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Los medios de comunicación son la cancha donde se está jugando la
Democracia en América Latina.
En esta lucha por quien cuenta el relato del poder, mientras los gobiernos de Argentina, Ecuador, Venezuela, Bolivia,
Nicaragua, Panamá y Uruguay han decidido asumir el control mediático – ello
en la práctica significa: primero se han dictado Leyes con mayor presencia regulatoria
del Estado sobre la propiedad,
(concentración de la propiedad de los medios, por poner en serio peligro la
Democracia y no ser fuente que genere la diversidad en la información y
fortaleza de la democracia) han entrado
a trabajar, que los medios cumplan realmente con su misión de informar y no ser ellos los que pongan la Agenda
Política – como hoy lo realizan ante la crisis de los partidos políticos, -
han comenzado a representar la función social y política de intermediarios
entre el gobierno y la sociedad civil -. En segundo lugar, en cambio los gobiernos de México, Chile, Colombia y Perú – hoy en
serias dificultades ante la concentración de los diarios por el grupo tradicional
conservador de El Comercio) Paraguay y
Brasil y los países centro americanos
han decidido trabajar en alianza con los medios de comunicación más poderosos.
El resultado de esta lucha es una
democracia invertida – sorda y ciega con los de abajo, pero al completo
servicio a los de arriba –delegativa, festiva y novelada, en la cual mientras los Presidentes se convierten en su mayoría en
periodistas, los medios de comunicación (no los periodistas, porque ellos
son simples trabajadores como cualquiera de nosotros) mutan, giran, se convierten en la práctica y muy rápidamente en
actores políticos.
Por ejemplo aquí en el Perú, hoy funcionan dos partidos políticos,
bien organizados, unificados,
con buenos presentadores, líderes de
opinión muy calificados, - con buenas remuneraciones - ex presidentes muy bien alineados: Es el partido nacional de los Mineros y el partido nacional de los medios de comunicación. Ambos muy activos y
defensores del crecimiento económico
actual, tienen en sus filas como militantes por su causa, a conocidos políticos corruptos, ladrones y sinvergüenzas,
han secuestrado la gobernabilidad para garantizar la seguridad de la gran inversión,
criminalizan los conflictos sociales
por ser según ellos, anti-sistema, anti-mineros, anti-nacionales y seudo-ambientalistas;
imponen una “nueva democracia”: la
democracia de los ricos y poderosos y con ese objetivo tienen bajo su control
absoluto todas las Instituciones
Nacionales para garantizar la impunidad de los corruptos y ladrones,
mientras los otros – los empresarios,
banqueros, corporaciones, nueva oligarquía financiera exportadora, con
leyes, decretos, se llena los bolsillos, saciando su sed imparable de codicia y ganancia
fácil y rápida.
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La sociedad civil, real, emergente, (el Poder Local) fiel defensora de la democracia en los medios de comunicación. Que la libertad de expresión sea realmente un derecho humano y no solamente un derecho de los poderosos, los corruptos, ladrones y politiqueros; unos que gobiernan y otros dueños de empresas, bancos, corporaciones. Ahí está el centro de la codicia y los "nuevos" partidos políticos (La bancocracia).
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Información, ciudadanía y
democracia
Medios y Comunicación.
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A raíz de los problemas suscitados con el
suministro de energía eléctrica en Buenos Aires, Washington Uranga problematiza acerca de la necesidad de la
información pública sobre cuestiones relacionadas con la vida cotidiana y los
servicios.
Página /12 domingo 12 de
enero del 2014
Washington Uranga.
Los
problemas sufridos en torno del suministro de energía eléctrica alimentaron en
las últimas semanas los debates sobre las responsabilidades de las empresas que
brindan servicios públicos, el derecho de los consumidores y el compromiso del
Estado en la materia. Poco se ha dicho, sin embargo, respecto de un aspecto
ciudadano de la problemática y, muy particularmente, de la necesidad de la
información como insumo imprescindible para que la ciudadanía pueda tener
acceso no sólo a los reclamos en forma justa, pertinente y adecuada, sino
participación en la previsión y en la eventual toma de decisiones que anticipen
medidas y eviten situaciones como las que hasta ahora se siguen viviendo. Vale
recordar que la Constitución Nacional, en su artículo 42, establece expresamente
que “los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derecho, en la
relación de consumo, a la protección de su salud, seguridad e intereses
económicos; a una información adecuada y veraz”.
¿Qué alcance tiene esta
afirmación? A la luz de muchas de las reflexiones contemporáneas sobre derechos
ciudadanos, puede afirmarse que el acceso a la información sobre el estado de
los servicios públicos, pero también sobre los eventuales riesgos, proyectos en
marcha, medidas en desarrollo, forma parte esencial del derecho a la
comunicación comprendido como derecho humano fundamental. Porque saber qué
sucede y por qué sucede a su alrededor es la forma de permitir la participación
de las personas en la comunidad de inserción.
Saludablemente en
nuestro país se ha introducido en los últimos años el debate y se dieron pasos
sobre el sistema de medios, la propiedad de los mismos, la concentración e,
incluso, el uso político e ideológico de los medios de comunicación. Pero la
misma intensidad de los intercambios sobre este aspecto del derecho a la
comunicación postergó o no permite ver otras cuestiones relacionadas y no menos
importantes. Estar informado sobre los temas que atañen a la vida cotidiana de
las personas constituye parte inalienable del derecho a la comunicación, porque
está directamente vinculado con el control ciudadano de las acciones públicas,
en particular de aquellas que tienen que ver con el Estado, las acciones de
gobierno y la actuación de los privados en ámbitos públicos.
Visto desde otro lugar
se puede afirmar que los ciudadanos y las ciudadanas tienen también una
corresponsabilidad en la gestión de los asuntos públicos, por lo menos en sus
aspectos de evaluación y control. ¿Cómo ejercer esta responsabilidad/derecho
sin información suficiente y necesaria? Si se carece de información previa, que
sea veraz, suficiente y adecuada, todo queda reducido a la protesta posterior,
al justo reclamo que, aun siendo atendido, nunca logra resarcir el daño
ocasionado. Pero además la falta de información coloca al ciudadano en la mera
condición de “consumidor damnificado”, pero lo “libera” al mismo tiempo de
cualquier nivel de corresponsabilidad ciudadana en temas y asuntos que son
competencia pública que deben ser asumidos, en primera e irreemplazable instancia
por el Estado, pero corresponsablemente también por los ciudadanos como
copartícipes que son de la construcción de lo público. ¿Cómo hacer esto sin
información?
El principio
fundamental, amparado también por la Constitución, señala que la información es
pública y lo excepcional es el secreto. Se equivocan quienes desde el Estado
invierten la ecuación, manteniendo gran parte de la información bajo la
condición de “reservada” o “privilegiada” con acceso para pocos. No debería ser
así cuando se trata de asuntos que atañen al interés público, a los servicios
públicos o financiados en parte por el Estado. También a las empresas que
brindan servicios públicos se les debe exigir transparencia e información
pública veraz para la evaluación y la toma de decisiones.
Todavía está pendiente
en el país el establecimiento de mecanismos más eficaces, claros y
transparentes de acceso a la información pública. Es un punto no ajeno a todo
lo anterior.
Está claro también que
en este tipo de situaciones se juegan cuestiones e intereses de orden político
y económico. Pero, sin caer en ingenuidades, es necesario aspirar en forma
permanente a optimizar la calidad de la democracia que tenemos y, en ese
sentido, mejorar la calidad de la información que se brinda a la ciudadanía
constituye un insumo fundamental.
La
comunicación es un fenómeno complejo, no sólo limitado a los medios, que
incluye también la información y el acceso a la misma para la toma de
decisiones, relacionada con la vida cotidiana de las personas, inseparable del ejercicio
democrático y ciudadano y de la mejora de la calidad de vida.
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