QUE PASA CON CHINA.
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Immanuel Wallerstein.
La Jornada lunes 6 de noviembre del 2017.
Con mucha
frecuencia, cuando escribo acerca de la crisis estructural del
moderno sistema-mundo, y por tanto del capitalismo como un sistema histórico,
recibo objeciones que dicen que he descuidado la fuerza del crecimiento
económico de China y su capacidad para servir como reemplazo económico para la
claramente menguante fuerza de Estados Unidos más Europa occidental, el llamado
Norte.
Éste es
un argumento perfectamente razonable, al que se le escapan, sin embargo, las
dificultades fundamentales del sistema histórico existente. Además, pinta un
retrato de las realidades chinas bastante más rosa de lo justificado si se mira
más de cerca.
Déjenme
responder esta pregunta, entonces, en dos partes: uno, el desarrollo del
sistema-mundo como un todo, y dos, la situación empírica de China en el momento
actual.
El
análisis de lo que llamo la crisis estructural del moderno sistema-mundo es el
que he realizado en muchas ocasiones en estos comentarios y en otros de mis
escritos. Es, no obstante, importante repetirlo de una forma condensada. Esto
es mucho más necesario puesto que aún personas que dicen concordar con el
concepto de una crisis estructural parecen, sin embargo, resistirse en la
práctica a aceptar la idea de la caída del capitalismo por fuerte que sea ésta.
Hay una
serie de elementos del argumento que hay que reunir. Uno es la aseveración de
que todos los sistemas (sea cual sea su espectro y sin excepción alguna) tienen
vidas y no pueden ser eternos. La explicación de esta eventual caída de
cualquier sistema es que los sistemas operan en ritmos cíclicos y en tendencias
seculares.
Los
ritmos cíclicos se refieren a vaivenes constantes de ida y regreso hacia un
equilibro en movimiento, una realidad perfectamente normal. Sin embargo, cuando
varios fenómenos se expanden de acuerdo a sus reglas sistémicas y luego se
contraen, no retornan después de contraerse exactamente adonde estaban antes de
su viraje cíclico en ascenso.
De aquí
se deriva que su curva en el largo plazo es ascendente. Esto es a lo que nos
referimos con una tendencia secular. Si uno mide esta actividad en la ordenada,
o el eje Y de la gráfica, uno ve que con el tiempo se aproximan a una asíntota
de 100 por ciento, que no puede cruzarse. Parece que cuando factores
importantes alcanzan un punto anterior a un 80 por ciento de la ordenada,
comienzan a fluctuar de una manera errática.
Cuando
las curvas cíclicas arriban a este punto cesan de utilizar los llamados medios
normales de resolver las constantes tensiones en el funcionamiento de un
sistema y entran, por tanto, en una crisis estructural del sistema.
Una
crisis estructural es caótica. Esto significa que en lugar de la serie normal
de combinaciones o alianzas que previamente se usaron para mantener la
estabilidad del sistema, se varían constantemente estas alianzas en busca de
ganancias de corto plazo. Esto únicamente hace que la situación empeore.
Notamos aquí una paradoja –la certeza del final del sistema existente, y la
incertidumbre intrínseca de lo que eventualmente lo reemplazará creando por
tanto un nuevo sistema (o nuevos sistemas) que estabilice las realidades.
Durante
el periodo un tanto más largo de crisis estructural, observamos una bifurcación
entre dos modos alternativos de resolver la crisis –uno reemplazándolo con un
sistema diferente que de algún modo conserva los elementos esenciales del
sistema moribundo y uno que lo transforma radicalmente.
En
concreto, en nuestro actual sistema capitalista hay quienes buscan encontrar un
sistema no capitalista que, sin embargo, mantenga los peores rasgos del
capitalismo: jerarquía, explotación y polarización. Y hay quienes desean
establecer un sistema que sea relativamente democrático e igualitario, un tipo
de sistema histórico que nunca ha existido antes. Estamos en medio de esta
batalla política.
Ahora,
miremos el papel que juega China en lo que está ocurriendo. En términos del
presente sistema, China parece ir ganando mucha ventaja. Argumentar que esto
significa la continuación del funcionamiento del capitalismo como sistema es
básicamente (re)afirmar el punto inválido de que los sistemas son eternos y de
que China está reemplazando a Estados Unidos del mismo modo en que Estados
Unidos reemplazó a Gran Bretaña como la potencia hegemónica. Si esto fuera
cierto, en otros 20-30 años China (o tal vez el noreste asiático) sería capaz
de fijar sus reglas al sistema-mundo capitalista.
Pero
¿realmente está ocurriendo esto? Primero que nada, el margen económico de
China, aunque es todavía mayor que aquel del Norte, ha ido declinando
significativamente. Y esta decadencia bien podría amplificarse pronto, conforme
crece la resistencia política ante los intentos de China por controlar a los
países aledaños y encantar (es decir, comprar) el respaldo de los países más
alejados, algo que parece estar ocurriendo.
¿Puede
China entonces depender de acrecentar la demanda interna para mantener su
demanda global? Hay dos razones por lo que esto no es posible.
La
primera razón es que las actuales autoridades se preocupan de que un creciente
estrato medio pueda comprometer su control político y busque limitarlo.
La
segunda razón, más importante, es que mucha de la demanda interna es resultado
de préstamos irresponsables por parte de los bancos regionales, que enfrentan
una incapacidad para sustentar sus inversiones. Si colapsan, aun parcialmente,
esto podría ponerle fin a todo el margen económico de China.
Además,
ya ha habido, y continuará habiendo, vaivenes alocados en las alianzas
geopolíticas. En un sentido, las zonas clave no están en el Norte, sino en
áreas tales como Rusia, India, Irán, Turquía y el sureste de Europa, todas
ellas buscando sus propios roles en un juego de cambio de bandos rápidos y
repetidos. El fondo del asunto es que, aunque China tenga un gran papel que
jugar en el corto plazo, no es un papel tan grande como el que China desearía y
que algunos del sistema-mundo restante temen. No es posible para China detener la
desintegración del sistema capitalista. Únicamente puede intentar asegurar su
lugar en un futuro sistema-mundo.
Traducción: Ramón Vera-Herrera
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