La
Convención se reforzó con dos acuerdos operativos complementarios: Protocolo contra el tráfico ilícito de migrantes por tierra, mar y aire y Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños. Aunque muchos confunden trata y tráfico y los manejan como sinónimos, se trata de delitos
que pueden estar vinculados, pero que en realidad se refieren a dos actividades
distintas: el objetivo de la trata es la explotación de la persona y ha sido
considerada una forma de esclavitud moderna, pero no es necesario que las
víctimas crucen fronteras.
En cambio, el
tráfico es un delito totalmente trasnacional, porque implica la
facilitación de la entrada ilegal de una persona en un Estado para obtener un
beneficio económico; suele realizarse en condiciones peligrosas o degradantes;
las víctimas dan su consentimiento, y generalmente termina con la llegada de
los migrantes a su destino, o incluso antes. Sin embargo, en México, el tráfico de personas se ha
mezclado con otras formas de criminalidad y muchos migrantes caen en redes de
trata para la explotación sexual o para el trabajo forzado con carteles de la
droga.
De acuerdo con UNODC,
el tráfico de migrantes desde México a Estados Unidos deja casi 7.000 millones de dólares al año, lo
que lo convierte en uno de los delitos más rentables en el crimen organizado
trasnacional, pues es menos arriesgado que el trasiego de drogas. Se trata,
precisó Felipe de la Torre, de la oficina de UNODC en México, de una cifra “conservadora”, en un delito
“necesariamente asociado a la corrupción, que ha proliferado” hasta las más
altas esferas de gobiernos y organismos públicos involucrados, sin olvidar sectores
privados como las compañías ferroviarias.
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AMÉRICA LATINA SIN POLÍTICAS PARA
AFRONTAR EL TRÁFICO HUMANO.
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Daniela Pastrana.
IPS. Viernes 2 de
junio del 2017.
Cada año, unos tres millones de personas que
emigran de sus países entran ilegalmente a Estados Unidos y la mitad lo hace
con la guía de algún traficante, en un negocio de casi 7.000 millones de
dólares, según datos de la Oficina de
las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
Aunque México
sigue siendo el origen principal de los migrantes hacia Estados Unidos, en las
últimas décadas se ha registrado un aumento del flujo proveniente de América Central y América del Sur, y más
recientemente de países del Caribe, Asia y África.
Tres cuartas partes de estos nuevos migrantes deben
cruzar el territorio mexicano y muchos de ellos son víctimas de redes
criminales.
Es una de las violaciones escondidas de los
derechos humanos para decenas de miles de personas. Pero, aunque el tráfico
ilícito de migrantes es un delito transnacional, en los países involucrados en
este fenómeno no existe una política transnacional para enfrentar el problema.
“Los acuerdos que hay entre los países son para
reprimir a la gente, para no dejarla pasar. Pero no hay un solo acuerdo
bilateral o trilateral que realmente busque resolver el problema
integralmente”, dijo a IPS en una entrevista Martha Sánchez Soler, coordinadora
del Movimiento Migrante Mesoamericano (MMM).
El MMM organiza cada año la caravana de madres
centroamericanas que buscan a sus hijos desaparecidos en México y que ha
impulsado un esfuerzo para tender puentes entre los países para la localización
de los ausentes.
“Nosotros hemos denunciado mil veces a ‘coyotes’ (traficantes de seres
humanos, también conocidos como polleros) y nos les hacen nada porque no hay un
intento serio de parar el problema. Los coyotes son un buen negocio para los
gobiernos”, explicó la activista.
La trata de personas y el tráfico ilegal de
migrantes son delitos que en los últimos años han prendido focos rojos en América Latina, al igual que los
organismos multilaterales.
La UNOC y la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) advierten
que es un fenómeno que obedece a “las difíciles condiciones de vida en los
países menos desarrollados, al endurecimiento de las políticas migratorias en
los países industrializados y al hecho de que por mucho tiempo estos fenómenos
no fueron considerados como un problema estructural sino como una serie de
episodios aislados”.
En noviembre de 2000, la respuesta mundial frente
al crecimiento de este tipo de criminalidad, considerada una forma moderna de
esclavitud, fue la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organbizada Transnacional, firmada
en la ciudad italiana de Palermo.
La Convención se reforzó con dos acuerdos
operativos complementarios: Protocolo
contra el tráfico ilícito de migrantes por tierra, mar y aire y
Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas,
especialmente mujeres y niños.
Aunque muchos confunden trata y tráfico y los
manejan como sinónimos, se trata de delitos que pueden estar vinculados, pero
que en realidad se refieren a dos actividades distintas: el objetivo de la
trata es la explotación de la persona y ha sido considerada una forma de
esclavitud moderna, pero no es necesario que las víctimas crucen fronteras.
En cambio, el
tráfico es un delito totalmente trasnacional, porque implica la
facilitación de la entrada ilegal de una persona en un Estado para obtener un
beneficio económico; suele realizarse en condiciones peligrosas o degradantes;
las víctimas dan su consentimiento, y generalmente termina con la llegada de
los migrantes a su destino, o incluso antes.
Sin embargo, en México, el tráfico de personas se ha mezclado con otras formas de
criminalidad y muchos migrantes caen en redes de trata para la explotación
sexual o para el trabajo forzado con carteles de la droga.
De acuerdo con UNODC,
el tráfico de migrantes desde México a Estados Unidos deja casi 7.000 millones
de dólares al año, lo que lo convierte en uno de los delitos más rentables en
el crimen organizado trasnacional, pues es menos arriesgado que el trasiego de
drogas.
Se trata, precisó Felipe de la Torre, de la oficina
de UNODC en México, de una cifra
“conservadora”, en un delito “necesariamente asociado a la corrupción, que ha
proliferado” hasta las más altas esferas de gobiernos y organismos públicos
involucrados, sin olvidar sectores privados como las compañías ferroviarias.
“Las rutas de los migrantes comenzaron a coincidir con las de la droga,
haciendo los cruces aún más violentos y transformando a los polleros en
coyotes, animales más agresivos. Se volvió pues un negocio con desmesuradas
ganancias para el crimen, en el cual se pierden muchas vidas y se expone la
salud física y psicológica de muchas otras”, afirmó De la Torre.
La abogada mexicana Ana Lorena Delgadillo,
directora de la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático,
explicó a IPS que “la convención de Palermo es la llave para estos temas y hay
acuerdos binacionales más generales, pero son más bien para investigaciones y
de coordinación entre instituciones de justicia”.
Pero también aclaró: “Aunque tengamos legislaciones suficientes no
existen realmente políticas regionales que establezcan medidas de atención
alrededor de todo el fenómeno”.
“Cuando Estados Unidos habla de políticas trasnacionales quiere decir
que no entren los migrantes a su país y que van a perseguir a los coyotes, pero
no de políticas que atiendan los problemas alrededor de todo el fenómeno y
mucho menos a las víctimas”, puso como ejemplo.
El especial caso cubano.
Un ejemplo de esta falta de políticas se ha visto
desde 2015 con la migración cubana. En noviembre de ese año, el gobierno de
Costa Rica desarticuló una red de tráfico humano y se desató una crisis con
varios miles de migrantes cubanos varados en distintos países de la región, que
cerraron sus fronteras al tránsito de los indocumentados.
En Cuba, la mayoría de las personas estafadas por
traficantes humanos sufren los daños en silencio. Los casos más dramáticos, con
lamentables pérdidas de vidas humanas, suelen conocerse en seriales policiacos
de factura nacional, basados en la vida real. El delito golpea a Cuba desde que
en los años 60 la emigración quedó atrapada en el conflicto con Estados Unidos.
En materia penal, el contrabando de migrantes es
castigado con severas condenas que incluyen la prisión perpetua en casos
agravados. Pero no hay datos ciertos del costo humano.
“Los riesgos son enormes, porque quedas a merced de estas mafias. Con
ellos no hay ley ni derechos humanos que valgan”, dijo a IPS un cubano
residente en Estados Unidos, quien recordó que antes los traficantes sacaban
del país a los viajeros fundamentalmente en balsas o lanchas rápidas
procedentes desde territorio estadounidense.
En los últimos años, los emigrantes han salido de Cuba de manera legal, para embarcarse
luego desde Sudamérica o América Central en la peligrosa travesía que ofrecen
los traficantes rumbo al país norteño, a un costo de 7.000 a 13.000 dólares por
persona.
Cuba asegura que
esa emigración irregular se articula al amparo de la Ley de Ajuste Cubano de
1966 y a través de redes de tráfico de personas, responsables de actos de
violencia, extorsión, vejaciones y otros delitos de que son víctimas los
cubanos en su intento por llegar a los Estados Unidos, después de un peligroso
recorrido de no menos de 7.700 kilómetros y de cruzar ilegalmente ocho
fronteras.
“Una de mis mejores amigas pagó 4.000 dólares a un
hombre que le tramitaría su salida. Su
familia gastó otro tanto en Estados Unidos. Pasado un año, no le quedó más
remedio que reconocer que había sido estafada. Era una operación ilegal, así
que no hizo la denuncia”, contó a IPS la profesional de 40 años Idalmis
Guerrero.
Su historia es anterior a la reforma migratoria
vigente desde enero de 2013, que amplió los derechos de viaje para la
ciudadanía cubana, eliminó el permiso de salida del país y dejó sin efecto la
carta de invitación del exterior, engorros documentos que encarecían cualquier
viaje por razones personales. Pero obtener visa de ingreso a Estados Unidos u
otro país continuó siendo dificultoso.
El 12 de enero de 2017, una semana antes de
entregar el mando a Donald Trump, el presidente Barack Obama firmó la
eliminación de la Política de Pies Secos-Pies Mojados, que garantizaba
residencia a los cubanos que tocasen tierra estadounidense, así como el
Programa de Parole (acceso preferencial) para Profesionales Médicos Cubanos,
que Washington aplicaba en terceros países.
Aunque México y Cuba tienen varios acuerdos de
colaboración para enfrentar el tráfico de personas, el 21 de enero comenzó la
deportación de cubanos detenidos en su tránsito hacia Estados Unidos, a los que las
autoridades mexicanas les negaron el “pase de salida”, un documento que permite
a los extranjeros circular 20 días por el territorio nacional.
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