“Durante muchos años los impulsores de la globalización neoliberal creyeron
que ese proceso iba a permitir superar los marcos nacionales, es decir,
los Estados-Nación, los mismos que serían reemplazados por la liberalización
completa de los mercados y la abolición de las fronteras. Su sueño era que
todo el globo terráqueo sería el campo de la acumulación de capital.
Como lo dijo Thomas Friedman hace 10 años: el mundo será uno solo, el mundo
será plano. A esa crisis se le suma la pugna por la hegemonía en el Siglo
XXI entre EEUU y China, lo que hemos tratado ya en otro artículo. Y, ojo, este es un tema de la más alta importancia”.
“Regresando al
impacto en nuestros países. El Perú depende de
la exportación de materias primas, sobre todo cobre y zinc, cuyos
precios han caído más de 30% en el último mes, a lo cual hay que agregar
que en el mes de marzo dichas exportaciones solo fueron el 10% de
lo recaudado en meses anteriores. De otro lado, las remesas
de los peruanos que viven afuera a sus familias –cerca de US$
3,000 millones anuales- también van a disminuir
porque se están perdiendo empleos en EEUU, Japón y la Unión Europea”.
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ES BIEN COMPLICADO LO QUE SE NOS VIENE.
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Humberto Campodónico.
Otra Mirada jueves 16 de abril del 2020.
El último informe del FMI, publicado hace dos días,
dice que la economía mundial tendrá un crecimiento negativo de -3.0% en el 2020, lo que nos lleva a la peor recesión desde los años 30. Este
decrecimiento se divide así: -6.1% en las llamadas economías avanzadas y
-1.0% en las llamadas economías emergentes.
La Unión Europea cae -7.5% y dentro de la UE los que más caen son Italia y España, con -9.1 y -8.0%, mientras
EEUU cae -5.9%. Dos países que tienen
crecimiento positivo, aunque bien bajito, son China,
que cae de 6.1% en el 2019 a 1.2% en el 2020 e India, que baja de 4.2 a 1.9% en el mismo
periodo.
Entonces, como los principales socios comerciales
de América Latina son China, EEUU y la Unión Europea, es lógico
que nosotros también caigamos: América Latina cae -5.2% y llevan la delantera México y Brasil, con -6.6 y -5.3%,
respectivamente. Chile y Perú están por ahí cerca y ambos caen igual: -4.5%.
Aquí constatamos un primer problema relacionado con
el modelo de crecimiento del Perú: según
el propio MEF el crecimiento económico depende en un 60% de factores
externos y 40% de factores internos: la dependencia externa.
Pero en este caso, el problema no es solo externo.
La cuarentena detiene al país, pues se deja de trabajar. O sea que
llueve sobre mojado, en casi todos los sectores económicos.
Antes de entrar a ese tema, es imprescindible saber que esta recuperación no
será rápida, en forma de V. Tampoco en forma de U, caída con
recuperación con cierto retraso. Podría ser en forma de L, caída con
estancamiento prolongado. Pero, ojo, el economista Nouriel Roubini, junto a otros, nos dice que
podría haber una caída constante y prolongada, en forma de I, que llevaría
al mundo a una depresión económica.
Hay varias razones para la caída prolongada. La
primera depende de cuán rápido se obtenga la vacuna contra el COVID 19.
Dice el doctor Sanjay Gupta que la vacuna podría estar lista hacia marzo-abril
del 2021. Mientras no esté lista, si bien las cuarentenas y los tests
moleculares pueden detener la curva –hasta hoy ascendente- del virus, siempre está abierta la posibilidad de los
rebrotes y, por tanto, de nuevas cuarentenas, que paran al mundo y al país, lo
que hace que la recesión continúe.
Pero ese no es el único problema. También está de por medio la crisis de las
instituciones multilaterales que nacieron en Bretton Woods en 1944: FMI, Banco Mundial, OMC (que
primero fue el GATT) y toda una serie de organismos de Naciones
Unidas: FAO, OIT, UNESCO, UNICEF y también la Organización Mundial de la
Salud (OMS), a quien Trump le acaba
de suspender la cuota anual de US$ 480 millones que le corresponde
otorgar a EEUU.
Pero la crisis del multilateralismo es solo el síntoma de la enfermedad. La causa
es el fracaso del proceso de globalización liderado por las transnacionales, que ha sido
fuertemente criticada, incluso en los países industrializados porque “se han
perdido empleos” que han migrado a países donde el costo de la mano de obra
es más barato.
Durante muchos años los impulsores de la
globalización neoliberal creyeron que
ese proceso iba a permitir superar los marcos nacionales, es decir, los Estados-Nación, los
mismos que serían reemplazados por la liberalización completa de los
mercados y la abolición de las fronteras. Su sueño era que todo el globo
terráqueo sería el campo de la acumulación de capital. Como lo dijo Thomas Friedman hace
10 años: el mundo será uno solo, el mundo será plano. A esa
crisis se le suma la pugna por la hegemonía en el Siglo XXI entre EEUU y
China, lo que hemos tratado ya en otro artículo (1).
Y, ojo, este es un tema de la más alta importancia.
Regresando al impacto en nuestros países. El Perú depende de la exportación de materias
primas, sobre todo cobre y zinc, cuyos precios han caído más de
30% en el último mes, a lo cual hay que agregar que en el mes de marzo
dichas exportaciones solo fueron el 10% de lo recaudado en meses
anteriores. De otro lado, las remesas de los
peruanos que viven afuera a sus familias –cerca de US$ 3,000
millones anuales- también van a disminuir porque se están perdiendo
empleos en EEUU, Japón y la Unión Europea.
Otro canal de contagio viene por el lado
financiero: dependemos mucho de la entrada de capitales que compran
acciones de empresas en la Bolsa de Valores de Lima y, también, bonos
que emite el gobierno del Perú. Pues bien, la salida de capitales de
los mercados emergentes ha sido más fuerte que las suscitadas en la crisis del 2008,
2013 y 2015, como lo dice el Instituto Internacional de Finanzas (IIF)
y se aprecia en el gráfico (línea oscura): han salido cerca de US$ 100,000
millones desde que comenzó la pandemia. Una parte de estos capitales salieron
de América Latina, y del Perú.
El problema para el Perú
no es solo el impacto que puede tener la salida de capitales en la economía, sino el hecho en los últimos años ha habido un
gran crecimiento de la deuda de las empresas privadas, que está en US$
33,000 millones, el 14.3% del PBI. Si se produce la tormenta
perfecta: devaluación del sol, caída de exportaciones
peruanas por la recesión mundial que reduce la demanda y caída de
ventas en el mercado interno por “nuestra” recesión, entonces los
problemas se agravan.
También vamos a tener problemas en el sector turismo de Cusco, Arequipa, Puno, Madre de Dios, Ica
(Nazca), Loreto y Ancash, pues el flujo de turistas caerá, por lo
menos hasta que se produzca la vacuna. Lo mismo va a suceder con los espectáculos
masivos (conciertos, partidos de fútbol, cine, teatro, actividades religiosas,
fiestas regionales) y las actividades educativas,
así como restaurantes, hoteles y recreos. Estamos hablando de varios
millones de personas.
Hasta aquí hemos pasado revista a los temas más
importantes que tienen que ver con el shock externo. Pero no menos
importante es el shock interno provocado por la cuarentena, la
cual es inevitable pues de eso depende que derrotemos a la corona virus.
Dicho esto, hasta ahora el gobierno ha tenido un programa de ayudas de
corto plazo, que si bien es importante ha sido insuficiente.
La gran batalla ahora se debe centrar en el corto
plazo, hasta que acabe la cuarentena,
al mismo tiempo que se enlaza con el mediano plazo, tanto en lo económico,
como en lo político, hacia las elecciones del 2021. En lo económico,
las medidas del gobierno han tomado ya un claro sesgo antilaboral, con
la “suspensión perfecta de labores”, que
va a llevar a despidos masivos. Y en las próximas semanas el gobierno,
haciendo uso de las facultades que le ha dado el Congreso, prepara
decretos legislativos cuyo contenido, de lo que se sabe hasta ahora (por
ejemplo, se “postergaría” la entrada en vigencia de la ley de control de
fusiones), apunta a profundizar el modelo económico de los últimos 30
años.
Resumiendo: la situación económica internacional apunta
a una gran recesión que se nos va a transmitir por los canales
comerciales y financieros y que se verá reforzada por la recesión interna autoinfligida por la cuarentena,
a la cual debemos derrotar. Nunca hemos vivido una situación parecida.
Estamos en un cambio de época, que seguro
podría hacer fluctuar la balanza del poder mundial del oeste al este.
Ganemos la batalla contra el corona virus pues eso nos dará las mejores armas para
intentar terminar con la desigualdad y la pobreza. Eso es lo primero. Y a partir de allí encarar
la superación de las políticas economías de los últimos 30 años, plantear
la redefinición de los roles del mercado y el Estado y entrar
de verdad a una diversificación productiva que reduzca la dependencia de las
materias primas, propias del modelo primario-exportador. No es poca cosa.
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