viernes, 31 de octubre de 2014

TRIPLE TRIUNFO DE IZQUIERDA LATINOAMERICANA.

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OCTUBRE ROJO LATINOAMERICANO. EN HOMENAJE AL CHE.- Que interesante, es hoy ver, observar, sentarse junto a su máquina, abrir bien los ojos y tener al frente un movimiento político izquierdista, nacionalista, progresista, de nueva democracia, surgido de las entrañas del neoliberalismo. Cada vez se fortalece a medida que se profundiza y radicaliza  el vendaval devastador de la derecha, desesperada, ve como se le va de la mano el poder en América latina; la lucha política actual, impuesta, desarrollada en su propio contexto, con sus propios mecanismos, básicamente anti-políticos, ya no de oposición política - como fue décadas anteriores – pero sí de eliminación del opositor, dentro de la propia lógica del neoliberalismo, y en concreto,  querer, intentar sin éxito desaparecer a la Izquierda del continente – Escenario de la Democracia Liberal, la concentración del poder en élites político-financieras y nuevas oligarquías primario-exportadoras. Debemos tener presente, que son procesos políticos diferentes, distintos, pero con objetivos estratégicos iguales. (La revolución decía el Amauta José Carlos Mariátegui, no es copia ni calco, es creación heroica de los pueblos). Todos vamos hacia una meta final compartida, la emancipación social y política de los pueblos latinoamericanos para construir la Patria Grande, forjando Políticamente Nuestra América. Evo, Tabaré, Dilma, Cristina, Rafael, Daniel, Nicolás, "El Pepe", siguiendo el camino histórico-político que antes lo hicieron Lula, Chávez, Kirchner, Fidel, Raúl, El Che, Salvador Allende, y tantos otros revolucionarios que desde diversos espacios políticos del continente están construyendo políticamente, la Patria Grande, Nuestra América. Otro Mundo Socialista y Democrático, sí es posible.
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Grandes, Evo, Dilma, Tabaré, Bolivia, Brasil, Uruguay, en América latina. Nuevos Líderes de la Izquierda Democrática. Todos con camino propio, único, pero con objetivos estratégicos iguales, la emancipación social y política de los pueblos latinoamericanos están forjando y construyendo la Patria Grande: Nuestra América.
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TRIPLE TRIUNFO DE IZQUIERDA  LATINOAMERICANA.

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Manuel E. Yepe (especial para ARGENPRESS.info)

Jueves 30 de octubre del 2014.

El doble triunfo en Brasil y Uruguay de sendos candidatos de la izquierda, unido a la reciente sonada victoria en Bolivia han venido a confirmar una perseverante tendencia política que se hace cada vez más determinante en toda la América Latina, en detrimento de la supremacía que antes disfrutaban las tradicionales oligarquías dependientes de Washington. Puestos a elegir entre dos modelos políticos antagónicos, los pueblos pronuncian sus preferencias por la izquierda.

Al calificar de izquierda la ideología determinante de las fuerzas políticas a las que los pueblos de muchos países de América Latina vienen confiando la responsabilidad de gobernarlos, no se habla de fuerzas compactas, ideológicamente homogéneas. Uno de los atributos más importantes que han caracterizado a los líderes de la izquierda que están protagonizando el milagro que experimentan hoy estos pueblos, es poseer el talento requerido para mantener su identidad unitaria con tolerancia y respeto para con todas las partes que hacen el conjunto. La capacidad para subrayar todo lo que une y soslayar todo lo que divida, y hacerlo con métodos democráticos, es tan importante como el respeto a los principios de fidelidad a los intereses populares, en especial a la protección de los más pobres.

La historia de los movimientos revolucionarios de América Latina está repleta de ejemplos de divisiones que han provocado derrotas y cómo la unidad ha precedido a cada victoria.

Las reelecciones de Evo Morales y Dilma Rousseff, así como el triunfo en primera vuelta de Tabaré Vázquez significaron también victorias sobre el golpismo mediático, que ha devenido arma sucia de los oligarcas ocupando el lugar que antes tuvo el golpismo militar como estrategia de los poderosos para contrarrestar la voluntad de las mayorías empeñadas en reivindicar sus derechos a decidir la orientación de los destinos nacionales.

Durante muchos años fueron golpes militares, o la amenaza de éstos, los métodos más recurridos para derrocar a gobernantes que contrariaran los intereses de las oligarquías y la hegemonía de las grandes corporaciones extranjeras, o para evitar que transcurrieran procesos electorales que permitieran la expresión de una voluntad ciudadana que no fuera la de las oligarquías.

Pero aquellos años de golpes militares, Operación Cóndor, desaparecidos, ejecuciones extrajudiciales y torturas cedieron a otros en que las oligarquías pretendieron regresar a los no menos inicuos, pero sí menos sangrientos, tiempos de las democracias representativas bajo su control, sin la repudiada participación de militares que se prestaban a desprestigiar a los institutos armados en aras de los espurios intereses de quienes los aprovechaban en beneficio propio.

Comenzaron tiempos de una democracia con matices distintos en cada nación que los pueblos inicialmente recibieron con júbilo, pese a que significaban la reinstalación de los viejos mecanismos de la “democracia” diseñada por Washington para garantizar la supremacía del dominio de los ricos y la participación decisiva del dinero en todos los aspectos de los sistemas electorales y de gobierno.

Pero, al darse espacio a los pueblos para expresar su voluntad en las urnas aunque se mantuviera intacto el poder del capital, las masas comenzaron a repudiar el orden anterior y a elegir mejores representantes de sus intereses.

Sobrevino la crisis de los partidos tradicionales encargados de garantizar candidatos para todos los cargos que respondieran a los intereses de los más ricos, patrocinadores de esos desprestigiados partidos.

Se empezaron a poner de moda los gobiernos populares que cumplían sus promesas. Ya no se podía contar siquiera con el arma del “desgaste del poder” en los políticos que hubieran llegado al gobierno sobre la base de un discurso en defensa de las masas, si luego cumplían sus promesas.

Con la mayor parte los mayores órganos de prensa escrita, televisiva y radial en posesión de los ricos, ha surgido un nuevo tipo de golpe de Estado, el golpe mediático. Aprovechando los formidables recursos técnicos de la propaganda comercial y la vigencia de la antidemocrática libertad de propiedad privada sobre los medios de prensa que niega la verdadera “libertad de expresión”, calumnian y desprestigian a los dirigentes o candidatos populares, al tiempo que venden estrategias neoliberales propias.

Véase cómo, en todos los países donde la izquierda ha logrado alcanzar el triunfo en elecciones presidenciales, los ganadores han tenido que sobreponerse a golpes mediáticos que, sin embargo, la ciudadanía de sus países ha sido capaz de frustrar con sus votos.

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VICTORIA DE LA IZQUIERDA.
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Emir Sader.
Página /12 miércoles 29 de octubre del 2014.
La reiteración de la polarización entre petistas y tucanos en la segunda vuelta de la elección brasileña refuerza la centralidad de la polarización entre neoliberalismo y posneoliberalismo en el campo político brasileño, al igual que en los otros países de América latina. El enfrentamiento de programas y de las fuerzas en cada campo reitera de forma ineludible la polarización entre derecha e izquierda en la era neoliberal.
Especialmente por la claridad de la disputa en la segunda vuelta, sumada a la gran movilización de la militancia del PT y de los otros partidos de izquierda (incluido el principal partido de la izquierda radical, el PSOL), de todos los movimientos sociales, culturales y populares, así como de los medios alternativos, permitió retratar lo que es hoy la izquierda brasileña. El liderazgo incuestionable de Lula fue decisivo en la recta final de la campaña, así como un gran protagonismo de Dilma, haciendo que los dos salgan de la disputa como los dos grandes líderes populares de Brasil en la actualidad.
La monstruosidad de la campaña, local e internacional, para intentar ganar las elecciones y cambiar el rumbo de la política brasileña, incluido su rol en los procesos de integración latinoamericana y del sur del mundo, refleja el tamaño de lo que estaba en juego en las elecciones. La derecha brasileña, la latinoamericana y la mundial se excitaron con la posibilidad de cambiar la política económica, de adueñarse de los gigantescos recursos del Pre-sal (campo de reservas petroleras submarinas), de debilitar al MERCOSUR, a UNASUR, a la CELAC y, muy especialmente, a los BRICS, cuyos últimos acuerdos incomodan profundamente a Estados Unidos y a sus aliados.
La defensa de la continuidad del modelo de desarrollo económico con distribución de renta, de la explotación del Pre-sal por Petrobras, de los recursos destinados a la educación y a la salud, de una reforma que termine con los financiamientos empresariales de las campañas políticas, de la democratización de los medios de comunicación, han dado el tono de izquierda de la campaña electoral de Dilma.
Aún más, ha representado la resistencia a las propuestas de rebaja de los salarios, de alza del desempleo y de reducción drástica de los bancos públicos, como formas de reactivar la economía, con todas las concesiones al gran capital privado. Además del debilitamiento del rol de Brasil en los procesos de integración, de volver al acercamiento estratégico con EE.UU., de entrega de la explotación del Pre-sal a empresas privadas internacionales y de la salida de Brasil de los BRICS. Por eso la victoria de Dilma –que es, a la vez, una victoria de Lula y del PT– es una victoria de la izquierda brasileña y latinoamericana.
Después de haber derrotado los cambios internos e internacionales en la política brasileña propuestos por la oposición, Dilma tendrá, entre otras responsabilidades, la de participar activamente del relanzamiento de UNASUR, ahora bajo la Secretaría General del ex presidente colombiano Ernesto Samper, así como la implementación de los acuerdos estratégicos firmados por los BRICS en Fortaleza, en julio de este año.
No es casual que la apretada victoria de Dilma fuera inmediatamente saludada por los presidentes de la región –empezando por Cristina, siguiendo con Rafael Correa, Evo Morales, Pepe Mujica y Nicolás Maduro, entre otros–. Saben que es una victoria de la corriente que todos ellos integran.

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