LOS MITOS DEL
MACHISMO.
Maltratadas. Violencia de género en las relaciones de
pareja (Aguilar) es el nuevo libro de la periodista de Página/12. Con
prólogo de Eva Giberti, la autora
reconstruye el mapa social sobre el que se edifica la violencia de los hombres
hacia las mujeres y desarma las mitos que persisten en la sociedad: que “es cosa de pobres”, que “no hay que meterse”, que “sólo les pasa a las sumisas”, que “si no hay golpes, no es violencia”, entre
otros. También analiza las respuestas, no siempre efectivas, que brinda el Estado a las víctimas. Aquí se
reproduce parte del capítulo que refuta la creencia de que “los hombres son violentos por naturaleza”.
Juan nació en La Paz, Bolivia.
Es ayudante de albañil. A principios de julio de 2013, Raquel, su pareja, le
anunció que quería terminar la relación. Hacía seis años que convivían en una
casilla de una de las villas de la Ciudad de Buenos Aires, con los dos hijos
pequeños de ambos. Al escuchar la noticia, Juan reaccionó con violencia. Le ató
las manos con sogas a la esquina de la cama durante media hora para impedir que
se fuera, y la amenazó con un cuchillo advirtiéndole que, si lo dejaba, la iba
a matar. Raquel no se fue.
A
los pocos días, la vio conversando en su casa con un amigo del barrio y le pegó
patadas en la cara, le dio golpes de puño y, después, tomó una soga y se la
enrolló con fuerza en el cuello, sin dejarla respirar por unos minutos. Luego, Juan se subió sobre Raquel e intentó
ahorcarla con las manos. No se detuvo ahí. Delante de los hijos la
desvistió por la fuerza y la violó. Para que nadie notara las marcas que le
había dejado en la cara, por tres días no la dejó salir de la casa.
Tres meses después, el 23 de
octubre, la encontró charlando con dos amigos en su casa y
volvió a atacarla con golpes de puño en el rostro. Ese mismo día, un rato más
tarde, cuando quedaron solos, la empujó sobre la cama, le quitó la ropa, se
colocó sobre ella sin dejar que pudiera moverse y volvió a abusar sexualmente de Raquel. Al día siguiente, discutieron.
Ella insistía en que quería separarse. Juan la agarró con fuerza del brazo
y le dijo: “Te voy a matar, volvé
conmigo o vas a ver lo que te pasa”. Raquel
sintió pánico y se fue de la casa. Regresó alrededor de las diez de la noche.
Juan dijo que se iba a dormir a la casa de su hermana, pero sigilosamente
regresó y se escondió detrás de la heladera. Y cuando Raquel se acercó, la agarró por sorpresa. Ella logró
zafarse y salió a la calle. Juan la siguió y apoyándole un cuchillo en el
abdomen, le exigió que regresara con él a la casa. Raquel empezó a gritar y logró que su pareja se fuera. A unos metros,
Juan la miró fijo y le hizo un claro gesto –pasando un dedo por su cuello–,
dándole a entender que se lo cortaría. El volvió ese día cerca de las once de
la noche y Raquel, por temor, decidió irse a dormir a otro lado. Los hijos quedaron con Juan en la casa.
La sucesión de episodios de
violencia estremece. ¿Por qué un hombre ejerce
tanta violencia contra la mujer que dice amar? La pregunta es recurrente cuando
se analizan estos casos y no deja de rondarme.
Al llegar a esta
instancia, Raquel decidió denunciar a Juan. Hacía tiempo que habían comenzado
los malos tratos y las agresiones. Y la mayoría de las
veces los episodios sucedían delante de los chicos. Fue entonces a la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte
Suprema de Justicia, donde relató los últimos ataques vividos. El equipo
médico verificó que las lesiones que presentaba en el cuerpo se condecían con
los golpes recibidos por parte de su pareja. En su informe interdisciplinario la OVD evaluó que Raquel se
encontraba en una situación de “riesgo
altísimo e inminente” de sufrir algún nuevo o más serio episodio de
violencia. El equipo interdisciplinario que la atendió verificó en ella “marcadas
características de sometimiento así como también una minimización y
justificación de los hechos”, “autoestima deteriorada”, “falta de adecuadas
redes de apoyo y contención” y una “naturalización de la violencia sufrida” así como un “bajo registro del peligro en el que se
encontraba”……..
*****
PARA LAS “MUJERES” NO HAY TIEMPOS DE
PAZ.
*****
Victoria
Aldunate Morales.
ALAI. Jueves
1 de junio del 2017.
La insurgencia nunca ha sido desechada por las que se
rebelan. ¿Por qué entonces en marchas feministas ronda últimamente aquella
ambigua consigna: “Todas las Mujeres contra todas las Violencias”?
Hasta la Iglesia Católica en Dictadura -al menos en
este territorio-, se la jugó por la defensa de quienes nos opusimos activamente
a la Derecha política, al Imperialismo y a Pinochet. La monja Blanca Rengifo
apoyó la lucha armada porque no bastaba con rezar. Todas lo
comprendíamos, las cristianas y las que no. Se hablaba de “El Derecho de los
pueblos a la Rebelión”, lo recuerdo clarito y ahora me suena más progre que
la consigna feminista contra todas las Violencias.
Esta consigna en un territorio que está pariendo
insurgencias, en un país racista donde las mujeres mapuche son allanadas,
torturadas, perseguidas, encarceladas con sus guaguas por oponerse al despojo
constante que les hace el estado chileno, suena reaccionaria, domesticada y
liberal.
¿Cómo se posiciona esa consigna política en relación a
las luchas insurgentes de los pueblos colonizados y vueltos a colonizar por
dictaduras y trasnacionales?
Una cosa es decir Guerra a la Guerra, como
hicieron Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin que junto con ello lucharon por la
revolución social, y otra muy distinta es quedarse sin autodefensa e imaginar
que las feministas debemos recurrir a la noviolencia.
Zorreando: “Saboteamos, boicoteamos…”
No todas nuestras confrontaciones al patriarcado son noviolentas.
También sabemos expulsar a un agresor y señalarlo. Gritos al macho, “¡agresor
fuera!”, y el tipo sale porque nos imponemos por la fuerza de ser mayoría allí.
El agresor nos teme tal como sus víctimas antes vivenciaron el miedo ante sus
agresiones. No es un acto de noviolencia.
“Saboteamos, boicoteamos… Dado que cada acto
de violencia en contra de una mujer crea una atmósfera de amenaza contra todas
las mujeres, nuestras acciones contribuyen… al desarrollo de una atmósfera
de ‘¡La resistencia es posible!’”… “Un grupo de mujeres les encontrará para
atacarles y hacerles quedar en ridículo frente a la opinión pública…”. Es lo que decían las Rote Zora o Zorras
Rojas en español, un grupo de guerrilla urbana feminista, antirracista
y antiimperialista que usó tácticas de lucha armada entre los años 70 y hasta
incluso el año 96 del siglo 20.
Solían utilizar explosivos y subrayaron que “debido
a la posibilidad de poner en peligro la vida de alguien, nos esforzamos en ser
especialmente cuidadosas. Sería una paradoja… convertirse en tan cínica y
brutal como el sistema. Hemos rechazado muchas acciones porque no podíamos
eliminar el peligro hacia gente inocente”.
Las Zorras Rojas actuaron contra sex-shops,
quemaron automóviles de patrones responsables de despidos masivos, falsificaron
tickets de transporte público que repartieron en zonas empobrecidas, atacaron a
traficantes de mujeres (1).
La guerra brutal contra nosotras.
Lo que la guerrilla feminista atacó en Europa, lo que
la lucha antidictatorial combatió en el siglo 20 en Nuestramerica, en el siglo
21 se ha profundizado: La Trata de Personas es territorializada, racializada y
generizada. Se calcula 28 millones de esclavas y esclavos en el mundo que son
tratados como No-Hombres, es decir, sin los privilegios de la
masculinidad. Son gente interpretada como “mujeres” a las que les arrancan sus
productos: guaguas, niños y niñas. Incluso sin útero, son personas
feminizadas usadas para trabajos domésticos y otros trabajos esclavos. Les
fragmentan tal como la industria capitalista de la carne, hace con los demás
animales. Venden sus órganos, compran sus embarazos y arriendan sus úteros.
Se sabe de al menos 1 millón y medio de esclavas
sexuales en el mundo y se dice que es un negocio de cerca de 35 mil millones de
dólares anuales, menor que el de las Drogas, pero “rentable”. Drogas y Trata se
entrelazan, no sabes dónde termina uno y empieza el otro, se utilizan
mutuamente. Los ajustes de cuentas entre mafias misóginas suelen tener como
blanco a las mujeres que las integran y/o a las mujeres que esclavizan. Los
comerciantes de esclavas dicen que las mujeres “son más rentables” porque no
tienen que ser cultivadas, destiladas ni envasadas (como las drogas), duran más
pues pueden ser usadas una y otra vez: una niña de 16 años ya ha sido
violada por 100 hombres (2).
¿Las “violencias” “de Género”?
Por otra parte, hablar de “las violencias” en plural, como lo hace esta consigna feminista,
envía un mensaje equívoco también en lo que respecta al origen singular de la
Violencia patriarcal y capitalista contra las Mujeres. La disuelve en
situaciones desconectadas. Asume la categorización que hace el Enfoque
de Género institucionalizado de la violencia machista cuando por ejemplo, la
divide –absurdamente- entre “psicológica
y física”.
Y no es un problema sólo de lenguaje y símbolos. Es
que refuerza un enfoque usado por Estados, Gobiernos, Partidos Políticos y
Ejércitos que en la actualidad prefieren hablar de “Violencia de Género”…
¿Se preguntaron por qué le suena mejor a la tevé y los medios esta nueva
denominación de la violencia?
“Violencia de Género” parece ser un concepto abarcador
de las supuestas múltiples y desconectadas “violencias”. Son lucimientos académicos que categorizan vivencias
no categorizables, pero sobre todo parten de una ingeniería patriarcal abarcadora
de “Hombre-Mujer” como dos géneros equivalentes y recíprocos (neutros).
Encubren que “Género” es una relación de poder y dominación en sí misma.
Pueden llegar a aceptar -en teoría- que habría más de dos géneros, pero
jamás que pueda no haberlos. “Mujer”
en esta concepción racista abarca a todas las humanas en un solo modelo
universal: la mujer occidental. Las demás no existimos.
No hay nada “neutral”
en el racismo. No hay nada recíproco en la invención de las mujeres como
una categoría (3) de
género. No hay nada justo en que la sexualidad femenina y feminizada esté
disponible para ser explotada como una mercancía capitalista de intercambio
económico (4) y
esclavitud colonial. La violencia contra nosotras no es un fenómeno particular.
Sucede en Bosnia y Herzegovina donde policías y agentes de la ONU han sido
cómplices de la Trata (5), en toda la Europa del Este, África,
Asia, países árabes, Haití, donde las “fuerzas de Paz” abusan sexualmente de
niños, niñas y mujeres a cambio de comida (6);
es en territorios empobrecidos de las ciudades chilenas donde hay varones que
intercambian mujeres por drogas y proporcionan drogas a mujeres a cambio de “usarlas”.
La violencia y su provecho.
La violencia patriarcal y capitalista extrae de los
cuerpos feminizados, todo. Los ocupa, desaparece y destruye; para eso, los
categoriza y segrega. Hay provecho concreto y material. Somos territorio de
“conquista”, botín de guerras “patriotas” y de guerrillas masculinizadas,
material del narcotráfico y un objetivo particular de persecuciones.
Las esclavizadas por la Trata sufren secuestros,
quemaduras, rotura de huesos, privación de alimentos, abuso sexual, abortos por
golpes, embarazos por violaciones. Esa tortura produce divisas. Las esposas,
novias, amantes, convivientes, en la familia, en el matrimonio y en la
comunidad, sufren agresiones similares. Los agresores obtienen trabajo
femenino, sexo en sumisión y privilegios. Las presas políticas y comunes, en
los cuarteles, cárceles y otros lugares de reclusión, también sufren estas
agresiones y el agresor organizado institucionalmente abusa sexualmente, logra
confesiones, debilita la insurgencia, refuerza dictaduras y sostiene la paz de
los ricos.
Cambia el torturador, su investidura, pero no su lugar
de poder y privilegio de raza, género-sexo, clase y fuerza militarizada.
Capital y territorio se conectan. En Europa del Este, las esclavizadas son
mujeres de países en donde las revoluciones socialistas se pudrieron y los
nuevos gobiernos capitalistas se endeudaron con el Fondo Monetario
Internacional. Las mujeres en Trata vivían en territorios empobrecidos, los
traficantes llegaron a sus barrios y poblados ofreciendo trabajo o una relación
romántica tras lo cual, las entregaron a la Trata. Lo mismo hacen hombres que
trafican en nuestras poblaciones: declaran amor, ofrecen protección y drogas...
Elites enriquecidas que poseen capitales
“subterráneos” en “paraísos fiscales” y mega-corporaciones con conexiones
transnacionales usufructúan también de la Trata y el Tráfico. Por su puesto de
las Guerras y ocupaciones territoriales, y del robo legal de minerales
estratégicos, maderas, despojo a los mares y bosques, asesinato de fauna y
flora. Por eso hay chipe libre a fuerzas paramilitares que protegen a empresas
depredadoras y terratenientes; por eso sus policías complacientes con los
narcos y sus mafias misóginas, allanan a comunidades rebeldes. Esas comunidades
somos también nosotras. Vivenciamos sin ambigüedades el origen singular de la
violencia. La noviolencia entonces se torna una posibilidad para
privilegiadas, no para nosotras. Pregonarla puede ser muy racista.
No hablo de sublimar la violencia como un recurso
individualista ante cualquier frustración, sino de autodefensa, insurgencia y
rebelión, organizadas. Hacemos terapias feministas, volantes explicativos,
pintamos murales, escribimos, actuamos, hacemos música, y también necesitamos
protegernos de la violencia concreta porque “para las mujeres no hay tiempos de paz” (7).
- Victoria Aldunate
Morales, terapeuta, escritora, lesbiana feminista antirracista.
*****
(1) Rote Zora (RZ) lesbianas y mujeres feministas aliadas de las
Células Revolucionarias que llevaron a cabo más de 200 ataques,
mayoritariamente poniendo bombas. En una entrevista anónima explicaron: “Las
mujeres del RZ empezaron en 1974 poniendo una bomba en el Tribunal Supremo en
Karlsruhe porque queríamos la abolición total de la `218`(la ley de aborto)”.
En 1996 Rote Zora anunció su disolución expresando que ninguna de ellas había
estado ni un solo día en la cárcel.
(2) “Tráfico sexual. El negocio de la esclavitud moderna”. Siddharth
Kara, Alianza Editorial, 2010. Ver también: “La esclavitud sexual, el negocio
ilícito más rentable del mundo”, Agencia EFE.
(3) Oyéronké Oyewumi, feminista antirracista nigeriana dice que uno de
los primeros logros del Estado colonial fue la creación de las «mujeres» como
categoría.
(4) Paola Tabet, feminista materialista italiana que habla del
“intercambio económico sexual” como lo que estructura la sexualidad de las
mujeres en el patriarcado.
(5) Informe "Esperanzas traicionadas: el tráfico de mujeres y
niñas a Bosnia y Herzegovina para la prostitución forzada", (75 páginas). Human Rights Watch, 2002. (“La Denunciante: Tráfico
sexual, contratistas militares y la lucha de una mujer por que se hiciera
justicia”). Testimonio de la ex policía norteamericana Kathryn Bolkovac
co-escrito con la periodista y escritora Cari Lynn. Bolcovic fue contratista en
Bosnia y denunció que policías y personal de la ONU estaban involucrados en
Trata de esclavas sexuales. Fue despedida y su denuncia cancelada por la ONU a
petición del gobierno de Estados Unidos. No hay condenados por el crimen que
ella denuncia. Ver: “Bolkovac: abusos sexuales de los soldados de la ONU”, 2 de
marzo de 2016, Azer Slanjankic, JAG/ERS.
(6). "Sexo oral por galletas": las escalofriantes denuncias de
abuso contra funcionarios de la ONU. BBC Mundo, 4 marzo 2016. “Las polémicas denuncias contra soldados
franceses por abusos sexuales de menores en África”, BBC Mundo, 30 abril 2015. “Sexo
a cambio de comida: las acusaciones de abusos sexuales a niños contra soldados
europeos en República Centroafricana”, BBC Mundo, 30 enero 2016. “Por qué le quieren quitar la inmunidad al
personal de la ONU”, Alejandra Martins, BBC Mundo, 13 mayo 2015
(7).-
Catharine MacKinnon, “Crimes of War, Crimes of Peace”, Are Women Human? And Other International Dialogues,
Cambridge, The Harvard University Press, 2007. (“Crímenes de Guerra,
Crímenes de Paz”).
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