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"Suponemos que los ataques a Castillo y su gobierno
perdurarán, aun cuando implemente cambios que trata de buscar un consenso con
los representantes del empresariado en el congreso. La inestabilidad política y económica puede socavar o acabar con la
agenda progresista prometida. Para que el resultado de las elecciones presidenciales de 2021 implique un punto de inflexión estructural en la correlación
de las fuerzas de clase en Perú, el
partido de gobierno y sus aliados deben iniciar el contra ataque.
En primer
lugar, eso significa organizar las bases políticas y
sociales del cambio transformacional
económico. Se debe explicar en todos los rincones de la nación las
propuestas de cambio y organizar los comités a favor de este cambio. No es suficiente recoger firmas para
una asamblea
constituyente. Se debe llevar la politización y la consciencia de cambio histórico a los barrios
populares en las ciudades y al campo.
En segundo
lugar, se necesita convocar a los profesionales de la izquierda revolucionaria para que apoyen, en
términos concretos, el proceso que, al inicio
del Gobierno en julio de 2021, se quiso llevar a cabo. En tercer lugar, se debe organizar amplios procesos informativos al pueblo peruano. Es decir, se debe
asegurar que la prensa popular, escrita,
televisiva y digital, llega a la población con contrainformación reflexiva,
didácticamente orientada a generar una cultura
crítica. Finalmente, en cuarto lugar, se debe internacionalizar la lucha de clases del pueblo peruano. Esto es tender hilos de
intercambio de experiencias y cuadros con los procesos progresistas en el continente y el mundo entero. La lucha de clases
en Perú es también la lucha de clases de los trabajadores campesinos, urbanos,
indígenas, informales, mujeres,
ancianos y toda la población explotada y oprimida por el capital en todo el mundo.
La lucha de clases desde arriba es una política natural (y permanente) del capital y sus representantes en el congreso. No debemos
sorprendernos, tampoco quejarnos, menos desfallecer ante los reveses de esta lucha. Lo que debemos
hacer es iniciar un proceso que haga que las ideas y propuestas de la derecha empresarial ya no
encajen en el mundo popular.
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PERÚ.
LA LUCHA DE CLASES DEL CAPITAL Y SUS REPRESENTANTES DE LA DERECHA EN EL
CONGRESO.
*****
Por Jan
Lust | 19/10/2021 | América Latina y Caribe
Fuentes: Rebelión
martes 19 de octubre del 2021.
Se puede
argumentar que la victoria electoral de la izquierda
en las últimas elecciones presidenciales no fue una sorpresa.
Algo de
historia. Las elecciones de 2011 fueron
ganadas por el candidato nacionalista Ollanta
Humala (julio de 2011-julio de 2016). Respaldado por la izquierda, venció a Keiko Fujimori. En las elecciones de 2016, la izquierda llegó cerca al 20% de votación sin ninguna
inserción organizativa política real, en forma masiva, en la población, por
ejemplo, a través de múltiples comités de sus organizaciones en los distritos
populares. Es la victoria electoral de un líder sindical, apoyado por partido
de orientación marxista que apunta a
crear un país
socialista, el que sorprendió a muchos líderes de opinión.
Desde la década de 1990, partidos políticos de derecha y organizaciones populares que
luego se volvieron a la derecha -como el partido nacionalista de Humala en 2011- han gobernado el Perú. De ahí que, a primera vista,
parezca muy extraño que el empresariado haya permitido que la izquierda marxista gane las últimas elecciones; en tal sentido, un fraude electoral sofisticado podría
haber pasado desapercibido. Además, cabe mencionar que cuando resultó que Castillo
competiría con Fujimori en la
segunda vuelta electoral, la derecha en pleno puso en práctica un feroz y
continuo ataque a lo que simbolizara Castillo. Sin
embargo, cuando miramos un poco más a fondo, es posible entender por qué la derecha aceptó la victoria electoral de
la izquierda,
incluso de la izquierda
marxista.
El progreso
electoral de la izquierda marxista es
principalmente el resultado de su éxito en captar el voto de las masas
insatisfechas con el actual modelo de desarrollo extractivo neoliberal. El hecho de que,
las personas que viven en los barrios
pobres y populares representen la principal población afectada por el
coronavirus, ha sido el detonante para que la misma haya dado su espalda a las
propuestas de la derecha, por primera vez desde la década de 1990. El Covid-19 ha demostrado no ser un virus democrático, aunque todos
los seres humanos pueden infectarse, algunos seres humanos tienen más
posibilidades de infectarse que otros. El
Covid-19 es un virus de clase.
El reducido
papel del Estado en la economía
y la preferencia por el mercado al momento de procurar soluciones a los problemas sociales o un sistema de salud -que por una parte se basa en el mecanismo privado y por otra parte es público-, es en gran parte la situación
responsable del colapso de la atención
médica pública en la era del coronavirus. La permanente escasez de unidades
de cuidados intensivos y camas en los centros
de salud públicos determinó que muchas personas infectadas se quedaron en
sillas de ruedas fuera de los edificios del hospital o en tiendas de campaña en
los estacionamientos del hospital o se vieran obligadas a quedarse en casa con
balones de oxígeno medicinal a su
costado.
La incapacidad del Estado y las promesas incumplidas de cuidado a sus ciudadanos, parecen haber contribuido a la decisión electoral de la población de proyectar sus esperanzas en una transformación radical del Estado, la economía y, tal vez, de la sociedad.
La
fuerza de la derecha
Las razones para que la derecha acepte una victoria de la izquierda están
principalmente relacionadas con su capacidad para controlar el Gobierno. En primer lugar, controla el
Congreso y, desde allí, puede impedir cualquier ley que genere cambios en las
prácticas políticas y económicas actuales. En
segundo lugar, el monopolio del capital sobre los medios de
comunicación facilita la manipulación y movilización de la población, quien
acaban actuando inconscientemente en contra de sus propios intereses económicos
y sociales. En tercer lugar,
el poder económico de la derecha puede utilizarse para sabotear las
posibilidades de progreso económico, especialmente a través de la fuga de
capitales. El aumento del valor del
dólar, ya directamente después de la elección de Castillo como nuevo presidente del Perú, no
solo se debe a circunstancias internacionales, sino también a la especulación y
el temor del capital a una revisión de los tratados de libre comercio y una
nueva constitución, junto con el alza de impuestos para el capital minero y la
renegociación del contrato Camisea. En cuarto lugar, treinta años de
políticas económicas neoliberales han creado una burocracia profesional en los
aparatos estatales que no solo responde a los intereses de la derecha, sino que
también abraza el pragmatismo de la ideología neoliberal. Finalmente, en quinto lugar, aunque la izquierda haya ganado las elecciones,
su situación es débil puesto que no logró conquistar la consciencia de la
población. La victoria política de la
izquierda no va acompañada de una victoria social. Frente a treinta años de
manipulación y dominación neoliberal que no se pueden eliminar solo con una victoria
electoral, la izquierda debe
desarrollar las bases sociales conscientes para una transformación real y revolucionaria de la sociedad, donde la fuerza
laboral y la naturaleza ya no sean mercancías.
La fuerza de
la derecha se hace sentir claramente con la caída del Nuevo Sol y el aumento de
la inflación. Estos problemas
económicos son principalmente el producto de la inestabilidad política. Se debe subrayar que, de acuerdo con los actuales
fundamentos económicos del país, en un entorno políticamente estable habría
estabilidad monetaria. La inestabilidad
política es causada por la derecha
mayoritaria en el Congreso, dada su capacidad para presionar al gabinete. El poder de fijación de precios por
parte de las empresas es una práctica útil para crear inflación como una medida desestabilizadora para alienar y
enfurecer a las clases trabajadoras que deben gastar sus ingresos de inmediato
y no pueden especular moviéndose a dólares
estadounidenses y luego nuevamente a nuevos soles (devaluados) a medida que
pasa el tiempo.
La derecha parece haber decidido aislar al presidente del partido gobernante y convertirlo en su títere.
Están logrando deshacerse de los ministros
claramente de izquierda. La primera víctima de su ofensiva fue el ministro
de Relaciones Exteriores, Héctor Béjar, exguerrillero
e intelectual de izquierda, que se atrevió a iniciar un proceso de ajuste
en la política de relaciones
internacionales que desembocara en una política exterior independiente, es
decir, sin injerencia norteamericana. La
segunda y la tercera víctima fueron el ministro de Trabajo Íber Maraví y el premier
Guido Bellido. El ministro Maraví estaba
encargado de ejecutar la decisión de eliminar el Decreto Supremo (DS) referido a la suspensión
perfecta de labores y los trabajadores CAS. Definitivamente, la eliminación
del mencionado DS y el CAS no es de
agrado de todo aquellos que viven del trabajo
ajeno. El premier Bellido fue la cara visible del partido gobernante Perú Libre y un claro defensor de los principios socialistas. Su renuncio resolvió la incomodidad del
empresariado y reorienta, en parte, esta cartera hacia sus intereses.
Mantener una situación de inestabilidad política ayuda a mantener el Nuevo Sol bajo y contribuye a subir la inflación. De esta manera, la derecha espera enfurecer a las masas en los barrios populares de las urbes y en los baluartes rurales de Castillo y del Perú Libre en el interior del país. Una representación mayoritaria en el Congreso, junto con una mayoría manipulada en las calles, abre la posibilidad de una vacancia de Castillo, socialmente aceptada y respaldada por las masas inconscientes.
El
Estado del capital
Hay al menos
dos razones por las que será muy difícil, para el gobierno de Castillo y Perú
Libre, cambiar el actual modelo de desarrollo neoliberal. Estas son también precisamente las mismas que utilizan
las principales empresas del país y sus representantes en el Congreso para
defender el modelo y que dan el carácter específico a la lucha de clases organizada por el capital.
La primera
razón tiene que ver con el supuesto éxito económico del modelo en
los últimos quince años. Sin embargo, no es precisamente el modelo basado en la
exportación de los recursos naturales
del país y las inversiones en,
principalmente, el sector minero, el
que ha provocado el crecimiento económico. Es la demanda de China
(crecimiento de las exportaciones de materias primas) y también el aumento de
los precios de estas materias primas, aspecto objetivo que provocó la “fortaleza” actual de la economía.
La posibilidad de obtener superbeneficios en el sector minero es el principal motivo de
la ferocidad de la lucha de clases
desde arriba, desde el legislativo, desde la prensa comprada por el capital,
desde las principales empresas del Perú. El inminente fin de lo que se llama el pacto de estabilidad fiscal que impidió
los cambios fiscales gubernamentales, significaría el fin de la bonanza que las empresas, especialmente las compañías mineras, han saboreado
durante mucho tiempo.
Los
economistas convencionales afirman que
el actual modelo de desarrollo es clave para el crecimiento económico y el desarrollo social. Sin embargo, el modelo es esencial para la
continuidad del clientelismo:
políticas que extraen recursos fiscales del crecimiento económico para
financiar programas que intentan aliviar
la pobreza en vez de eliminar las causas de la pobreza. Al conectar un posible aumento de la pobreza con un cambio de modelo económico e incluso
alegando que el gobierno pretende instalar un modelo de desarrollo estatal,
similar al modelo económico de Venezuela,
el capital está logrando la movilización
de los pobres y explotados contra el Gobierno de Castillo.
La segunda
razón tiene que ver con los planes del Gobierno, en torno al incremento de presencia e influencia
de los aparatos estatales en la economía.
Una revisión de la estructura económica
del país muestra que alrededor del 95% de todas las empresas son microempresas, carecen de capital para invertir en tecnología y capacitación laboral.
Estas empresas están sujetas a la competencia de precios, con nulas o bajas
ganancias.
Se requiere un cambio
de la estructura empresarial del Perú
(reducción de microempresas y aumento de medianas y grandes empresas) para
iniciar modificaciones fundamentales en la matriz
productiva que contribuya al desarrollo de procesos productivos con mayores
niveles de valor agregado. Solo el Estado puede liderar procesos que concreten el cambio de la estructura productiva a
favor de un aumento de la independencia económica.
En el caso de
la masa de microempresas, por
ejemplo, el Estado
podría ayudar a estas empresas
a reorganizarse en cooperativas productivas
y distributivas. La estructura
cooperativa puede permitir inversiones de un tamaño considerable si son
compartidas por varias microempresas.
El Gobierno también está posicionado para proporcionar las condiciones infraestructurales que permitan a estas microempresas cooperar de manera
efectiva en lugares definidos.
Un aumento de la influencia del Estado en la economía
será difícil de lograr. Al utilizar el argumento de la corrupción y la ineficiencia inherente al Estado, y al mismo tiempo
señalar los desastres económicos y
financieros de las políticas económicas estatales en la década de 1980, el empresariado ha logrado
limitar la presencia del Estado en
la economía. Y sigue usando los mismos argumentos. Actualmente no existe una base política popular que permita un
aumento de la presencia del Estado en la
economía. La expansión masiva de la ideología del emprendimiento hace difícil crear la base política para un
incremento de la participación del
Estado en los asuntos económicos.
Aparte de la
lucha ideológica de clases, organizada
por el capital para impedir un
aumento de la influencia de los aparatos
estatales en la economía, también hay que señalar la condición de dependencia del Estado
peruano al capital mundial. El origen histórico de las
características dependientes del estado capitalista en la periferia del
capitalismo mundial y los objetivos del estado
capitalista dependiente de proporcionar los recursos y la mano de obra que
necesitan las naciones industriales avanzadas o el Norte Global, además de ser un mercado
para sus mercancías, no solo explica el contenido de clase, política y económica, de las políticas desarrolladas por la alta
burocracia estatal dentro del estado dependiente, sino también la
composición social de esta burocracia. La élite económica y social forma la alta burocracia. Defiende sus intereses económicos
nacionales e internacionales, y es el
garante político, ideológico y social que mantiene la continuidad y
reproducción del sistema.
Es esta alta burocracia estatal, principalmente extraída de las familias que forman parte de la clase dominante, que hoy maneja los aparatos estatales del país. Es improbable que el actual gobierno pueda remover a estos engranajes tecnócratas de la institucionalidad estatal. El funcionamiento y estabilidad del aparato se encuentra determinado por la pericia técnica de esta burocracia que, en términos generales, ha internalizado posiciones y aspiraciones ideológicas y políticas similares a las de los grupos de capital dominantes del país, para quienes históricamente trabaja. Reemplazarlos con cuadros técnicos ideologizados y con valores de izquierda es una alternativa estratégica que debe ocurrir de manera escalada y concretarse en el mediano plazo. Sin embargo, esta tarea supone un gran esfuerzo de organicidad partidaria y en consideración de los frentes de lucha política actuales, aparece como una tarea necesaria y a la vez compleja.
La
lucha de clases desde arriba y la izquierda
La
aceleración de la lucha de clases desde arriba es la consecuencia lógica de la elección de Pedro
Castillo. El hecho de que la
población esté sufriendo la
inflación por el aumento del valor del dólar
y la especulación, permite a la derecha
política y al capital mantener su poder político y económico.
Es la misma lucha de clases organizada
por los dueños de los medios de
producción y su representación en el legislativo y la burocracia estatal
que ha hecho, hasta ahora, que el Gobierno de Castillo no ha implementado las
políticas y procesos que deberían llevar a cambios transformacionales en la economía peruana. También es esta
misma lucha de
clases desde arriba que ha resultado
en cambios en la composición del
gabinete, en contra de un proceso de cambios
transformacionales.
Es la debilidad organizativa de la izquierda
revolucionaria o socialista, expresada en la carencia de bases políticas y sociales, y de cuadros revolucionarios de alto nivel intelectual, que nos ha llevado a
tener como ministro de Economía y
Finanzas y como presidente del Banco
Central de Reserva del Perú, a dos personajes que no están de acuerdo con políticas de cambio que lleven al mismo
pueblo a determinar su propio destino. Mientras el primero trata
de desarrollar políticas económicas
que busquen humanizar el capitalismo
peruano (y eso es, definitivamente un gran avance, un gran logro, si el
empresariado le deja hacerlo), el segundo
es un convencido de la validez del
modelo neoliberal.
Suponemos que los ataques a Castillo y su gobierno
perdurarán, aun cuando implemente cambios que trata de buscar un consenso con
los representantes del empresariado en el congreso. La inestabilidad política y económica puede socavar o acabar con la
agenda progresista prometida. Para que el resultado de las elecciones presidenciales de 2021 implique un punto de inflexión estructural en la correlación
de las fuerzas de clase en Perú, el
partido de gobierno y sus aliados deben iniciar el contra ataque.
En primer
lugar, eso significa organizar las bases políticas y
sociales del cambio transformacional
económico. Se debe explicar en todos los rincones de la nación las
propuestas de cambio y organizar los comités a favor de este cambio. No es suficiente recoger firmas para
una asamblea
constituyente. Se debe llevar la politización y la consciencia de cambio histórico a los barrios
populares en las ciudades y al campo.
En segundo
lugar, se necesita convocar a los profesionales de la izquierda revolucionaria para que apoyen, en
términos concretos, el proceso que, al inicio
del Gobierno en julio de 2021, se quiso llevar a cabo. En tercer lugar, se debe organizar amplios procesos informativos al pueblo peruano. Es decir, se debe
asegurar que la prensa popular, escrita,
televisiva y digital, llega a la población con contrainformación reflexiva,
didácticamente orientada a generar una cultura
crítica. Finalmente, en cuarto lugar, se debe internacionalizar la lucha de clases del pueblo peruano. Esto es tender hilos de
intercambio de experiencias y cuadros con los procesos progresistas en el continente y el mundo entero. La lucha de clases
en Perú es también la lucha de clases de los trabajadores campesinos, urbanos,
indígenas, informales, mujeres,
ancianos y toda la población explotada y oprimida por el capital en todo el mundo.
La lucha de clases desde arriba es una política natural (y permanente) del capital y sus representantes en el congreso. No debemos
sorprendernos, tampoco quejarnos, menos desfallecer ante los reveses de esta lucha. Lo que debemos
hacer es iniciar un proceso que haga que las ideas y propuestas de la derecha empresarial ya no
encajen en el mundo popular.
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