Históricamente,
aún queda lo más valioso, lo propio lo que nos pertenece por patrimonio
histórico a un país, a una Nación, su cultura
local, su identidad cultural colectiva, su cultura nacional – en el proceso
histórico tiene formas de resistencia cultural que son parte de la vida cotidiana
de cada pueblo, comunidad o Nación. El
día que el neoliberalismo, como
ideología y política de la globalización, es decir, el imperialismo cultural,
la occidentalización del mundo logre imponerse por diferentes medios y
mecanismos que sí tiene a su servicio, ese
día dejamos de ser país, Nación y nos convertimos real y objetivamente en
colonia. ( el neocolonialismo está presente de diversas formas de intervención y es parte de los procesos
político-militares que hoy son hegemónicos en el sistema-.mundo, en el
escenario de la economía de la guerra, coyuntura de riesgo militar global). Las industrias culturales y las
innovaciones tecnológicas hoy han logrado hegemonía en el sistema mundo, donde
los jóvenes representan la parte medular de
su mercado comercial.
Sin
embargo, el presente milenio, miles – millones de culturas locales – han emprendido
un nuevo proceso de defensa,
protección y vigencia de los que nos pertenece por Historia (in)surge el poder
popular local de la Nueva Sociedad
Civil, Real, contexto principal, donde nace : el proceso del “Desenclave Cultural”, proceso cultural donde los actores principales son los propios
pueblos, comunidades y Naciones que asumen directamente la defensa de su
patrimonio cultural: costumbres,
tradiciones, usos, música, danzas, fiestas populares y religiosas; formas asociativas
de trabajo, agricultura, ganadería, pastoreo, artes ancestrales, redes sociales
patrimoniales, históricas y en general conjunto de potencialidades y sinergias,
personales y colectivas, locales y regionales. En resumen es su fortaleza cultural, patrimonio histórico de una Nación,
que jamás será derrotado mientras estén presentes Liderazgos Comunitarios, activos y participativos, así como Ciudadanos Cívicos
y Republicanos, trabajando en forma cohesionada formulando una Nueva Democracia Directa, Ciudadana y
Participativa y relaciones mancomunadas
en el objetico estratégico de la defensa de nuestra cultura nacional y latinoamericana en la Patria Grande y nuestra identidad cultural
colectiva de todos nuestros pueblos, comunidades y naciones como fortaleza social y cultural de
Nuestra América: Otro Mundo Socialista, si es posible..
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Dr. Marcos Roitman Rosenmann. Reconocido crítico del neoliberalismo.
***
EL
TRIUNFO CULTURAL DEL NEOLIBERALISMO.
*****
Marcos Roitman Rosenmann.
Rcci.net/globalización,
septiembre del 2014.
El neoliberalismo echa raíces. Durante los
años 70 del siglo pasado, las tendencias del capitalismo dieron un vuelco de
180 grados. Los principios que regían las relaciones entre las clases sociales,
los mecanismos de consenso, las maneras de enfrentar los conflictos y crisis,
entre capital y trabajo, se fueron al traste. De la noche a la mañana la
propuesta keynesiana de posguerra, que unía democracia, desarrollo e
integración social, fue cuestionada. La movilidad social ascendente se
transformó en un nuevo proceso de pauperización. Las desigualdades, otrora
combatidas como lacras del subdesarrollo, fueron reivindicadas, en los países
de capitalismo central, como motor de la competitividad.
La diferencia era de interpretación. Una
nueva teoría de la justicia, fundada en la competencia y anclada en la igualdad
de oportunidades para fracasar o triunfar, sirvió de pretexto para declarar la
supremacía del liberalismo político y reivindicar una reforma del Estado de
bienestar capaz de asentar un orden social despolitizado, descentralizado y
desregulado. Los principios de la desigualdad "natural" se
consideraron aliciente para el advenimiento de una sociedad ordenada,
equitativa y justa, asentada en la economía de mercado. En ella los
emprendedores serían recompensados con el triunfo, y los timoratos,
acostumbrados a vivir de las ayudas de "papá Estado", penalizados con
el fracaso y la marginación. La economía de mercado pondría a cada quien en su
sitio, sin otro baremo que las habilidades, imaginación y capacidades de cada
quien para forjarse un futuro. El tópico: "Enseñarles a pescar y no darles
el pescado", se extendió como la peste. Los colegios cambiaron las
asignaturas de ética y filosofía por economía aplicada a las finanzas.
Estudiantes de 15 años debían saber operar en valores bursátiles, simular
inversiones, buscar dinero semilla y ser competitivos.
La integración social, considerada uno de los éxitos del Estado de bienestar para frenar el
comunismo en Europa occidental, se aparcó y con ello el manido argumento para
desactivar las luchas sociales, repetido por ideólogos y propagandistas
académicos, negando la pauperización creciente del proletariado y los sectores
medios. Los trabajadores no tenían cadenas ni estaban alienados, ni enajenados.
Por el contrario, sus miembros estaban contentos al recibir una parte
proporcional de los beneficios de la sociedad industrial. Disfrutaban de un trabajo
y un salario justos, que les brindaba acceso a crédito, vivienda, educación
superior, ascenso social y, sobre todo, consumir. No querían más. La lucha de clases era un mito atizado
por partidos de izquierda que no aceptaban su derrota política a manos de un capitalismo
con rostro humano.
Los primeros cambios doctrinarios
introducidos por el neoliberalismo afectaron de manera diferente a los sectores
medios y el proletario industrial de posguerra. Sin embargo, ambos verían
esfumarse sus expectativas. A los sectores medios, educados en la meritocracia,
la ideología del progreso y el consumo, les aguó la fiesta. Las políticas de
austeridad les afectaron los bolsillos y restringieron el consumo. Y a los
trabajadores industriales les atacó de lleno. Del trabajo estable y duradero se
pasó al mercado laboral flexible y de mala calidad. Con ello los valores
culturales del capitalismo debían transformar la mentalidad del trabajador. Se
impuso el contrato a tiempo parcial, la estabilidad laboral se evaporó. La economía
del bienestar, en economía del malestar. La cultura del capitalismo, su
lenguaje, sus formas de explotación, dominio y hegemonía requería un cambio. A
decir de Richard Sennett, la necesidad de amoldarse a las necesidades de un
trabajo inestable, sin residencia fija, intercambiable en puesto,
responsabilidades y disponibilidad absoluta de tiempo, dio lugar al carácter
flexible. En otros términos, una personalidad gelatinosa, de principios
mutables, dispuesta a todo y amoral.
Una visión apocalíptica se adueñó del discurso político de los hacedores del capital. Se acabó lo que se daba. El popular "café para todos" fue sustituido por un "ajustarse el cinturón". Se acusó al Estado de ineficiente y corrupto, así como de despilfarrar recursos y ser un lastre para la competitividad. Nuevos valores entraron en liza. Lentamente cambiaron los referentes, los imaginarios y las palabras. El capitalismo se reinventó. Todo se fue modificando para dar cabida a un ser despolitizado, social-conformista. Un perfecto idiota social. Las viejas estructuras abrieron paso a un orden social cuyas reformas exacerbaron los valores individualistas, el yo por encima del nosotros y el otro, considerado un obstáculo, un competidor al cual destruir. Ello en plena guerra fría. La crisis de los países del Este aceleró el proceso en marcha. La revolución tecnológica apuntaló los cambios al entrar de lleno en los hogares, como anteriormente la radio y el televisor. Los videojuegos, el uso de ordenadores personales, Internet, provocaron un vuelco en las relaciones sociales.
Una visión apocalíptica se adueñó del discurso político de los hacedores del capital. Se acabó lo que se daba. El popular "café para todos" fue sustituido por un "ajustarse el cinturón". Se acusó al Estado de ineficiente y corrupto, así como de despilfarrar recursos y ser un lastre para la competitividad. Nuevos valores entraron en liza. Lentamente cambiaron los referentes, los imaginarios y las palabras. El capitalismo se reinventó. Todo se fue modificando para dar cabida a un ser despolitizado, social-conformista. Un perfecto idiota social. Las viejas estructuras abrieron paso a un orden social cuyas reformas exacerbaron los valores individualistas, el yo por encima del nosotros y el otro, considerado un obstáculo, un competidor al cual destruir. Ello en plena guerra fría. La crisis de los países del Este aceleró el proceso en marcha. La revolución tecnológica apuntaló los cambios al entrar de lleno en los hogares, como anteriormente la radio y el televisor. Los videojuegos, el uso de ordenadores personales, Internet, provocaron un vuelco en las relaciones sociales.
Para los más optimistas, era el nacimiento de
la "sociedad de la
información". Las redes, los
nodos, los chats y la realidad virtual sustituyen las charlas entre amigos.
Se puede estar en mil sitios al mismo tiempo y en ninguno. Las tecnociencias
han facilitado el control y el dominio de la población bajo fórmulas que provocan autismo social. Es normal ver
a jóvenes y no tan jóvenes inmersos en el mundo de WhatsApp, Twitter y Facebook
en lugares y circunstancias como restaurantes, aulas de clase, cines,
autobuses, metro. No se hablan. Están absortos en sus aparatos electrónicos y
una comunicación virtual. Hasta la democracia se torna en democracia 2.0, digital, confundiendo un proyecto político fundado
en el diálogo, la mediación y la negociación cara a cara, con un mensaje de
texto. El éxito cultural del neoliberalismo ha consistido en hacer de los proyectos sociales
democráticos, emancipadores y socialistas, una opción individual de mercado
dependiente de la telefonía móvil.
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