Pero la lucha antineoliberal avanzaba y
seguía por otras vías. La elección de gobiernos como los de Hugo
Chávez, de Lula, de Néstor Kirncher, del Frente Amplo, de Evo Morales, de
Rafael Correa, apuntaba como la superación del neoliberalismo necesitaba
del Estado. ¿Cómo promover la centralidad de las políticas sociales, sin
gobiernos que se valieran del Estado para ponerlas en práctica? ¿Cómo
afirmar la solidaridad internacional entre esos gobiernos, sin un Estado
fuerte? ¿Cómo financiar las políticas sociales sin bancos estatales fuertes?
Mientras las corrientes predominantes en el FSM se confundían con las tesis
del Estado mínimo del mismo neoliberalismo, gobiernos antineoliberales
fortalecían al Estado y avanzaban en la construcción
de políticas sociales, de desarrollo económico y distribución de renta, de
soberanía externa.
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¿POR QUÉ DAVOS HA SOBREVIVIDO A PORTO
ALEGRE?
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OTRO MUNDO ES POSIBLE.
Sociólogo. Dr. Emir Sader
Rebelión jueves 20 de febrero del 2020.
El Foro Económico Mundial de Davos reinaba soberano
en los años de predominio eufórico del neoliberalismo en el mundo. Era la expresión del impresionante éxito con que
surgía el modelo neoliberal en todo el mundo. El escenario preveía el cambio de
tornas más impresionante en el mundo desde las reacciones a la crisis de 1929.
[…]
El Foro Económico Mundial de Davos reinaba
soberano en los años de predominio eufórico del neoliberalismo en el mundo.
Era la expresión del impresionante éxito con que surgía el modelo neoliberal en
todo el mundo.
El escenario preveía el cambio de tornas más
impresionante en el mundo desde las reacciones a la crisis de 1929. Pero, a diferencia de aquel momento, que decretaba
el funeral del liberalismo, considerado responsable de la crisis, esta vez
era el renacimiento del liberalismo, bajo nueva forma, pero reafirmando sus
principios básicos.
La emergencia espectacular del neoliberalismo, de
la mano no solamente la derecha conservadora tradicional, sino también de las corrientes
socialdemócratas e incluso de fuerzas nacionalistas. La tan
pregonada superación de la polarización entre
derecha e izquierda parecía
concretarse, así como el fin de la historia y
la imposición transversal del Consenso de Washington.
En aquel momento, lo máximo que se lograba era
hacer manifestaciones frente al Fórum de Davos, que era el escaparate mundial de las grandes
personalidades globales. A lo más se lograba reunir un cierto número de
personas abajo, mientras los otros subían hacia Davos y ocupaban los
grandes espacios de los medios de comunicación del mundo.
De repente, conforme fueron surgiendo crisis en gobiernos
neoliberales -México, Brasil, Argentina, Corea del Sur, entre otros- fue
siendo posible levantar, modestamente, banderas alternativas. El mismo lema con
que lanzamos el Foro Social Mundial de Porto Alegre,
tan sólo insinuaba que «Otro mundo es posible», simplemente combatiendo la idea de que la historia
tendría un único cauce. Ni siquiera se decía que mundo era posible, a pesar de
que se anunciaba que otro mundo, distinto al del neoliberalismo, era
posible.
Convocamos al Foro
Social Mundial de Porto Alegre para
congregar a todos los que discrepaban del Foro Económico Mundial de Davos.
La contraposición entre lo social y lo económico ya indicaba un
horizonte distinto entre los dos Foros.
Porto Alegre fue escogido, en primer lugar, por estar
en el Sur del mundo. En segundo, porque Brasil era el país de una izquierda que
resistía al neoliberalismo, con el PT, la CUT, el MST, Lula. En tercer lugar,
porque Porto Alegre proponía una forma distinta de administración pública, con
los presupuestos participativos.
Cabían fuerzas distintas, de movimientos sociales
a ONGs, pasando por intelectuales europeos, norteamericanos,
latinoamericanos, asiáticos y africanos. Pero la Carta aprobada por el FSM
ya anunciaba sus límites, relacionados con la ausencia de partidos políticos.
Era la influencia liberal, promovida por ONGs y por intelectuales del Norte del
mundo, que terminaría condenando el futuro del FSM.
Había una identificación con la «sociedad civil», en
contraposición al Estado, repitiendo lo esencial del pensamiento liberal. El
antiestatismo era el responsable de la ausencia de partidos políticos y, mas
tarde, de los gobiernos antineoliberales latinoamericanos.
El pensamiento que proponía «cambiar el mundo sin
tomar el poder», de John Holloway, intelectual europeo identificado con el
zapatismo; las tesis de Toni Negri, que condenaban al Estado como fuerza
conservadora; las posiciones de otros intelectuales europeos, como Boaventura
de Sousa Santos, entre otros, que proponían la centralidad de la sociedad civil
en contra del Estado, asumidos por gran parte de las ONGs, se han impuesto y
condenado al FSM a la intranscendencia y a la impotencia.
Fuerzas políticas que se sumaron a la polarización
sociedad civil/Estado, propugnado mediante las tesis de la «autonomía de los
movimientos sociales», renunciando a la disputa hegemónica en la sociedad, como
los piqueteros argentinos y el zapatismo mexicano, que han desaparecido o han
perdido fuerza.
Pero la lucha antineoliberal avanzaba y seguía por
otras vías. La elección de gobiernos como los de Hugo Chávez, de Lula, de
Néstor Kirncher, del Frente Amplo, de Evo Morales, de Rafael Correa, apuntaba
como la superación del neoliberalismo necesitaba del Estado. ¿Cómo promover la
centralidad de las políticas sociales, sin gobiernos que se valieran del Estado
para ponerlas en práctica? ¿Cómo afirmar la solidaridad internacional entre
esos gobiernos, sin un Estado fuerte? ¿Cómo financiar las políticas sociales
sin bancos estatales fuertes?
Mientras las corrientes predominantes en el FSM se
confundían con las tesis del Estado mínimo del mismo neoliberalismo, gobiernos
antineoliberales fortalecían al Estado y avanzaban en la construcción de
políticas sociales, de desarrollo económico y distribución de renta, de
soberanía externa.
En un mundo en que el neoliberalismo se ha agotado, se podría esperar que el FSM de Porto Alegre representara
el anti-neoliberalismo. Pero el FSM ha desaparecido prácticamente,
por las posiciones políticas equivocadas que han predominado, mientras el FEM
de Davos se flexibilizaba, para incorporar temas ecológicos y hasta de lucha en
contra la desigualdad. Mientras que las
fuerzas que representan el proyecto original de Porto
Alegre, son partidos políticos, gobiernos y Estados democráticos y populares.
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