El
Gobierno de Brasil echa el freno a las investigaciones por corrupción.- Dice el
Diario El País de España ( Conservador).-
Los corruptos al máximo nivel protegen y defienden
a un Presidente acusado de Corrupción y de integrar una “organización criminal”,. Sin embargo en “las alturas, en la Cámara
de Diputados lo ”salvan” y, lo protegen los poderes facticos internos, también “embarrados” por la corrupción.- El
presidente y sus aliados paralizan la denuncia emitida por el fiscal general,
según el pronóstico unánime. Se han
tramitado tres denuncias por graves delitos de corrupción contra Michel Temer y, desde
hoy, el presidente brasileño ha salido ileso de las tres. De la primera le salvó el Tribunal Superior Electoral, presidido
por un magistrado que actúa sin tapujos como consejero ocasional de Temer. De la segunda, la Cámara de Diputados. La tercera, que la misma Cámara ha votado este miércoles, ha acabado en
idéntico destino, según el pronóstico unánime. Una demostración de que el Gobierno y sus aliados han logrado poner
límites a las investigaciones sobre corrupción que sacuden a los principales
partidos brasileños.
Todo Brasil pudo oír una conversación
grabada, en las fechas previas alimpeachment de la anterior presidenta, Dilma Rousseff entre
tres destacados dirigentes del Partido
del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), la formación política de Temer.
Uno de ellos, Romero Jucá, actual líder
del Gobierno en el Senado, defendía que era necesario tomar el poder para “estancar la sangría” de las
investigaciones contra la corrupción. No pocos analistas defienden que ese fue
el motivo de fondo para que el año pasado el PMDB rompiese su alianza con el
izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) y se uniese a la oposición
para derribar a Rousseff. Aunque
faltan pruebas que lo corroboren, el tiempo sí ha permitido verificar que los que están en el
poder se defienden mucho mejor que los que se han ido a la oposición.
26 de octubre del 2017.
/////
BRASIL:
¿QUÉ LE HICIERON A MI PAÍS?
*****
Eric Nepomuceno.
Página
/12 domingo 19 de noviembre del 2017.
La verdad es que a esta altura, cada
vez reconozco menos a mi país. Y cada vez reconozco menos a mi ciudad, Rio de
Janeiro.
Desde el golpe
institucional que se consolidó a fines de agosto de 2016 e instaló en el
gobierno a una pandilla de corruptos encabezada por Michel Temer, la realidad
se hizo avasalladora. El espeluznante retroceso que se ve en la economía, en
las políticas sociales, en la casi desaparición de Brasil en el escenario
internacional, en la destrucción de derechos laborales, sólo es comparable al
asombroso volumen de denuncias y escándalos que alcanzan al presidente y sus
principales cómplices.
Lo más aterrador es que las
denuncias son frenadas por la cobarde omisión del Supremo Tribunal Federal,
supuesta corte máxima de justicia, y por la aberrante complicidad de la mayoría
absoluta de los integrantes del Congreso Nacional, que ostenta la muy dudosa
gloria de ser la legislatura de peor nivel ético desde el retorno de la
democracia, en 1985.
La deprimente rutina de
denuncias que siquiera rasguñan la impunidad del presidente, sus ministros y
los aliados en la Cámara de Diputados y en el Senado corre pareja con la entrega,
a las voraces transnacionales, del petróleo descubierto gracias a las
tecnologías desarrolladas, al precio de miles de millones de dólares, por
Petrobras. Y pareja a la ruina de la estructura de salud pública en todos los
niveles (nacional, provincial, municipal): es que el ministro de Salud nombrado
por Temer es un poderosísimo aliado de las empresas privadas de seguro de
salud, que financian sus campañas, que las de un nutrido grupo de aliados, a
diputado nacional.
La “reforma laboral”
llevada a cabo por el gobierno de Temer y sus aliados creó la espantosa
contratación de “trabajo intermitente”, es decir, el patrón convoca al obrero
para un determinado número de horas, al precio de dólar y medio cada una. Ya
hay propuestas de jornadas de cinco horas los sábados y domingos, a un precio
total de 15 dólares. Suena degradante. Y lo es.
Pese a que
constitucionalmente Brasil es un país laico, la Corte Suprema autorizó la
enseñanza religiosa obligatoria en las escuelas. Victoria de la llamada
“bancada evangélica” en el Congreso. La Comisión de Constitución y Justicia de
la Cámara de Diputados, a su vez, aprobó una propuesta de enmienda
constitucional que condena el aborto en caso de estupro, de fetos que sean
detectados con ancenfalia, es decir, sin formación del cerebro, o de embarazos
que pongan en riesgo la salud de la madre. La comisión, ¿cómo no?, está
integrada por dieciocho diputados, casi todos integrantes de sectas
evangélicas, y una solitaria diputada, autora del único voto contrario. La
decisión ahora va al pleno de la Cámara.
Vale recordar que la
actual legislación, bastante conservadora, sólo permite la práctica del aborto
en esos tres casos.
El gobierno lanza una
campaña publicitaria para convencer a la opinión pública de que todo camina
bien, que estamos en plena recuperación, mientras el déficit fiscal este año
rondará los 50 mil millones de dólares, falta trabajo a 27 millones de
brasileños –equivalente a nueve veces la población de Uruguay, dos veces y
media la de Cuba, poco más de la mitad de la de Argentina– y el porcentaje de
la población que vuelve poco a poco al mapa mundial del hambre aumenta.
Crece, a velocidad que
asusta, el peso de la extrema derecha, con los ojos puestos en las elecciones
generales del año que viene. Esa sacrosanta, invisible y poderosísima entidad
llamada “mercado” busca, ansiosa, alguna alternativa para 2018. Frente a la
falta absoluta de piezas de repuesto en el repertorio habitual, examina el
diputado y precandidato Jair Bolsonaro. Capitán retirado, Bolsonaro no sólo
defiende a hierro y fuego a la dictadura militar (1964-1985) sino que suele
homenajear, en el pleno de la Cámara, a un notorio torturador. Entre otras de
sus joyas está el comentario lanzado a una diputada: “No te estupro porque no
mereces ser estuprada”.
Las encuestan revelan que
Lula da Silva sigue como favorito (42 por cienot de las intenciones declaradas
de voto), y que el único que crece es Jair Bolsonaro (tenía 16 por ciento,
ahora tiene 18 por ciento). Los candidatos habituales de la derecha se
estancaron entre 7 y 8 por ciento.
Otro fenómeno inédito,
entre tantos desastres, es el cinismo que se instaló serenamente entre los
partidos políticos brasileños. Luego de que el Supremo Tribunal Federal se
acobardó, dejando a los senadores la decisión de suspender o no las actividades
de Aécio Neves, derrotado por Dilma Rousseff en 2014 y mentor del golpe que la
destituyó el año pasado, por haber sido grabado mientras extorsionaba a un
empresario corrupto, los efectos de la medida se extendieron a las asambleas
legislativas provinciales.
Los colegas del senador
corrupto lo mantuvieron en su escaño. Y ahora, hace dos días, los diputados
provinciales de Río mandaron sacar de la cárcel al presidente de la asamblea y
otros dos colegas, presos por integrar una pandilla que desde hace más de
veinte años vive de la corrupción propiciada por las empresas de transporte
urbano.
Brasil es, hoy por hoy,
un país rumbo al naufragio, y Río de Janeiro –tanto la ciudad como el estado–
están al borde del colapso.
Yo me siento a la deriva en un océano que ya no reconozco. Ojalá
2018 nos traiga buen puerto.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario