poderes facticos que están tras
ella. En especial medios de comunicación, empresas y corporaciones
transnacionales del poder imperial actual.
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BRASIL:
IMPACTO Y CONSECUENCIAS POLÍTICAS.
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Walter Mignolo *
Página
/12 sábado 4 de octubre del 2014.
Durante
su presidencia, Dilma Rousseff aumentó el distanciamiento entre Brasil y
EE.UU., distanciamiento que comenzó durante la presidencia de Ignacio Lula da
Silva. Dos acontecimientos importantes, en el pasado reciente, aumentaron tanto
la distancia como la tensión entre los dos estados: Rousseff canceló su visita
a Washington al hacerse público que Estados Unidos espiaba al gobierno de
Brasil y, en julio de este año, la reunión de los Brics en Brasil, que incluyó
el fuerte apoyo de Rousseff a la creación del banco de ese grupo de naciones.
Cuando la iniciativa del
banco de los Brics fue criticada como una iniciativa contra el FMI y el Banco
Mundial, Rousseff fue citada diciendo que la propuesta no era en contra de
nadie, sino “a favor de nuestros intereses”. “Nuestros intereses” se refería a
los Brics y a los estados que el banco apoyaría tanto para su consolidación
económica como para evitar que las draconianas tasas de intereses y los
delincuentes legales como Paul Singer mantuvieran a estados emergentes bajo la
esclavitud de la deuda.
Marina Silva surgió a la
notoriedad después del accidente de aviación que acabó con la vida del
candidato presidencial Eduardo Campos, el 13 de agosto de 2014. Hubo mucha
especulación y no faltaron las teorías conspirativas en el análisis del
accidente y sus consecuencias.
El 27 de septiembre, el
periódico español El País publicó un artículo con este título: “La candidatura
de Silva apuesta por una actitud más cercana a Estados Unidos”. El título trajo
a la luz lo que ya se sabía, pero andaba dispersado en la campaña de Silva: su
inclinación política hacia la reoccidentalización y, en consecuencia, la
posibilidad de que bajo su presidencia Brasil se una a la Alianza del Pacífico
junto a Colombia, México, Perú y Chile, que mantiene una posición ambigua en
este asunto desde que Michelle Bachelet asumió la presidencia. Un giro
semejante en la política exterior de Brasil abriría un signo de interrogación
sobre su rol en la Unasur.
Hay, sin duda, mucho en
juego en estas elecciones; mucho más de lo que presupone toda elección
presidencial. Brasil se ha convertido en el Estado líder en Sudamérica,
Centroamérica y el Caribe. Al mismo tiempo, el orden mundial global ha llegado
al punto del no retorno en la creciente afirmación de tendencias
desoccidentalizantes (Brics, Indonesia, Turquía) y las respuestas
reoccidentalizantes (Estados Unidos y la Unión Europea en Ucrania, en Siria, en
Medio Oriente).
En los últimos dos años,
Rusia y China detuvieron la invasión estadounidense a Siria en el Consejo de
Seguridad de la ONU. Por otra parte, India “conmocionó al mundo” (según los
titulares mediáticos) al unir fuerzas con Rusia y China contra las expectativas
de Estados Unidos. Occidente (EE.UU. y los países centrales de la Unión
Europea) está perdiendo los privilegios ganados en 500 años de consolidación y
expansión y, como es de esperar, perder privilegios es duro. Los signos de la
batalla por mantener el liderazgo global no son sólo evidentes en Siria,
Ucrania y Medio Oriente, sino que incluso el presidente Barack Obama lo dijo
explícitamente en su discurso en la reciente asamblea de la ONU.
Un aspecto notoriamente
ausente en la campaña en Brasil y en su cobertura por los medios es la
configuración racial de ambas candidatas. Nadie se confundiría al decir que
Dilma Rousseff es “blanca” y Marina Silva es “negra”. Escribo estas palabras
entre comillas debido a las ambigüedades de su significado, al mismo tiempo que
tienen una presencia innegable en conversaciones diarias. Pero la “raza” no fue
un tema notorio en esta campaña. Tal vez después del entusiasmo inicial con la
presidencia de Obama, y lo que siguió, la gente y los medios de comunicación se
dieron cuenta de que una cosa es tratar el racismo en la sociedad civil y otra
muy diferente tener expectativas de que una persona pueda modificar en uno o
dos períodos presidenciales la estructura político-económica de la forma
Estado.
Los ciudadanos
brasileños votarán según sus intereses nacionales, personales e
institucionales, y no según si Rousseff es blanca y Silva, negra. Algunos
votantes pueden estar al tanto del significado y los intereses que respaldan a
las candidatas. Los votantes, presumo, no emitirán tampoco su voto considerando
si el Estado brasileño en el próximo ciclo presidencial seguiría la ruta de los
Brics o giraría hacia EE.UU. y Europa; es decir, si Brasil continuaría en la
ruta desoccidentalizante o daría un giro aliándose a la re-occidentalización.
Si la mayoría de los
posibles votantes no especulará sobre estas consecuencias, el resultado de la
elección tendrá sin lugar a dudas un impacto significativo en América latina y,
desde luego, en el orden mundial.
*
Profesor de la Universidad de Duke (EE.UU.) y de la Universidad Andina Simón
Bolívar (Ecuador).
Brasil.- Dilma Rousseff. Presidenta actual. Va por
la reelección como candidata del Partido de los Trabajadores. PT. Según última
encuesta en Primera Vuelta llega al 40%. Marina Silva, Ecologista,
evangélica conservadora, antigua militante del PT. Va por el Partido Socialista
con el 27% y Aecio Neves de Partido Social Demócrata Brasileño con el 20%, PSDB,
representa a la Derecha. Definitivamente todos opinan que habrá Balotaje.
Segunda Vuelta.
***.
SOCIÓLOGO EMIR SADER: EL REFERENDO BRASILEÑO.
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Emir
Sader (ALAI)
Viernes
3 de octubre del 2014.
Las
elecciones de este domingo en Brasil se resumen a un referendo sobre si el país
ha ingresado en un buen camino a partir del gobierno Lula, en 2003, o si está
en un camino equivocado y debe cambiar de rumbo de forma radical e inmediata.
La primera alternativa encuentra tan solamente en Dilma Rousseff su expresión,
para quien hay que mejorar y profundizar las trasformaciones realizadas por los
gobiernos de Lula y el suyo. Para todos los otros -candidatos de derecha o de
extrema izquierda-, habría que dar vuelcos drásticos en la política brasileña.
Después
de idas y vueltas es como si el campo electoral retornara a su inicio, con el
favoritismo de Dilma y - esta es la única novedad - la disputa entre los dos
principales candidatos de la derecha: Aecio Neves y Marina Silva, por el
segundo puesto. Cambió la forma del enfrentamiento, cuando Marina se proyectó,
en un momento, como la principal candidata de la oposición, defendiendo una
plataforma claramente neoliberal, idéntica, en lo esencial, a la de Aecio
Neves. Se mantuvo, por lo tanto, el choque entre un proyecto neoliberal e uno
posneoliberal.
Después
de ser también afectada por el impresionante lanzamiento de la campaña de
Marina, por alrededor de un mes, desde el sospechoso accidente aéreo del 13 de
agosto, Dilma recuperó sus niveles de apoyo anteriores y hasta los ha superado,
liderando en todas las cinco regiones del país. Marina, después de pasar de un
nivel muy bajo de rechazo - cuando heredó el grueso de los votos anti-Pt de
Aecio - a más del doble en ese renglón, paró de aumentar su apoyo y empezó un no
menos impresionante declive, que la hace disputar todavía el segundo lugar con
Aecio.
Porque
la campaña se encaminaba hacia una victoria de Dilma en la primera vuelta,
cuando se dio el accidente aéreo, inmediatamente la derecha volcó sus votos de
Aecio hacia Marina, que parecía avanzar de forma indetenible. Marina
inmediatamente correspondió a ese movimiento y difundió principios netamente
neoliberales que orientarían su campaña, así como el equipo que la coordinaba,
con la misma fisionomía de esos principios. Reveló que su “educadora” - en sus
palabras - es simplemente la heredera del Banco Itau, uno de los dos más
grandes bancos privados de Brasil, que fue quien anunció el planteamiento de un
Banco Central independiente de parte de Marina.
La
candidatura de Aecio bajó a índices insignificantes, con su caudal de votos
transferido hacia Marina, con la derecha apostando fuertemente a ella. La
campaña de Dilma, recobrada del golpe, retomó iniciativa, buscando
desenmascarar el sentido de la candidatura de Marina, más allá de sus planteos
de una “nueva política” más allá de la izquierda y la derecha, de que iría
gobernar “con los mejores” de cada partido, etc., etc.
Los
llamados de Marina no tardaron en encontrar eco en los lobbies mediáticos
internacionales, así como en el mismo Estados Unidos, que inmediatamente
erigieron a Marina como su candidata, aparentemente imbatible.
La
contraofensiva de Dilma no tardó en tener sus efectos. Se empezó a demostrar el
carácter neoliberal de la candidatura de Marina, que vendía una imagen que no
correspondía a la realidad, que hacia alianza con los peores tipos de la vieja
política, que sus planteamientos significarían alinear el gobierno a los bancos
privados y Brasil a Estados Unidos en el plano externo. Que Marina no solo es
incoherente, sino contradictoria e incapaz de construir una dirección política
para el país.
No
tardó mucho para que Marina parara de crecer y empezara a caer, mientras Dilma
volvía a aumentar sus apoyos. En un cierto momento Marina había alcanzado,
según encuestas, a tener 10 puntos de ventaja sobre Dilma en la segunda vuelta.
A partir de ahí su crecimiento se frenó, sus niveles de rechazo fueron
aumentando, su candidatura perdió la iniciativa y tuvo que dedicarse a
contestar las acusaciones, quedando en la defensiva.
El
escenario en que se llega al final de la primera vuelta es el de una amplia
ventaja de Dilma en la primera vuelta - alrededor de un 15% de las preferencias
-, con una ventaja de por lo menos 4 o 5 puntos, llegando a 9 o 10, en dependencia
de las encuestas, en la segunda vuelta. Con la tendencia de Dilma creciendo -
ya está liderando en todas las cinco regiones del país, incluso entre los
jóvenes, reforzando su liderazgo de siempre entre los más pobres y en las
regiones nordeste y norte del país.
Con
la caída acentuada de Marina, vuelve Aecio a disputarle el segundo lugar. No
queda claro ni si Dilma puede triunfar en primera vuelta, ni contra quien
pelearía en segunda vuelta, en caso de que ésta sea necesaria. Lo que es cierto
es que, a pesar de la suma de por lo menos una parte de los votos de Marina y
Aecio en segunda vuelta, Dilma es favorita para ganar.
En
ese caso, triunfaría el modelo de desarrollo económico con distribución de
renta implementado por Lula y continuado por Dilma, así como la política
internacional actual de Brasil, completando por lo menos 16 años de gobiernos
del PT, el ciclo más largo de gobierno dirigida por una misma fuerza política,
en democracia. El fantasma que maneja la derecha, además de una cuarta derrota
consecutiva, es el del retorno de Lula en el 2018, incluso para más de un mandato, completando
casi un cuarto de siglo de gobiernos del PT.
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Emir Sader, Sociólogo
y Cientista político brasileño, es coordinador del Laboratório de Políticas
Públicas de la Universidade Estadual do Rio de Janeiro (Uerj).
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