TRUMP: MANOTAZO DE AHOGADO
EN EL CARIBE.
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Atilio
A. Boron.
Rebelión
lunes 19 de junio del 2017.
A Donald Trump lo acechan tiempos difíciles. Sus
bravatas de campaña siguen en el plano de la retórica y no se traducen en
hechos. Lo esencial de su promesa: el retorno de los empleos que emigraran a
China y otros países de bajos salarios ha caído en oídos sordos de los CEOs de
las grandes transnacionales estadounidenses que pagan en aquellos países la
décima parte del salario que deberían doblar en Estados Unidos para obreros
que, además, trabajan más de ocho horas diarias y están expuestos a muchos más
accidentes de trabajo.
El muro que dividiría la frontera entre México y
Estados Unidos tiene remotas posibilidades de concreción, y no sólo por su
fenomenal costo cinco o seis veces superior al que anunciara Trump en su
campaña. Aparte, fue condenado públicamente por el Papa Francisco y Angela
Merkel en su reciente visita a México. El escándalo del “rusiagate”, aunque sea
una farsa montada por sus enemigos dentro de Estados Unidos se yergue como una
letal amenaza a su permanencia en la Casa Blanca. En el Congreso suenan
tambores de guerra reclamando un juicio político al nuevo presidente. Tampoco
lo ayudan los oscuros negocios de su yerno y la clara incompatibilidad de
intereses entre su emporio empresarial y su función como presidente.
La ruta de escape ante tantas tribulaciones internas
ha sido la usual en estos casos: un gesto de reafirmación de su autoridad en la
escena mundial, para demostrar que el gigante todavía está allí y que en
cualquier momento puede pegar un zarpazo brutal. Un bombardeo sin sentido –y
con sorprendente mala puntería- a un aeropuerto en Siria como para decir “aquí
estamos” en un escenario cada vez más dominado por la presencia de Rusia e Irán
o arrojar sin ton ni son la “madre de todas las bombas” en una zona remota y
despoblada de Afganistán. Por último, un amenazante desplazamiento de la Flota
del Pacífico hacia las proximidades de Corea del Norte en represalia por sus
experimentos misilísticos, movida que quedó sólo en eso Japón ni bien Tokio y
Seúl advirtieron al bocón de Washington que la capacidad retaliatoria de
Pyongyang podría provocar enormes daños en varias ciudades de Japón y Corea del
Sur.
Antonio Rodríguez.
Y ahora Cuba, esa vieja y enfermiza obsesión que
frustró a once presidentes norteamericanos y que ahora está a punto de cobrarse
una nueva víctima en la persona del magnate neoyorquino. Con su nueva política,
atizada por la mafia no sólo anticastrista sino sobre todo antipatriótica de
Miami, esa que no tiene reparo alguno en provocar sufrimientos a su pueblo con
tal de promover su ilusoria agenda contrarrevolucionaria, Trump comienza a
desandar el camino iniciado por Barack Obama. Lo hace, hasta ahora, de manera
parcial: las embajadas quedan abiertas, muchas operaciones comerciales seguirán
su curso y los cubano-americanos continuarán visitando la isla. Pero esta
estúpida regresión a los tiempos de la Guerra Fría, a un pasado que ya no
volverá, ocasionará nuevas complicaciones para el ocupante de la Casa Blanca.
Por una parte, porque reavivará las llamas de la tradición antiimperialista de
Martí y Fidel, profundamente arraigada en el pueblo cubano que cualesquiera
sean sus opiniones sobre la Revolución rechaza visceralmente las ambiciones
coloniales de su vecino. Por otra parte, al reinstalar trabas a las relaciones
económicas entre las empresas norteamericanas y Cuba Trump abrirá un nuevo
frente de conflicto al interior de Estados Unidos. Y esto es así porque son
muchos los empresarios –en la agricultura, comercio, hotelería, aviación,
informática, etcétera- que consideran a los trogloditas de Miami una rémora
impresentable e irrepresentativa de la gran mayoría del exilio económico cubano
cuyas absurdas pretensiones les cierran una atractiva fuente de negocios y
favorecen a sus competidores de otros países.
Habrá que ver lo que pueda ocurrir con la nueva
política de Trump cuando estos poderosos actores locales de la política
norteamericana presionen sobre la Casa Blanca para defender sus intereses. O
cuando el estadounidense común y corriente se dé cuenta de que de ahora en más
podrá seguir viajando sin restricciones a Corea del Norte, Sudán, Siria e Irán,
países incluidos como “estados fallidos” por el Departamento de Estado, pero no
a Cuba. Lo más probable será que se fastidie y que piense que tenían razón los
35 profesionales de la Asociación Psiquiátrica Americana cuando dieron a conocer
una carta abierta en el New York Times asegurando que el nuevo
presidente “muestra indicios de una severa enfermedad mental.”
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CUBA: DECLARACIÓN DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO.
Denunciamos las nuevas medidas de
endurecimiento del bloqueo que no lograrán su propósito de debilitar a la
Revolución ni al pueblo cubano.
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Cuba Minrex
Sábado 17 de
junio del 2017.
Cualquier estrategia dirigida a cambiar el sistema
político, económico y social en Cuba, ya sea la que pretenda lograrlo a través
de presiones e imposiciones, o empleando métodos más sutiles, estará condenada
al fracaso.
El 16 de junio de 2017, el presidente de los Estados
Unidos, Donald Trump, en un discurso cargado de una retórica hostil, que
rememoró los tiempos de la confrontación abierta con nuestro país, pronunciado
en un teatro de Miami, anunció la política de su gobierno hacia Cuba que
revierte avances alcanzados en los dos últimos años, después que el 17 de
diciembre de 2014 los presidentes Raúl Castro Ruz y Barack Obama dieran a
conocer la decisión de restablecer las relaciones diplomáticas e iniciar un
proceso hacia la normalización de los vínculos bilaterales.
En lo que constituye un retroceso en las relaciones
entre los dos países, Trump pronunció un discurso y firmó en el propio acto una
directiva de política denominada “Memorando Presidencial de Seguridad Nacional
sobre el Fortalecimiento de la Política de los Estados Unidos hacia Cuba”
disponiendo la eliminación de los intercambios educacionales “pueblo a pueblo”
a título individual y una mayor fiscalización de los viajeros estadounidenses a
Cuba, así como la prohibición de las transacciones económicas, comerciales y
financieras de compañías norteamericanas con empresas cubanas vinculadas con
las Fuerzas Armadas Revolucionarias y los servicios de inteligencia y
seguridad, todo ello con el pretendido objetivo de privarnos de ingresos. El
mandatario estadounidense justificó esta política con supuestas preocupaciones
sobre la situación de los derechos humanos en Cuba y la necesidad de aplicar
rigurosamente las leyes del bloqueo, condicionando su levantamiento, así como
cualquier mejoría en las relaciones bilaterales, a que nuestro país realice
cambios inherentes a su ordenamiento constitucional.
Trump derogó asimismo la Directiva Presidencial de
Política “Normalización de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba”,
emitida por el presidente Obama el 14 de octubre de 2016, la cual aunque no
ocultaba el carácter injerencista de la política estadounidense, ni el objetivo
de hacer avanzar sus intereses en la consecución de cambios en el orden
económico, político y social de nuestro país, había reconocido la
independencia, la soberanía y la autodeterminación de Cuba y al gobierno cubano
como un interlocutor legítimo e igual, así como los beneficios que reportaría a
ambos países y pueblos una relación de convivencia civilizada dentro de las
grandes diferencias que existen entre los dos gobiernos. También admitía que el
bloqueo era una política obsoleta y que debía ser eliminado.
Nuevamente el Gobierno de los Estados Unidos recurre a
métodos coercitivos del pasado, al adoptar medidas de recrudecimiento del
bloqueo, en vigor desde febrero de 1962, que no solo provoca daños y
privaciones al pueblo cubano y constituye un innegable obstáculo al desarrollo
de nuestra economía, sino que afecta también la soberanía y los intereses de
otros países, concitando el rechazo internacional.
Las medidas anunciadas imponen trabas adicionales a
las muy restringidas oportunidades que el sector empresarial estadounidense
tenía para comerciar e invertir en Cuba.
A su vez, restringen aún más el derecho de los
ciudadanos estadounidenses de visitar nuestro país, ya limitado por la
obligación de usar licencias discriminatorias, en momentos en que el Congreso
de los Estados Unidos, como reflejo del sentir de amplios sectores de esa
sociedad, reclama no solo que se ponga fin a la prohibición de viajar, sino
también que se eliminen las restricciones al comercio con Cuba.
Los anuncios del presidente Trump contradicen el apoyo
mayoritario de la opinión pública estadounidense, incluyendo el de la
emigración cubana en ese país, al levantamiento total del bloqueo y a las
relaciones normales entre Cuba y los Estados Unidos.
En su lugar, el Presidente estadounidense, otra vez mal asesorado, toma decisiones que favorecen los intereses políticos de una minoría extremista de origen cubano del estado de Florida, que por motivaciones mezquinas no desiste de su pretensión de castigar a Cuba y a su pueblo, por ejercer el derecho legítimo y soberano de ser libre y haber tomado las riendas de su propio destino.
Posteriormente haremos un análisis más profundo del alcance y las implicaciones de este anuncio.
El Gobierno de Cuba denuncia las nuevas medidas de endurecimiento del bloqueo, que están destinadas a fracasar como se ha demostrado repetidamente en el pasado, y que no lograrán su propósito de debilitar a la Revolución ni doblegar al pueblo cubano, cuya resistencia a las agresiones de cualquier tipo y origen ha sido probada a lo largo de casi seis décadas.
El Gobierno de Cuba rechaza la manipulación con fines políticos y el doble rasero en el tratamiento del tema de los derechos humanos. El pueblo cubano disfruta de derechos y libertades fundamentales, y exhibe logros de los que se siente orgulloso y que son una quimera para muchos países del mundo, incluyendo a los propios Estados Unidos, como el derecho a la salud, la educación, la seguridad social, el salario igual por trabajo igual, los derechos de los niños, y el derecho a la alimentación, la paz y al desarrollo. Con sus modestos recursos, Cuba ha contribuido también a la mejoría de los derechos humanos en muchos lugares del mundo, a pesar de las limitaciones que le impone su condición de país bloqueado.
Los Estados Unidos no están en condiciones de darnos lecciones. Tenemos serias preocupaciones por el respeto y las garantías de los derechos humanos en ese país, donde hay numerosos casos de asesinatos, brutalidad y abusos policiales, en particular contra la población afroamericana; se viola el derecho a la vida como resultado de las muertes por armas de fuego; se explota el trabajo infantil y existen graves manifestaciones de discriminación racial; se amenaza con imponer más restricciones a los servicios de salud, que dejarían a 23 millones de personas sin seguro médico; existe la desigualdad salarial entre hombres y mujeres; se margina a emigrantes y refugiados, en particular los procedentes de países islámicos; se pretende levantar muros que denigran a vecinos; y se abandonan los compromisos internacionales para preservar el medio ambiente y enfrentar el cambio climático.
Asimismo, son motivo de preocupación las violaciones de los derechos humanos cometidas por los Estados Unidos en otros países, como las detenciones arbitrarias de decenas de presos en el territorio ilegalmente ocupado por la Base Naval de Guantánamo en Cuba, donde incluso se ha torturado; las ejecuciones extrajudiciales y las muertes de civiles causadas por bombas y el empleo de drones; y las guerras desatadas contra diversos países como Irak, sustentadas en mentiras sobre la posesión de armas de exterminio masivo, con consecuencias nefastas para la paz, la seguridad y la estabilidad de la región del Medio Oriente.
Recordamos que Cuba es Estado Parte de 44 instrumentos internacionales sobre los derechos humanos, mientras que los Estados Unidos lo es solo de 18, por lo que tenemos mucho que mostrar, opinar, y defender.
Al confirmar la decisión de restablecer las relaciones diplomáticas, Cuba y los Estados Unidos ratificaron la intención de desarrollar vínculos respetuosos y de cooperación entre ambos pueblos y gobiernos, basados en los principios y propósitos consagrados en la Carta de las Naciones Unidas. En su Declaración, emitida el 1 de julio de 2015, el Gobierno Revolucionario de Cuba reafirmó que “estas relaciones deberán cimentarse en el respeto absoluto a nuestra independencia y soberanía; el derecho inalienable de todo Estado a elegir el sistema político, económico, social y cultural, sin injerencia de ninguna forma; y la igualdad soberana y la reciprocidad, que constituyen principios irrenunciables del Derecho Internacional”, tal como refrendó la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, firmada por los Jefes de Estado y Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en su II Cumbre, en La Habana. Cuba no ha renunciado a estos principios ni renunciará jamás.
El Gobierno de Cuba reitera su voluntad de continuar el diálogo respetuoso y la cooperación en temas de interés mutuo, así como la negociación de los asuntos bilaterales pendientes con el Gobierno de los Estados Unidos. En los dos últimos años se ha demostrado que los dos países, como ha expresado reiteradamente el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, General de Ejército Raúl Castro Ruz, pueden cooperar y convivir civilizadamente, respetando las diferencias y promoviendo todo aquello que beneficie a ambas naciones y pueblos, pero no debe esperarse que para ello Cuba realice concesiones inherentes a su soberanía e independencia, ni acepte condicionamientos de ninguna índole.
Cualquier estrategia dirigida a cambiar el sistema político, económico y social en Cuba, ya sea la que pretenda lograrlo a través de presiones e imposiciones, o empleando métodos más sutiles, estará condenada al fracaso.
Los cambios que sean necesarios en Cuba, como los realizados desde 1959 y los que estamos acometiendo ahora como parte del proceso de actualización de nuestro modelo económico y social, los seguirá decidiendo soberanamente el pueblo cubano.
Como hemos hecho desde el triunfo del 1ro. de enero de 1959, asumiremos cualquier riesgo y continuaremos firmes y seguros en la construcción de una nación soberana, independiente, socialista, democrática, próspera y sostenible.
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