"Según
la Organización Internacional del Trabajo, 3.300 millones de personas ya están
siendo afectadas, de una u otra forma, por la crisis laboral. Mil
250 millones, es decir el 38% de la población
activa mundial, se ubica en sectores que viven una grave caída de la
producción, en particular el comercio al por menor, los servicios
de alojamiento y comidas y las industrias manufactureras.
"En
segundo nivel del impacto -más del 11 %- se
encuentran las artes, entretenimientos, recreación, transporte, información y
comunicación. Entre los sectores por el momento menos golpeados por el desempleo
están la salud, educación, servicios públicos esenciales, administración
pública y defensa, así como la agricultura y ganadería. En tanto la
construcción, minería, seguros y actividades financieras están siendo
medianamente afectadas a nivel mundial.
"La
alarma suena con respecto a los trabajadores de la economía informal,
que representan en su totalidad unos 2.000
millones de personas, la mayoría en países emergentes y en desarrollo de
ingreso bajo y mediano. Con el agravante que, en general, carecen de
protección básica, de cobertura de seguridad social, de atención médica y, en
caso de enfermedad, de sustitución de ingresos".
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PARA SER TRABAJADOR ES NECESARIO TENER
TRABAJO, ¿UN DERECHO EN EXTINCIÓN?
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Aram Aharonian |30/04/2020 | Opinión.
Rebelión jueves 30 de abril del 2020.
Este
primero de mayo, trabajadores y militantes gremiales, populares, campesinos,
indígenas y sindicales, estarán junto a los que menos tienen, garantizándoles
al menos un plato de comida, con sus ollas populares y solidaridad, en
medios de la crisis que se desnudó con la pandemia del COVID-19, pero
que generaron las políticas de ajuste de los gobiernos neoliberales de la
región.
Quizá
esa sea la mejor forma de festejar o conmemorar el Día del Trabajador en
ésta, la región más desigual del mundo, en momentos en que el trabajo
escasea y amenaza con ser un derecho humano casi en extinción, abriendo
enormes signos de interrogación en las grandes mayorías de nuestros pueblos.
No
hay trabajo. No hay salud ni alimentación. Trapos rojos en las
ciudades y villorrios colombianos dan cuenta del reclamo de solidaridad de la
gente, excluida por el gobierno ultraderechista de Iván Duque, que
grita “tenemos hambre”. Cientos de cajones y cadáveres abandonados en
las calles de Guayaquil, cacerolazos en Ecuador, en Chile, en Brasil. El
reclamo es, quizá, el mismo de hace más de 15 décadas: pan, paz y trabajo.
Miles
de peruanos recorren cientos de quilómetros por las
carreteras principales del país, abandonando Lima
y otras grandes ciudades donde hasta hace poco subsistían, para retornar
a sus pueblos andinos en busca del sustento de la tierra que el Estado les
niega.
Los mártires, el
mundo de hoy y el que vendrá
En
(casi) todo el mundo, cada primero de mayo se conmemora el Día Internacional del Trabajador, en
homenaje a los «Mártires de Chicago», así denominado un grupo de sindicalistas anarquistas
que fueron ejecutados en 1886 en Estados Unidos por realizar un reclamo
por una jornada laboral de ocho horas.
En
EEUU, sin embargo, se festeja el Día del Trabajo, el
primer lunes de setiembre, en homenaje a los
Caballeros del Trabajo y para que el pueblo olvidara las
reivindicaciones de Chicago.
En
nuestra región se abre una nueva fase de desarrollo de las relaciones de
trabajo, en la cual el impacto del desempleo, el subempleo y
el recorte salarial de amplios sectores, demanda nuevas soluciones
económicas, sociales y legales, de previsiones inéditas. La pandemia mundial
ha alterado tanto ese debate como el panorama histórico de los derechos
laborales.
Los
derechos laborales “clásicos”, nacidos prácticamente hace
un siglo, han quedado rebasados en las actuales circunstancias
latinoamericanas.
Veamos
que nos dicen los estudios de los expertos. En lo que va del año, el 81 % de la fuerza de trabajo mundial –más de 2.700
millones de trabajadores/as— padece de desempleo total o parcial. De
continuar esta tendencia, en el segundo semestre del año la reducción del empleo
golpeará a 195 millones de trabajadores/as a tiempo completo, con una jornada
laboral de 48 horas semanales.
Según
la Organización Internacional del Trabajo, 3.300 millones de personas ya están
siendo afectadas, de una u otra forma, por la crisis laboral. Mil
250 millones, es decir el 38% de la población
activa mundial, se ubica en sectores que viven una grave caída de la
producción, en particular el comercio al por menor, los servicios
de alojamiento y comidas y las industrias manufactureras.
En
segundo nivel del impacto -más del 11 %- se
encuentran las artes, entretenimientos, recreación, transporte, información y
comunicación. Entre los sectores por el momento menos golpeados por el desempleo
están la salud, educación, servicios públicos esenciales, administración
pública y defensa, así como la agricultura y ganadería. En tanto la
construcción, minería, seguros y actividades financieras están siendo
medianamente afectadas a nivel mundial.
La
alarma suena con respecto a los trabajadores de la economía informal,
que representan en su totalidad unos 2.000
millones de personas, la mayoría en países emergentes y en desarrollo de
ingreso bajo y mediano. Con el agravante que, en general, carecen de
protección básica, de cobertura de seguridad social, de atención médica y, en
caso de enfermedad, de sustitución de ingresos.
Regiones
enteras, como Centroamérica o la América andina, dependen en gran medida de las
actividades informales. Éstas tienen, también, una fuerte
incidencia en las concentraciones urbanas
latinoamericanas, desde Buenos Aires hasta la ciudad de México,
pasando por Bogotá, Caracas, Lima o La Paz.
La
industria de las telecomunicaciones, en manos de cinco trasnacionales,
prospera gracias a la extracción de los datos personales y
la venta de predicciones sobre los comportamientos de los usuarios de
internet y redes sociales a quien pague por ellos. Las empresas (y
los gobiernos) comprendieron que para que aumenten los beneficios (financieros
y de manipulación del imaginario colectivo) se hacía necesario trata de
modificar las conductas humanas a gran escala.
Hoy
la mano de obra ya no está configurada por empleados que reciben un salario a
cambio de su trabajo, sino por usuarios de aplicaciones y
servicios gratuitos, satisfechos de adquirirlos a cambio de ceder sin
consentimiento a varias empresas un registro de sus experiencias vitales.
Se
calculaba, antes de la pandemia, que para 2030 se
necesitarán más de 600 millones puestos
laborales nuevos, solo para mantenerse a la par del crecimiento
demográfico. Eso equivale a unos 40 millones de empleos por año.
Simultáneamente
se hablaba de la necesidad de mejorar las condiciones de 780 millones de
mujeres y hombres que trabajan, pero no ganan lo suficiente para salir
de la pobreza de apenas dos dólares por día.
Este
año y tras la pandemia (que no se sabe cuándo se detendrá), el
Producto Interno Bruto de América Latina y el Caribe sufrirá una caída de 5,3% y el
número de pobres crecerá 4,4% y pasaría de los 186 millones en 2019
a 214,7 millones, casi 29 millones más, según el último informe de la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
La
tasa de desempleo en la región se ubicará en
torno al 11,5 %, un aumento de 3,4
puntos porcentuales respecto al nivel de 2019 (8,1%), alcanzando a
casi 38 millones de desempleados, 12 millones más que en 2019,
mientras que la pobreza extrema alcanzará al
13,5 % de los latinoamericanos, con un incremento de 16 millones de
personas.
Los
efectos del covid-19 generarán la recesión más grande que ha sufrido la
región desde 1914 y 1930. Se prevé un fuerte aumento
del desempleo con efectos negativos en pobreza y
desigualdad. Para la región es urgente acceder a recursos
financieros, con base en un apoyo flexible de los organismos financieros
multilaterales, acompañado de líneas de crédito a bajo costo, alivios del
servicio de la deuda y eventuales condonaciones de la misma, añadió el
organismo de Naciones Unidas.
Pandemia
aparte, hay temas relacionados con el futuro del trabajo
que afectan al presente y al futuro y en particular a los grupos
más vulnerables, como las mujeres, los migrantes, las comunidades rurales
y los pueblos indígenas.
En
el largo listado está el impacto sobre el empleo, el trabajo y las condiciones
laborales de las nuevas tecnologías. Pero también la
reducción del volumen del empleo (desempleo tecnológico), el
telempleo, el autoempleo, el emprendedurismo, la precarización tecnológica, el
uberismo.
Quedaron
en el tintero los debates sobre los movimientos sociales que agrupan a los
excluidos (¿un fenómeno transitorio producto de la crisis
capitalista?) y la relación con el sindicalismo;
sobre la propuesta de la renta básica, sobre el desplazamiento de la
regulación laboral a la comercial/civil.
O
hacia actividades laborales sin regulación alguna, y
sobre los desafíos para la organización y
representación sindical ante los
cambios del sistema de organización empresarial.
Como
ha sucedido históricamente en el movimiento obrero, las opciones son adaptación
o confrontación. Este Primero de
Mayo, pandemia mediante, no habrá grandes manifestaciones,
pero la lucha seguirá siendo la misma, la esperanza
de un mundo nuevo, necesario, imprescindible, para todas y todos, es la
bandera.
ARAM AHARONIAN:
Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de
Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA)
y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la) y susrysurtv.
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