AMÉRICA LATINA EL CONTINENTE MÁS DESIGUAL Y
VIOLENTO DEL MUNDO. SEÑORES PRESIDENTES,
pero además es el continente
de CIUDADES más inseguras y de mayor CORRUPCIÓN, pero la
esperanza que nos lleva a luchar, en defensa y el futuro de LA PATRIA
GRANDE, NUESTRA AMÉRICA. Es que hoy es el Continente de POBLACIÓN MÁS JOVEN DEL MUNDO. LA CEPAL NOS INFORMA
QUE EL MODELO – EL NEOLIBERALISMO – ESTA AGOTADO, TERMINADO, ASFIXIADO en forma
DEFINITIVA. NO FUNCIONA. SEÑORES
y este es el modelo
que sostiene mundialmente la globalización neoliberal - O la globalización
de las élites – El modelo que hoy esta vigente en América latina, es el
modelo en el 90% de los países del mundo, que hoy están en plena y absoluta POLI-CRISIS
- NO es coyuntural o pasajera, es una CRISIS ESTRUCTURAL - generada y
alimentada por el propio sistema. Este Modelo produce y desarrolla las más “oscuras”
e ilegales formas de la llamada “ECONOMÍA CRIMINAL” – para otros “INFORMAL”,
“ILEGAL” - evasión y elusión tributaria, narcotráfico, trata de mujeres,
explotación de niños y niñas, migración ilegal, minería ilegal – criminal, etc.
- y se sostiene en modelos de ESTADOS copados íntegramente por la
NARCOPOLÍTICA al extremo de convertirlos en “ESTADOS INVIABLES” Y su destrucción final como
NARCO ESTADOS”.
PERO EL ASPECTO MÁS IMPORTANTE que está conduciendo a la Globalización neoliberal – hacia su
ruina final – no Sólo es la CORRUPCIÓN – que ha logrado capturar y destruir
la INSTITUCIONALIDAD en varios países y continentes, hoy es en definitiva
la vil, extrema, salvaje e inhumana DESIGUALDAD
ECONÓMICO SOCIAL - conduciendo al mundo – a una POLARIZACIÓN, no solo porque el 1% de la población mundial –
ese grupo privilegiado de los BILLONARIOS – sean propietarios hoy de más
del 80% de la riqueza, mundial, sino que esta realidad lacerante – con hambre,
miseria, muerte y destrucción – del SER HUMANO – sea hoy indetenible y
la super concentración de la riqueza es cada día más BRUTAL Y MORTAL; y en
forma paralela sea también
incontenible por el propio ser humano, la destrucción de la MADRE NATURALEZA – porque hoy los objetivos estratégicos mundiales del
Capital Corporativo Global – las mega empresas transnacionales – han llevado al
capital al copamiento total de todo el sistema – económico, político, social,
cultural, ambiental – generando no solo una
crisis económico-social mundial, sino que en la profundidad del sistema
hoy encontramos una CRISIS HUMANITARIA GLOBAL, una crisis de la
Humanidad en su conjunto, la misma que hoy es alimentada – por el virus de la
destrucción – de la CORRUPCIÓN, la VIOLENCIA E INSEGURIDAD, la ECONOMÍA CRIMINAL
y todo en el fondo por la CRISIS AMBIENTAL cuando hasta ahora no
logramos comprender lo que real y objetivamente significa el CAMBIO
CLIMÁTICO y como el ser
humano y el capitalismo actual – el capitalismo salvaje - está destruyendo a la
MADRE NATURALEZA.
/////
La
globalización neoliberal- globalización de las élites - Se hunde, está
totalmente asfixiada. No tiene salvación. La desigualdad inhumana, la injusticia
mundializada, la inseguridad y violencia, sumado a la Corrupción, lo están
asesinando internamente.
***
SE TERMINÓ LA GLOBALIZACIÓN: ¿QUÉ HACEMOS
AHORA?
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Manolo
Monereo.
Mundo.
Rebelión
jueves 27 de febrero del 2020.
«Lo que se está produciendo es una
transición, especialmente dura, de un mundo unipolar a otro multipolar, es
decir, una redistribución sustancial y radical del poder»
A la memoria de Peter Gowan que me
enseñó a pensar geopolíticamente.
En 2001, después de 10 años de arduo
trabajo, apareció el libro de John Mearsheimer La tragedia de las grandes potencias –es
bueno señalarlo- antes de los atentados del 11S. Se trataba de un
trabajo singular escrito por un especialista en relaciones internacionales en
el momento triunfal de eso que se llamó la globalización. Es interesante
recordar que, en ese momento, la globalización, su novedad radical, era ensalzada una y otra vez por la
academia y por los grandes medios de comunicación; su carácter
irreversible e irresistible se subrayaba continuamente. Se trataba de un
mundo nuevo y distinto donde emergía una “hiperpotencia” (EEUU) que
organizaba unas relaciones internacionales bajo su hegemonía absoluta. Lo
específico del libro de Mearsheimer es que fue concebido como una
reivindicación del realismo estructural, precisamente en contra de esas
“novedades” que la globalización llevaba aparejada. Lo del 11S era
importante citarlo porque para nuestro autor era algo transitorio y coyuntural y,
en muchos sentidos, ensoñaciones después de la victoria sobre el “Imperio
del mal”.
El mundo que intentaba explicarnos
Mearsheimer era muy diferente a lo que comúnmente se pensaba y se decía en esa
época. Grandes potencias
que luchan por y para el poder; una triunfante que aprovecha la ventaja
obtenida para debilitar, aislar y fragmentar a la antigua URSS; otra emergente
(China) que estaba obligada a desafiar el orden existente y cuestionar la
hegemonía de la hiperpotencia. En medio, un rígido control de la
Administración norteamericana de las organizaciones internacionales en torno a
una ideología (el neoliberalismo), un proyecto político (la globalización) y un
instrumento decisivo (la financiarización). El 11S clarificó mucho el
panorama y puso fin a lo que algunos llamamos “la utopía del 89”; es
decir, el reinado de la paz universal, la tendencia al gobierno mundial y el predominio
irrestricto de los derechos humanos; la cooperación sustituiría al conflicto,
los dividendos de la paz harían posible el fin de la carrera armamentista y la
dedicación de esos recursos para resolver los grandes problemas globales.
De imperialismo poco quedaba, sustituido por un imperio de indefinidas e
indefinibles relaciones de poder, que esperaba el asalto furioso de la multitud.
Literatura, mala literatura.
Mearsheimer ayudó mucho (Peter Gowan lo
entendió críticamente desde el principio) y la vida le fue rápidamente dando la razón: guerras,
conflictos armados permanentes e intervenciones norteamericanas directas en Yugoslavia, Irak, Afganistán… A esto se le llamó el final de la “globalización feliz”. La
crisis de 2008-2009 evidenció hasta qué punto la globalización implicaba
recurrentes y cada vez más fuertes crisis financieras. El capitalismo había
ganado, había desmontado todos los mecanismos políticos y sociales
que lo controlaban y ya no tenía más enemigo que a sí mismo. Nunca fue capaz
de crear otros instrumentos de regulación y hoy estamos a la espera de una
nueva crisis sin que seamos capaces de saber sus dimensiones y sus costes
económicos-sociales.
La globalización se terminó; no será de un día para otro, será un
proceso anudado siempre a las relaciones de poder existentes. La reciente conferencia sobre seguridad
de Munich da muchas pistas sobre la realidad de un mundo que cambia
aceleradamente. La sensación general era de pesimismo y de falta de
perspectivas claras. El tema central, un mundo que se estaba haciendo
menos occidental, una Alemania
petrificada, cada vez más marcada por sus demonios internos y sin saber situarse
en los nuevos desafíos; apareció hasta la nostalgia del viejo orden en
el que EEUU hacía de policía universal y privilegiaba sus
relaciones euro-atlánticas. Macron mostraba
su impaciencia y se proponía (después del Brexit) como el impulsor de
una Unión Europea como sujeto global, con autonomía
estratégica y con vocación de ser parte imprescindible de este nuevo orden multipolar en construcción. EEUU a
lo suyo, que es bien simple y que lo repite una y otra vez sin disimulo: este
país vive un desafío existencial para sus intereses estratégicos que se llama China. La Administración norteamericana
no consentirá la consolidación de una potencia
hegemónica en el hemisferio oriental. Se opondrá con todas sus
fuerzas y llegará hasta el final. La destacada dirigente demócrata Pelossi,
vino a defender prácticamente lo mismo y nos advirtió, como Pompeo, del
peligro para nuestras libertades y para las relaciones atlánticas, de admitir a
Huawei. No es casualidad que el 5G sea un elemento central en el conflicto
estratégico político-militar. Es una señal más de una guerra
económica, cultural, tecnológica y por el control de los canales básicos de
la información.
La llamada revolución en los asuntos
militares (RMA) está
cobrando un impulso sustancial cambiando las formas y contenidos de los
conflictos bélicos, situando en su centro la disputa tecnológica entre las
grandes potencias. Los complejos militares-industriales existentes saben desde
hace mucho tiempo que la división entre tecnología militar y civil no tiene sentido
alguno. El ciberespacio se convierte en una nueva dimensión del conflicto;
la robotización y la inteligencia artificial están jugando un papel cada
vez más importante en los nuevos artefactos bélicos. Las palabras clave son
aceleración, competencia estratégica y guerra asimétrica. Algo está quedando
claro: las grandes corporaciones tienen patria y la sirven cada vez que ésta
las requiere. Como siempre, Snowden mediante.
La correlación de fuerzas manda siempre
y en las relaciones internacionales, más. Lo que se está produciendo ante nuestros ojos es una
transición, especialmente dura, de un mundo unipolar a otro multipolar, es
decir, una redistribución sustancial y radical del poder. La historia
económica nos habla de que ya hubo el intento de una globalización en el pasado
(1870-1914). Sabemos cómo terminó. Hoy estamos ante el fracaso de la
segunda globalización. Sus rasgos básicos son:
1) La inestabilidad económica permanente. El capitalismo financiarizado tiende a
producir crisis periódicas, refuerza enormemente la desigualdad y fractura social, económica y
territorialmente a nuestras sociedades.
2) La tendencia es hacia la construcción
de dos bloques
económicos y político militares en torno a China y a EEUU; estos bloques son extremadamente heterogéneos y
conflictuales.
3) La UE, en tanto que tal, sigue siendo subalterna a los
intereses geoestratégicos norteamericanos, carece de un proyecto común y
vive una crisis existencial.
4) El dato más relevante es que el centro de gravedad
tiende hacia Oriente y se pone en cuestión, después de 500 años la
hegemonía geocultural de Occidente.
5) Los problemas globales, destacadamente la crisis
ecológico-social, se siguen agravando.
Crisis económica, conflicto geopolítico
y recursos están estrechamente unidos. El poder, sus relaciones y efectos no pueden ser eludidos y, mucho menos,
cuando los recursos naturales y humanos se convierten hoy en un problema
estratégico fundamental de los Estados. Solía decir Proudhon
que quien habla de humanidad, engaña; al menos, confunde y tiende a la
nada. Lo que existen son Estados
jerárquicamente enlazados y en lucha permanente por el poder. Es una
vieja cantinela que nos repiten cada día: los Estados son antiguallas que nada
pueden ante los desafíos y las bifurcaciones de un mundo globalizado; es
decir, como los problemas van más allá de los Estados, hay que
disolverlos y apostar por un gobierno mundial y por el globalismo jurídico.
Y eso ¿cómo se hace? y ¿quién lo hace? ¿Las grandes potencias? ¿Una sola
potencia? Eludir el problema de las profundas asimetrías de poder en
las relaciones internacionales, de eso que históricamente se ha llamado
imperialismo, es equivocarse y, lo que es peor, hacer lo contrario a lo que las
poblaciones deberían hacer. Los Estados nación siguen
siendo el lugar del conflicto social y de la redistribución, de las
libertades públicas y del autogobierno; el lugar de los derechos sociales y
de la regulación del mercado. Frente a ellos y contra ellos lo único que
habrá es lo que ha habido siempre, imperialismo y dominación de las
grandes potencias sobre las mayorías sociales y las clases trabajadoras.
Las rebeliones contra las consecuencias
y costes sociales, ambientales y culturales de la globalización capitalista crecen en todas
partes. En diversos lugares su forma política está siendo los llamados populismos
de derechas. Parecería que las poblaciones tienen que elegir entre unas
derechas que lo son y unas izquierdas que no lo son. Es el otro lado de la contradicción:
vivimos una crisis, digámoslo así, civilizatoria, sin sujeto ni alternativa. En
medio, reformar lo poco reformable que admite el sistema.
La pregunta sigue siendo pertinente, la globalización se termina, ¿qué hacemos
cuando el vilipendiado Estado nación retorna?, ¿Cuándo las
poblaciones quieren un Estado más fuerte que les proteja, que les dé seguridad
y garantice el futuro? ¿Cuándo la demanda de identidad y de
seguridad cultural se generaliza? ¿Cuándo se
impugna una democracia sin poder ni cualidad? ¿Cuándo el futuro se convierte en
un problema político?
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