“En ese contexto, suena a demagogia proclamar que las masas nunca se
equivocan. ¿Por qué
entonces a ratos rechazan en el sufragio a partidos y movimientos que,
yerros aparte, se esfuerzan por una distribución equitativa? Difícil
responder” ………… “Pero lo que
más resalta en este variopinto escenario es
que el área geográfica se halla en ebullición, trasuntada en “revueltas”
que no cejan a pesar de las sangrientas arremetidas que sufren –Chile,
Honduras, Haití…–, que se
aquietan cuando los Ejecutivos renuncian a un haz de medidas draconianas –Ecuador–, o que adquieren la calma precedente a la tormenta –¿Bolivia? –. ¿Los principales motores de estos
levantamientos? Quizás el más significativo resulta expuesto con agudeza
por Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL, en artículo
publicado en IPS, agencia informativa que sigue el tema con encomiable
atención. Para la funcionaria, la necesidad del despliegue de la democracia,
las libertades, el multilateralismo, la paz, la igualdad,
los derechos humanos y la sostenibilidad se basa principalmente
en el hecho de que la zona, abismada en el período de menor crecimiento en
70 años –para 2020 se prevé alrededor de un anémico 0,5
por ciento–, continúa siendo la más desigual
del mundo”.
“Por supuesto que “el
problema no es tan solo la pobreza. La desigualdad es la causa principal del desencanto que
atraviesa a la ciudadanía de la región ante una clase política atónita que
no alcanza a entender que el modelo de desarrollo presente es insostenible. Los
rezagos estructurales en esta segunda década han quedado más evidentes que
nunca en materia de productividad, de extractivismo, de evasión fiscal, de
abusos y corrupción. Los gobiernos han optado por medidas de austeridad con
recortes en el gasto social y baja inversión, limitando además los derechos
laborales”. De tal manera se han “transversalizado los abusos”, que
el tráfico de influencias entre el poder económico y el político se ha
generalizado.
“Urgente, por tanto,
“hacer del conocimiento y la comprensión de la desigualdad una
prioridad de los Estados y los organismos internacionales. Es
necesario renovar el pensamiento y la métrica sobre las desigualdades. Es necesario dejar atrás los
convencionalismos en la medición de las desigualdades, medir en serio la
riqueza y la extrema riqueza, no solo la pobreza
y la extrema pobreza. Ir mucho más allá de
los coeficientes de Gini medidos a partir de encuestas de hogares
en las que no están las grandes fortunas. Incorporar la desigualdad en la propiedad y no sólo en el ingreso”.
“Los argumentos
están a la mano. En Chile, por
ejemplo, con un PIB per cápita de 25 000 dólares al año, la mitad de los
trabajadores recibe un sueldo inferior a los 550 dólares al mes y
prácticamente todos los servicios impactan en los salarios. “En
términos de patrimonio, el 1% más rico detenta el 26, 5 %
de la riqueza, y el 10% más rico concentra el 66,5%,
mientras el 50% más pobre accede a un magro 2,1% de
la riqueza del país”. Y claro que la desigualdad,
puntualiza Bárcena, no solo se manifiesta en el ingreso, sino
en una multiplicidad de ámbitos, tales el trabajo decente, la educación,
la salud, el acceso a servicios básicos de calidad y a la protección
social, en el uso de nuevas tecnologías, en la participación
política y en el derecho a vivir en un medioambiente limpio…”
“Ahora, erradicar la “cultura del privilegio que caracteriza a América Latina y el
Caribe” precisa no únicamente “abordar la desigualdad en el ingreso y en la distribución de la riqueza,
así como la evasión fiscal, que representa 340 000 millones de dólares al año
en la región (6,7% de su PIB). Requiere abordar a fondo la igualdad
de género, porque las mujeres tienen menos posibilidades de
participar en el mercado laboral, debido a la alta carga de trabajo
doméstico no remunerado. Su tasa de actividad es 24,2 puntos
porcentuales inferior a la de los hombres. Las brechas en capacidades
humanas menoscaban el desarrollo pleno de las personas y son ineficientes: 40% de los jóvenes de 20 a 24 años no concluyeron la
secundaria y persisten las desigualdades étnicas”.
/////
EL HERVIDERO LATINOAMERICANO.
*****
Eduardo
Montes de Oca.
América Latina y Caribe.
Rebelión
jueves 27 de febrero del 2020.
Quien
desee un vívido panorama contemporáneo de América Latina bien puede acercarse a
la digital RT. Allí, con envidiable capacidad de síntesis, la
escritora y periodista Cecilia González nos hace presenciar las calles ocupadas por ciudadanos que se oponen a los cacareados ajustes. Razón
por la cual son reprimidos por militares y agentes del (des)orden, que retoman
el más temible de los protagonismos, ese que provoca una estela de muertos y
heridos. Sin duda, “el neofascismo pelea un lugar”.
También,
impensadamente para los que pretenden reducir la multifacética,
contradictoria vida a su pálido reflejo en encorsetados manuales, según
nuestra fuente,
“la
atacada democracia se defiende en las urnas, en elecciones que demuestran que
ninguna fuerza política llegó para quedarse. Las sociedades castigan las crisis
económicas. Se cansan de gobiernos con largos años en el poder. Cambian el
voto. La polarización se recrudece”.
En
ese contexto, suena a demagogia proclamar que las masas nunca se equivocan.
¿Por qué entonces a ratos rechazan en el sufragio a partidos y movimientos
que, yerros aparte, se esfuerzan por una distribución equitativa? Difícil
responder. Aún quedan muchas aristas, incluso psicológicas, por
considerar. Lo cierto es que a la postre, comprendiendo el error del
espaldarazo a la derecha, inducido mayormente por obra y gracia de la
manipulación politiquera y mediática de esta, esas muchedumbres suelen, en
una suerte de mea culpa
implícita, exaltar a aquellos que habían relegado después que les franquearan
el camino de la reivindicación histórica. Recordemos la Nicaragua que en su momento validó por segunda vez
al sandinismo, y reparemos en la Argentina
reconciliada con el kirchnerismo, hoy representado por el dueto de Alberto Fernández, en calidad de presidente, y Cristina
Fernández, de vice.
Pero
lo que más resalta en este variopinto escenario es que el área geográfica
se halla en ebullición, trasuntada en “revueltas” que no cejan a pesar de las
sangrientas arremetidas que sufren –Chile,
Honduras, Haití…–, que se aquietan
cuando los Ejecutivos renuncian a un haz de medidas draconianas –Ecuador–, o que
adquieren la calma precedente a la tormenta –¿Bolivia? –. ¿Los principales motores de estos
levantamientos? Quizás el más significativo resulta expuesto con agudeza
por Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL, en artículo
publicado en IPS, agencia informativa que sigue el tema con encomiable
atención. Para la funcionaria, la necesidad del despliegue de la democracia,
las libertades, el multilateralismo, la paz, la igualdad,
los derechos humanos y la sostenibilidad se basa principalmente
en el hecho de que la zona, abismada en el período de menor crecimiento en
70 años –para 2020 se prevé alrededor de un anémico 0,5 por ciento–, continúa siendo la más desigual del mundo.
Dra. Alicia Bárcena Secretaria General de la CEPAL.
***
Por
supuesto que
“el
problema no es tan solo la pobreza. La desigualdad es la causa principal del desencanto que
atraviesa a la ciudadanía de la región ante una clase política atónita que
no alcanza a entender que el modelo de desarrollo presente es insostenible. Los
rezagos estructurales en esta segunda década han quedado más evidentes que
nunca en materia de productividad, de extractivismo, de evasión fiscal, de
abusos y corrupción. Los gobiernos han optado por medidas de austeridad con
recortes en el gasto social y baja inversión, limitando además los derechos
laborales”. De tal manera se han “transversalizado los abusos”, que
el tráfico de influencias entre el poder económico y el político se ha
generalizado.
Urgente,
por tanto,
“hacer
del conocimiento y la comprensión de la desigualdad
una prioridad de los Estados y los organismos internacionales. Es
necesario renovar el pensamiento y la métrica sobre las desigualdades. Es necesario dejar atrás los
convencionalismos en la medición de las desigualdades, medir en serio la
riqueza y la extrema riqueza, no solo la pobreza
y la extrema pobreza. Ir mucho más allá de
los coeficientes de Gini medidos a partir de encuestas de hogares
en las que no están las grandes fortunas. Incorporar la desigualdad en la propiedad y no sólo en el ingreso”.
Los
argumentos están a la mano. En Chile, por ejemplo, con un PIB per cápita de 25 000
dólares al año, la mitad de los trabajadores recibe un sueldo inferior a
los 550 dólares al mes y prácticamente todos los servicios impactan
en los salarios. “En términos de patrimonio,
el 1% más rico detenta el 26, 5 % de la riqueza,
y el 10% más rico concentra el 66,5%, mientras el 50%
más pobre accede a un magro 2,1% de la riqueza del país”. Y claro que la desigualdad, puntualiza Bárcena, no solo se
manifiesta en el ingreso, sino en una multiplicidad de ámbitos,
tales el trabajo decente, la educación, la salud, el acceso
a servicios básicos de calidad y a la protección social, en
el uso de nuevas tecnologías, en la participación política y en
el derecho a vivir en un medioambiente limpio…
Ahora,
erradicar la “cultura del
privilegio que caracteriza a América Latina y el Caribe” precisa no
únicamente
“abordar
la desigualdad en el ingreso y en la
distribución de la riqueza, así como la evasión fiscal, que representa 340 000
millones de dólares al año en la región
(6,7% de su PIB). Requiere abordar a fondo la igualdad de género, porque
las mujeres tienen menos posibilidades de participar en el mercado
laboral, debido a la alta carga de trabajo doméstico no remunerado.
Su tasa de actividad es 24,2 puntos porcentuales inferior a la de los
hombres. Las brechas en capacidades humanas menoscaban el desarrollo
pleno de las personas y son ineficientes: 40% de los
jóvenes de 20 a 24 años no concluyeron la secundaria y persisten las desigualdades étnicas”.
América Latina es el continente más desigual del planeta. Las desigualdades es y seguirán siendo el epicentro de las explosiones sociales y políticos de la Ciudadanía de la Patria Grande.
***
Así
finaliza la directiva de la CEPAL el sonado texto, al que suma otros en
los que se declara dolida y preocupada ante el statu quo:
“Tras años de tendencias a la baja con
políticas progresivas sociales y laborales, en
la región hay aún 184 millones de personas
viviendo en la pobreza, de las cuales 62 millones viven en la
extrema pobreza”.
Surge
entonces la concepción de un remedio puntual. No abandonar a nadie a su
suerte significa centrar la atención en la diferencia entre los grupos de
población y las áreas de residencia.
“La
pobreza es 20 puntos porcentuales más alta en las zonas rurales,
mientras que la tasa de pobreza entre los niños y adolescentes
hasta los 14 años es 19 puntos porcentuales más alta que entre
los 35 y los 44 años”.
Esta
realidad origina enorme malestar en las poblaciones del subcontinente y
demanda a las autoridades
“escuchar
sus voces y construir propuestas de desarrollo que los incluya a todas y todos,
que se asienten en sus derechos y que reconozcan igual dignidad a cada una y a
cado uno”, porque, insiste, “el actual estilo
dominante de desarrollo es inviable y produce, además, un desarrollo escaso y
distorsionado por tres motivos fundamentales: porque produce poco crecimiento,
porque genera y profundiza desigualdades
y porque es ambientalmente destructivo […] Un estilo de desarrollo que
alentó expectativas de movilidad social y progreso y por ello, ante su
fracaso, hay gran exasperación, impaciencia y desencanto hacia toda la clase
política, especialmente en los jóvenes.
“Lo
hemos dicho y lo repetimos: la desigualdad es
ineficiente, se reproduce y permea el sistema productivo
[…] Es hora de replantear los pactos sociales y superar un modelo
económico […] que prioriza el interés privado sobre el público, el
capital sobre el trabajo, la acumulación sobre la redistribución, el
crecimiento sobre la naturaleza, los privilegios sobre los derechos, la
diferenciación social sobre la igualación, las jerarquías sobre las relaciones
horizontales”.
No
en vano –y apelamos al lenguaje más descarnado de la izquierda–, no obstante, la dosis de enajenación insuflada por
la abrumadora propaganda del Sistema, que copa casi todos los medios
de comunicación, las instituciones, los espacios culturales,
las “plebes” intuyen –se constata en la orientación de los “disturbios”– al responsable de sus males. Se
alzan porque están hambreadas, arruinadas, hartas de los engaños de los
gobernantes, ayunos estos de proyecto alternativo. Desesperadas, se insubordinan,
aun sin nombrarlo, contra el neoliberalismo, hogaño con su faz más
totalitaria, con muros que separan naciones y etnias, la supremacía del
poder ejecutivo y el judicial, la desinformación en andas de las redes
sociales, y la embestida contra los derechos humanos –como compendia el teólogo
de la Liberación Frei Betto –. Se encrespan ante los “ajustes”, la
desnacionalización del patrimonio público, la dictadura de los mercados
financieros, y las inherentes miseria y desigualdad.
Si
se nos recabara nuestra opinión, refrendaríamos la vertida por Daniel Campione
en la digital Rebelión: menester, la recuperación de la Tesis
XI de Marx, en su plena dimensión de comprender
el mundo para transformarlo. Lo cual exige la búsqueda de nuevas
articulaciones que cuestionen el régimen explayado, desde todos los ángulos:
entre ellos, el de la explotación y la alienación de los trabajadores –para
borrar en lo posible las equivocaciones a que nos referíamos arriba–.
Se
trataría de lograr que la apuesta por un orbe socialista y comunista
devenga la bandera de “los marginados por cualquier razón, de los
asqueados por múltiples motivos de un orden social injusto”. ¿Imposible
meta? Precisamente tal la consideraron en su momento las élites planetarias
frente a las revoluciones cubana, Bolivariana. ¿Por
qué no consultar a las víctimas de las sangrientas represiones en Chile, Honduras,
Bolivia, Ecuador, Haití…, ¿en buena parte de la hirviente América Latina?
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario