“Tras la crisis
financiera de 2008, la Unión Europea comandada por Alemania impuso la
política de AUSTERIDAD a los países del sur de la zona euro altamente
endeudados. Lo cual implicó, para estas naciones, una larga
estela de medidas neoliberales de sus gobiernos. Que, vale señalar, eran en
ese entonces casi todos de derecha; y por tanto no se les hizo difícil, ni
en lo ideológico ni de cara a sus bases sociales, implementar aquellas
políticas. Sin embargo, la puesta en marcha de la
austeridad como modelo de gestión
estatal y narrativa europea oficial, significó para España, Italia, Grecia,
Portugal y otros, la reducción de lo público en aras del ideal de
crecimiento y “estabilidad” más adelante. Es decir, la disciplina
fiscal, reduciendo el Estado a su mínima expresión mediante
privatizaciones y concesión de funciones, en pos de la “eficiencia”.
Siendo lo privado, en el marco del sentido común que orientaba esa visión,
mejor que lo público. Así, en España, por ejemplo, la inversión en sanidad respecto al PIB pasó de 6,7% en 2009 a
5,9% en este 2020. Según el investigador británico David Stukler,
180 mil españoles perdieron acceso a atención médica preventiva como
consecuencia de esos recortes. Otro ejemplo de la gravedad de esa política es
que, en la Comunidad de Madrid, de la mano de gobiernos del
conservador Partido Popular, se eliminaron sobre tres mil camas
en hospitales públicos".
"En Italia, de su lado,
los datos son aún más dramáticos. En este país llevan más de una década con gobiernos
de derecha que asumieron la austeridad a raja tabla. “Un informe
publicado el año pasado por la fundación Gimbe considera que, en la última
década, el sistema de salud público ha recibido un tijeretazo de 37.000
millones de euros en su financiación. El número de trabajadores
indefinidos en el sector público se ha reducido en más de 42.000 personas
mientras se cerraban hospitales por toda Italia.
El número de camas hospitalarias por cada 1.000 habitantes ha caído así
hasta las 3,2, frente a una media europea de 5”.
"LA AUSTERIDAD
impuesta a estos dos países -que a la sazón hoy registran los datos más
espeluznantes sobre muertes a raíz de la covid-19- se dio en el marco de
una dinámica de relaciones de poder a lo interno de la Unión Europea
donde Alemania, desde su banca pública y privada, dictaba las pautas
fiscales y económicas al resto de sus socios europeos. Una Alemania que,
en tanto motor económico de la zona euro por su productividad
exportadora y crecimiento sostenido, se erigió en el poder real del euro
más allá de la institucionalidad formal en Bruselas.
Donde entonces, según los intereses alemanes es que se timonea el barco
europeo. Y, asimismo, los países del norte comenzaron a hacer bloque con los
alemanes para “disciplinar” los del sur. En ese contexto, se instauró un quiebre entre el sur y norte
europeo".
"Lo cual debemos ver en
perspectiva histórica. Esto es, el norte europeo de la ética protestante
de Weber ejerciendo colonialismo interno
respecto al sur “indisciplinado” (es decir, menos “civilizado”).
Esa lógica de colonialidad interna, colocada en claves civilizaciones de
la modernidad (la línea ascendente hacia el progreso que unos alcanzan primero
por ser más “civilizados/disciplinados”) rompió por dentro el modelo
comunitario europeo. El cual, para que tenga sentido histórico e incluso
económico, debe operar hacia la reducción de las asimetrías y no a
exacerbarlas. Que es lo que la Amenia de Merkel, con su balanza de pagos muy por encima de sus socios, ha
estado incentivando acompañada de sus correligionarios del norte".
/////
LO QUE VENDRÁ DESPUÉS DEL CORONAVIRUS EN
LOS PAÍSES HEGEMÓNICOS.
*****
Elvin Calcaño Ortiz.
América latina en Movimiento.
ALAI lunes 13 de abril del 2020.
Actualmente,
la lucha contra el coronavirus a nivel mundial -en tanto la covid-19 ya abarca
a casi todo el planeta- se centra fundamentalmente en la capacidad de respuesta
de cada país ante la emergencia sanitaria. Predomina en la opinión pública
internacional, así como en el imaginario de la gente común, la discusión sobre
mascarillas, pruebas, UCIs, respiradores y sistemas sanitarios. Y también,
surgen interesantes debates acerca de las cuarentenas y toques de queda que nos
tienen a todos encerrados en una suerte de panóptico moderno. Sin embargo, una
vez pase esta fase de la crisis, cuando disminuyan las curvas de contagios y
muertes, se vendrá otro escenario de discusión tan o más importante que estará
orientado, en nuestro análisis, por una disputa de sentido a fin de determinar
quién o quiénes escribirán e instalarán la narrativa oficial post coronavirus.
Será el sentido a partir del
cual se orientarán gobiernos, organismos mundiales y ciudadanos de a pie para
tomar decisiones sobre la “recuperación” en medio de la profunda crisis
económica y social que dejará esta pandemia. Ese terrero, debido a sus
implicaciones, se constituirá, a nuestro juicio, en la disputa más importante
en lo que va de siglo. Y lo que de ahí salga, será aún más determinante que las
terribles cifras de muertos y enfermos que está dejando el virus como tal. Esa
disputa, proponemos para el análisis, transcurrirá en dos claves geopolíticas:
a nivel de los países centrales y otra a nivel de los países periféricos. Y, a
su vez, habrá elementos transversales que atravesarán ambas. En este primer
trabajo nos centraremos en los países centrales. Veamos.
La Europa arrasada y quebrada por la
austeridad
En Europa, al corte del día
en que se escriben estas líneas, el coronavirus ha dejado un saldo de alrededor
de 75 mil muertes. Más del 90% de las cuales se concentran en siete de sus más
de 30 países: Italia (19,468), España (17,100), Francia (13,851), Inglaterra
(10,612), Bélgica (3,600), Alemania (2,886) y Holanda (2,747). Estamos hablando
del occidente europeo que, a su vez, es la región más rica y políticamente
central del continente y la Unión Europea en su conjunto. Empero, el impacto de
la pandemia, en términos de muertes, sobre todo, varía proporcionalmente dentro
de grupos de estos países. Para efectos de esta reflexión, quisiera abundar en
lo siguiente: en las dos naciones del sur europeo que conforman el grupo de
países enumerado, esto es, España e Italia, la covid-19 ha tenido un resultado
de muertos y colapso de los sistemas sanitarios mucho más significativo que en
los del norte. De ahí, la indignación que generó entre los mandatarios de
España, Italia y Portugal la postura del primer ministro holandés, cuando, en
el marco de una reciente reunión de jefes de gobierno de la zona euro que tenía
como objetivo aprobar medidas urgentes para atender la crisis del coronavirus,
este último manifestó que las naciones del sur no habían hecho la tarea (en
términos de disciplina fiscal). Negándose, así, a cualquier medida europea de
rescate que no implicase condicionamientos fiscales a los países más
endeudados. Ahora bien, ese quiebre esconde cuestiones políticas de fondo.
Tras la crisis financiera de
2008, la Unión Europea comandada por Alemania impuso la política de austeridad
a los países del sur de la zona euro altamente endeudados. Lo cual implicó,
para estas naciones, una larga estela de medidas neoliberales de sus gobiernos.
Que, vale señalar, eran en ese entonces casi todos de derecha; y por tanto no
se les hizo difícil, ni en lo ideológico ni de cara a sus bases sociales,
implementar aquellas políticas. Sin embargo, la puesta en marcha de la
austeridad como modelo de gestión estatal y narrativa europea oficial, significó
para España, Italia, Grecia, Portugal y otros, la reducción de lo público en
aras del ideal de crecimiento y “estabilidad” más adelante. Es decir, la
disciplina fiscal, reduciendo el Estado a su mínima expresión mediante
privatizaciones y concesión de funciones, en pos de la “eficiencia”.
Siendo lo privado, en el marco del sentido común que orientaba esa visión,
mejor que lo público. Así, en España, por ejemplo, la inversión en sanidad
respecto al PIB pasó de 6,7% en 2009 a 5,9% en este 2020. Según el investigador
británico David Stukler, 180 mil españoles perdieron acceso a atención médica
preventiva como consecuencia de esos recortes. Otro ejemplo de la gravedad de
esa política es que, en la Comunidad de Madrid, de la mano de gobiernos
del conservador Partido Popular, se eliminaron sobre tres mil camas en
hospitales públicos.
Países de la Euro-zona España. Portugal , Italia, Grecia entre los principales pagaron las radicales -e inhumanas - políticas de AUSTERIDAD - privatizaciones sin control alguno, más la reducción de Estado - a lo mínimo - impuestas por Alemania, Francia Inglaterra y la TROIKA el BCE y FMI europeo, contra la Democracia y destrozaron el Estado de Bienestar, en estos países.
***
En Italia, de su lado, los
datos son aún más dramáticos. En este país llevan más de una década con
gobiernos de derecha que asumieron la austeridad a raja tabla.
“Un
informe publicado el año pasado por la fundación Gimbe considera que, en la
última década, el sistema de salud público ha recibido un tijeretazo de
37.000 millones de euros en su financiación. El número de
trabajadores indefinidos en el sector público se ha reducido en más de 42.000
personas mientras se cerraban hospitales por toda Italia. El número de camas
hospitalarias por cada 1.000 habitantes ha caído así hasta las 3,2, frente a
una media europea de 5”.
La austeridad impuesta a
estos dos países -que a la sazón hoy registran los datos más espeluznantes
sobre muertes a raíz de la covid-19- se dio en el marco de una dinámica de
relaciones de poder a lo interno de la Unión Europea donde Alemania, desde su
banca pública y privada, dictaba las pautas fiscales y económicas al resto de
sus socios europeos. Una Alemania que, en tanto motor económico de la zona euro
por su productividad exportadora y crecimiento sostenido, se erigió en el poder
real del euro más allá de la institucionalidad formal en Bruselas. Donde
entonces, según los intereses alemanes es que se timonea el barco europeo. Y,
asimismo, los países del norte comenzaron a hacer bloque con los alemanes para “disciplinar”
los del sur. En ese contexto, se instauró un quiebre entre el sur y norte
europeo.
Lo cual debemos ver en
perspectiva histórica. Esto es, el norte europeo de la ética protestante de
Weber ejerciendo colonialismo interno respecto al sur “indisciplinado”
(es decir, menos “civilizado”). Esa lógica de colonialidad interna,
colocada en claves civilizaciones de la modernidad (la línea ascendente hacia
el progreso que unos alcanzan primero por ser más “civilizados/disciplinados”)
rompió por dentro el modelo comunitario europeo. El cual, para que tenga
sentido histórico e incluso económico, debe operar hacia la reducción de las
asimetrías y no a exacerbarlas. Que es lo que la Amenia de Merkel, con su
balanza de pagos muy por encima de sus socios, ha estado incentivando
acompañada de sus correligionarios del norte.
La financiarización precarizante de la
sociedad estadounidense
Estados Unidos es el eje más
importante de la centralidad atlántico-norte global. En este país el
neoliberalismo reganiano, implantado como lógica económica y sentido común
desde los 80, ha ido cercenando lo público sistemáticamente. Pero en claves
algo diferentes a las del sur de Europa. La desregulación bancaria, en tanto
pilar del proyecto de acumulación de las élites financieras desde la década de
los 70, instaló el predominio del sector financiero por sobre la economía
productiva. Y así, la financiarización con sus traducciones en términos de
desterritorialización de empresas (que mudaron sus plantas a países de Asia
y América Latina para abaratar costes de producción), precarización de las clases
medias (en esto semejante a Europa) y preponderancia de las élites financieras
a través de su influencia en las estructuras del poder político. Estados
Unidos, en ese contexto, se alejó del gran ideal fundante de su otrora
hegemónica clase media a medianos del siglo XX: que se sustentaba en el
entendido de que, en la medida de que la clase media prosperara, lo hacía el
país en su conjunto. El capitalismo financiero dio al traste con ello
apuntalando una élite desvinculada del estadounidense promedio. Y que, por
medio de instrumentos financieros, acumula amplias riquezas sin necesidad de
vincularse a la economía real donde actúan las personas comunes.
Con la elección de
Trump, esas élites encontraron una figura que, con su discurso
enmarcado en el populismo conservador dirigido a los trabajadores blancos
precarizados, les representa grandes beneficios. Esto por las políticas
trumpistas de más desregulación financiera, exenciones fiscales a las ganancias
de capital y expansión del complejo-militar industrial a través de
transferencias del presupuesto público. Así, estas élites se vieron de pronto
con un portavoz que, desde una narrativa anti establishment validada por buena
parte de la clase media blanca, gobierna realmente para ellas. Pues no toca lo
fundamental que es la desigualdad. Trump empobrecido aún más a los
trabajadores al tiempo que, con la reforma fiscal que logró aprobar en el
Senado republicano, apuntaló las ganancias del capital financiero y de grandes
empresas. Quienes, como señala el nobel de economía Joseph
Stiglitz, en lugar de invertir
lo acumulado con las deducciones y ventajas que posibilitó dicha ley,
utilizaron ese capital para comprar más acciones; esto es, más instrumentos
financieros.
La llegada del coronavirus,
en ese contexto, ha encontrado unas clases medias y pobres estadounidenses más
vulnerables que nunca. Con un sistema médico atravesado por la lógica de la
ganancia y por tanto desvinculado del interés público. Y con millones de personas,
mayoritariamente latinos y afroamericanos, sin seguro médico. Así como una
clase media blanca con altos índices de endeudamiento por concepto de gastos
médicos. Una fragilidad extrema que la vemos manifestarse, con brutal crudeza,
en las cifras de muertos que va dejando la covid-19 en este país. Al
igual que en el sur de Europa, particularmente España e Italia, dichas muertes
las causa la perversa lógica neoliberal. Los muertos españoles e italianos (el
95% aproximadamente personas mayores de 65 años) y los estadounidenses (que, en
ciudades como Nueva York, actual epicentro mundial del virus, el 65% son
latinos y negros) son víctimas del neoliberalismo.
Millonarios y Billonarios del mundo, el 1% de la población mundial, que hoy concentra el 80% de la riqueza mundial y los 8 Billonarios tienen más dinero que el 80% de la población mundial más pobre. Más de 4 mil millones de seres humanos . victimas de la vil, salvaje e inhumana DESIGUALDAD SOCIAL. Tiempos pos-coronavirus, el mundo seguirá igual, incluso mucha más concentración de la riqueza, o todo CAMBIARA radicalmente. O MUERE EL CAPITALISMO SALVAJE O MUERE LA CIVILIZACIÓN HUMANA.
***
La post pandemia en el primer mundo
Estas personas
muriendo por miles cada día, son víctimas de un modelo perverso e inhumano que
puso las ganancias de élites financieras y el 1% más
rico por encima de la vida de la gente común. Y
que, mediante una calculada estructuración discursiva, convenció a millones de
pobres y clasemedieros de que debían adoptar los intereses del 1% más rico
como propios. Lo cual se gestó en el marco de un paradigma donde lo
privado, por cuanto “eficiente”, se considera siempre mejor. Y que,
asimismo, cristaliza el ideal individualista que sentencia que cada quien debe
garantizar su sustento por sus medios. El estado, en el marco de ese
imaginario, se asume como una maquinaria que debe sólo promover la realización
individual desde mínimas intervenciones a partir de la eficiencia gerencial. El
paradigma descrito por Chul-han del sujeto gerente de sí mismo instaurado
como lógica de gestión estatal.
En ese proceso, los
países centrales del sistema-mundo teorizado por Wallerstein,
dejaron literalmente a la intemperie a sus ciudadanos comunes. Sin Salud y sin un Estado
capaz de generar respuestas orientadas a la gente, y no a la lógica de
acumulación del mercado, cuando surgen graves crisis colectivas. En ese
contexto, es que irrumpió la pandemia covid-19 en estos países centrales
del atlántico norte. Pandemia que, debido a sus características,
precisamente exige una gran respuesta médica y técnica desde los estados. Así
como alta eficiencia en función de lo público. Esos más de 90 mil muertos entre
Europa y Estados Unidos que va dejando la covid-19, son víctimas del
neoliberalismo antes que del virus en sí. Son los que pueden morir, en tanto
prescindibles de cara a la acumulación financiera, sin mayores consecuencias.
Hay un hecho que ilustra con
mucha claridad todo esto dicho. Ocurrió, según refirió en una nota de prensa el
diario New York Post, con un señor millonario residente del exclusivo sector
neoyorkino de Upper East Side que llamó a una empresa de alquileres para
rentar inmediatamente una casa en el área costera de Long Island en los
Hamptons (lugar de veraneo de los ricos de Nueva York). Vivienda que terminó
rentando por un mes por 600 mil dólares, a través de una transacción desde se
celular, mientras huía con su familia tras la declaración del estado de
emergencia. Los ricos han huido de la zona metropolitana de Nueva York
para evitar contagios. Mientras que los que no se pueden ir, porque apenas les
alcanza para pagar la renta de sus pequeños apartamentos en el Bronx o
Queens, tuvieron que quedarse encarando la pandemia desprotegidos. Y estos
últimos son los que ahora engrosan el listado de pobres que diariamente mueren
por cientos en la ciudad. La capital del mundo, como le llaman en
películas, esconde una cruda realidad de desigualdad
que ahora la covid-19 devela completamente.
Cuando pasen las cuarentenas
y encierros, la disputa por el sentido de esta crisis estará dada en estos
países centrales, los cuales, como vimos, esconden profundas desigualdades y
exclusiones. Una de las características de la lógica neoliberal, a lo interno
de estas naciones centrales del sistema-mundo, es que instaló procesos de
colonialidad que antes sólo estaban referidos al sur global. Porque si antes
era en el sur, a partir de lo que teóricos decoloniales latinoamericanos
denominaron la línea de color, que a las masas no blancas se les podía matar y
explotar sin consecuencias, ahora dentro de países como Estados Unidos,
Inglaterra y España el neoliberalismo convirtió millones de vidas también en
prescindibles. Vidas blancas en sentido fenotípico, pero a las cuales se
les comenzó a aplicar una lógica de la exclusión que previamente se restringía
a las poblaciones del llamado tercer mundo. Las
clases medias y pobres dentro de
estos países, así las cosas, están viviendo lo que sus élites siempre
aplicaron, por medio del expolio y guerras, a las muchedumbres africanas,
asiáticas y latinoamericanas. Esto es, el neoliberalismo construyó en
el propio centro del mundo fronteras de vida o muerte en función del color y
clase social. Lo que siempre hizo el capitalismo occidental en el sur.
Empero, nada está definido
completamente y hay mucha historia por escribir. Tras esta crisis sanitaria
donde lo realmente mortal no es el virus en sí mismo, sino la lógica
neoliberal, los excluidos del primer mundo tendrán que disputar el sentido de
lo público y la vida misma ante este modelo de muerte y desigualdad. Frente a
una normalidad que escondía la total exclusión de los prescindibles para el
capital, y que, en ese marco, fueron abandonados a su suerte sin nada con qué
defenderse. En Estados Unidos hay lugares como Luisiana donde la gente
negra, que no es ni el 25% de la población total, está poniendo más del 70%
de los muertos asociados a la covid-19. En Nueva York cerca del 65% de
los que mueren a diario son latinos y negros. Cifras brutales que claramente
indican que las condiciones sociales previas a los contagios, es lo que
determina quiénes tienen más probabilidades de morir. Son las clases
trabajadoras estadounidenses que una larga historia de mala alimentación,
basada en comida chatarra barata, y poco acceso a salud preventiva porque no
tienen el dinero, convirtió en vulnerables frente a un virus de este tipo.
Igualmente, son los viejos y trabajadores de España e Italia que la austeridad
dejó sin hospitales adecuados y sin un Estado capaz de responder ante una emergencia
sanitaria inédita.
Todo lo cual fue la
normalidad instalada por el neoliberalismo a través de sus aparatos mediáticos
formateadores de mentalidades, así como cantos de sirena meritocráticos según
los cuales a cada quien según lo que se esfuerce. El 1% más rico de estos
países tratará de mantener dicha normalidad, esto es, el mismo esquema de
relaciones de poder, mediante la vieja fórmula de cambiar algo para que todo lo
fundamental siga igual. Y, en el contexto que se viene, cambiar lo fundamental
implicará en estos países centrales, por ejemplo, colocar el centro del
debate en la desigualdad. Pues las
condiciones estarán dadas para que, en cambio, el nudo de la discusión se
dirija, desde la hegemonía mediática de las élites, a criterios de
bioseguridad, vigilancia y contención de fronteras para “evitar otra
pandemia”. Lógicas de sentido donde nacionalistas y populista de derecha
-que como vimos igual que Trump apelan a lo popular cuando en el fondo
trabajan para los de arriba- se sentirán cómodos e impondrán su agenda. Toda
solución de cara al futuro, tras el mundo que dejará la convid-19, tiene que
pasar por la confrontación a la desigualdad como
la causante real de las muertes y, asimismo, como el fundamento del
neoliberalismo que expuso a la muerte a las mayorías europeas y
estadounidenses.
La disputa estará ahí y la
gente tendrá que salir a darla. Preguntándose, por ejemplo, ¿cómo es
posible que sociedades con tan fabulosas riquezas, sedes de la mayores empresas
y fortunas del planeta, tengan gente que se muere porque no tenía para pagar un
médico tras haberse contagiado?, ¿cómo es que a los viejos de Madrid y el norte de Italia los tienen que
dejar morir porque ya no hay camas ni equipos médicos en hospitales públicos
que la austeridad vació y abandonó?, ¿por qué los millonarios del Upper
East Side de Manhattan garantizan la vida en las afueras de la ciudad
mientras adentro se construyen fosas para enterrar muertos que nadie reclama?
La disputa por lo público será, fundamentalmente, una disputa por la vida en
estos países centrales en los que la mayoría de su población se convirtió en
prescindible, o algo secundario, frente a la primacía de la ganancia de
minorías ultra ricas.
Así, en esa parte del
mundo, la disputa de sentido consistirá en definir qué se escribe y
entiende sobre las causas fundamentales de tantas muertes durante la pandemia. Quiénes
fueron los que murieron y por qué fueron ellos. Qué relaciones de clase, raza y
género había debajo de esas causas. Esa será la lucha más importante. Incluso más central, paradójicamente, que la actual batalla
por salvar vidas con UCIs, respiradores y personal médico adecuado.
*****
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