“Las desigualdades se despliegan en diferentes niveles, pero donde
unas condicionan a las otras y, a la vez, las retroalimentan. Hay desigualdades
que son estructurales y que determinan buena parte de las posibilidades de los
Estados para avanzar en escenarios de mayor equidad.
“En primer término, el lugar en
el mundo. América Latina es de las
regiones más desiguales, y esas brechas transitan todo el marco de
iniciativas que los gobiernos puedan encarar. Dichos condicionantes limitan
los efectos de las políticas públicas y las hacen actuar en los márgenes,
porque, así como no es posible pensar un Brasil
en Europa Occidental (un país de los más desiguales en una región de
las más igualitarias), tampoco es imaginable una Noruega
en América Latina. Los niveles de inequidad
distributiva que caracterizan a la región condicionan buena parte de las
posibilidades de cada uno de sus integrantes”.
“El segundo tiene
que ver con las posibilidades acotadas que
imperan en una región económicamente muy limitada. Con matices, es difícil
registrar una nación fuertemente industrial en una región
proveedora de materias primas. O pensar una agenda de desarrollo con cambio estructural para
un país que integra un bloque con inserción subordinada en la división
internacional del trabajo. Mucho menos todavía pensar en terminar con una
pandemia donde el vecino más importante aplica una estrategia
basada en la no estrategia, es decir, sin parar la actividad y que
mueran los que tengan que morir (es decir, aquéllos que más sufren la desigualdad)”.
“Finalmente, el nivel
micro que impera al interior de cada país. ¿Cuál es la agenda
distributiva predominante en cada caso? Y si la hubiera ¿qué nivel de
relativo éxito podría tener al provenir de un país con
desigualdades múltiples dentro de una región de las más inequitativas del
mundo?
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Con la pandemia se reactualiza aquella frase de los 70' "Todo el Estado que sea necesario, y todo el mercado que sea posible".
***
CUANDO LA ECONOMÍA SE HUNDE, EL SALVAVIDAS ES EL ESTADO.
La pandemia igualó en el encierro y expuso las desigualdades que
existen en las sociedades.
*****
El COVID-19 reubicó la centralidad del Estado como garante de la salud,
al tiempo que los gobiernos vuelcan una gran masa de dinero para compensar las
consecuencias que el coronavirus impone en la actividad económica. En este contexto excepcional se plantea hasta dónde
el Estado perfora los límites del mercado y acude a reparar sus inequidades. Se
abre una buena oportunidad para consagrar una agenda que asegure pisos
distributivos mínimos y discuta privilegios.
Arturo
Trinelli.
Página/12
miércoles 15 de abril del 2020.
La pandemia actuó en
un doble nivel: igualó en el encierro y en la reclusión forzada, pero aún en dicha condición también expuso las múltiples desigualdades que coexisten en las sociedades, propias de países
desarrollados como de aquellos que procuran serlo.
Se
observan los problemas
que tiene Estados Unidos para hacer frente al coronavirus por su
devastado sistema público de salud, con fuertes inequidades y alto nivel de
mercantilización. Sin embargo, los efectos que puedan tener las políticas
públicas tendientes a mejorarlo en un país desarrollado son muy diferentes a
los que podrían lograrse en Argentina, aun contando aquí con un sistema de
salud pública comparativamente más robusto y equipado.
En
nuestro país, la
cuarentena manifiesta fuertemente los padecimientos que tienen los más
desfavorecidos para abastecerse de la alimentación diaria frente al
cierre de comedores escolares, al tiempo que también expone con mayor angustia
la situación habitacional de quienes deben quedarse en una casa que no existe o
es sumamente precaria. Manos que no pueden ser higienizadas por falta de acceso
al agua, mal tratos y violencias que recrudecen frente al encierro y
escolarización hogareña con suerte dispar, según qué necesidades estén
satisfechas para esa familia, son algunas de las expresiones de estas desigualdades
multidimensionales, que son de ingreso, pero también de género, edad y
acceso a la tecnología, entre otras.
Las
estrategias e intervenciones de los países en ese sentido son diferentes, así
como los puntos de partida de la situación social previa al coronavirus.
Medidas
Estados Unidos prevé
un plan de 2 billones de dólares para inyectar en su economía y se dispone a
asistir con seguro de desempleo a 3,3 millones de personas, todo un record
histórico. Ese paquete representa una erogación equivalente a varias veces el
PIB de Argentina, aunque se desconoce si será suficiente para compensar los
déficits en su sistema de salud pública y el drama sanitario que está
experimentando.
El Parlamento Europeo debate
un plan de 750 mil millones de euros, al tiempo que Irlanda anuncia que
estatizará de manera temporal los hospitales privados para atender a los
enfermos por coronavirus. De esta manera, se busca que las personas infectadas
sean atendidas de manera gratuita. El Primer Ministro de ese país, además,
anunció la inversión de 4 mil millones de dólares para garantizar los ingresos
de los ciudadanos afectados por la pandemia.
En China, donde empezó todo,
el Estado construyó en tiempo record hospitales para alojar a los infectados.
El Banco Popular de ese país informó que bajará gradualmente las tasas y
recortará el coeficiente de reserva bancaria, a fin de permitir a muchas
instituciones financieras otorgar préstamos por 550.000 millones de yuanes
adicionales (usd 79 mil millones).
Hong Kong puso
en marcha un fondo de casi 4 mil millones de dólares para distribuir subsidios
financieros a restaurantes, agencias de viajes, comercios minoristas y otras
industrias afectadas al brote. Los adultos mayores, además, recibirán una
asignación especial.
Por
su parte, Singapur,
ya en febrero, había desplegado un paquete de 4600 millones de dólares,
principalmente destinado a proteger puestos de trabajo y ayudar a las empresas
a enfrentar costos operativos y disponer de flujos de caja, pero con una parte
destinada también a las familias en forma directa.
India, en
tanto, estableció un paquete de estímulo de 1,7 billones de rupias,
equivalentes a 22 mil millones de dólares, que incluye entregas mensuales de
grano y lentejas para 800 millones de personas.
Australia,
país fetiche para muchos defensores del libre mercado, presentó tres paquetes
de estímulo económico consecutivos en las últimas semanas, compuestas por
medidas monetarias y fiscales que, en conjunto, representan más de 100 mil
millones de dólares.
“El
ahorro sigue siendo una meta, pero hoy desplegaremos otro tipo de acciones”,
sostuvo el primer mandatario uruguayo Luis Lacalle Pou anunciando, a contramano quizás de
sus prioridades como candidato, la creación de un “Fondo Coronavirus”
con canastas alimentarias para los más vulnerables y un aumento importante de
las asignaciones familiares.
Sebastián Piñera prometió
para Chile un
plan de apoyo económico de 11.750 millones de dólares, equivalente al 4,7 por
ciento del PIB del país.
Argentina ya
tiene en curso refuerzos para jubilados que cobran la mínima y beneficiarios de
planes sociales, el más reciente Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) para 3,6
millones de personas, el relanzamiento del Plan Procrear para reimpulsar el
sector de la construcción y un conjunto de otras medidas pensadas para
abastecer a los que menos tienen, como el reparto programado de alimentos, y
también para no dejar caer la economía, previendo suspensión de cortes de
servicios por falta de pago, créditos a bajas tasas para pymes y suspensión de
despidos por decreto, entre otras medidas.
En
suma, países de distintos continentes, con gobiernos de diferente orientación
ideológica, economías de múltiples escalas y variadas restricciones monetarias
y fiscales, están transitando un recorrido parecido para asistir a los más
damnificados y auxiliar a los sectores más sensibles de su economía frente a la
crisis, “la más difícil desde la Segunda Guerra Mundial” según el Secretario
General de la ONU, António Guterres.
Perú, el lado más vulnerable, la informalidad y la pobreza en las Regiones y la propia Capital Lima. más del 70% de la población vive del día y trabaja para el día. Una realidad donde hoy el Estado - ausente por más de 30 años de neoliberalismo - NO puede y NO encuentra aun alternativa de su "presencia" en organización, control, población, necesidades básicas y general centro principal de Familias Vulnerables NO presentes en las Estadísticas Oficiales del Estado.
***
Estado y Mercado
Entre
las múltiples interpretaciones que pueden hacerse de la pandemia, uno bien
plausible sería revisar
el histórico debate sobre el Estado, sus niveles de intervención en la
economía y los desafíos para adelante en una reconstrucción que se avizora prolongada
y compleja.
El debate sobre
cuánto Estado o cuánto mercado es inagotable, pero una coyuntura
de emergencia tensiona el principio de subsidiaridad estatal, al menos de lo
que se está acostumbrado en Occidente. Dicha discusión se expresa en qué servicios
o bienes debe obligatoriamente proveer el Estado y cuáles de ellos quedan bajo
la órbita del mercado.
En una situación de
excepción, los márgenes se modifican:
-
¿Es posible forzar la obligatoriedad en la provisión de servicios públicos
básicos por parte de las empresas concesionarias aun cuando éstas no reciban el
pago de la factura a término?
-
¿Debe el Estado acudir en auxilio de empresas para que puedan pagar
sueldos?
-
¿Puede dirimir un acuerdo entre privados, decretando el congelamiento en el
valor de alquileres y créditos?
-
¿Hasta qué punto resulta razonable que el Estado arbitre un precio sostén para
el barril de crudo por fuera de las reglas de oferta y demanda y del precio
internacional resultante de estas?
-
¿Qué pasa con el gasto público?
Todas estas
interrogantes, sobre los cuales el Estado argentino ya ha dado o está dando
respuestas, reactualizan aquella frase de los '70 de “todo
el Estado que sea necesario y todo el mercado que sea posible”.
Aunque
el gran debate hoy sea definir qué es necesario y hasta dónde el Estado perfora los límites del
mercado y acude a reparar sus inequidades.
En
los años '70, el comienzo
del desmantelamiento de los Estados de Bienestar
habilitó el consenso para el desplazamiento del Estado en muchas de
sus funciones. Ello, como se sabe, condujo a la mercantilización creciente de servicios básicos
que en muchos países acentuó los niveles de desigualdad y condenó a la
precariedad a muchos.
La
secuencia en nuestro país es conocida: el plan económico de la última dictadura fue el
marco para que la economía se estancara, acentuara su divergencia con los
países desarrollados y desmantelara buena parte de las capacidades productivas
que había acumulado en décadas pasadas.
El proceso
privatizador en democracia terminó por desmembrar la red
de instrumentos públicos necesarios para apalancar ciertos sectores sensibles
al desarrollo. Todo ese derrotero de desaciertos intentó reconstruirse
parcialmente después, aunque la tarea suele ser mucho más ciclópea cuando toca
restituir capacidades y resulta imposible sostenerla sin consensos políticos
suficientes.
La Desigualdad Social en un país y en un continente, América Latina, la mayor profundidad y extensión en cuanto a salvajismo y realidad inhumana - a pesar que el COVID-19 - dicen los especialistas que es el Virus más "democrático" - sin embargo las condiciones económico-sociales como una elite privilegiada enfrenta la crisis es absolutamente diferente como las inmensas mayorías sociales de los pueblos, víctimas de pobreza extrema y la vil desigualdad, hoy son arrasados por el Virus de la Crisis sanitaria.
***
Agenda
En
“El Gran nivelador” (Crítica, 2018), Walter Scheidel sostiene
que existen cuatro
grandes situaciones que históricamente han permitido una reducción
significativa de la desigualdad en el largo plazo:
1. Las revoluciones.
2. Las grandes
guerras, que legitiman regulación pública del consumo, control
de mercados y esquemas de prestación de servicios más igualitarios.
3. El desmoronamiento
de Estados.
4. Las grandes epidemias que,
como la Peste Negra, pueden ser vectores de mayor igualdad cuando, a partir de
un hecho trágico como son las pérdidas masivas y en muy poco tiempo de vidas
humanas, se modifica la relación entre recursos y personas, dando lugar a un
encarecimiento del valor del trabajo.
Las
desigualdades se despliegan en diferentes niveles, pero donde unas condicionan
a las otras y, a la vez, las retroalimentan. Hay desigualdades que son estructurales y que determinan
buena parte de las posibilidades de los Estados para avanzar en escenarios de
mayor equidad.
En
primer término, el lugar en el mundo. América Latina es de las regiones más desiguales, y
esas brechas transitan todo el marco de iniciativas que los gobiernos puedan
encarar. Dichos condicionantes limitan los efectos de las políticas públicas y
las hacen actuar en los márgenes, porque, así como no es posible pensar un
Brasil en Europa Occidental (un país de los más desiguales en una región de las
más igualitarias), tampoco es imaginable una Noruega en América Latina. Los niveles de inequidad
distributiva que caracterizan a la región condicionan buena parte de las
posibilidades de cada uno de sus integrantes.
El
segundo tiene que ver con las
posibilidades acotadas que imperan en una región económicamente muy limitada.
Con matices, es difícil registrar una nación fuertemente industrial en una
región proveedora de materias primas. O pensar una agenda de desarrollo con
cambio estructural para un país que integra un bloque con inserción subordinada
en la división internacional del trabajo. Mucho menos todavía pensar en
terminar con una pandemia donde el vecino más importante aplica una estrategia
basada en la no estrategia, es decir, sin parar la actividad y que mueran los
que tengan que morir (es decir, aquéllos que más sufren la desigualdad).
Finalmente,
el nivel micro que impera al interior de cada país. ¿Cuál es la agenda
distributiva predominante en cada caso? Y si la hubiera ¿qué nivel de relativo
éxito podría tener al provenir de un país con desigualdades múltiples dentro de
una región de las más inequitativas del mundo?
Para saber si una
catástrofe como el coronavirus disparará un mundo más igualitario deberemos
esperar un tiempo, pero sí sabemos que, como las políticas
actúan como sistema, es muy difícil lograr desde “un” país y a partir de
“una” política un cambio distributivo que resuelva el nudo gordiano de
un modelo de acumulación que funciona y se fortalece a partir de las
inequidades que genera.
Sin
embargo, aun con esas limitaciones, el consenso político que puede generar una situación de
excepción para fijar un piso de condiciones igualitarias básicas,
fortalecido a partir de la reactualización del debate sobre “cuánto Estado es deseable” en un contexto donde las intervenciones públicas se relegitiman,
quizás sea una buena oportunidad para consagrar una agenda que asegure
pisos distributivos mínimos y discuta privilegios.
*
Docente e integrante del Diploma Superior de Desigualdades y Políticas Públicas
Distributivas de Flacso Argentina.
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