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“Derechas
antichinas. Las economías regionales de la octava nación de
territorio más extenso del mundo tienen comprensibles aspiraciones para acceder de manera directa a puertos. A varias de esas regiones les queda más cerca uno chileno que otro
argentino, por ejemplo. Pero el
diseño de los corredores debería considerar también la trama interna.
De otro modo,
sólo profundizaría fracturas o disparidades de desarrollo y tendencias
primarizadoras, o sea la venta
externa de recursos naturales sin procesar ni valor agregado. Las redes troncales, ferroviarias, viales,
deberían ser complementarias, de Norte a Sur, a los corredores entre el Atlántico y el Pacífico, y servir al
propósito del propio desarrollo.
Otra necesidad de
esas obras es que la contraparte china, que necesita abastecerse de productos
naturales, proponga proyectos donde ambas partes ganen y
que todo el proceso contractual priorice
la transparencia y el respeto a las evaluaciones del impacto ambiental, así como a legislaciones
impositivas y laborales del país receptor del crédito, señaló recientemente Jorge Malena desde el Comité de Asuntos
Asiáticos del CARI. La segunda cuestión es la
geopolítica. Argentina -y América Latina en general- son tironeadas
por tensiones globales diversas: puja entre Estados Unidos y China, ascenso de las derechas antichinas en el mapa global, amenazas ecológicas
y sanitarias y, entre otros temas, disputa por valores y por la
información (pública y de datos), es decir, la lucha cultural global.
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CHINA. RUTA VA A CONTRAMANO DE
LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL.
La posición de Argentina ante
el megaproyecto de cooperación global de China
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La agenda consensuada entre Argentina y la República Popular China ofrece complementariedad, multilateralismo, anticolonialismo y apoyos cruzados a lo largo de décadas.
Por
Néstor Restivo.
Página/12
domingo 17 de octubre del 2021.
El presidente chino Xi Jinping lanzó en 2013 l
iniciativa de La Franja y la Ruta. Imagen: AFP
La iniciativa de La Franja y la Ruta, que el presidente chino Xi Jinping lanzó en 2013, tiene varios objetivos. Aunque
su núcleo arraiga en el entorno de China
y Eurasia, América Latina tiene una oportunidad en ese plan. En 2017, en un foro de la FyR y la
cooperación internacional se habló de abrir el proyecto a la región. En 2018,
en un evento de la CELAC-China, el canciller Wang Yi afirmó que América Latina era la “extensión natural”
del proyecto.
Numerosos países
latinoamericanos y caribeños adhirieron. No así las tres mayores economías (Brasil, México y Argentina). Argentina ya ingresó al Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura, que fondea obras de la
FyR,
pero no firmó el Memorándum de Entendimiento sobre el plan exterior más
importante de Xi
y el Partido Comunista chino. El embajador argentino en Beijing, Sabino Vaca Narvaja, de intensa labor por la cooperación sanitaria y la agenda bilateral
que espera relanzarse en la pospandemia,
es un entusiasta de la FyR y afirmó al canal chino CGTN que Argentina ya decidió ingresar y espera el momento para
hacerlo.
Hay cortocircuitos en el Cono
Sur. Uruguay, socio del Mercosur, sí firmó, incluso quiere violar el bloque
y firmar un Tratado de Libre Comercio con China. Paraguay,
otro socio, no solo no lo firmó, sino que reconoce a Taiwán como país independiente de China. Y dos socios externos del Mercosur, Bolivia y Chile, no tienen relaciones diplomáticas
formales por el reclamo marítimo del primero. El Mercosur
no le es indiferente a China:
le provee casi 30% de sus importaciones agroalimentarias,
menciona el exembajador en China Diego
Guelar. Aunque son temas que la región debería resolver internamente, la FyR bien
podría servir también para integrarla, pero con algunas prevenciones.
Integración
regional y geopolítica global
Si bien el proyecto de China tiene distintas aristas (comerciales, de
conectividad, digitales, de seguridad, geopolíticos, culturales), para Argentina en particular habría que enfatizar dos aspectos. Por un
lado, los corredores terrestres
bioceánicos y la integración nacional. Por otro, el lugar que ocupa el país, en esta fase del siglo XXI, en el mapa geopolítico regional y global.
Sobre el primer punto hay grandes expectativas
en América Latina —al igual que en África—, pues los corredores acelerarían el comercio
mundial y abaratarían el costo de concretar exportaciones. Latinoamérica, y Argentina no es excepción, tiene graves déficits
en transporte, energía y comunicaciones,
sectores pilares de la integración.
Pese a su mayor desarrollo al
promedio de la región, a Argentina le faltan rutas, trenes, puentes y puertos.
El Estado invirtió en esos sectores
(siempre acotado por las deudas que dejó la dictadura, la convertibilidad y el macrismo, más otras urgencias
presupuestarias), no así el sector privado. China creció como inversor en varios planos del país, también en
infraestructura. Inyectó capital en
ferrocarriles y vías y plantas de energía (solar, hidroeléctrica, eólica) y
se espera una gran inversión en nuclear. También hay interés en puentes, oleoductos y puertos.
Se sabe que Argentina es un país muy concentrado en su núcleo pampeano de altísima productividad y
competitividad global. Pero el resto está subdesarrollado y reclama hace años obras que articulen
actividades. Los corredores que conecten el Atlántico y el Pacífico deben estar
pensados, desde el interés nacional, en integrar al propio territorio.
Derechas
antichinas
Las economías regionales de la
octava nación de territorio más extenso del mundo tienen comprensibles
aspiraciones para acceder de
manera directa a puertos. A varias de esas regiones les
queda más cerca uno chileno que otro argentino, por ejemplo. Pero el diseño de los corredores debería considerar también la trama interna.
De otro modo, sólo profundizaría
fracturas o disparidades de desarrollo y tendencias primarizadoras, o sea
la venta externa de recursos naturales sin procesar ni valor agregado. Las redes troncales, ferroviarias, viales,
deberían ser complementarias, de Norte a Sur, a los corredores entre el Atlántico y el Pacífico, y servir al
propósito del propio desarrollo.
Otra necesidad de esas obras es
que la contraparte china, que necesita abastecerse de productos naturales, proponga proyectos donde ambas partes ganen y que todo el proceso contractual priorice la
transparencia y el respeto a las evaluaciones del impacto ambiental, así como a legislaciones
impositivas y laborales del país receptor del crédito, señaló recientemente Jorge Malena desde el Comité de Asuntos
Asiáticos del CARI.
La segunda cuestión es la
geopolítica. Argentina -y América Latina en general- son tironeadas por tensiones globales diversas: puja entre Estados Unidos y
China, ascenso de las derechas
antichinas en el mapa global, amenazas ecológicas
y sanitarias y, entre otros temas, disputa por valores y por la
información (pública y de datos), es decir, la lucha cultural global.
La
pesada herencia de la deuda
El gobierno de Alberto
Fernández y Cristina Fernández de Kirchner heredó del anterior una
calamitosa deuda financiera, en particular con el FMI. Y necesita a Estados Unidos para renegociarla. Con el Club de París pasa algo
similar, aunque en menor escala. Acaso sea esa condicionalidad lo que demora la firma de nuevos acuerdos con China.
Por otra parte, si bien esos vínculos son cuestión de Estado para Argentina, compartida por
casi todo el arco político, la
pandemia y la estigmatización que la derecha occidental hace de China contaminan esa postura. El Gobierno espera
retomarla pronto, pero, igual que en otros frentes, no dio pasos concretos, aunque fueran pocos y precisos.
Recientemente, el embajador
argentino ante la OEA, Carlos Raimundi, recordó la tradición de los gobiernos
populares de no alinearse
con potencias hegemónicas para preservar autodeterminación y soberanía, lo cual se
complica por causas como la pérdida de peso relativo de América Latina respecto de hace unos años.
Otra razón que puede agregarse
es la fractura política entre
gobiernos de derecha neoliberales y populares, con dos visiones de país totalmente
diferentes. Uno
privilegia la dependencia en productos primarios y el dominio del capital
financiero, que sirven solo a unos pocos. Otro entiende, más allá de sus cortocircuitos internos, lo urgente
de encarar un plan inclusivo y autónomo basado en el agro, la industria, los servicios, la
incorporación de valor agregado, las nuevas tecnologías, un mercado interno poderoso y motor del
desarrollo y justicia social.
Pese a la distancia y el menor
dinamismo que le imprimieron la cautela y la pandemia (esta, por otro lado, supuso un auge notable de la cooperación bilateral en lo sanitario), la agenda consensuada entre Argentina y la República Popular China ofrece complementariedad, multilateralismo,
anticolonialismo y apoyos cruzados a lo largo de décadas.
El modelo que inspira la FyR va a contramano de la globalización neoliberal
que tanto perjudicó a Latinoamérica.
Lo que se necesita es más y mejor cooperación mutua y, en una
estrategia de corto, mediano y largo
plazo, concientización social sobre cómo se está remodelando este complicado pero
desafiante siglo XXI.
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