LA
ECONOMÍA SOLIDARIA Y LA ECONOMÍA FEMINISTA SE ENCUENTRAN DE NUEVO.
Hay amores de verano, esos que aun pareciendo
eternos duran lo que la estancia en la playa o el calendario marca. Otros, sin
embargo, no estallan de la misma forma de flechazo y a pie de chiringuito, sino
que se larvan a fuego lento, al calor del cuidado, nunca mejor dicho.
La economía solidaria, en el marco de la
tradición de la economía social, pretende incorporar a la gestión de la
actividad económica, los valores universales que deben regir la sociedad y las
relaciones entre toda la ciudadanía: equidad,
justicia, fraternidad económica, solidaridad social y democracia directa.
La historia del acercamiento y confluencia de la
Economía Solidaria y la Economía Feminista es más bien de estas segundas. Hace ya
casi tres años podíamos, por ejemplo, leer publicaciones como la de la revista
Papeles, donde, de la mano de la activista
y docente brasileña Mariam Nobre, tratábamos de encontrar entre Economía solidaria y economía feminista:
elementos para una agenda. Se comenzaba así a hacer patente cómo “en una combinación de análisis y práctica,
la economía solidaria, en diálogo con la economía feminista (...) construyen como una economía política
de resistencia”. Y, “al ser ejercidas en una sociedad capitalista y
patriarcal, organizan una agenda que implica la caracterización del sujeto
político y la elaboración de demandas hacia el Estado en cuanto a acceso a
medios de producción, gestión y comercialización”.
Es imposible saber cuándo nace este amor,
pero lo que sí sabemos es que se ha ido enredando a
partir del coqueteo mutuo y el continuo encuentro, que ya se sabe que el roce
hace el cariño.... La apuesta de REAS
y la Economía Solidaria por hacerse eco de las propuestas y postulados de
la Economía Feminista, así como por
hacerle llegar a ésta las suyas propias, ha sido constante, buscando construir
conjuntamente ese sueño común de una vida que merezca la alegría ser vivida. Producto de este empeño podemos leer
publicaciones como Sostenibilidad de la vida. Aportes desde la Economía
Solidaria, Feminista y Ecológica, la Guía de Cuidados o el dossier El enfoque
de género en la Economía Social y Solidaria: aportes desde la Economía
feminista, cartas de amor que revelan los lugares desde donde se piensan y
buscan estas dos corrientes.
Pero no sólo de teoría y piropos viven
las relaciones, pues la práctica y el tocarse son imprescindibles para que toda
relación madure y se afiance. La elección de los cuidados y la Economía Feminista como eje central de
la Feria del Mercado Social de Aragón de
2015 y Feria del Mercado social de Madrid de 2017 o la fuerte presencia de
estas cuestiones de manera transversal durante el Congreso Estatal de ESS de Bilbao es una muestra de ello. Pero el colofón de estos años de amor y
confluencia se produjo, probablemente, durante el encuentro de Idearia 2017, donde ambos movimientos
se miraron y entrecruzaron radiografiando sus posturas hasta el último poro de
la piel: imaginarios, políticas
públicas, organizaciones, mercado, finanzas, emprendizaje… Y tanto se
vieron y tanto se encontraron que en REAS nació su comisión de feminismos, “como apuesta política que el movimiento de
la ESS, articulado a través de REAS RdR,
hace por construir alternativas que
construyan formas colectivas de organización corresponsables con el
sostenimiento de nuestras vidas”.
Ahora la Economía Feminista quiere
devolverle el envite a la Economía Solidaria, integrándola
dentro de las Jornadas estatales del próximo fin de semana, donde estará
presente en todas sus sesiones, poniendo lo mejor de sí; “desde la teoría a las resistencias: enfoques y perspectivas”, “desde
la acción política feminista: instituciones y sociedad civil organizada
transformando realidades”. Estemos pues atentas a este nuevo encuentro, a los guiños que
nuevamente se produzcan, pues no quepa duda de que esta relación va a dar aún
mucho de lo que hablar... Fuente Blanca Crespo. El Salmon
Contracorriente.
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¿LA
ECONOMÍA SOLIDARIA REPRESENTA UN MODELO VIABLE A ESCALA GLOBAL?
*****
Fernando de
la Cuadra*.
ALAI.
Viernes 20 de octubre del 2017.
Hace ya
algunas décadas atrás el economista húngaro Karl Polanyi apuntaba que es
posible pensar que existen formas de integración o de funcionamiento de la
economía que no se asientan necesariamente en instituciones monetarias basadas en
el intercambio convencional, es decir, que superan los movimientos de “doble
mano” que se producen en el lugar del mercado, el cual representaría su locus
por excelencia. De esta manera, Polanyi propuso algunas visiones alternativas
de aquella existente en la economía capitalista, identificando en esa
construcción tres principios de distribución distintos al modelo de intercambio
mediado por el mercado y orientado a la ganancia, a saber, la administración
doméstica, la redistribución y la reciprocidad. Según él, en la economía real
pueden coexistir dos o más principios en los cuales esté presente inclusive la
ganancia monetaria, aunque su presencia no necesariamente debe representar el
principio dominante.
La
importancia de estas formas para entender la actividad económica, residiría en
que ellas no solo poseen una dimensión histórica sino que además ostentan una
expresión empírica demostrable en actividades concretas realizadas por las
personas, lo cual demostraría las limitaciones de la perspectiva de Olson y
seguidores, en torno al lugar central ocupado por el comportamiento egoísta y
la acción racional que tendrían los grupos y sus miembros individuales en las
actividades desarrolladas cotidianamente.
Especialmente
la noción de reciprocidad permite visualizar otros aspectos en torno a los
cuales se organizan las sociedades, ya no basadas únicamente en la idea de
interés y de competencia entre las personas y las organizaciones, sino también
o sobre todo en torno a prácticas de cooperación destinadas a preservar los
lazos sociales dentro y entre los diversos tipos de agrupaciones
En el caso
latinoamericano es necesario considerar especialmente la prevalencia de formas
de economía doméstica, visto el papel prioritario que dichas formas de
integración ejercen en la conformación de grupos y comunidades que insertan las
actividades económicas de producción y distribución en las diversas formas de
sociabilidad presentes en la esfera local. Ello es especialmente significativo
en el caso de aquellos países de cultura andina o mesoamericana. En este marco,
tal como enunciado por José Luis Coraggio, la cuestión económica sustantiva se
resuelve como una economía ‘natural’ o comunitaria, cuyo sentido es asegurar la
autosuficiencia de todos los miembros o grupos que comparten los medios de
sustento según reglas y estructuras no estrictamente económicas.
Una
reflexión sobre la obra de Polanyi
nos plantea el desafío de postular otras formas de organización económica de la
humanidad, o como dicen sus principales adherentes, de pensar “Otra Economía” que supere el paradigma
de la competitividad impuesto por la civilización del capital y de los mercados
globales. En otras palabras, es necesario pasar de un paradigma centrado en la
competitividad y la posesión de riqueza pecuniaria para un modelo centrado en
las energías y capacidades que surgen desde las personas, en el trabajo y la
cooperación que abunda en las comunidades. Ello implica, que los diversos
actores (personas, comunidades y entidades públicas) sean capaces de construir
nuevos espacios de cooperación, solidaridad y convergencia que integre lo
económico en lo que verdaderamente es, un entramado de relaciones de
sociabilidad -de parientes, amigos y vecinos en el territorio-, que buscan
establecer vínculos equitativos y justos entre los diversos participantes del
proceso económico y, de esta manera, propender hacia el bienestar de todos. A
este tipo de prácticas cooperativas, asociativas y comunitarias se las conoce
con el nombre de economía social y solidaria.
Pero no
obstante las premisas recién expuestas, igual se mantiene en el aire la
interrogante de si puede existir efectivamente una economía social y solidaria
que supere el ámbito local. Esta es una pregunta que se podría responder – y
descartar casi automáticamente – con un no rotundo. Para ciertas visiones, la
evidencia acumulada hasta ahora nos permitiría concluir que el conjunto de
experiencias que se sustentan en formas solidarias, cooperadoras y
autogestionarias de concebir la actividad económica, difícilmente pueden
traspasar los límites de lo local. Por lo mismo, es improbable que ellas
lleguen a constituirse en modalidades globales de funcionamiento de la economía
y las sociedades contemporáneas.
Aceptar esta
premisa sin más, significa admitir que las sociedades y las personas poseen una
naturaleza inmutable y que el estado de cosas con el cual nos deparamos
cotidianamente va a seguir su mismo curso. Desde otra tradición crítica de esta
ideología del status quo, Piotr
Kropotkin, Marcel Mauss o Marshall
Sahlins han podido demostrar que por el contrario las comunidades humanas
han desarrollado preferentemente estrategias de cooperación para poder afrontar
en conjunto la lacha por la supervivencia. Es decir, los seres humanos
necesitamos de construir persistentemente lazos de cooperación con los otros
para enfrentar los avatares de la vida, desde las estructuras familiares y de
parientes (lealtades primordiales) hasta comunidades más amplias y complejas de
colaboración.
Si admitimos
que la humanidad no se encuentra condenada a la acción individual de personas
que emprenden batallas competitivas sin cuartel, en las cuales necesariamente
se debe producir una solución del tipo “suma cero”, la perspectiva de dar un
giro a esta narrativa no resulta tan ilusoria. Entonces, el mayor desafío de
este giro consiste en ir edificando un sistema multiescalar, en el que se
articulen las diversas experiencias que se originan en un plano local, para ir
ascendiendo a una escala regional, nacional y global.
Si bien es
cierto el horizonte de un sistema económico solidario de alcance global se ve
muy lejano, cada vez son más las experiencias que intentan construir áreas de
intercambio y flujos de bienes y servicios que no se rigen necesariamente por
el parámetro de transacciones de equivalentes en mercados convencionales. Sus
principales impulsores no han sido ni los conglomerados políticos ni las
agencias públicas, sino que un sinfín de asociaciones y organizaciones de
ciudadanos, que se han inspirado en experiencias históricas (mutualistas,
cooperativas, asociaciones de autogestión o cogestión) o que han concebido
nuevas modalidades de poner en común sus capacidades y deseos de complementarse
solidariamente. Son Bancos de tiempo, de monedas alternativas o sociales, cajas
populares de ahorro y crédito, mercados de trueque, cooperativas de diversa
índole (vivienda, previsión, salud, educación, saneamiento, compra y venta),
grupos de producción y consumo autogestionarios, etc. Es una enorme
constelación de experiencias, muchas veces desperdigadas, pero que pueden ir
convergiendo en una escala planetaria a partir de elementos comunes que las
unen y que son susceptibles de articular en entes mayores.
Son
iniciativas que demuestran que la historia de la humanidad está llena de
millares de esfuerzos por construir relaciones basadas en la cooperación, la
reciprocidad, la solidaridad y la búsqueda del bien común. Su transformación en
iniciativas que vayan conformando una red cada vez más densa de relaciones y
sinergias no solo representa una tendencia deseable y urgente, sino que es
absolutamente posible en función de los repertorios culturales con que cuenta
la humanidad para construir decididamente un futuro más viable, justo y
fraterno.
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*FERNANDO MARCELO DE LA CUADRA es
académico de la Escuela de Sociología, Universidad Católica del Maule.
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