HISTORIA DEL SECUESTRO DE LA DEMOCRACIA EN BRASIL
En Netflix el film "Al filo de la democracia" indaga sobre
el contexto político del vecino país
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El
documental de Petra Costa traza un recorrido por
el impeachment a Dilma Rousseff, la premeditada
alianza entre la derecha y el “Partido” Judicial; la causa Lava Jato y cómo se
evitó el retorno al poder de Lula.
Oscar
Ranzani.
Página/12 viernes 7 de febrero del 2020.
Cuando
Petra Costa nació, en Brasil no se podía votar: había una férrea dictadura que
gobernó el país carioca entre 1964 y 1985; es decir, por más de dos décadas.
Costa sabe bien lo que significó ese gobierno de facto y los
militares en las calles: sus padres fueron militantes del Partido Comunista
en aquellos años oscuros y tuvieron que sobrevivir mucho tiempo en la
clandestinidad. Como si se tratara de una grieta –que tan bien conoce la
Argentina-, pero familiar, la mitad de su familia es de derecha y parte de la
élite económica brasileña. Sus padres, en cambio, fueron perseguidos por
quienes Charly García denominó los “botas locas”. No es casual que con
esa historia familiar, Costa quisiera contar la etapa más gloriosa de su
país, cuando el ex obrero metalúrgico y líder sindical, Luis Inácio Lula Da
Silva, fue electo presidente dos veces y en ocho años de gobierno logró que
20 millones de brasileños dejaran de ser pobres, entre otras grandes hazañas. Pero,
así como quiso narrar el ascenso, también cuenta la caída a través del impeachment
a la sucesora de Lula, Dilma Rouseff, y los posteriores efectos del Lava
Jato, producto de una premeditada alianza entre la derecha brasileña y el
“Partido” Judicial, que contaron con un quirófano mediático para poder voltear
a la presidenta democrática. Y también así se evitó el retorno al poder del
líder más carismático que tuvo Brasil. Todo eso, Costa lo narra en su
documental Al filo de la democracia,
que se puede ver actualmente en Netflix.
Narrado
en primera persona, el film tiene como estructura sonora la voz en off de la
directora, quien al estilo de una investigadora meticulosa, va relatando la campaña
contra el Partido de los Trabajadores (PT), la operación Lava Jato, el
panquequismo del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), la
ausencia llamativa de partidos del centro, las protestas callejeras de 2013, el
proceso judicial contra Lula, el juicio político contra Dilma, para
desembocar en el crecimiento del ultraderechista Jair Bolsonaro, actual
presidente del país. Vale recordar que, al momento de la competencia con Lula
libre, Bolsonaro sólo contaba con el 15% intención de voto. Algo muy
rescatable del documental de Costa es que no ahorra críticas con
respecto al PT, al que le cuestiona cierta tibieza para no caer en los
infiernos de la corrupción en que se vieron hundidos la mayoría de los partidos
políticos del Brasil. Sin embargo, la directora no es ingenua y no confunde
vacas con chanchos: deja claro que lo sucedido con Lula y Dilma tuvo
ribetes de golpe de Estado judicial y legislativo.
En
el momento de mayor conflicto, cuando Dilma era presidenta y Lula iba a
transformarse en su jefe de gabinete, una conversación privada entre ellos fue
el puntapié de una operación feroz que terminó quitando al fundador del PT
del tablero político. Llamativamente, esa grabación estuvo en manos de las
corporaciones mediáticas que ayudaron a encarcelar a Lula y, en parte, antes a
voltear a Dilma. A las seis horas de haberse producido el diálogo telefónico
entre los dos políticos ya estaba siendo difundido públicamente. Luego vino el
proceso contra Lula -que en el documental es narrado por Costa con ritmo de
thriller-, quien fue acusado de haber recibido un departamento en la Operación
Lava Jato. A pesar de que nunca pudo comprobarse, el juez federal Sérgio Moro,
logró ponerlo tras las rejas y de esta manera se evitó que el hombre que puso
de pie al Brasil pudiera competir nuevamente por la presidencia. Hay que
entender el contexto: era el favorito en las encuestas. El terreno quedó
allanado para que un xenófobo y misógino asumiera el poder. Actualmente, Moro
cobró el favor: es el ministro de Justicia de Bolsonaro.
“Hoy, al sentir la
tierra abrirse, temo porque nuestra democracia no haya sido más que un sueño
efímero”, señala Costa, casi al principio del documental, pero que bien podría
funcionar como cierre. Cómo se pasó del sueño a la pesadilla es parte del
recorrido que realiza el documental. Y las imágenes de Lula alzado en una
verdadera marea humana que le pide que no se entregue, mientras en otro sector
de la ciudad están los que gritan por su encarcelamiento, permite entender que
la Argentina no pagó derechos de autor por la grieta: Brasil es también un
espejo en ese sentido. De algún modo, en el terreno político, la injusticia no
es sólo brasileña.
Costa
parece preguntarse a sí misma qué pasó para que a un hombre que terminó la
presidencia con el 87% de imagen positiva le coartaran su
carrera política de esa manera. Y brinda los argumentos de las traiciones
políticas de los aliados del PT que lo dejaron en una encerrona sin
destino político. Pero fue una caída que tuvo mucho de complot para que pudiera
concretarse.
Ese
entrecruzamiento constante entre lo público y lo íntimo es el tono que Costa les
propone a los espectadores para contar los episodios en los que, a pesar de que
no hubo muertos, sí tuvieron mucho de tragedia, y que hicieron sacudir al Brasil
contemporáneo, como si se tratara de un sismo violento. “¿De dónde sacar
fuerzas para caminar entre las ruinas y comenzar de nuevo?”, dice, a modo
de interrogante, la voz en off de la directora. Eso
sólo lo sabe Lula. A juzgar por los hechos, la batalla interior continúa. Como
dice el dicho: no está muerto quien pelea.
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Petra Costa
Foto: en.elenafilme.com
DEMOCRACIA EN PELIGRO, NOMINADA AL OSCAR,
EXPONE LA GUERRA DE VERSIONES EN BRASIL.
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Luanda Fernandes.
ALAI. Viernes 7 de febrero del 2020.
Con
solo treinta y seis años, la cineasta Petra Costa ya es una veterana. Tras Elena (2012)
y O olmo
e a gaivota (2015), Costa demuestra con “Democracia
en peligro" estar en sintonía con el presente y ocupa un lugar destacado
en el debate brasileño. El olmo y la gaviota, codirigido con Lea Glob, superó
el circuito cinematográfico convirtiéndose en un evento gracias a la estrategia
adoptada por las directoras para su promoción: un video difundido en las redes
sociales en el que celebridades reclaman el derecho sobre sus cuerpos,
integrando así una serie de movilizaciones de mujeres articuladas en las redes,
pantallas y calles del país que se conocieron como la primavera feminista.
Si consideramos que en 2019 el cine ha sufrido los
reveses más duros desde el gobierno neoliberal de Collor de Mello- responsable
del apagón en la producción a principios de los 90- podemos tener la dimensión
del efecto "Democracia en peligro". No es casualidad por lo tanto que
le haya tocado a Petra y su film, producido por el gigante del streaming
Netflix, representar a Brasil en los Oscar. “Democracia” recupera algunos
aspectos y señala direcciones que Petra no había transitado en trabajos
anteriores. La película comparte una estructura íntima y autobiográfica con
Elena. Pero aquí, la voz de la directora se mezcla con otras voces, de
brasileños anónimos y célebres, en el período convulso que comprende desde las
protestas de junio de 2013 (movimientos masivos en las calles del país después
del anuncio del aumento de las tarifas de autobuses en la ciudad de São Paulo)
al impeachment de
la presidente Dilma. Los registros familiares también se mezclan con los
registros históricos no solo de ese período, sino también del período de
construcción de la capital Brasilia y de la dictadura militar, con énfasis en
la huelga de los metalúrgicos de 1979 dirigida por el entonces líder sindical
Luiz Inácio Lula da Silva, una figura que encarna el ideal político no solo de
la directora, sino de sus padres.
Más allá de erigir su narrativa a partir del material de
archivo, la película en sí misma constituye un registro histórico, y la
directora muestra capacidad de reflexionar sobre la historia en el momento en
que sucede. Petra tiene acceso a imágenes íntimas de los ex presidentes Lula y
Dilma en momentos clave: vemos la celebración de los resultados electorales por
parte de los miembros del PT, vemos amigos cercanos que muestran solidaridad
con Lula dentro de la sede del sindicato de trabajadores metalúrgicos horas
antes de su arresto. También hay un registro de conversaciones entre la
presidente Dilma y la madre de Petra, Marília Costa, ambas ex militantes que
fueron encarceladas en la misma prisión durante la década de 1970), entre
opositores y simpatizantes de Dilma durante el proceso de impeachment (primeras
imágenes capturadas por la directora que le llamaron la atención a la gravedad
de la situación), y una conversación esclarecedora con las funcionarias a cargo
de la limpieza del palacio durante el cambio presidencial en 2016.
El hilo que atraviesa la narrativa, sin embargo, va más
allá del juicio político: el muro que separa a los partidarios y detractores
del proceso de destitución presidencial es una fisura que corroe no solo el
ciclo del PT en el poder, sino la Nueva República misma, es decir, el pacto que
reconcilió a las fuerzas de la dictadura militar y que duró desde la
Constitución Federal de 1988 hasta la elección de Jair Bolsonaro. Es el
diputado, residuo de los sótanos de la dictadura, quien, como el eterno
retorno, implosiona a los partidos que se alternaron en el poder, el PSDB y el
PT, bajo la garantía del PMDB. Aunque la película no se enfoca en ese momento,
es muy efectiva para registrar las emociones que conducen a la situación
actual.
La respuesta a la película es tan o más divisiva que el
proceso mismo que narra la directora. Después de todo, la película adopta un
punto de vista disidente de la narrativa que el gobierno de Bolsonaro trata de
imponer al país. La secretaria de comunicación de la Presidencia de la
República - Secom- comandada por Flavio Wiengarten, quien está bajo intenso
escrutinio después de la revelación de que su empresa se ha beneficiado de
millones en contratos gubernamentales, difundió esta semana un video en el que
acusa a la directora de "militar en contra de Brasil". El material es
una respuesta a la entrevista que Costa concedió a la red estadounidense PBS,
en la cual la directora define "Democracia" como un intento de
comprender el crecimiento del fascismo en Brasil.
Pero la furia expresada en relación a la película sugiere
un fenómeno más amplio, que va más allá de las columnas del bolsonarismo y
produce episodios ilustrativos de la fisura nacional en la semana anterior a
los Oscar. El PSDB reaccionó con ironía a la nominación, y aquí nuevamente esta
reacción ilumina algo más: el giro a la extrema derecha del partido que nació
como una alternativa socialdemócrata, tuvo como referente al sociólogo Fernando
Henrique Cardoso, y hoy está dominado por el empresario João Doria. Esta semana
extractos de la entrevista al periodista y presentador de la red Globo Pedro
Bial (biógrafo de Roberto Marinho, propietario de la red Globo, que se expandió
por todo el país con el apoyo de la dictadura militar) en la que este llama al
documental de "ficción alucinante" -haciendo eco de la postura
oficial del PSDB- explotó como una bomba en las redes sociales, con el nombre
de Bial llegando a los trendingtopics de Twitter Brasil. Las críticas como esta
exponen la incomodidad de las elites frente a la circulación en el contexto
internacional de la denuncia de un golpe contra Dilma.
Antes de eso, la revista Piauí hizo una revelación
intrigante sobre la edición de fotos de militantes muertos que se muestran en
la película: las armas que aparecen junto a los militantes en la foto original
se borraron en la película porque habrían sido plantadas por los militares,
como sostiene la Comisión Nacional de la Verdad. Editarlas sería una forma de
restaurar la verdad, según la directora. La película inspira el debate sobre el
tratamiento ético de las imágenes históricas, pero señala algo más: la relación
problemática del "país del futuro" con su pasado, pero sobre todo las
disputas sobre la memoria, especialmente en un momento en que el capitán
retirado Bolsonaro, un crítico feroz del trabajo de la comisión de la verdad
(solo recuérdese sus recurrentes homenajes al torturador Brilhante Ustra y a
los ex policías que trabajan en el crimen organizado en Río de Janeiro), actúa
para reescribirla como política de Estado.
Finalmente, la película es divisiva entre las propias
fuerzas progresistas. La crítica en este caso acentúa la voz de la directora.
Petra ocupa un lugar de discurso que es el de heredera de la burguesía
nacional, un sujeto político que hegemoniza sistemáticamente la narración en
detrimento de la polifonía de clase y raza. La mención al pasar en la película
a la constructora fundada por su abuelo -Andrade Gutierrez, una de las más
grandes de Brasil e involucrada en el Lava-jato- parece insuficiente dado el
grado de participación de su familia en las prácticas que caracterizan al
capitalismo de amigos brasileño. Una vez más, la película ilumina un fenómeno
más amplio: la voz de la directora aún representaría una postura típica del
relato psicoanalítico elevada a la "estética de la resistencia" que
al personalizar un proceso amplio, ocultando así su carácter colectivo, reduciría
el poder político de la lucha progresista a un sin fin de quejas y
frustraciones de quienes se pusieron "del lado correcto de la
historia".
Todas estas reacciones plantean preguntas importantes
sobre la relación entre el arte y la política. Por un lado, el argumento de que
la película produciría una distorsión de la verdad reaviva una vieja discusión
sobre la relación entre ficción y documental. Como se trata de los problemas
que afectan a muchos o incluso la vida de personajes reales, el documental
constituye un régimen de verdad. Menos que hablar de lo real, sin embargo, los
regímenes de verdad son estrategias que producen efectos de verdad. Los
documentales brasileños constantemente ponen en crisis este régimen,
subvirtiendo sus estrategias. Petra no ignora esta tradición al componer una
narrativa de eventos bajo la temporalidad difusa de su memoria íntima que se
entrelaza con la temporalidad no menos difusa de la memoria colectiva.
Al contrario de lo que dice Pedro Bial, Petra produce una
cadena coherente de hechos. La secuencia en la que analiza la disposición de
los cuerpos de Dilma, Lula, Marisa -la fallecida esposa de Lula- y Temer en la
rampa del palacio presidencial es muy esclarecedora en este sentido: el
entonces vicepresidente que durante la inauguración de la fórmula no entra en
la foto (necesita desplazarse para ingresar al cuadro que registra la
espontaneidad del vínculo entre los otros tres personajes), será el mismo que,
beneficiado por la coyuntura de hechos antes y después de ese registro -las protestas
masivas que despertaron el humor social, la aprobación de ley de "delación
premiada", el no reconocimiento de los resultados de las elecciones por el
opositor Aécio Neves, la embestida de la operación Lava Jato contra el PT y la
filtración del audio de Lula y Dilma-, finalmente podrá encontrar una ventana
de oportunidad al alcance de sus ambiciones políticas.
La voz de Petra también nos lleva a indagar una cuestión
fundamental: en los regímenes de verdad, las voces predominantes son masculinas
y se refieren a la credibilidad (son las voces autorizadas) y a la
universalidad (son la norma, mientras que la mujer es la diferencia). No es
casualidad que la organización de hechos de Costa (y el increíble trabajo de
erigir una narrativa principalmente a partir de material de archivo, rechazando
el recurso de las cabezas parlantes) sea puesta bajo sospecha por observadores
de todo el espectro político. Se reduce su reflexión y crítica a la queja de
una "pobre niña rica", que hace todo lo posible para "impresionar
a la madre" (como argumentó el periodista Bial).
Este domingo, “Democracia”, Petra y su voz
"inapropiada" pueden hacer historia en la ceremonia de los Oscar en
la categoría de mejor documental, junto con otras tres películas dirigidas por
tres directoras. Más que imponer la urgente cuestión de difundir las voces de
las mujeres, este hecho inédito impone la cuestión urgente de los oídos
dispuestos a escucharlas.
Luanda
Fernandes
Periodista
e investigadora de cine brasileña. Colaboradora del Centro Latinoamericano de
Análisis Estratégico, CLAE (www.estrategia.la)
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