Pablo Iglesias se reúne con Presidente Correa
en el marco de su gira por Latinoamérica.
El eurodiputado, Íñigo
Errejón y Pablo Bustinduy, de gira por el continente, aprovechan el viaje
para ver al Círculo de Podemos en Ecuador, "exiliados por las políticas
de la casta"
La delegación de Podemos,
conformada por Pablo Iglesias, Íñigo
Errejón y Pablo Bustinduy prosigue su gira por Latinoamérica. Un viaje que
servirá a la formación para "aprender" de la experiencia de algunos
de los gobiernos del continente. Una vez consumados sus encuentros en Bolivia,
los dirigentes han repetido en Ecuador, donde han sido recibidos por el
presidente Rafael Correa. Además,
tuvieron la oportunidad de reunirse con varios ministros, entre ellos el
de Ciencia y Tecnología, René Ramírez,
y la vicepresidenta de la Asamblea Nacional. También se reunieron con el
canciller Ricardo Patiño, que negoció con el FMI cuando su país declaró
ilegítima una parte de su deuda. Desde entonces, recuerdan los dirigentes
españoles, "el país ha tenido una de las tasas de crecimiento económico
más elevadas del subcontinente, según ha reconocido el propio Banco
Mundial".
Estas charlas privadas han
coincidido con el Encuentro Latinoamericano Progresista, al que han acudido 35 organizaciones políticas del continente y Europa. Allí,
el presidente ecuatoriano centró su discurso en los desafíos a los que hacen
frente tras la "década ganada" que ha traído, según Correa, una
mejora de las condiciones de vida de sus pueblos.
Además, mantuvieron una
reunión con el Círculo Podemos de Ecuador, conformado por
"españoles que han tenido que abandonar su país en busca de trabajo a
Ecuador", el país que hasta hace poco, enfatizan, "fue el primer
emisor de emigrantes hacia España y que ahora ha pasado a acoger a los que
huyen del paro resultado de las políticas del PP y el PSOE". Según ha
explicado Errejón, se trata "exiliados por las políticas de la
casta". Charlaron sobre el momento político y sobre todo del exilio
laboral que han tenido que sufrir la mayoría de ellos. Desde la formación
recuerdan que "miles de licenciados
están teniendo que marcharse a otros países ante la falta de expectativas
laborales. Queremos construir un país al que podáis volver", aseguró Íñigo Errejón.
Anteriormente, y dentro de
las misma gira latinoamericana, los integrantes de Podemos viajaron a Bolivia para reunirse con dos ministras, de
Desarrollo Productivo y de Autonomías de Bolivia, así como con diferentes
viceministros y miembros del Gobierno de
Morales, en una gira en la que destacan los encuentros con Rafael Correa y Pepe Múgica.
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Pablo Iglesias,
Euro-Diputado, uno de los principales dirigentes del Partido Político PODEMOS
de Izquierda progresista, surgido en España en el epicentro de la gran crisis
estructural la destrucción de las Instituciones de la Democracia y el propio
Estado de Bienestar. Autores la extrema derecha del Sr. Rajoy y las élites
políticas del PSOE Rodríguez Zapatero. (Partido Socialista Obrero
Español). Visita al Presidente Rafael Correa, Presidente de Ecuador. En su gira
latinoamericana de "aprendizaje socialista y democrático".
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LAZOS ENTRE LA
IZQUIERDA LATINOAMERICANA Y EUROPEA.
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Juan Pablo Ferrero.
Rebelión miércoles 1 de octubre del 2014.
Los líderes de Podemos, la
fuerza política ibérica fundada en 2014 que con casi el 8% de los votos obtuvo
cinco bancas en Bruselas, visitan el Ecuador donde participan del Encuentro
Latinoamericano Progresista, evento que tiene por objetivo poner en conversación
a unas 35 organizaciones políticas de izquierda de entre 20 países de América
Latina y Europa. También participa activamente de este espacio la fuerza
política helénica Syriza, un espacio político formado a los márgenes de los
partidos políticos tradicionales, que alberga una amplia coalición de izquierda
radical y que tuvo su debut electoral, como coalición y no partido único, en
las elecciones europeas de 2004. Recientemente, en lo que se advierte como un
resultado electoral se suma importancia de cara a las próximas elecciones
nacionales, Rena Dourou de Syriza, fue elegida gobernadora de la región donde
pertenece la capital griega, Atenas.
Tiempo atrás, Rena Dourou resultó agredida cuando debatía en un programa
de televisión en vivo con el vocero del partido neo-nazi Amanecer Dorado. Por
hechos como estos pero también por resultados electorales significativos, el
crecimiento de la derecha europea tiende a acaparar la atención de la prensa
dominante. Esta derecha agita el viejo discurso anti-inmigrante junto al nuevo
mensaje anti-globalización, resultando en una nueva narrativa principalmente
escéptica de las bondades del proyecto europeo que busca en el retorno a lo
nacional un refugio identitario cerrado y xenófobo. Los votos logrados por
partidos como el UKIP (Partido de la Independencia del Reino Unido) o el FN
(Frente Nacional) en Francia, se explica en gran medida por el hartazgo que
provoca en los electores la narrativa de la austeridad asumida acríticamente
por los partidos centristas mayoritarios, tanto de izquierda como de derecha
que, en un contexto de alto desempleo, sólo proponen recortes a lo que queda
del Estado de Bienestar. La opción, sostienen, es el abismo, es decir, la
narrativa se basa en vaciar eficazmente el discurso político de alternativas
reales. Ante este escenario, la extrema derecha, construyó una voz de peso al
dar visibilidad a una alternativa política, aunque de carácter reaccionaria y
excluyente.
A un ritmo más silencioso,
con apariciones esporádicas en los medios de masas (la mayoría de los cuales
tienden a ser estigmatizaciones y operaciones de inteligencia con el objetivo
de socavar la credibilidad de sus dirigentes), la izquierda europea comienza a
ser una opción electoral de peso. Pero ¿en qué sentido resulta esto una novedad
y dónde reside su importancia? Hay razones históricas importantes que explican
la crisis de las izquierdas en el viejo continente, que incluyen la implosión
de los llamados socialismos reales, la caída del muro de Berlín y ulterior
desaparición de alternativas de escala (Cuba, la honrosa excepción) que
ofrezcan algo distinto a las democracias liberales capitalistas.
Estos cambios tectónicos
que cambiaron el mapa ideológico de la política mundial afectaron a los
partidos políticos de izquierda europeos que tendieron a adaptarse con el fin
de no perder poder de fuego electoral. Así, cambiaron sus estatutos matizando
al extremo la búsqueda del socialismo y tomando como dado que la democracia
liberal en el contexto capitalista dicta las reglas del juego político cuya
crítica y posible modificación quedan fuera de toda discusión. Si tendieron a
efectuar cambios definitivos en sus contenidos, programas y propuestas
políticas, no hicieron lo mismo con sus nombres, conservando la nominación
socialista o laborista (en el caso Británico). Ello fue sintomático del acto de
negación que pretendió que los cambios sustantivos que estaban ocurriendo en
realidad no sucedían. Los partidos de izquierda pero también los de derecha se
movieron al centro del espectro ideológico para justificar sus existencias y
sobre todo no perder los privilegios e incentivos corporativos asociados a las
burocracias parlamentarias y gubernamentales.
Esta convergencia
ideológica volvió insignificante la diferencia política. Las diferencias entre
los programas colectivos de los partidos políticos fueron reemplazadas por
diferencias de imagen y estilo de candidatos individuales lo cual vació el
debate político convirtiéndolo en una monocorde y trágica retórica del
consenso. Los grupos y públicos disconformes con el estado de cosas tomaron
distancia de los partidos tradicionales y mudaron su activismo a una plétora
esperanzadora de movimientos sociales. La idea de la toma del poder y ocupación
del estado por parte de fuerzas progresistas quedó rezagada al lugar de una
idea lejana, imposible, o, para algunos, innecesaria. En todo caso fueron los
movimientos sociales los que realizaron la tarea fundamental de abrir el campo
de lo social politizando nuevas cuestiones y asuntos. Su diversidad fue
resultado de los múltiples espacios en los que la rebelión resultaba urgente
para reaccionar ante injusticias que excedían a la explotación de clase. Su
diversidad fue y es su principal obstáculo para superar el estado de
fragmentación y poder convertirse en fuerza política transformadora radical.
Pero ello no es del ámbito de los movimientos sociales sino el de los
movimientos políticos.
Las cosas parecen estar
cambiando en este sentido y Latinoamérica mostró el camino abriendo
experiencias políticas que pusieron un límite al salvajismo neoliberal que
genera crecimiento económico a costas de la depredación de recursos naturales y
niveles de desigualdad sin precedentes. Los movimientos sociales en América
Latina encontraron en la lucha contra el neoliberalismo el punto de fusión
necesario para superar la fragmentación, establecer alianzas con viejos y
nuevos actores, y marcar su impronta en la construcción de gobiernos populares
que tomaron sus demandas, reconstruyendo el lazo político representativo, y dando
a las decadentes democracias de la post-transición un real sentido
transformador. No sin limitaciones, matices y desafíos, el retorno de la noción
de autogobierno del pueblo por sobre la otrora hegemonía del autogobierno del
mercado sugiere una reconstrucción democrática real en curso.
Tanto Syriza como Podemos
son dos nuevas formaciones políticas del otro lado del Atlántico cuyas
similitudes con el proceso transformador latinoamericano merece destacarse en
el marco de la reflexión permanente que requiere pensar la izquierda política
hoy. Estos partidos políticos que hoy resultan frentes electorales en
crecimiento son un emergente de la movilización social que tomó las calles de
los principales centros urbanos de España y Grecia tras la crisis capitalista
de 2008/9. No resulta sorprendente que allí donde el desempleo, los desahucios
y la falta de oportunidades especialmente para los jóvenes haya pegado más
fuerte, haya sido también donde se forjaron las opciones políticas más
creativas y radicales. La organización Podemos nace como instrumento políticos
después que el movimiento de los indignados haya producido la mayor
movilización social de la que tenga memoria la Empaña de la post-transición.
Syriza hace lo propio después de que en el medio de la crisis, y un alto grado
de movilización social, el Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok) ganara las
elecciones sólo para luego asegurar a la Troika que nada había cambiado y que
las medidas de austeridad seguirían su curso, en un contexto de desempleo abierto
masivo.
Mientras que las izquierdas
populares latinoamericanas enfrentan la ventaja, y también la dificultad, de
ser gobierno, las europeas recién están ganando visibilidad electoral. Lo que
las une, sin embargo, es su carácter secular. En Latinoamérica se tiende a usar
la noción de lo popular para caracterizar a las formaciones políticas plebeyas,
no-puras, contaminadas de múltiples vertientes no siempre alineadas en fina
sintonía, pero que sin embargo coinciden en puntos fundamentales que les da
unión y fuerza transformadora. Quizás la palabra pluralidad es más usada en
Europa para caracterizar la heterogeneidad que convive en estos frentes
electorales. No obstante, el objetivo es el mismo, se busca articular
diferentes tradiciones y vertientes en el difícil camino de definir una lucha
colectiva. Asimismo, se trata de una izquierda agnóstica, es decir, de fuerzas
políticas que no cuentan con un programa político cerrado ni con un marco
ideológico clausurado. Se proyectan a partir de un cúmulo de demandas
insatisfechas que hacen propias y dan contenido real y práctico a sus acciones
políticas. Mantienen lazos estrechos con los movimientos sociales pero, a
diferencia de ellos, asumen que la compulsa electoral por la colonización de
estado forma parte de una lucha por la hegemonía. En este sentido hay un
rechazo al autonomismo en tanto ello implique el aislacionismo sectario que
puede salvaguardar el testimonio ético pero asegura al mismo tiempo la
marginación de la lucha por el poder.
A diferencia de la derecha
de centro que rechaza cualquier alternativa al discurso dominante, y de la
derecha radical que tiende a simplificar los problemas ofreciendo soluciones
mágicas y reaccionarias, las izquierdas populares contemporáneas de aquí y de
allá (o cada vez más de aquiallá ) saben que sus luchas son arduas y
complejas. Saben que son tan importantes los cambios como la lucha por las
condiciones que hacen posible el cambio. Es por ello que adoptan la disputa
cultural tan enserio como la lucha política. Los movimientos políticos
radicales son en esencia movimientos que desplazan fronteras asumidas y dan
vida a nuevas palabras y narrativas, usos y costumbres, generando nuevos
imaginarios colectivos
que antagonizan con el dominante, en un pie de igualdad, por un lugar en el
mundo de democracias vivas.
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* Juan Pablo Ferrero es Profesor en Estudios Latinoamericanos de la
Universidad de Bath (Reino Unido).
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