El Pueblo puede ganar procesos electorales
en tiempos de Democracia Representativa.
“Desde arriba” ante una crisis general
de carácter Político, pero NO dura 24 horas, ante la reacción de las
fuerzas de la Derecha y el propio Poder Político (Económico, Jurídico,
Militar, Religioso,) En 24 horas se produce un “Golpe de estado” e
instala una Junta Militar - dictadura – persecución a la Izquierda, detenidos,
presos, muertos, deportados, etc). Una ilusión política e irresponsabilidad
política de parte de la Dirigencia de la izquierda. Ahora si el Triunfo
se produce organizándose “desde abajo” – el pueblo
organizado – y si NO tienes un Programa de Gobierno,
serio, responsable, producto de largas reuniones democráticas con las “bases”
y las dirigencias de la Sociedad Civil – sindicatos, gremios, colectivos,
Colegios Profesionales, Medios de Comunicación, Juventud, Campesinos, etc.
Incluso, sí tenemos un “Programa de Gobierno” producto de una élite
política y sus amigos – ejemplo en Perú Elecciones
Generales del 2011, segunda Vuelta Electoral. El Programa de
la Gran Transformación – producto de grandes y sacrificados
esfuerzos de la Dirigencia, la Intelectualidad Militante y las dirigencias de
base – con este Programa se ganó la primera Vuelta. Para las Elecciones
de segunda vuelta o “El BALOTAJE”– con la finalidad de asegurar el “triunfo”, se
tendieron puentes y “alianzas” políticas” a condición de “cambiar” –
renunciar al “Programa de la Gran Transformación” y convertirlo en el Programa “conciliador
“La Hoja de Ruta”
cambio 180 grados. Al final 5 Años perdidos, 5 años
traicionados a los grandes intereses y reivindicaciones del Pueblo Peruano.
Pero tenemos más ejemplos, caso de Brasil, Ecuador.,
Argentina, Uruguay – excepción Venezuela
y Bolivia. Que después es víctima de un criminal “golpe de estado”. –
gana la Izquierda,
con organizaciones “desde abajo”, pero con Programa de Gobierno –
se enfrenta a la derecha, lo derrota hasta dos veces – sin embargo ocurrió,
algo trágico y lamentable, el Gobierno de Izquierda, NO ha sido capaz de construir un “Partido Político” con
una Dirección Centralizada, Liderazgo Democrático
y Comunitario, Participación Activa de
la Población en las grandes decisiones políticas, con la finalidad –
en una oscura, desesperante, ilusa irrealidad, para los mequetrefes vividores
de la seudo democracia – NO tocar, NO mover los intereses del ESTADO
– - lo respetaron de manera absoluta, sabiendo que en esos tiempos políticos el
Estado había sido reducido al mínimo, y “reinaba” el libre mercado” EL PODER DE PODERES
– “no fue tocado ni con el pétalo de una flor”. al final desde PALACIO,
el presidente y su “élite gobernante – en el menor de los casos - implementan
“POLÍTICAS SOCIALES”, tiempo después reconocidas como exitosas,
progresistas, a nivel mundial – solucionan la pobreza de grandes porcentajes
de familias en pobreza y extrema pobreza, - significativos avances en
los Derechos Sociales el Pueblo – Educación, Salud, Pensiones, etc – Derechos laborales de
los Trabajadores, etc. QUE BUEN GOBIERNO de la IZQUIERDA DEMOCRÁTICA
en América Latina, en el siglo XXI. Nuevos proceso Electorales- Argentina,
Ecuador, Brasil, Uruguay, la “Nueva derecha político-empresarial, Argentina 2015 hasta
sectores fascistas, Brasil 2018, hasta traidores y venenosos al
servicio del imperio, Ecuador. Y Chile, lo peor de lo peor y últimamente
Uruguay. LA TRAICIÓN ES MUY FUERTE,
y abre heridas muy profundas en el Pueblo. El Pueblo sufre en directo y encima
la “santa alianza” de poderes demuestran que durante el gobierno de la “Izquierda Democrática”, se
ha producido una “verdadera Traición”, porque sus principales
dirigentes – salvo excepciones muy valiosas – han sido verdaderos
militantes NO de la “Revolución Democrática”, pero SÍ
de la CORRUPCIÓN.
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¿PUEDE LA IZQUIERDA GANAR UNA ELECCIÓN
SIN PUEBLO ORGANIZADO?
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Hugo Moldiz Mercado |29/04/2020| Opinión.
Rebelión miércoles 29 de abril del 2029.
¿De qué forma la izquierda
tiene posibilidades de triunfar en las elecciones democrático representativas
(burguesas)? ¿es una eficiente
y efectiva estrategia electoral, al margen de la relación de fuerzas entre
clases dominantes y clases subalternas, lo predominante, incluso único, para
que una candidatura de izquierda sea capaz de seducir a un alto
porcentaje de la población y coronarse como fórmula ganadora? ¿es una estrategia
política general, con su correlato político-electoral, que construye “desde abajo” una
relación de fuerzas favorable en la lucha social, para luego traducirla
en votación mayor a la recibida por los candidatos de derecha, lo que conduce a
una victoria político-electoral?
Es evidente que se puede reflexionar mucho respecto
de cada una de las preguntas formuladas. Incluso, se pueden incorporar otras
interrogantes en la misma dirección y volver el tema aún más complejo.
Empero, con el riesgo de aparecer muy simple, ensayemos algunos criterios.
El primero es que las formas de hacer política electoral están
en dependencia de la situación política general de la época. Hay una íntima relación entre las características
políticas de un determinado período histórico general y las
características de una coyuntura electoral específica. Una correcta
estrategia electoral que haga abstracción de los rasgos políticos del
período y la coyuntura, por muy seductora que se presente ante los ojos y
oídos de la gente, no dará mecánicamente el resultado que se espera: el triunfo. Por
el contrario, una estrategia electoral que se base en el pueblo convertido
en fuerza social y con presencia territorial efectiva, será capaz de
seducir y atraer a varias fracciones de la pequeña burguesía y a otros
sectores atrasados del campo popular a inclinarse por un candidato de
izquierda.
Segundo, es
verdad que las condiciones y las herramientas existentes en esta segunda
década del siglo XXI son distintas, incluso radicalmente distintas, de las
condiciones y las herramientas que la izquierda
desarrolló y utilizó para conquistar triunfos electorales, primero,
e instalar gobiernos de su corte ideológico-político a fines del siglo XX y
principios del siglo XXI, después. No hay duda que el papel de los medios
de comunicación y las redes sociales –como aparatos ideológicos de Estado- tienen cada vez un mayor grado de
influencia en la configuración de resultados electorales, pero si es o no
predominante depende del tipo de formación social, del carácter de la confrontación
clasista del momento y de la naturaleza de las estrategias políticas de los
actores.
Pero ni el primer y segundo criterio (formas de participación electoral, de una parte,
y condiciones y herramientas, de otra), modifican en el fondo el aspecto
principal de la democracia representativa que, a partir del fetiche de “un ciudadano, un voto”, está
estructurada, por lo general, para asegurar en el largo plazo la reproducción
del tipo de Estado capitalista. Salvo una determinada autonomía
relativa del Estado respecto de sus clases dominantes, en momentos de
crisis general, la izquierda puede hacerse del gobierno, aunque previamente
construyendo desde “abajo” una relación de fuerzas sociales y políticas
favorables.
A partir de estas dos consideraciones es bueno
apuntar que, por regla general, la izquierda
ha resultado ganadora de competencias electorales cuando su estrategia
electoral ha logrado asentarse o expresar la tendencia de disponibilidad
social de las clases subalternas. Es decir, de construir y condensar a
través suyo un estado de ánimo y subjetividad presentes de una mayoría
social que está indispuesta, por diversas razones, con el gobierno de
turno, y que se inclina por el cambio a través de una opción contestaría al
estado actual de situación. Es cuando se hace que la crisis general o
incluso la indisposición con el gobierno de turno se incline de lado de un proyecto popular. Es decir, no es solo los
atributos del candidato lo que gana a la mayor parte de los electores sino,
sobre todo, cuando ese candidato o partido sintetiza el “sentido común”
de lo que la gente quiere y por lo que está peleando en ese momento.
Ahora bien, ese “sentido común” no surge
espontáneamente, más aún cuando la mayor parte del sistema estatal
(aparato represivo y aparatos ideológicos de Estado) están en contra de una
candidatura de izquierda. Es más bien el resultado
de una paciente y hábil construcción de relaciones de fuerza favorables al
cambio. Para eso es necesario una dirección consiente. Es cuando, sin
dejar las técnicas modernas de inducción al voto, se va articulando en un
solo gran tejido, fuerte y vigoroso, los tejidos sociales fragmentados. Las
opciones de derecha tienen en una campaña de marketing
electoral, por lo demás siempre costosa, la forma predominante para ganar
una elección, pues el conjunto de los aparatos de Estado
(represivos e ideológicos) trabajan para su beneficio. Pero la izquierda, aún sea reformista, está obligada a
encontrar, en la fuerza organizada del pueblo la fuente principal de su
estrategia, su táctica y sus herramientas de triunfo. Es más, aún la izquierda obtuviera un triunfo electoral producto
de un alto nivel de rechazo de la población a los partidos de la
derecha, debido a una crisis generalizada sin precedentes (crisis
ideológica de las clases y fracciones del bloque en el poder), su grado de
estabilidad y las posibilidades de profundizar sus medidas
gubernamentales serán muy limitadas para enfrentar los desafíos de mediano y
largo plazo si no cuenta con el pueblo organizado como fuerza social.
¿Eso quiere decir que la izquierda
debe abandonar el empleo de técnicas modernas, como las redes sociales, para encarar una competencia
electoral? No, no significa eso. Las fuerzas progresistas y de izquierda la deben usar al máximo, pero deben
estar convencidas y no llamarse al “autoengaño” de que su hipotética
victoria se debió a otras causas más grandes. Solo los ingenuos o a los que
desconocen las leyes de funcionamiento de la política son proclives a
ser engañados por ciertos técnicos o asesores electorales de pacotilla que se
arrogan la victoria de un candidato de izquierda. De hecho, una medición del nivel de impacto de la
batalla en las redes sociales mostrará que las mayores beneficiadas son
las alternativas de derecha. El trabajo territorial, el trabajo de base,
para organizar al pueblo y disponerlo a una batalla victoriosa
que se traducirá en voto nunca será sustituido por las formas de incidencia
política “desde arriba”. Esas técnicas complementan, sí, pero no
sustituyen a la conciencia y organización hecha fuerza material.
Para eso, quizá sea bueno diferenciar, como lo
hiciera René Zavaleta, entre la democracia como una mera
agregación de votos y la democracia como autodeterminación. La suma
de votos en la democracia representativa puede dar el gobierno, pero no
sentar las bases para la construcción de un poder distinto al existente.
Eso implica que un triunfo dentro de la democracia representativa
para la derecha está en su condición de posibilidad, pues no altera en
nada las relaciones de poder vigentes. Pero para la izquierda es
insuficiente, pues se supone que desea la construcción un poder distinto
al capitalista. Para que la izquierda
triunfe en elecciones de la democracia representativa, primero debe
constituirse como dirección de la sociedad, y eso solo es posible
cuando el pueblo se convierte en sujeto histórico que instala su “sentido
común” como predominante ante los demás.
En síntesis, no es “desde arriba” que la izquierda gana las elecciones con el solo uso de las técnicas modernas de
incidencia política, sino, sobre todo, con la capacidad de constituirse “desde abajo” como referencia política y como parte
del sujeto histórico. La izquierda gana
elecciones no por el solo carisma de un candidato, que es importante pero
insuficiente, sino por el provecho que le arranca a ese espacio de democracia
representativa, que no es el suyo, para construirse como poder (hegemonía
traducida en práctica política) antes de ser
gobierno. Esas son las lecciones de la historia y ese es el desafío de la hora
presente.
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