LAS VOCES DE LA MARCHA. TESTIMONIOS DEL NI
UNA MENOS 2017.
Karin Llanos. Empleada
doméstica y promotora territorial de la Villa 31 de violencia de género: Marcho
contra la violencia institucional contra las compañeras, por la violencia que
sufren ellas y la que viví en la experiencia propia. La hemos adquirido por
nuestros padres y abuelos, pero al ser migrantes sufrimos el doble al no tener
documento y no tener casa. Soportamos la violencia de nuestras parejas y de
nuestros empleadores porque te sentís obligada a hacer cosas que no queres
hacer. Al no tener forma de pensar en el género seguís en el círculo. Pero
ahora tratamos de ayudarnos entre nosotras. Por eso estar en la marcha de Ni
Una Menos para mí es importantísimo para generar que en el futuro haya un
cambio positivo en las mujeres y también en los hombres. Ellos son sordos y
ciegos a la situación y tienen que escuchar para poder cambiar.
Juan Palomino.
Actor y secretario adjunto de la Asociación Arge: Vengo porque no tiene que ver
solamente con la violencia del hombre hacía la mujer sino también con la
violencia institucional, la falta de trabajo, la desocupación y las políticas
neoliberales. Además la ficción es una herramienta para espejarnos. En Vidas
robadas, Montecristo o La Leona se hablaba de trata de personas, búsqueda de la
identidad y violencia de género. O en Nafta super una trans era la Mujer
Maravilla. Necesitamos más espacios para que la ficción pueda reflejar estos
nuevos modelos, pero si no tenes productora se complica. Creemos fervientemente
que no puede ser que en una novela turca se hable del sultán, con lo que
significa en el patriarcado la idea del sultán, en horario prime time sin
cuestionamientos. Pero, por eso, necesitamos que haya regulación del Estado
porque el mercado no va a priorizar nuevas identidades.
Reina Flores.
Ama de casa: Vengo para que no mueran las mujeres, para que no tengan miedo y
para que se termine la violencia en los barrios. Y también para que las madres
podamos trabajar y haya jardines que cuiden a los chicos y podamos seguir con
la lactancia y no tengamos que elegir entre criar a los hijos o tener nuestro
dinero. Y porque queremos más derechos para las mujeres.
Carolina Diebel.
Abogada: Todos los años participo de la marcha de Ni Una Menos. El patriarcado
nos tiene cada vez más miedo y, por eso, cada vez nos van a tener más contra
las cuerdas, pero no podemos declinar.
Sol Diebel.
Diseñadora de indumentaria: A partir de Ni Una Menos se produjo un cambio en la
sororidad. Los tipos siguen poniendo palos en la rueda, pero aumentó la
solidaridad entre mujeres. La violencia continúa, pero hay que estar cada vez
más presentes entre nosotras. Ahora se conoce más que quiere decir sororidad
(hermandad entre mujeres) y se practica más. Me gustaría que la generación de
nuestras madres esté en la marcha y entiendo que les cuesta, pero tendrían que
sumarse a Ni Una Menos.
Mercedes Finazzi.
Experta en moda: Los hombres no entienden el movimiento feminista. Piensan que
van a perder el poder. Pero las nuevas generaciones de mujeres están cambiando
fuerte y es muy importante que ellas estén educadas de una manera distinta a
cómo nos educaron a nosotras.
Cecilia González.
Periodista mexicana: En el primer Ni Una Menos había mucha tristeza y soledad.
No podías hablar con nadie en la marcha que se ponía a llorar. Ahora, en
cambio, hay mucha alegría y acompañamiento y más unión en la diversidad. Y algo
fundamental es que los movimientos de mujeres en la Argentina se colocaron en
la vanguardia de Latinoamérica y de muchos países europeos. Igual que con las
Madres y las Abuelas son, nuevamente, las mujeres argentinas un ejemplo para la
comunidad internacional por la masividad y la capacidad de organización. Ni Una
Menos es un fenómeno único y espectacular.
ARGENTINA: UNA OLA FEMINISTA
TOMÓ LAS CALLES PARA RECLAMAR EN LA TERCERA: NI UNA MENOS.
Contra la violencia machista
y el Estado.
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Horacio Cecchi.
Página /12 domingo 4 de junio del
2017.
Una multitud marchó
desde el Congreso hasta Plaza de Mayo, en la Tercera Ni un Menos. La violencia machista,
la represión estatal, la prisión de Higui y Milagro Sala fueron los ejes de un
extenso documento consensuado por las organizadoras.
Arriba del escenario,
pegada a Liliana Dauness, Mónica Ferreyra se dobló de dolor y se abrazó a la
primera que tenía a su lado. En el medio de su remera blanca se veía una carita
y la leyenda “Justicia por Araceli”, Araceli Fulles, su hija. Dauness leía el
documento consensuado por las organizadoras de la marcha y acababa de recordar
a la multitud que fueron las organizaciones sociales las que buscaron a la
joven y que fueron las mujeres las que detuvieron al feminicida. No el Estado,
que terminó implicado. Abajo, alrededor del escenario, el impacto se dibujó en
lágrimas y labios mordidos. La escena, además de conmovedora, fue una buena
síntesis y metáfora de los motivos y las pulsiones que empujaron esta tercera
ola de mujeres y de reclamos feministas. Porque se marchó contra la violencia
machista, que estaba dibujada en todas las fotos, en todas las pancartas y
remeras, en todos los rostros con nombre y apellido que son los rostros de las
víctimas, y en todos los rostros anónimos que fueron y son los rostros de todas
las mujeres que se saben en peligro. Se marchó para responsabilizar al Estado
por su ausencia en las medidas y programas de protección a las mujeres, y su
presencia con represión a las militantes feministas. La tercera marcha
convocada por el Colectivo Ni Una Menos y organizada por una diversidad de
organizaciones de mujeres, travestis, lesbianas y bisexuales esta vez tomó la
calle, como multitud, un sábado.
La convocatoria estaba
fijada para las cuatro de la tarde, para marchar desde el Congreso y terminar
en Plaza de Mayo, donde en un escenario móvil que daba la espalda a la Casa de
Gobierno, la locutora Liliana Dauness y la madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora,
Nora Cortiñas, leerían un extenso documento. Pero desde el mediodía, una radio
abierta y diversos talleres sobre aborto, amor romántico, violencia machista y
otras temáticas de género, prepararon el ambiente y avanzaban sobre la línea
marcada: tomar la calle.
Es difícil determinar la
cantidad de participantes, pero como medida, cuando Dauness llevaba unos
cuarenta minutos de lectura del documento, llegaban a Plaza de Mayo las últimas
columnas que habían partido desde el Congreso.
En la cabeza de la marcha,
un enorme cartel con el texto “Ni una menos. Vivas y libres nos queremos”,
atravesaba de vereda a vereda la avenida de Mayo y era sostenida por una
representante de cada una de las organizaciones que habían tejido y
consensuado, asamblea tras asamblea, los motivos y la estructura de la marcha.
Para dar una idea de la horizontalidad de la organización, los lugares a lo
largo de la columna fueron distribuidos por sorteo, mientras que en la cabeza
todas las participantes tendrían su representación. Detrás de la cabecera, una
cada vez más nutrida militancia de la Campaña Nacional por el Aborto legal,
seguro y gratuito, con sus banderas y sus ya impuestos pañuelos verdes. Después
siguió el resto de las columnas, incluyendo al propio colectivo convocante Ni
Una Menos.
La cabecera quedó situada
pasando San José, ya que las calles que rodean la plaza Congreso habían quedado
desbordadas.
Desde allí hacia avenida
de Mayo, una nutrida multitud deambulaba, rodeaba a los grupos de artistas que
desarrollaban sus intervenciones sobre el asfalto (fueron varios los grupos de
teatro que produjeron lo suyo), y buscaban alcanzar un lugar en la Plaza de
Mayo, o alrededor del escenario o a la altura del inicio de la plaza, en el
Cabildo, para recibir a la columna.
Era difícil en el
recorrido encontrar a alguien sin su cartel, sin su pintura sobre la ropa o el
cuerpo. Pero un pequeño grupo del Colegio de Sociólogos porteños y del Consejo
nacional llevaba unas pancartas en las que se leían, cómo no, estadísticas que
denunciaban, por ejemplo, que el 96,4 por ciento de las víctimas de violencia
de género habían denunciado violencia psicológica.
Entre los grupos de teatro
que aprovechaban el espacio todavía libre de la avenida de Mayo, las
Magdalenas, un grupo de laboratorio e intervención teatral, representaba a
mujeres comunes, que se desprendían desde el público y que caían fulminadas
hasta que tomaban la calle, literalmente la caminaban, y apoyándose unas a
otras se defendían de volver a ser víctimas.
Esta Ni Una Menos, por algún
motivo que el tiempo quizás revele, mostró una mayor presencia varonil, y buena
cantidad de mujeres y hombres mayores. También hubo una notoria presencia
estudiantil, especialmente de secundarios. Entre los carteles visibles, marchó
el del Centro de Estudiantes del Ilse, Cilse. El sábado, dejó su marca: mover
semejante multitud un fin de semana señala una militancia que excede por lejos
las estructuras y organizaciones.
Poco antes de las seis de
la tarde, la cabecera dio su primer paso. Empezaron entonces a circular los
cánticos que preanunciaban la lectura del documento: a los ya instalados como
“Alerta que camina, la lucha feminista por América Latina” o “Aborto legal para
no morir / anticonceptivos para no abortar”; otros que aplicaban toda su dureza
sobre el gobierno: “¡Macri, basura, vos sos la dictadura!”, se escuchaba gritar
y cantar a la columna mientras avanzaba por avenida de Mayo.
En la cabecera de la
marcha, Nora Cortiñas marcaba el paso tomada a la pancarta central. Aferrada a
uno de los bordes del cartel, Francesca Mata, salvadoreña, marchaba en
representación del Bloque de Trabajadorxs migrantes. Los reclamos de las
migrantes, anulación del DNU que recortó hasta el extremo sus derechos y
garantías, formaron parte del documento que, al cierre, leerían Dauness y
Cortiñas.
Pasadas las seis de la
tarde, la columna llegó a la Plaza de Mayo, al grito de Ni una menos, vivas y
libres nos queremos. Detrás, los carteles por la libertad de Milagro Sala,
presa por orden de Gerardo Morales desde hace más de 500 días, y de Higui, cuya
historia empezó a dar vuelta en los medios a partir de la movilización de las
mujeres en noviembre pasado (la intentaron violar por lesbiana y fue detenida
por defenderse y matar a uno de sus agresores).
A las 18.38 Liliana Dauness
comenzó a leer el extenso documento (leyó solo interrumpida por cánticos y
aplausos durante 55 minutos) en el escenario. A su lado estaba sentada Nora
Cortiñas. A ambas las rodeaban las representantes de todas las organizaciones y
colectivos que dieron forma a la tercera Ni Una Menos.
El documento tuvo una muy
fuerte carga de denuncia contra la violencia machista. Muere una mujer o
travesti o lesbiana, por día por ser lo que son. Las cifras no sólo no se
redujeron sino que se incrementaron desde que se realizó la primera Ni Una
Menos, el 3 de junio de 2015. También se cargó contra la responsabilidad del
Estado en su ausencia en la protección de las mujeres, por el levantamiento de
los programas de Educación Sexual, por el desinterés en las muertes de mujeres
provocadas por la realización de abortos clandestinos (la Iglesia se llevó
también sus cánticos). Se planteó que no hay Ni una menos si hay mujeres presas
por mujeres. Milagro Sala e Higui fueron los nombres de estos reclamos en
representación de una multitud de mujeres que pueblan las cárceles. También
contra la falta de igualdad en las posibilidades económicas (perder la
autonomía económica significa preparar a las mujeres para ser sometidas y
víctimas).
“¡Nos mueve el deseo!”,
gritó Dauness y le respondieron con aplausos y vítores. Y cerró al grito de
“¡Viva el 3 de junio, día de la lucha del movimiento feminista en Argentina, en
América latina y en el mundo! Estamos de pie! Que vivan la lucha contra el
patriarcado y el neoliberalismo. Ni una menos. Vivas y libres nos queremos!”,
cerró el multitudinario acto.
Lo habían logrado otra
vez. Solas, pero todas, sin apoyo de estructuras. El escenario móvil desde el
que se dirigieron a la Plaza de Mayo, lo habían contratado entre todas las asambleístas, juntando
el aporte de cada una. Una revolución horizontal.
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