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Los sindicatos en Estados
Unidos han estado perdiendo influencia por décadas, y la
afiliación de trabajadores ha bajado del 18%
de los trabajadores en 1985 al 10% actual. Paradójicamente, el 68% de los
estadounidenses tiene una opinión
positiva de los sindicatos, el nivel más
alto de confianza desde 1965, según
una encuesta de Gallup. La simpatía
por los gremios sube al 78% entre la gente más joven,
con edades entre 18 y 29 años.
Y hasta esta semana ya más de 100 mil
trabajadores en diferentes industrias han aprobado la autorización para que los sindicatos
que los representan declaren la huelga si
no hay progreso en las negociaciones de
los respectivos convenios colectivos. La semana pasada 10 mil trabajadores de la firma John Deere entraron en huelga, y una medida similar en el área de producciones de Hollywood se evitó
pocas horas antes del plazo, cuando se llegó a un acuerdo con
unos 60 mil trabajadores. Unos 1.400 empleados de la firma Kellogg, que
produce cereales para el desayuno y otros alimentos, se
declararon en huelga el 5 de octubre en
las plantas de Michigan, Nebraska,
Pensilvania y Tennessee, en repudio a la oferta de contrato presentada por la patronal, que incluye recortes en el seguro médico, las
jubilaciones y las vacaciones.
Más allá de los trabajadores en los
sectores privado y público que tienen representación sindical, un
aspecto notable del mercado laboral en
2021 es que hay millones de
trabajadores, en áreas sin sindicatos, que se rehúsan a retornar a sus empleos. «Somos testigos de
la “Gran Huelga de 2021”, y la
componen mayormente millones de
trabajadores no organizados y en áreas de empleo de bajos sueldos»,
afirmó esta semana el periódico
financiero The Street.
«Muchos de los nueve millones de
trabajadores que no han retornado a trabajar están, de hecho, en huelga para
obtener algo mejor.»
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ESTADOS
UNIDOS. OLA DE HUELGAS.
Que la tortilla
se vuelva.
*****
Jorge A Bañales. | 24/10/2021| Estados
Unidos. Laboral-Social.
La
pandemia y el teletrabajo recordaron a millones de estadounidenses que la vida
es frágil y la familia importa. La reactivación impulsada por el Estado, que
sigue engordando las ganancias empresariales, se ha topado con una creciente
militancia gremial y con demandas de sueldos más altos y mejoras en la calidad
de vida.
Si el maíz crece desparejo…
La pandemia tuvo un impacto grueso en el
mercado laboral estadounidense: el índice de desempleo,
que hasta enero de 2020 se había
mantenido alrededor del 3,5%, saltó
al 14% en abril. Los pedidos de subsidio por desempleo, con un promedio
semanal de 205.000 trámites a
comienzos de ese año, se remontaron a 6,8 millones en la última semana de
marzo. Decenas de millones de personas perdieron su empleo o registraron una
poda sustancial en sus ingresos por la reducción de las horas de trabajo.
El efecto no fue parejo: los
trabajadores en sectores en que fue posible el recurso del teletrabajo continuaron laburando, pero otros muchos –en sectores
como los restaurantes y los hoteles– quedaron desempleados. Para otro segmento,
el de los llamados «trabajadores
esenciales» –las cosechas, el
transporte, el cuidado de niños, enfermos y ancianos–, el panorama fue sombrío: quedarse en casa sin sueldo o
concurrir a trabajar y exponerse a la pandemia.
Los
programas de estímulo por 1,9 billones de dólares, aprobados de manera
rápida por el Congreso y promulgados
de forma expedita por el presidente Donald
Trump, reanudaron la actividad económica. El arribo de las vacunas contra
la covid-19 y otro generoso estímulo
de 1,2 billones de dólares
promulgado por el presidente Joe Biden han
contribuido a esa reactivación. El índice de desempleo ha bajado al 4,8% en setiembre de este año y, por primera
vez desde el comienzo de la pandemia, la
cifra semanal de solicitudes del seguro de paro se ha ubicado por debajo de las
300 mil.
Como
suele suceder, las noticias que son medianamente buenas para muchos son mucho
mejores para otros pocos. En el segundo
trimestre de 2020, cuando la pandemia
causó una caída del 9,1% en el PBI de Estados Unidos, las ganancias de las
empresas sumaron 17,4 billones de dólares. En el segundo trimestre de 2021, cuando el PBI creció 12,2%, sumaron 24,4
billones de dólares. Un aumento del
40%. El índice del mercado de
valores (Stock Market Index), que muestra el entusiasmo o el pánico en el
casino financiero, tenía en julio de
2020 una marca de 26.400 puntos.
Esta semana el optimismo ronda por encima de los 35.381 puntos. Un aumento del
34%.
Mientras tanto, y con una tasa anual de inflación del 5,4%, los sueldos reales de todos los trabajadores en el sector privado (medidos en dólares constantes de 1982-1984) bajaron de 394,62 a 391,62 dólares por semana.
No es solo cuestión de dinero
La pandemia tuvo otro efecto en el
mercado laboral, previsible desde hace un par de décadas y demorado
solo por el enfoque anticuado en la administración empresarial de los llamados «recursos humanos».
La propagación del teletrabajo ha demostrado, primero que nada, que sí es posible mantener la actividad de negocios, escuelas y universidades sin
la concentración de empleados y
estudiantes en oficinas, fábricas y aulas. Desde el punto de vista empresarial, esto es una promesa de reducción de gastos fijos, como el alquiler de espacios, la electricidad y los
seguros.
Para
los millones de
trabajadores que han continuado sus labores desde casa, la revelación
ha sido aún más importante: existe la
vida afuera del horario. Librarse de las dos horas diarias de transporte hacia y desde el sitio de trabajo significa dos horas más de vida familiar, el ahorro de dinero en el cuidado de los niños,
una dieta más sana con comidas
hogareñas. Y, sobre todo, una administración
diferente del tiempo: en lugar de
ocho horas de confinamiento en
una oficina de las que quizás solo dos o
tres se ocupan en alguna labor, ahora puede haber tiempo para ejercicio, para escuchar
música, para leer o –sin que se
note– para echarse una siesta hasta que la tarea siguiente sea asignada.
Con
la recuperación del tiempo personal,
millones de personas empleadas a tiempo
completo o parcial, o desempleadas, encontraron
el tiempo y las circunstancias para tomar cursos por Internet y adquirir certificados profesionales, o han emprendido pequeños
negocios propios. Y las empresas,
especialmente las que mejor se adaptaron
al teletrabajo, encuentran ahora la resistencia
de sus empleados a retornar a las
oficinas y fábricas, a las escuelas y universidades. Una renuencia combinada
con las precauciones para evitar nuevos
brotes de la pandemia.
En pocos meses, millones de
estadounidenses descubrieron aquello de que hay que trabajar para vivir en lugar de
vivir para trabajar. Hay instructores de yoga, de canto, de reparación de motores que se han hecho clientelas vía Zoom, y alumnos que por Zoom
exploran el canto, practican yoga o se entretienen reparando una motocicleta. La aritmética
es sencilla: una instructora de guitarra o de cocina uruguaya, un instructor de
ajedrez o fotografía puede cobrar, digamos, 25 dólares por clase. Si consigue tan solo cuatro alumnos por día y trabaja desde su casa y apenas cuatro
horas diarias, de lunes a viernes,
logrará un ingreso superior al sueldo
real. El
teletrabajo tiene sus propias
complicaciones: el uso de espacio para
oficina en un apartamento o casa familiar, la interferencia de los niños, la
pereza de cambiar del pijama a una vestimenta formal. Y también el peligro
de la disponibilidad ilimitada: por Internet
el empleador puede encargar tareas a cualquier hora del día o de la noche, lo que crea
una forma nueva de compromiso laboral.
La fuerza combinada de la reactivación económica impulsada con dinero estatal y el teletrabajo y sus beneficios forman parte del fenómeno por el cual, ahora, en Estados Unidos hay una escasez tremenda de mano de obra. Las empresas no pueden encontrar gente dispuesta a emplearse a menos que las condiciones de trabajo sean más flexibles, con más tiempo para la familia o el gusto personal.
A la huelga compañeras
En agosto unos 4,3 millones de
trabajadores, esto es, el 2,9 por ciento de la fuerza laboral,
abandonaron sus empleos, la cifra más
alta de dimisiones desde que se registra este dato. Eso significa 242 mil renunciantes más que en
julio, como reflejo de que más y más
empleados reclaman sueldos más altos, mejores condiciones de trabajo,
incluidas más vacaciones, licencia por maternidad o paternidad y horarios
flexibles.
En agosto, al
acentuarse la escasez de mano de obra
dispuesta a emplearse, había unos 10,4 millones de ofertas de empleo en puestos vacantes en casi todas las industrias. En julio había 11,1 millones. El fenómeno no es exclusivo de Estados Unidos. Gran Bretaña encara una escasez
de pilotos, al tiempo que se reanudan los vuelos normales, debido a que cientos
de tripulantes de aerolíneas se
jubilaron o cambiaron de carrera
durante la pandemia, y otros muchos
requieren instrucción. Expertos en el
área de la aviación comercial calculan que esa industria tendrá una escasez de unos 34 mil pilotos hacia 2025.
«Es la época de oro para los
trabajadores estadounidenses», según
Joe Brusuelas, economista jefe en la
firma contable y de asesoramiento RSM.
«El trabajador
estadounidense sabe que ahora tiene poder en la negociación, que puede obtener
un sueldo razonable y tener influencia en la conformación de las condiciones
laborales. Esto es lo que ocurre después de las guerras o depresiones grandes.
Es difícil percibirlo cuando uno está en medio del proceso, pero hemos tenido
un shock que ha generado cambios inesperados en la población», ha
afirmado Brusuelas a la CNN.
Los sindicatos en Estados
Unidos han estado perdiendo influencia por décadas, y la
afiliación de trabajadores ha bajado del 18%
de los trabajadores en 1985 al 10% actual. Paradójicamente, el 68% de los
estadounidenses tiene una opinión
positiva de los sindicatos, el nivel más
alto de confianza desde 1965, según
una encuesta de Gallup. La simpatía
por los gremios sube al 78% entre la gente más joven,
con edades entre 18 y 29 años.
Y hasta esta semana ya más de 100 mil trabajadores en diferentes industrias han aprobado la autorización para que los sindicatos que los representan declaren la huelga si no hay progreso en las negociaciones de los respectivos convenios colectivos. La semana pasada 10 mil trabajadores de la firma John Deere entraron en huelga, y una medida similar en el área de producciones de Hollywood se evitó pocas horas antes del plazo, cuando se llegó a un acuerdo con unos 60 mil trabajadores. Unos 1.400 empleados de la firma Kellogg, que produce cereales para el desayuno y otros alimentos, se declararon en huelga el 5 de octubre en las plantas de Michigan, Nebraska, Pensilvania y Tennessee, en repudio a la oferta de contrato presentada por la patronal, que incluye recortes en el seguro médico, las jubilaciones y las vacaciones.
Los escolares y la Juventud, en Estados Unidos también entró a la Huelga y Movilizaciones contra el Cambio Climático, los días viernes como ya es conocido el trabajo de Greta Thunberg.
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Más allá de los trabajadores en los
sectores privado y público que tienen representación sindical, un
aspecto notable del mercado laboral en
2021 es que hay millones de
trabajadores, en áreas sin sindicatos, que se rehúsan a retornar a sus empleos. «Somos testigos de
la “Gran Huelga de 2021”, y la
componen mayormente millones de
trabajadores no organizados y en áreas de empleo de bajos sueldos»,
afirmó esta semana el periódico
financiero The Street.
«Muchos de los nueve millones de
trabajadores que no han retornado a trabajar están, de hecho, en huelga para
obtener algo mejor.»
De acuerdo con la Facultad de Relaciones
Industriales y Laborales de la Universidad Cornell,
este año ha habido
huelgas contra 178 empresas. Por su parte, la Oficina de
Estadísticas Laborales, que solo lleva el registro
de las huelgas mayores, ha documentado 12, en las que participaron más de mil empleados.
«Las huelgas son una señal,
sin duda, de que los empleadores ignoran a los trabajadores en perjuicio
propio»,
dijo
esta semana a The Washington Post Elizabeth Shuler, la primera mujer al frente de la central sindical
AFL-CIO.
«La pandemia dejó al desnudo
nuestro sistema de desigualdades, y los
trabajadores se rehúsan a volver a empleos míseros que ponen en riesgo su
salud. Esta ola de huelgas inspirará a más y más trabajadores para que se
planten firmes y digan “merecemos algo mejor”», agregó.
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