“Se habla de fandemia: es la
información que hace del mundo una caverna, porque circulan
noticias falsas en todos los niveles y como todo es posible ahora, son
todavía más poderosas las noticias falsas. Informativamente, vivimos
hace muchas décadas en cuarentena. Tenemos que cuidarnos de los otros,
de nosotros mismos y de lo que escuchamos. El otro día circuló un afiche cuyo
texto no sé de quién es, pero aplica: “No creas todo
lo que piensas”. Hubo cacerolas
también en España, y circuló ese video en el que un pibe con una
remera cristinista daba un discurso impecable desde su balcón. Esa gente
caceroleaba en España porque el gobierno, tarde, ha tomado medidas
que hace entrar a España en el modo racional y recomendado por la
comunidad científica frente a la pandemia. Pero además se habían
tomado medidas económicas de salvataje, esta vez no de los bancos,
como en 2009, sino de los inquilinos y de los
trabajadores en cuarentena. Y
protestaba, esa gente, porque es franquista o del PP, que destruyó el
aparato sanitario español. Y protestaba en medio de los muertos, que
incluso son los apolíticos. Bajeza, decía el pibe. Baja ralea, decía. Vergüenza de no poder inteligir que no es momento para hacer
las cuentas del almacén, en pleno terremoto”.
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NUEVOS CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD.
Es falso el versus economía o vida.
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La
crisis económica será quizá la peor de todas. Hacia qué lado el mundo cambie,
tendrá que ver con cuántas personas son capaces de comprender su época, que es
la que implosionó.
Sandra Russo.
Página/12 domingo 12 de abril del 2020.
Hace
largos meses, cuando en la agenda mundial se agregaba el cambio climático y la
inminente megaextinción de especies, el filósofo italiano Franco Berardi dijo
una frase que la pandemia trae, como una botella que rueda en la arena saliendo
del mar. Dijo: “El capitalismo ha muerto, pero estamos viviendo adentro
de su cadáver”.
Los
lectores de las épocas que les tocan suelen tener esos aciertos que de tan
afilados permanecen de base para otras generaciones, porque captan no una
característica, sino una dinámica. Como Jauretche y tantos otros. No ven
la foto en una revista: miran el movimiento de la vida y las emociones que la
envuelven. Y cada vez hacen más falta esas linternas, porque lo que ha
pasado con la información es un apagón, y hemos vuelto a una caverna. El
mundo ya era difícil de comprender cuando sobrevino este desastre cuyo origen
sigue en estudio. Aumentaron las fuentes que abren la posibilidad de que finalmente
no haya sigo el murciélago, sino que se haya originado más al sur, en
zonas de agricultura industrial intensificada.
Se
habla de fandemia:
es la información que hace del mundo una caverna, porque circulan
noticias falsas en todos los niveles y como todo es posible ahora, son
todavía más poderosas las noticias falsas. Informativamente, vivimos
hace muchas décadas en cuarentena. Tenemos que cuidarnos de los otros,
de nosotros mismos y de lo que escuchamos. El otro día circuló un afiche cuyo
texto no sé de quién es, pero aplica: “No creas todo lo que piensas”.
Hubo cacerolas también en España, y circuló
ese video en el que un pibe con una remera cristinista daba un discurso
impecable desde su balcón. Esa gente caceroleaba en España porque el
gobierno, tarde, ha tomado medidas que hace entrar a España en el
modo racional y recomendado por la comunidad científica frente a la pandemia.
Pero además se habían tomado medidas económicas de salvataje,
esta vez no de los bancos, como en 2009, sino de los inquilinos y
de los trabajadores en cuarentena. Y protestaba, esa gente, porque es
franquista o del PP, que destruyó el aparato
sanitario español. Y protestaba en medio de los muertos, que incluso
son los apolíticos. Bajeza, decía el pibe. Baja ralea, decía. Vergüenza
de no poder inteligir que no es momento para hacer las cuentas del almacén, en
pleno terremoto.
En
Brasil, la Asociación Brasileña de Juristas por la Democracia (ABJD) denunció
formalmente a Jair Bolsonaro ante la Corte Penal Internacional, por
considerar que sus políticas están poniendo en riesgo la vida de la población
brasileña. “Por acción u omisión, Bolsonaro pone la vida de la población en riesgo,
perpetra crímenes que exigen la actuación de la Corte Penal Internacional
para proteger la vida de miles de personas”, reza un párrafo acusatorio de
un presidente que quiere echar a su ministro de Salud porque prefiere
fingir que le cree más a su pastor. Los neopentecostales están
pidiendo campos de concentración para los infectados.
Y
es interesante comenzar a mirar las políticas anticuarentena, que son las que adoptaron
los países cuyos mandantes son los mercados y no la política
representativa de la totalidad de la población, como
crímenes contra la humanidad. Porque
lo son. Porque tienen distintos matices y escalas diferentes, pero en cada país
en el que se privilegió la economía por sobre la vida de las personas,
forman un mapa. Un mapa del mercado apretando para todo lo que
está parado vuelva a funcionar, necia, extemporáneamente, porque el mercado
no soporta la abstinencia de ganancia extraordinaria, pero hay que darle
metadona.
Y
ahí están los muertos pudriéndose en las calles de Guayaquil, con un Lenin
Moreno cuya primera reacción ante la pandemia fue un recorte a sanidad, y la segunda mandar
paramilitares a la frontera con Venezuela. Y está Trump
pensando en enterrar los muertos en los parques, y pensando en
ataques a otros países. Y Boris Johnson en terapia intensiva, después de haber bufarronado
sobre el virus. ¿De qué
primer mundo estamos hablando? Si lo que vemos también en el ombligo
del poder son bananas.
Todo
cambió por mucho tiempo, porque la crisis económica será quizá la peor de todas, peor que la del '30. Hacia qué lado cambie, tendrá que
ver con cuántas personas son capaces de comprender su época, que es la que
implosionó. Los Estados que estaban tan poco unidos se ven forzados
a pelear por respiradores, porque el Estado federal no los compró
para una distribución racional. Hasta eso ha quedado en manos del mercado.
Por
eso es falso el versus economía o vida. A quién le cabe en la cabeza. Lo único que se
debería estar pensando en los sectores que presionan, aunque ellos también
pueden morir, es cómo hacer para sumarse a la solución
de la crisis. Lo contrario es condenar a millones y
empieza a tomar forma de crimen masivo. Eso debería ser penado como
un crimen contra la humanidad. No cualquier política es una política. Algunas, las que incluyen
soluciones finales, son crímenes.
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