“Estados Unidos es
la única potencia que posee flotas de guerra en todos los mares y océanos del
mundo, 800 bases militares en los cinco continentes y la capacidad
técnica, logística y militar de asestar golpes donde lo señale su “dedo
divino”. Por ello, resulta patético escuchar las declaraciones alarmistas
de los jerarcas políticos y militares estadounidenses, cuando tratan de acusar
a Rusia de ampliar su presencia
militar en el mundo. El ataque a Serbia, en la década de los noventa
del siglo XX, las agresiones contra Libia,
Siria, sus políticas sancionatorias contra Venezuela, Cuba, la República
Islámica de Irán, han servido para que Washington demuestre su
absoluto desprecio por las leyes internacionales”.
“Un actuar que
permite catalogar a Estados Unidos como un violador del derecho internacional, con
acusaciones de crímenes de lesa humanidad y que, en la actual situación,
prevalece el terrorismo médico. Acusación esgrimida por las autoridades iraníes,
ante su política de máxima presión contra la nación persa, impidiendo
una lucha efectiva contra el Covid-19 al impedirle comprar kits de prueba de coronavirus,
acceso a equipamiento médico e incluso fondos previstos por
organismo financieros internacionales. Ocho países, entre ellos China y Rusia en una carta enviada al secretario
general de la ONU advirtieron sobre el impacto negativo de las sanciones
en los esfuerzos internacionales destinados a contener el virus mortal.
La conducta estadounidense tiene la pretensión invariable de dar una “lección”
a quien osa desobedecer sus órdenes. Por ello, el llamado desde la trinchera
anti-estadounidense es crear un frente común que destruya este unilateralismo, que tanto daño le hace al mundo”.
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GLOBALIZACIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA
(PARTE II)
Pablo Jofré Leal.
Telesur jueves 16 de abril del 2020.
Me preguntaba, en la primera parte de este trabajo
¿quién gobierna en este mundo?...con certeza y en primer lugar los mercados
financieros de Estados Unidos, Japón y la Europa de los 28, que representan el
primer poder.
Siguen al poder mencionado, las corporaciones
internacionales (1) en esta época, principalmente tecnológicas, ayudadas en
ello por sus empresas mediáticas (donde la presencia sionista en mayoritaria) y
que tienen la capacidad de construir los mecanismos que manipulan y crean una
realidad acorde con las necesidades de esos mercados financieros globales. Todo
ello marcado por la supremacía de los Estados Unidos, que ha dominado durante
los últimos 30 años el planeta, en todos los campos propios en que establece su
señorío una hiperpotencia, vigorizada con la derrota de su anterior enemigo.
Aunque, tengamos presente, que desde hace un lustro a la fecha, ese dominio es
retado por la presencia de la República Popular China, la Federación Rusa y
poderes emergentes, incómodos en este traje de fuerza llamado globalización.
Una globalización con características bien definidas:
1.Preeminencia en el campo político, donde su
actuar hegemónico sustituyó el papel que la comunidad internacional había
depositado en la Organización de las Naciones Unidas a partir del año 1945
2.En el ámbito económico y financiero, capaces de
competir y aventajar, incluso a un bloque amplio de países como la Unión
Europea, conformada por 28 miembros. La ventaja es también con relación a Japón
y su natural área de influencia en Asia Oriental. Insisto, con la relevante
presencia de China como referente económico internacional.
3.En el aspecto tecnológico, predominando sin contrapeso
en Internet. Poseen las principales industrias tecnológicas (partes de esta
“Nueva Economía”) que sustituyó en volumen de capitalización bursátil, a la
economía tradicional. Estados Unidos suele reservar un aparente “derecho” a
proteger su sector tecnológico esgrimiendo para ello, razones de seguridad.
Pero los “otros”, que es hablar de nosotros, estamos sujetos tanto a su
espionaje y control tecnológico, presiones económicas, como lo demuestra las
sanciones a China y sus industrias tecnológicas como fue el caso de la empresa
Huawei.
La MacDonalización, como parte de la globalización Cultural .
***
4.En el plano político cultural, la
MacDonalización(2) representa la expansión del modelo de vida y la cosmovisión
estadounidense, ayudada exitosamente con el dominio que ejerce en el campo
audiovisual – con capitales propiedad de grupos sionistas que vinculan esa
visión de mundo a los intereses de esta ideología -. Recordemos que ha existido
todo un proceso de concretar este dominio cultural a través de diversos hitos:
la victoria de la industria cinematográfica de Hollywood en la fase final de la
Ronda Uruguay del GATT en el año 1992.
En esos encuentros, la vieja Europa, se sometió a
las exigencias de los Estados Unidos, que evitó un reforzamiento de lo que el
Imperio denomina “Medidas Restrictivas” con relación a la idea de tener cuotas
de pantalla para obras nacionales. Ligaron lo audiovisual al desarrollo de
nuevos servicios de comunicación y telecomunicaciones – desregulándolos –
Permitió, igualmente la alianza de inversiones estadounidenses en Europa.
Una superioridad que se expresó y tejió, en estos
30 años, bajo el argumento del Nuevo Orden Mundial. En dos campos de batalla:
el Acuerdo Multilateral de Inversiones – AMI –como en la Organización Mundial
de Propiedad Intelectual– OMPI – en que Estados Unidos hizo prevalecer el
Copyright sobre el derecho moral de la creación y en todos aquellos encuentros
de organismos internacionales. Allí, se impone la visión estadounidense o
amenaza con retirarse como ha sucedido con la Corte Penal internacional, la
UNESCO, no cumplir los acuerdos firmados como es el Plan Integral de Acción
Conjunta (JCPOA por sus siglas en inglés) su abandono del Tratado INF (sobre
misiles de corto y mediano alcance con carga nuclear) con Rusia, entre otras
acciones frente a su decisión de llevar adelante contra viento y marea su
política imperial.
5.En el plano militar, sólo la consideración del
nivel de su presupuesto, que autorizó el congreso estadounidense en el año
fiscal 2019 - más de 730.000 millones de dólares - permite visualizar la
envergadura de su poder nuclear, convencional, nuevas líneas de investigación,
armas biológicas y químicas (donde perfectamente podemos ubicar al Covid-19) y
la intervención en amplias regiones del mundo. Comenzando a partir del año 1991
en Irak, posteriormente en Serbia, Afganistán, nuevamente Irak el año 2003 y su
estrategia del caos premeditado, que ha tenido su expresión práctica nuevamente
en Irak a partir del año 2003, la invasión a Libia, el apoyo a grupos
terroristas en la guerra de agresión contra Siria a partir del año 2011. El
sostén permanente al sionismo en su política de colonización y ocupación de
Palestina. La complicidad en la agresión a Yemen y las políticas de sanciones,
bloqueos y embargos contra Cuba, Corea del Norte, Venezuela, Federación Rusa y
la República Islámica de Irán.
Estados Unidos es la única potencia que posee
flotas de guerra en todos los mares y océanos del mundo, 800 bases militares en
los cinco continentes y la capacidad técnica, logística y militar de asestar
golpes donde lo señale su “dedo divino”. Por ello, resulta patético escuchar
las declaraciones alarmistas de los jerarcas políticos y militares
estadounidenses, cuando tratan de acusar a Rusia de ampliar su presencia
militar en el mundo. El ataque a Serbia, en la década de los noventa del siglo
XX, las agresiones contra Libia, Siria, sus políticas sancionatorias contra
Venezuela, Cuba, la República Islámica de Irán, han servido para que Washington
demuestre su absoluto desprecio por las leyes internacionales.
Un actuar que permite catalogar a Estados Unidos
como un violador del derecho internacional, con acusaciones de crímenes de lesa
humanidad y que en la actual situación, prevalece el terrorismo médico.
Acusación esgrimida por las autoridades iraníes, ante su política de máxima
presión contra la nación persa, impidiendo una lucha efectiva contra el
Covid-19 al impedirle comprar kits de prueba de coronavirus, acceso a
equipamiento médico e incluso fondos previstos por organismo financieros
internacionales. Ocho países, entre ellos China y Rusia en una carta enviada al
secretario general de la ONU advirtieron sobre el impacto negativo de las
sanciones en los esfuerzos internacionales destinados a contener el virus
mortal. La conducta estadounidense tiene la pretensión invariable de dar una
“lección” a quien osa desobedecer sus órdenes. Por ello, el llamado desde
la trinchera anti-estadounidense es crear un frente común que destruya este
unilateralismo, que tanto daño le hace al mundo.
Esta realidad, que tanto daño genera en el mundo,
está siendo cuestionada con un catalizador inesperado, que surge desde el campo
de las enfermedades: el Covid-19, que está remeciendo las estructuras
políticas, económica y sociales del mundo. Una pandemia que ha hecho resurgir,
como nunca antes, conceptos como el de solidaridad, cooperación, fin de las
sanciones contra aquellos que los grandes poderes han sometido a apremios que
contribuyen a una catástrofe humanitaria. Una pandemia que pone en entredicho esta
globalización donde la desregulación ha sido su signo predominante. Una
globalización que ha servido para hacer del mundo un terreno fácilmente
contagiable, que ha visibilizado también la debilidad de aquellos países que
han minimizado sus sistemas sanitarios, en función de la privatización, que
convierte un derecho social, en una mera mercancía.
El Virus Covid-19 está carcomiendo las estructuras
internas del capitalismo, mostrando sus debilidades, develando la profunda
inequidad entre aquellos que pueden soportar una pandemia en su opulencia y
aquellos que quedan en la desprotección, en la carestía, sin trabajos,
sometidos a los vaivenes y decisiones de gobiernos más centrados en defender
las superestructuras, el mercado, al empresario global que a sus ciudadanos. Un
modelo capitalista que debe ser combatido con la misma fuerza con que se
acomete a este virus mortal. Incluso, la directora gerente del FMI, Kristalina
Georgieva, se ha visto obligada a mencionar que los costos humanos de la
pandemia del coronavirus ya son inconmensurables y es preciso que todos los
países trabajen en colaboración, para proteger a la gente y limitar el daño
económico.
Este es el momento de actuar con solidaridad,
suelen repetir los dirigentes en el planeta. Palabras, que hasta hora dejan
fuera a países como Venezuela e Irán pues las directrices criminales del
gobierno de Trump, por ejemplo, se niegan a ir en apoyo internacional a estos
dos países, en un claro crimen de lesa humanidad. Combatir al Covid-19 pone en
acción a nuestras sociedades, sacando lo peor y lo mejor del ser humano y
poniendo en entredicho la forma que hemos conducido nuestro planeta en las
últimas décadas. Este patógeno de la familia de los Coronavirus genera cientos
de miles de contagiados, decenas de miles de muertos y una hecatombe
financiera. En una pandemia que no tiene fecha de término y que ha situado hoy,
como primero en la lista de contagiados, a Estados unidos que además suma miles
de muertos que crecen en forma exponencial.
Estamos en crisis, pero distinta a las que hemos
vivido en este Siglo XXI. Como aquella a inicios del nuevo milenio, la
denominada dot com (punto com) relacionada a la burbuja especulativa con las
empresas vinculadas a internet. Diferente a la crisis financiera global del año
2008, desatada en virtud de la burbuja inmobiliaria, que había comenzado en
Estados Unidos el año 2006 y que terminó de explotar en octubre del año 2007
originando una profunda recesión durante gran parte del año siguiente. Hoy, el
agente catalizador, el patógeno es distinto, se llama covid-19 mostrando la
enorme fragilidad de todo el sistema económico en que nos asentamos
Una crisis pandémica, política, económica,
sanitaria que nos obliga a repensar el mundo que se nos viene. Con una
característica común a todas las crisis mencionadas: será el Estado quien
nuevamente está salvando a los países, a las empresas, incluyendo a aquellas
que suelen atacar ese estado en épocas de vacas gordas. Ese Estado que sale
nuevamente al rescate de las economías, incluso de aquellos países donde sus
clases dominantes los maldicen. El Covid -19 está cambiado los dogmas
imperantes, ha mostrado que sin servicios sanitarios públicos fuertes, la
muerte se ve más cercana. Los europeos extrañan ese estado de bienestar, que
sus castas políticas han deteriorado. Las discusiones hoy parecen propias
de defensores del estatismo, conceptos como fin de los ajustes fiscales,
establecer salarios dignos garantizados, incluso nacionalizar aquello que la
marea privatizadora permitió enriquecer a algunos pocos se están imponiendo en
la agenda política.
La experiencia histórica de los países afectados
por las políticas del FMI nos conduce a la conclusión (en base a la experiencia
empírica) que el número de víctimas del neoliberalismo es y será, indudablemente,
millones de veces mayor que el de las víctimas del Covid-19, lo que indica
entonces, pasada esta batalla coyuntural a enfocar nuestros esfuerzos en la
definitiva derrota de este capitalismo brutal, que tambaleaba y que una
sintomatología de dolores de cabeza, fiebres, tos seca y problemas
respiratorios parece haber sido el arma que marcará su definitiva derrota. Para
ello es necesaria la solidaridad, recuperar una humanidad perdida en el
trasiego del individualismo, de un modelo de sociedad que desprecia lo social
en función del éxito particular. Esta crisis pandémica puede ser un paso firme
en aras de cambiar este único mundo que poseemos y matar de una vez este virus
llamado capitalismo.
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